miércoles, 27 de mayo de 2015

Clifton Mark Y Riley Frank - La Maquina De La Eternidad. Premio Hugo 1955.


Mark Clifton (1906 - 1963) fue un escritor y hombre de negocios estadounidense. Escribió ciencia ficción y la mayor parte de sus historias pertenecen a dos series. La serie de Bossy, escrita en solitario o en colaboración con Alex Apostolides y Frank Riley, y la serie de Ralph Kennedy, más ligera en tono, que fue escrita mayoritariamente en solitario, que incluye la novela When they came from space, aunque en ella hay una colaboración con Apostolides.

Clifton alcanzo su mayor éxito con la novela La máquina de la eternidad (They`d rather be right / The forever machine), escrita en colaboración con Frank Riley, que fue publicada por entregas en Astounding en 1954 y ganadora del premio Hugo al año siguiente.


Seudónimo de Frank Rhylick, el norteamericano Frank Riley (1915-1966) fue un escritor de ciencia ficción americano, ganador del Premio Hugo en 1955 por su novela La máquina de la eternidad, escrita junto a Mark Clifton.
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Premio Hugo 1955. 
En 1954, antes de que la ciencia real creara el concepto mismo de «inteligencia artificial» (bautizada oficialmente durante el verano de 1956 en el Dartmouth College estadounidense), la ciencia ficción imaginaba ya cómo podría ser «una máquina que pueda pensar mejor que el ser humano».
En esta famosa y premiada novela , se describe una época de caza de brujas y de control de la opinión parecida a lo que sucedió realmente en Estados Unidos en los años cincuenta con las iniciativas del senador McCarthy. En la ficción, un gobierno omnipotente y represor ordena construir una máquina pensante capaz de prever las catástrofes y evitarlas, eliminando el posible error humano.
El resultado es Bossy, una inteligencia artificial que además cura y perfecciona a los seres humanos, quienes, bajo su influjo, desarrollan nuevas posibilidades físicas y mentales. Entre estas mejoras se encuentra la inmortalidad que, gracias a Bossy, está al alcance de todos aquellos que prefieran la flexibilidad de criterios a la rigidez de los prejuicios.
Aventuras tradicionales, personajes bien perfilados y un buen ritmo narrativo componen una novela entretenida y agradable, que no desdeña criticar la intolerancia ni abordar ciertas reflexiones presuntamente profundas sobre la inmortalidad, la ciencia o la inteligencia artificial.
Fuente:n.n.
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ME temo que esta introducción va a ser de aquellas que pueden resultar excesivamente largas. Pido disculpas con antelación, pero los clásicos requieren, tal vez, mayor cantidad de explicaciones…
Una novela maldita
Para empezar no deseo ocultarles la sorpresa de que La MÁQUINA DE LA ETERNIDAD, el segundo de los premios Hugo de la historia de la ciencia ficción, siga todavía inédita en español.
Y me parece del todo lícito preguntarse por qué.
La posible respuesta es que esta novela tiene el dudoso privilegio de ser considerada, por algunos, «el peor libro que ha ganado el premio Hugo». Y ante esa fama (que, por supuesto, no me parece justa) es muy posible que, hace años, otros editores de ciencia ficción en España se retrajeran muy lógicamente y ni siquiera consideraran la novela como una posible publicación. Yo mismo, a pesar de mi interés, no pude leer esta novela hasta 1989 y, además, tuve que hacerlo en la edición italiana, ya que no lograba encontrar el original en inglés que estuvo muchos años agotado en el mercado estadounidense.
Pese a esta triste fama y a las escasas reediciones del original en inglés, hay también diversos comentaristas que consideran que este libro ha sido uno de los importantes en la historia del género, e incluso un autor y especialista tan elitista y selecto como Barry Malzberg no ha dudado en decir de LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD que se trata de «un trabajo de genuina importancia… uno de los doce libros más influyentes de la ciencia ficción».
Otros comentaristas se atreven incluso a hacer comparaciones un tanto arriesgadas. Vean, por ejemplo: «LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD destaca como un ejemplo maravilloso y clásico que ilustra la mayor parte de lo mejor y de los más satisfactorios aspectos del género de la ciencia ficción. Posee la crítica social y razonamientos que desafían todas las conjeturas, como en LOS DESPOSEÍDOS, de Ursula K. Le Guin; el elogio de la diversidad y la valentía psicológica de libros destacados como MÁS QUE HUMANO, de Theodore Sturgeon, y la visión de la evolución metapsíquica más detalladamente descrita en INTERVENCIÓN, de Julián May»; tal y como establece el comentario anónimo que puede encontrarse en la página:
http://www.artbooks.com/Books%20in%20HTML/foreverMa chine.html
La polémica está servida.
La ciencia ficción de los años cincuenta
En cualquier caso, para apreciar este libro hay que meterse dentro de una máquina del tiempo (al menos en el aspecto mental) y considerar cuáles eran las preocupaciones dominantes en la ciencia ficción (y en la sociedad…) en Estados Unidos durante la primera mitad de los años cincuenta, cuando se publicaron los dos relatos y la novela que componen La MÁQUINA DE LA ETERNIDAD.
Los tiempos eran otros: hacía poco que habían explotado las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki (un acto de violencia ante el cual la hoy tan traída y llevada caída de las torres gemelas de Nueva York acaecida el famosísimo 11 de septiembre de 2001 parece un trabajo de aficionados…); se iniciaba una etapa de grandísimo recelo ante ciertos logros de la ciencia; el presunto final del nazismo daba paso a la guerra fría y al enfrentamiento entre el considerado «mundo libre» y el llamado «comunismo»; y, tal vez para desmentir esa etiqueta de libertad, el senador McCarthy (y con él la mayor parte de la «sana» sociedad estadounidense…) iniciaba la intolerante «caza de brujas». No era una época demasiado gozosa.
Ha pasado ya casi medio siglo desde que se escribió esta narración y será bueno recordar que, además, en los años cincuenta, la ciencia ficción se preocupaba muy a menudo por un tema hoy bastante olvidado, como es el de la telepatía y otros poderes extrasensoriales. No en vano el primer premio Hugo de la historia (EL HOMBRE DEMOLIDO de Alfred Bester, premio Hugo de 1953) trataba precisamente de las complejidades de un asesinato en una sociedad de telépatas.
Los telépatas y los poseedores de nuevos poderes mentales (como el protagonista grupal de MÁS QUE HUMANO, de Theodore Sturgeon, los «calvos» de MUTANTE, de Henry Kuttner, los telépatas de SLAN, de Alfred van Vogt, y tantos y tantos otros) eran un tema recurrente en la ciencia ficción de los años cincuenta. Ilustraban la posibilidad de una nueva especie llamada a sustituir al ser humano, y eran la fuente de un posible enfrentamiento entre padres e hijos, entre los humanos «normales» y los nuevos descendientes de la humanidad dotados de poderes que hoy llamaríamos parapsicológicos.
Por otra parte, la eclosión de los primeros ordenadores y el desarrollo de la cibernética de Norbert Wiener a finales de los años cuarenta (con la aparición del nuevo y fecundo concepto de la retro alimentación), sugería otro posible sustituto para el ser humano: una máquina capaz de pensar mejor que los humanos. Y si bien eso es algo que ahora podemos asumir (sabemos ya que Deep Blue ha ganado a Kasparov, aunque sólo sea en el juego del ajedrez…), debió de ser un pensamiento sorprendente, y tal vez aterrador, en los años cincuenta.
Pues bien, la originalidad de Mark Clifton (verdadero impulsor de la historia de la máquina Bossy y el telépata Joe Cárter, pese a los otros autores involucrados en su redacción final) radica en la unión de esos dos temas, entonces importantes pero independientes.
En los años cincuenta, hacer novelas de ciencia ficción sobre telepatía era algo habitual. No lo era hablar de una posible «inteligencia artificial» (nombre todavía no utilizado entonces), concebida en aquellos días como la posibilidad de construir un «cerebro sintético», o artificial, llamado a mejorar el del ser humano.
La novedad de LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD fue precisamente unir esos dos temas: los poderes extrasensoriales y los cerebros artificiales para componer una narración que especula sobre un futuro posible y la problemática ética, social y humana que indefectiblemente va a plantear.
Estoy convencido de que fue precisamente eso lo que acabó haciendo que LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD obtuviera el segundo premio Hugo de la historia. No es poca cosa.
Pero tampoco conviene olvidar que cincuenta años no pasan en balde. La ciencia ficción ha evolucionado mucho, y hoy tenemos narradores más «hechos» y completos. Hace medio siglo, eran la idea, la peripecia de la narración y las vicisitudes de los protagonistas lo único que mantenía el interés del lector. Con toda seguridad, a los ojos del lector moderno, LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD conserva un entrañable tono de «antiguo» que puede resultar molesto para algunos, pero que hará las delicias de los que tengan el acierto de leerla considerando las circunstancias y las preocupaciones de cuando se escribió.
Sobre los títulos y el contenido de este volumen
En este volumen se incluyen también dos relatos previos a la novela que ganó el premio Hugo de 1955. Esos relatos son El LOCO JOE (Crazy Joe), aparecido en agosto de 1953 en Astounding, firmado por Mark Clifton y Alex Apostolides; y ¡ESCÓNDETE! ¡ESCÓNDETE! ¡Brujo! (Hide! Hide! Witch!), aparecido en Astounding en diciembre de 1953, firmado también por Mark Clifton y Alex Apostolides.
La continuación, firmada ya por Mark Clifton y Frank Riley, llevaba el título THEY’D RATHER BE RlGHT (Prefieren tener razón) cuando apareció, también en Astounding, en cuatro entregas, desde agosto a noviembre de 1954. Esta última novela es la que obtuvo, en 1955, el premio Hugo, aunque más adelante, en 1958, se publicó en forma de libro con un nuevo título: THE FOREVER MACHINE (La máquina de la eternidad).
Durante muchos años, la novela estuvo agotada en el mercado estadounidense y, como ya he dicho, yo mismo tuve que leerla por primera vez en la edición italiana de 1988 que publicara la Casa Editrice Nord en su colección Cosmo, precisamente como uno de «Los clásicos de la ciencia ficción».
Cuando, tras varios años de indecisión, decidí incluir este premio Hugo inédito en España en nuestra colección NOVA, me encontré con que la más reciente edición estadounidense (la de Carroll & Graf Publishers, de 1992) incluía también los dos primeros relatos, aun sin citar a Alex Apostolides como su coautor.
En nuestra edición he decidido conservar esos dos relatos, ambos ligados al ciclo de Bossy (o de Joe Cárter, según se quiera) junto a la novela ganadora del Hugo. Así el lector español va a poder compensar el retraso en acceder a esta obra con la posibilidad de conocerla completa. El volumen sigue llevando el título general La MÁQUINA DE LA ETERNIDAD (aun cuando no quiero ocultar que, al menos para mí, el título más adecuado sería «La máquina de la inmortalidad», pero, al menos esta vez, no me atrevo a imponer mi criterio ante el de la tradición…).
En el volumen se encuentran, pues, los dos cuentos previos citando sus verdaderos autores (aun cuando ha de resultar evidente para todos que el impulsor de toda la obra es el Mark Clifton común a las tres historias), seguidos de la famosa novela ganadora del Hugo de 1955.
Sobre esta última, al hacer mi GUÍA DE LECTURA de 1990, donde se citaban todos los premios Hugo de la historia del género, traduje el título THEY’D RATHER BE RlGHT por «Mejor que estén en lo cierto» que es la traducción que, en ese momento, me parecía más correcta. Y que tal vez lo sea…
Pero ahora, al hacer yo mismo la traducción de la novela (a veces, uno se permite estas pequeñas satisfacciones personales…), me ha parecido que el título de este tercer episodio debería ser otro. Teniendo en cuenta lo que dice Joe Cárter al final del capítulo VIII, creo que el significado evidente de They’d Rather Be Right (usada literalmente al final de ese capítulo octavo) ha de ser precisamente «prefieren tener razón» que es la traducción que me ha parecido más adecuada para la frase que cierra ese capítulo y, por consiguiente, para el título de la novela ganadora del Hugo.
O sea que dejamos las cosas a medias: mantenemos el título tradicional (La MÁQUINA DE LA ETERNIDAD) y me olvido de mi preferencia por «inmortalidad»; pero, al menos en el interior del volumen, utilizaremos este PREFIEREN TENER RAZÓN como una traducción más bien libre de ese They’d Rather Be Right que me ha tenido preocupado bastante tiempo. Amén.
Cibernética, telepatía y caza de brujas
En realidad, en 1954, antes de que la ciencia real creara el concepto mismo de «inteligencia artificial» (bautizada oficialmente durante el verano de 1956 en el Dartmouth College estadounidense), la ciencia ficción imaginaba ya cómo sería «una máquina que pueda pensar mejor que el ser humano». La robótica asimoviana está ahí para constatarlo (aunque, para completar los ejes temáticos de La MÁQUINA DE LA ETERNIDAD, no debe olvidarse que el interés de la época por los poderes mentales hizo también mella en un racionalista como Asimov, quien acabó pensando en una Segunda Fundación basada precisamente en las ciencias mentales y los poderes par anormales…).
Pionera en la fusión de dos de los principales temas en la ciencia ficción de todos los tiempos, LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD describe una época de caza de brujas y de control de la opinión, parecida a lo sucedido realmente en los años cincuenta estadounidenses con las iniciativas del senador McCarthy. En la ficción, un gobierno omnipotente y represor ordena construir una máquina pensante capaz de prever las catástrofes y evitarlas eliminando el posible error humano.
El resultado es Bossy, una inteligencia artificial avant la lettre que, además, cura y perfecciona a los seres humanos quienes, bajo su influjo, desarrollan nuevas posibilidades físicas y mentales. Entre estas mejoras se encuentra la inmortalidad que, gracias a Bossy, está al alcance de todos aquellos que prefieran la flexibilidad de criterios a la rigidez de los prejuicios.
Aventuras tradicionales, personajes bien perfilados y un buen ritmo narrativo componen una novela entretenida y agradable que no desdeña criticar la intolerancia ni abordar ciertas reflexiones presuntamente profundas sobre la inmortalidad, la ciencia o la inteligencia artificial.
LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD es, pues, un precedente en el tratamiento de la inteligencia artificial en la ciencia ficción y, además, un fiel exponente del tono y las preocupaciones típicas de la ciencia ficción de los años cincuenta con su especial atención a la telepatía y a otros poderes extrasensoriales y parapsicológicos. No desmerece en absoluto dentro de la serie de los premios Hugo.
Es fácil rastrear también en esta novela un posible intento de tecnificar la «dianética», esa ciencia-camelo para la perfección de la actividad mental humana, creada en esos años por el autor de ciencia ficción Ron L. Hubbard (con la aquiescencia y el soporte de Campbell, el editor de Astounding, la revista donde se publicó también esta obra de Clifton), y que se ha convertido hoy en la religión de la Cienciología que ha generado, como tantas otras religiones, grandes beneficios económicos a su «inventor» o a sus principales adláteres. Conviene recordar aquí que la diabética nació a finales de los años cuarenta, cuando Hubbard era un escritor habitual en las revistas Pulp de ciencia ficción, y que fue en mayo de 1950 cuando Campbell publicó en Astounding un amplio artículo sobre el asunto, que pronto dio paso al libro de Hubbard «Dianetics: The Modera Science of Mental Health» (1950) y a toda la parafernalia posterior. Evidentemente, Clifton hace que su Bossy actúe como un equivalente de la dianética (aunque resulte, francamente, mucho más barata…) y, según parece, la mayoría de las tesis «mentalistas» de Hubbard pueden encontrarse en esta novela de Clifton.
Para añadir más leña al fuego, no deja de ser curioso que el personaje central de La MÁQUINA DE LA ETERNIDAD (si dejamos por el momento de lado a la misma máquina Bossy) se llame Joe Cárter (con iniciales JC de evidente recuerdo y sugerencia), y que Mabel, su compañera, haya sido una prostituta como María Magdalena… Seguro que, para Clifton, su personaje es el nuevo profeta de una posible nueva religión a la que no es ajena el movimiento que, por la misma época, desencadenaron tanto Campbell como Hubbard con la «dianética». Se trata de una idea parecida a la que encontramos en La MÁQUINA DE LA ETERNIDAD, donde una presunta terapia psicosomática logra, gracias a la máquina Bossy, eliminar todo tipo de represiones y problemas de la mente humana, con los evidentes efectos somáticos que ello ha de producir (al menos según la óptica de algunos en esos años cincuenta…)
Clifton, como también resulta evidente en su otra novela conocida en España, LAS OCHO LLAVES DEL EDÉN (1960), parece haber desarrollado la habitual prevención contra la ciencia establecida, a la que acusa de una posible rigidez (eso que Thomas Kuhn criticará poco después como la defensa a ultranza de un paradigma tal vez caduco o, cuando menos, revisable). Fruto de las preocupaciones que siguieron al lanzamiento de la bomba atómica, Clinton critica el establishment tecnocientífico y su escasa disposición a considerar lo que, para algunos en los años cincuenta, parecía una prometedora y nueva posibilidad: los poderes extrasensoriales, la telepatía y todo eso que especialistas como Rhine intentaron demostrar científicamente, fracasando en el intento. Eran otros tiempos…
Nuestros títulos «revival»
Para finalizar les recordaré también que LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD es uno de esos títulos que aparecen en NOVA, uno al año, para recuperar viejas novelas inéditas o desaparecidas del mercado español. No les voy a castigar ahora con la lista de los muchos de esos títulos que me enorgullezco ya de contar en NOVA, una colección nacida a finales de los años ochenta y de la que, por fuerza, estaban ausentes algunos títulos clásicos del género. Una rápida ojeada a los más de ciento cincuenta títulos de nuestra colección les proporcionará las pistas adecuadas.
Ya sé que este tipo de actuación no está precisamente de moda cuando el respeto a lo más antiguo no parece ahora un valor muy aceptado. El capitalismo consumista de hoy exige que los libros, las películas, las canciones de hace sólo un par de años sean ya obsoletos e inútiles. Lo que es una verdadera necedad. De la misma manera que Casablanca o Ciudadano Kane siguen siendo grandes películas, hay novelas de ciencia ficción escritas hace años que, bien contempladas, mantienen la mayor parte de su interés. En mi opinión, eso ocurre, a su nivel, con La MÁQUINA DE LA ETERNIDAD. Por eso aparece en NOVA.
Es cierto que, con los años, el estilo y la temática habituales han cambiado. La ciencia ficción, afortunadamente, es un género en continua evolución. Aunque la madurez del género ha hecho que, hoy en día, haya mayores exigencias en cuanto a los méritos estrictamente narrativos y literarios, los viejos lectores seguimos aceptando también las buenas historias y las buenas especulaciones, aun cuando su envoltorio pueda resultar un poco anticuado. A pesar de que su caligrafía de base se haga, digamos, en blanco y negro, y no dispongan de la espectacular parafernalia de los efectos especiales modernos ni de la brillantez del color, ni estén sometidas al ritmo trepidante de las narraciones cinematográficas de hoy. Exactamente como Casablanca o Ciudadano Kane…
Háganme caso, suban a la máquina del tiempo y piensen en cómo debieron de ser los ya lejanos años cincuenta. Así disfrutarán, y mucho, de La MÁQUINA DE LA ETERNIDAD, como yo lo he hecho. Estoy convencido de ello.
MIQUEL BARCELÓ

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