martes, 12 de julio de 2016

LECTURAS. FRAGMENTOS. LA MONTAÑA MÁGICA. Thomas Mann. Páginas: 928, 929.


¡He aquí a nuestro amigo! ¡He aquí a Hans Castorp! De muy lejos le hemos reconocido a causa de la barbita que se dejó crecer cuando se sentaba a la mesa de los rusos ordinarios. Arde traspasado por la lluvia, como los otros. Corre con los pies pesados por las botas, con la bayoneta en el puño. Ved cómo pisa la mano de un camarada caído; su bota claveteada la hunde en el suelo pantanoso. Sin embargo, es él.
¿Cómo? ¡Canta! Canta sin saberlo, en una excitación embrutecedora, sin pensar en nada, a media voz:
«Y grabé en su corteza.
Más de una palabra querida...»
Ha caído. No; se ha lanzado al suelo porque llega un perro infernal, un gran obús, un atroz pan de azúcar de las tinieblas. Está tendido, con la cara en el barro fresco y las piernas abiertas. El producto de una ciencia que se ha convertido en bárbara, cargado de lo peor que puede haber, penetra a treinta pasos de él oblicuamente en el suelo, como el diablo en persona, y estalla con un espantoso alarde de fuerza, levantando a la altura de una casa una fuente artificial y maligna, una fuente de tierra, fuego, hierro, playa y humanidad despedazada.
¡Oh, vergüenza en nuestra seguridad de sombras! ¡Partamos! ¡No queremos contar eso! ¿Ha sido herido nuestro amigo? Por un instante ha creído estarlo. Un montón de tierra ha ido a chocar contra su pierna. Se levanta, titubea, avanza cojeando, con los pies pesados por el barro y canturreando inconscientemente:
«Y sus ra-mas murmura-ban, como si me hablasen...»
Y de este modo, bajo la lluvia del crepúsculo, le perdemos de vista.
¡Adiós, Hans Castorp, hijo mimado de la vida! Tu historia ha terminado. Hemos acabado de contarla. No ha sido breve ni larga; es una historia hermética. La hemos narrado por ella misma, no por amor a ti, pues tú eras sencillo. Pero en definitiva es tu historia. Puesto que la has vivido, debes sin duda tener la materia necesaria, y no renegamos de la simpatía pedagógica que durante esta historia hemos sentido hacia ti y que podía llevarnos a tomar delicadamente, con la punta del dedo, un ángulo de nuestros ojos, al pensar que ya jamás te volveremos a oír ni a ver.
¡Adiós! ¡Vas a vivir o a caer! Tienes pocas perspectivas; esa danza terrible a la que te has visto arrastrado durará todavía unos cortos años criminales, y no queremos apostar muy alto que puedas escapar. Francamente, nos tiene sin cuidado dejar esta cuestión sin contestar. Las aventuras de la carne y el espíritu, que han elevado tu simplicidad, te han permitido vencer con el espíritu lo que no podrás sobrevivir con la carne. Hubo instantes en que surgió en ti un sueño de amor lleno de presentimientos —sueño que «gobernabas»—, fruto de la muerte y la lujuria del cuerpo. De esta fiesta mundial de la muerte, de este temible ardor febril que incendia el cielo lluvioso del crepúsculo, ¿se elevará algún día el amor?
FINIS OPERIS
Fuente:
Editorial Q Quinteto.

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