viernes, 15 de agosto de 2014

Reverso, espejos y mundos: El lugar sin límites de José Donoso.


Reverso, espejos y mundos: El lugar sin límites de José Donoso
por Bárbara González G.
Artículo publicado el 08/11/2006.
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XVII.
Como reacción a la literatura mimética criollista y regionalista de la primera mitad del siglo XX, en la década de los años 60’s se desarrolla en Latinoamérica un movimiento llamado el “Boom”, quizás referido despectivamente por aquellos que pensaron que sería una tendencia fugaz que no tendría repercusiones a futuro. Sin embargo, quienes lo componían, tenían una clara conciencia de lo que estaban fraguando con sus propias manos y mentes. Al ser plenamente concientes de la situación social e histórica de Latinoamérica, estas ideas revolucionarias se esparcieron y tomaron una trascendencia quizás insospechada para la época. La superación del realismo imperante que deja atrás el servilismo a una técnica o temática establecida, es uno de los principales motores que mueven a autores como Ernesto Sábato, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, e incluso al mismo José Donoso. La idea fundamental de estos y otros autores es dar un vuelco a las directrices imperantes y enfocarse en modelos externos para crear literatura social. A ellos les debemos la internacionalización de lo hispanoamericano, pues el criterio comienza a abandonar lo regionalista y Europa mira hacia Hispanoamérica, desenterrando a la, antes, literatura marginal.

En el presente trabajo, se hará un análisis de la obra El lugar sin límites (1965) del autor nacional José Donoso. Tomando como base los antecedentes no miméticos de la literatura de Boom, este análisis se centrará en la presentación de los mundos que plantea la obra, las técnicas que se utilizan para lograrlos y la interpretación, tanto dentro del texto, como fuera de él, de estos mundos.

Para comenzar, El lugar sin límites, cuenta la historia de varios de los habitantes del pueblo de Estación El Olivo, donde destacan, principalmente, las figuras de Don Alejo, la Manuela, la Japonesita, y la visita de todas las vendimias, Pancho Vega.

Desde el inicio de la narración, es posible asistir a la decadencia de este pueblo, una decadencia que comenzó con la llegada de la Manuela y una decadencia que se presenta netamente como finalización del mundo al revés, tomando en cuenta la definición de carnaval dada por Bakhtin. Esto se da como contraparte de lo que sucede hasta ese entonces en la literatura: mimesis, arquetipos y presentaciones realistas de la sociedad.

La Manuela es quien, con su llegada, introduce a El Olivo en el carnaval, disfrazándolo y disfrazándose para dar rienda suelta a los impulsos del sujeto, dejando atrás, de esta manera, las convenciones sociales como culturales. Es en este personaje donde se da la esencia del carnaval: la fusión de contrarios. Asistimos a la presentación de un travesti que lleva en su cuerpo, tanto el mundo del carnaval como la negación a lo establecido, es decir, a su calidad de ser masculino, la cual es invertida para dar paso al personaje, a la representación carnavalesca.

De esta manera, comienzan a darse las inversiones, tanto de los personajes de la obra, como de las relaciones que dentro de ella se formulan: prostitutas decadentes, patrones egoístas y una cuidad cuyo centro es un burdel. Sin embargo, existe una relación en particular que se mantiene como cable a tierra dentro de este mundo trastocado, una convención que existe para conservar la verosimilitud del relato y que representa la realidad que hace patente la existencia de un mundo al revés. Sobre la base del contraste entre lo real y lo inverso se reconoce, por una parte, la voz oficial y, por otra, el sentido de espejo invertido que representa El Olivo. Esta relación es la de patrón / sirviente, una relación que guía los hilos de la obra y que, como voz oficial, debe ser  destronada a través del carnaval.

Es así como, para destronar a esta voz oficial, toda interacción y presentación de caracteres dentro la obra, existen sobre la base del espectáculo y de la representación teatral. La Manuela el inicio, fuente e influencia de este mundo al revés. Ella es quien, originalmente, comienza el carnaval a través de sus bailes. Antes de su llegada, es posible hablar de una especie de paraíso, donde todo giraba en torno a la relación feudal que se establecía entre don Alejo y su pueblo. Sin embargo, después todo cambia. Ella es el carnaval y, por ende, la fusión de los opuestos. El vestido de española es la máscara a través de la cual acalla los convencionalismos y lucha contra ellos de manera inconsciente. En él esconde su sexo y da rienda suelta al mundo inverso: el de él / ella visto como una verdadera mujer.

De esta manera se va configurando el carnaval en El Olivo, y la mayor aprobación del mismo es la aceptación, por parte de don Alejo, de la Manuela. Este gesto, que se puede tomar como de buena voluntad, simplemente esconde las reales intenciones del creador de El Olivo. Es él quien debe apropiarse de todo lo que llegue a sus dominios y sacar el mejor provecho posible. Es por esto que don Alejo acepta el carnaval en El Olivo, pero solo por los beneficios que éste le puede acarrear. En la medida que él sea capaz de mantener contento al vasallaje, podrá obtener todo lo que de ellos desee, incluso sus cuerpos, tal como lo hizo con la Manuela, a través de la Japonesa Grande. De esta manera, Don Alejo acepta un carnaval, pero bajo sus condiciones y bajo su mirada omnipresente. Es por esta razón que la relación de vasallaje jamás se rompe dentro de su mundo, aunque sí lo hace fuera de él: Pancho logra su independencia a través del contacto con el exterior y la declara en la hacienda de don Alejo, lugar que no es parte del mundo creado por este último.

Como ya se mencionó, el baluarte de la polisemia carnavalesca está en el personaje de la Manuela. La femineidad que ella presenta en su diario vivir posee una doble significación dentro de la obra. En primer lugar, la de hombre que procrea. Es decir, ella, quien se sabe hombre, en el acto sexual, es seducido y conducido como mujer, dando a luz a su hija. Y, en segundo lugar, a través de la función de objeto. Ella es un objeto a poseer, tanto por hombres como por mujeres. Este máscara le otorga la opción de dejar atrás su representación masculina  que se descubre como un objeto poseído y dominado por una verdadera mujer, por su hija, la Japonesita quien, como todas las mujeres del pueblo, lleva las riendas y ve al hombre solo como proveedor, tanto de placer carnal, como de dinero.

De esta forma, dentro de la dinámica que se da al interior del pueblo, la Japonesita representa la realidad, un ser sin máscaras, que no se debe confundir con instutucional. Ella es la mujer verdadera, por lo tanto, tiene poder sobre la Manuela, quien está consciente de su desventaja y se deja dominar. La realidad de la Japonesita es ausencia para la Manuela. Es decir, la Japonesita representa lo que la Manuela jamás podrá ser: primero que todo, mujer, y segundo, joven.

Es así como los opuestos se funden en El Olivo: la Japonesita representa la realidad, el ser verdadero y sin disfraz, mientras que la Manuela es la carnavalización de esta realidad, su opuesto, pero un opuesto complementario. La Manuela solo se define como hombre o como mujer en funciónde su relación con la Japonesita. Sin ella no podría ser mujer, pues a través de ella es madre y posee a Pancho, ni tampoco podría recordar su condición masculina, pues es ella quien constantemente la llama “papá” y busca su protección y amparo viril. Es por esto que El Olivo se transforma en un gran espejo donde todos conviven con su otro y donde existe la opción de asumirlo o de obviarlo, a conveniencia.

Como centro del carnaval, todos los personajes acceden de una u otra forma a la Manuela y forman parte del festejo, aunque sea momentáneamente. De esta manera, y a través de la fusión de contrarios, los diversos personajes se olvidan de sí cuando están en el festejo, pero, a la vez, accedan a la revelación de sus auténticos seres. Esto es lo que sucede con Pancho, quien, en principio, se deja llevar por el carnaval, disfruta de su máscara pero, en el último encuentro, se le es revela su verdadera esencia. La Manuela actúa como el imput en la conciencia de Pancho y le revela su ser.

En el desplazamiento que se produce entre la suerte de la Japonesita con la visita de Pancho, su primera vez en el acto sexual, y lo que finalmente sucede con la Manuela, se reafirma, por una parte, la situación de opuestos complementarios de estos dos personajes y, por otra, el hecho de que, mediante este acto, se produce una transformación en Pancho: al hombre se le cae su máscara, su posición de macho. Esto produce un cambio en el mundo interior del personaje: reconoce su posición en El Olivo y su condición de homosexual reprimido. Es por esto que, al violentar sexualmente a la Manuela, Pancho le mantiene encima el vestido desgarrado. El vestido, que representa la femineidad de la Manuela, nunca es rasgado totalmente y, en ese momento en particular, ayuda a conservar el sentido de los opuestos. El desgarrarlo totalmente implicaría entrar en lo real, acallar la voz carnavalesca, asumir lo que se prefiere obviar y que, al darse dentro de los límites del carnaval, está permitido… esa es la disculpa.

La vejación produce, también, un efecto de transmutación de mundos dentro de la Manuela: con el desgarro de su vestido, es rota su máscara, el teatro apaga sus luces y el carnaval termina. Al estar moribunda en los bordes del pueblo, asume su condición real de hombre, de ser del sexo masculino. El acto sexual mata a la niña y da paso al hombre, responde al acceso a la realidad sin caretas y al final de la representación carnavalesca, es decir, de los opuestos.

De esta manera, la obra se presenta como un constante cambio entre mundos internos (cada uno de los personajes vistos como mundos individuales, mediante la polifonía) y desplazamientos simbólicos a través de imágenes especulares (conciencia de la inversión del yo en el otro) dentro de un lugar delimitado. Paradójicamente, este lugar sin límites es cerrado, aislado y enclaustrado, pero dentro de él se transgreden los límites eternamente y se acepta lo que en otras circunstancias estaría vedado. El Olivo se presenta como el espejo invertido de la sociedad reflejada en la literatura criollista, es la caída de la concepción cultural de realidad y el descenso del ángel del paraíso a la tierra, creando el infierno. El motivo por el cual este “lugar sin límites”, este mundo creado sobre la base del carnaval, se trasforma en infierno, es porque todas las máscaras van cayendo lentamente y se van hundiendo en la tierra, tal como lo hace el burdel. Al quedar todos al descubierto, las cosas se descontrolan y pierden sentido: el carnaval no es eterno, por lo tanto, a su finalización, se produce un lento descenso al abismo.

El paso del personaje emblema del carnaval, la Manuela, a un estado de pseudo conciencia de la realidad, termina por matar la representación. El desplazamiento de mundos que realiza la Manuela da cuenta de que el universo que se representa en El Olivo debe desaparecer. Así como las máscaras están cayendo, El Olivo debe terminar de hundirse en la tierra que lo vio nacer.
Bibliografía

    Donoso, José. El lugar sin límites. Alfaguara. Santiago. 1995

    Gutiérrez Mouat, Ricardo. José Donoso: impostura e importación: la modelización lúdica y carnavalesca de una producción literaria. “La modelización lúdica en El lugar sin límites”. Gaithersburg. Hispanoamérica. 198-. (Págs. 119 – 143)
http://critica.cl/literatura/reverso-espejos-y-mundos-el-lugar-sin-limites-de-jose-donoso

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