viernes, 1 de noviembre de 2013

CRÍTICA LITERARIA. GÉNERO: POESÍA. Por Guillermo Fernández.

 
Guillermo Fernández. (Luis Guillermo Fernández Álvarez nace el 14 de diciembre de 1962. Realiza estudios de Filosofía en la Universidad de Costa Rica. Se dedica a escribir y se desempeña como asesor editorial de varias editoriales. Ha sido representante de Costa Rica en el Festival Internacional de Poesía en Medellín, Colombia, 1998, y en el Festival Internacional de Poesía en Oaxaca, México, 1998. Es co-editor de la revista de cultura Matérika.Fuente: Wikipedia).
 
CRÍTICA LITERARIA. GÉNERO POESÍA. “Los alegres somos más” del poeta costarricense Randall Roque. Una antología de poesía amorosa.

Randall Roque es un poeta que experimenta en redes sociales y de continuo publica sus poemas. Es un comunicador incesante, editor de sus poemas, divulgador, posteador. Comprendido por unos y mal comprendido por varios, Randall Roque insiste: no le tiene miedo a las críticas que le pudieran lanzar los miembros de su propia generación que lo deben ver extraño, lejos del acento predominante.

Es importante referir que Roque, por mérito de su poesía diáfana y coloquial, es un poeta que ha sido publicado en antologías europeas. Fue incluido en las antologías italianas de “Poesia Frontiere de Ibisko editrice Risolo 2007”, y “Il Gesto della memoria 2005, Antologia «Ditët e Naimit» del XVII Festivali Ndërkombëtar i Poezisë”.

Su libro, “Los alegres somos más” (Ediciones 77, 2013), reúne algunos de sus trabajos más relevantes de su creciente producción, ya que Roque es un poeta muy productivo y parece tener cantera inagotable. En su fervor poético, exaltación amatoria y deseo de ser fluido como las emociones y turbulencias del alma, Roque nos recuerda al romántico Vladimir Mayakovsky, de versos frenéticos y deslumbrados. Su tema persistente es la mujer, y más que la mujer el deseo amoroso proyectado en la compañera, en la amante, en esa secuaz de los sueños y de las rupturas, que aguijonea al poeta sin piedad, ya para su exaltación, ya para su caos erótico.

Roque le canta a la mujer que mira en el bus, a la que se duerme a su lado, intocable como una porcelana china, a la que convive en su encierro cotidiano, con susto y dependencia devota, a la que se hace recuerdo, y puede convertirse en una imagen de la poesía, a la que tiene “las pestañas claras y cobrizas / como lágrimas de bronce al fuego”, a la que se persigue como el oxígeno, a la que se imagina en el mismo mausoleo y en una futura excavación, a todas esas mujeres que conforman el bosque femenino de la vida. Roque es un poeta que no tiene miedo ni vergüenza de clamar al amor en una época donde las confesiones amorosas no son muy populares.

La inobjetable capacidad de Roque de ser sincero puede a veces bordear extremos. En algunos casos incluso emplea formas coloquiales que muchos no se atreverían a utilizar por ser tan locales que pueden percibirse como frases de comodín. Pero al poeta no le interesa componer un poema con una sencillez que otros objetarían. Al parecer, no tiene suspicacias con el lenguaje de todos los días, el mismo que se deja sobre las servilletas o el que se evapora con el último café de la tarde.

Nosotros valoramos al Roque de los poemas que nos hacen sentir su infatigable emoción y su esperanza en el amor a toda prueba. Allí es donde su sencillez alcanza apreciable rango literario. Poemas como “Decir algo más”, “Mujer desnuda”, “Nada de eso”, “Quédate conmigo”, “Nuestra casa”, “Lo mejor de mis plegarias”, “Los alegres somos más”, “Casita de paletas”, “Apartado postal”, “Fortunas 1”, “Busco no amarte”, “Borracho”, entre otros, muestran a un poeta humanizado, paradójicamente, un poeta que se resiste a perder su humanidad, su nobleza, su contradicción. Lejos de la alienación del hombre actual, que se ha convertido en meta de artes postmodernos (véase el artista y el escritor de las cosificaciones nihilistas), Roque apela a la naturalidad: “Qué bueno es amanecer con una mujer desnuda / en el piso, la cama o el sofá, / sentir sus piernas en las mías como tibia enredadera, / sus manos hurgando los secretos, / mi boca buscando las respuestas, / sus ojos dejando las preguntas” (“Mujer desnuda”). Y esa naturalidad hace que el poeta defienda aún el gozo de ser un animal apasionado: el destino poético de este creador, según hemos visto: ¿recordar que todavía podemos creer en el lenguaje de todos los días?

Nada de eso (fragmento)

Tenías las pestañas claras y cobrizas
como lágrimas de bronce al fuego,
la piel blanca de las orquídeas y jazmines,
los ojos grandes como duraznos tiernos,
aquellos labios de amapola descarnada,
húmedos como los cedros de costa rica,
pero nada de eso me enamoró de vos…

No sería exagerado considerar que R. Randall Roque, con su verso humanizado y fogoso, es también el mayor poeta de la esperanza en el país, lo cual no deja de ser aumentar su rareza:

Quédate conmigo (fragmento)

Quédate conmigo, no te rindas, no te vayas,
aunque no despierte, bésame,
aunque tengas hambre y guardes frío,
jamás pierdas la esperanza

quédate conmigo, no te rindas, no te vayas,
aunque tu herida sea cual ninguna,
aunque no tengas más tiempo que el perdido
o te pese de nostalgias la memoria…

Nos parecía incompresible al principio cómo alguien de la edad de Roque podía escribir encarando sus sentimientos amorosos con tanto desenfado, sin preocuparse por los tecnicismos literarios, casi de espaldas a los movimientos literarios que han pasado desde el romanticismo. Pero no es raro encontrar poetas en el mundo como él, y de incuestionable calidad, que escriben al margen de las tendencias poéticas.

A nuestro criterio, poetas como Roque experimentan un cansancio generacional por la artificiosa vida tecnológica, la cosificación del ser humano y la expectación de un arte que huele a cinismo y sangría anímica. Su verso es aspiración a la excelencia vital.

Fortunas 1 (fragmento)

Tenés la gran pirámide de giza
los jardines colgantes de babilonia
tengo el camino hacia su casa
el patio donde cuelga sus orquídeas
tenés el sepulcro de mausoleo en halicarnaso
tengo la huella de sus versos entre mis labios
tenés el coloso de rodas el faro de alejandría
tengo la fuerza de sus manos la luz de su sonrisa…

Randall Roque es un poeta no domesticado por la alienación. Juega como el gato de la poesía sobre el cuerpo de la mujer, camina por el mundo buscando las mujeres de su imaginación y a veces se topa con la realidad y la elude con más canto.

Su poesía nace de una vertiente genuina de la creación literaria actual por decir lo que sigue siendo relevante: eso que es cotidiano y esperanzador y fértil.
CRÍTICA LITERARIA. GÉNERO POESÍA. “Los alegres somos más” del poeta costarricense Randall Roque. Una antología de poesía amorosa. 

Randall Roque es un poeta que experimenta en redes sociales y de continuo publica sus poemas. Es un comunicador incesante, editor de sus poemas, divulgador, posteador. Comprendido por unos y mal comprendido por varios, Randall Roque insiste: no le tiene miedo a las críticas que le pudieran lanzar los miembros de su propia generación que lo deben ver extraño, lejos del acento predominante.

Es importante referir que Roque, por mérito de su poesía diáfana y coloquial, es un poeta que ha sido publicado en antologías europeas. Fue incluido en las antologías italianas de “Poesia Frontiere de Ibisko editrice Risolo 2007”, y “Il Gesto della memoria 2005, Antologia «Ditët e Naimit» del XVII Festivali Ndërkombëtar i Poezisë”. 

Su libro, “Los alegres somos más” (Ediciones 77, 2013), reúne algunos de sus trabajos más relevantes de su creciente producción, ya que Roque es un poeta muy productivo y parece tener cantera inagotable. En su fervor poético, exaltación amatoria y deseo de ser fluido como las emociones y turbulencias del alma, Roque nos recuerda al romántico Vladimir Mayakovsky, de versos frenéticos y deslumbrados. Su tema persistente es la mujer, y más que la mujer el deseo amoroso proyectado en la compañera, en la amante, en esa secuaz de los sueños y de las rupturas, que aguijonea al poeta sin piedad, ya para su exaltación, ya para su caos erótico. 

Roque le canta a la mujer que mira en el bus, a la que se duerme a su lado, intocable como una porcelana china, a la que convive en su encierro cotidiano, con susto y dependencia devota, a la que se hace recuerdo, y puede convertirse en una imagen de la poesía, a la que tiene “las pestañas claras y cobrizas / como lágrimas de bronce al fuego”, a la que se persigue como el oxígeno, a la que se imagina en el mismo mausoleo y en una futura excavación, a todas esas mujeres que conforman el bosque femenino de la vida. Roque es un poeta que no tiene miedo ni vergüenza de clamar al amor en una época donde las confesiones amorosas no son muy populares.

La inobjetable capacidad de Roque de ser sincero puede a veces bordear extremos. En algunos casos incluso emplea formas coloquiales que muchos no se atreverían a utilizar por ser tan locales que pueden percibirse como frases de comodín. Pero al poeta no le interesa componer un poema con una sencillez que otros objetarían. Al parecer, no tiene suspicacias con el lenguaje de todos los días, el mismo que se deja sobre las servilletas o el que se evapora con el último café de la tarde.

Nosotros valoramos al Roque de los poemas que nos hacen sentir su infatigable emoción y su esperanza en el amor a toda prueba. Allí es donde su sencillez alcanza apreciable rango literario. Poemas como “Decir algo más”, “Mujer desnuda”, “Nada de eso”, “Quédate conmigo”, “Nuestra casa”, “Lo mejor de mis plegarias”, “Los alegres somos más”, “Casita de paletas”, “Apartado postal”, “Fortunas 1”, “Busco no amarte”, “Borracho”, entre otros, muestran a un poeta humanizado, paradójicamente, un poeta que se resiste a perder su humanidad, su nobleza, su contradicción. Lejos de la alienación del hombre actual, que se ha convertido en meta de artes postmodernos (véase el artista y el escritor de las cosificaciones nihilistas), Roque apela a la naturalidad: “Qué bueno es amanecer con una mujer desnuda / en el piso, la cama o el sofá, / sentir sus piernas en las mías como tibia enredadera, / sus manos hurgando los secretos, / mi boca buscando las respuestas, / sus ojos dejando las preguntas” (“Mujer desnuda”). Y esa naturalidad hace que el poeta defienda aún el gozo de ser un animal apasionado: el destino poético de este creador, según hemos visto: ¿recordar que todavía podemos creer en el lenguaje de todos los días? 

Nada de eso (fragmento)

Tenías las pestañas claras y cobrizas
como lágrimas de bronce al fuego,
la piel blanca de las orquídeas y jazmines,
los ojos grandes como duraznos tiernos,
aquellos labios de amapola descarnada,
húmedos como los cedros de costa rica,
pero nada de eso me enamoró de vos…

No sería exagerado considerar que R. Randall Roque, con su verso humanizado y fogoso, es también el mayor poeta de la esperanza en el país, lo cual no deja de ser aumentar su rareza:

Quédate conmigo (fragmento)

Quédate conmigo, no te rindas, no te vayas,
aunque no despierte, bésame,
aunque tengas hambre y guardes frío,
jamás pierdas la esperanza

quédate conmigo, no te rindas, no te vayas,
aunque tu herida sea cual ninguna,
aunque no tengas más tiempo que el perdido
o te pese de nostalgias la memoria… 


Nos parecía incompresible al principio cómo alguien de la edad de Roque podía escribir encarando sus sentimientos amorosos con tanto desenfado, sin preocuparse por los tecnicismos literarios, casi de espaldas a los movimientos literarios que han pasado desde el romanticismo. Pero no es raro encontrar poetas en el mundo como él, y de incuestionable calidad, que escriben al margen de las tendencias poéticas. 

A nuestro criterio, poetas como Roque experimentan un cansancio generacional por la artificiosa vida tecnológica, la cosificación del ser humano y la expectación de un arte que huele a cinismo y sangría anímica. Su verso es aspiración a la excelencia vital. 

Fortunas 1 (fragmento)

Tenés la gran pirámide de giza
los jardines colgantes de babilonia
tengo el camino hacia su casa
el patio donde cuelga sus orquídeas
tenés el sepulcro de mausoleo en halicarnaso
tengo la huella de sus versos entre mis labios
tenés el coloso de rodas  el faro de alejandría
tengo la fuerza de sus manos  la luz de su sonrisa…

Randall Roque es un poeta no domesticado por la alienación. Juega como el gato de la poesía sobre el cuerpo de la mujer, camina por el mundo buscando las mujeres de su imaginación y a veces se topa con la realidad y la elude con más canto. 

Su poesía nace de una vertiente genuina de la creación literaria actual por decir lo que sigue siendo relevante: eso que es cotidiano y esperanzador y fértil.

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