domingo, 10 de abril de 2022

Acercamientos para una definición de novela neopolicial costarricense. Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica.



 

Letras 71 (2022), ISSN 1409-424X; EISSN 2215-4094

DOI: http://dx.doi.org/10.15359/rl.1-71.1

www.revistas.una.ac.cr/index.php/letras

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Acercamientos para una

definición de novela neopolicial

costarricense1

(Approaching a Definition of the

Costa Rican Neo-Detective Novel)

Sigrid Solano Moraga2

Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica

Ariadne Camacho Arias3

Instituto Tecnológico de Costa Rica, Cartago, Costa Rica

Resumen

Por sus características, las obras Mariposas negras para un asesino (2005)

y El laberinto del verdugo (2010), de Jorge Méndez Limbrick, se acercan a

la condición de novela neopolicial costarricense, inscrita en lo neopolicial

centroamericano. Se analiza la relación de esas obras con el género. Se

propone una serie de cualidades, tales como la construcción de personajes

completos, la exposición del realismo crudo y la presencia de la noche

como elemento trascendental para el surgimiento del crimen, como base de

un género que se empieza a definir y a difundir en la narrativa costarricense.

Abstract

Mariposas negras para un asesino (2005) and El laberinto del verdugo

(2010), by Jorge Méndez Limbrick, come close to the condition of a Costa

Rican neo-detective novel, within the Central American neo-detective

framework. The relationship of these novels with that genre will be analyzed.

1 Recibido: 20 de julio de 2021; aceptado: 19 de octubre de 2021.

2 Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje; https://orcid.org/0000-0003-2022-7491. Correo

electrónico: sigrid.solano.moraga@una.ac.cr

3 Escuela de Idiomas y Ciencias Sociales; https://orcid.org/0000-0002-1044-3513. Correo electrónico:

arcamacho@itcr.ac.cr

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A series of qualities will be proposed, such as the construction of complete

characters, the exposure of crude realism and the presence of the night as a

transcendental element for the emergence of crime, as the basis of a genre

that is beginning to be defined and spread in the Costa Rican narrative.

Palabras clave: novela policiaca, novela negra, detectivesco, novela

costarricense, neopolicial

Keywords: neo-detective novel, black novel, hardboiled, Costa Rican

novel, neo-crime fiction

En Costa Rica el desarrollo de la literatura policiaca es relativamente

incipiente. Según la crítica, el primer texto con características

del género se remonta a 1926, seguido por dos crónicas policiales

—escritas en 1966 y 1993— y un libro con relatos de sus autores, que

se desempeñaron como policías, publicado en 1985. No es hasta 1993

cuando se publica Huellas de ceniza (1993), considerada la primera

novela policiaca costarricense, cuya trama se avoca a descifrar un

asesinato conyugal. A partir de ella, otros autores han incursionado

en el género; entre ellos Jorge Méndez Limbrick, quien diversifica

la construcción de la literatura neopoliciaca costarricense, ya sea

mediante los recursos narrativos que utiliza, las temáticas que trata,

la inserción del discurso erótico, la introducción de lo paranormal,

la preeminencia de acontecimientos sucedidos en la ciudad de San

José, la cual se transforma en un espacio viciado por los vejámenes

de la prostitución, la injusticia social, las bajas pasiones, la perversión

y el sadismo, que desarrollan Mariposas negras para un asesino

(2005) y El laberinto del verdugo (2010).

En este estudio se evalúan las características de la nueva novela

policiaca, mediante un acercamiento a las dos creaciones textuales

de Méndez Limbrick respecto de sus similitudes con la novela

neopoliciaca centroamericana y latinoamericana en general, y con

las novedades que presentan. Con el fin de proponer una definición

de novela neopolicial para el contexto costarricense, se considerarán

aproximaciones teóricas de Paula García Talaván, Mempo Giardinelli

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Acercamientos para una definición de novela

neopolicial costarricense

y Leonardo Padura, quienes ahondan en el neopolicial latinoamericano,

así como las tesis de Margarita Rojas y Daniel Quirós, quienes

estudian los casos centroamericano y costarricense.

Acercamientos al neopolicial

Por sus cualidades, las obras Mariposas negras para un asesino

(2005) y El laberinto del verdugo (2010), del escritor Jorge Méndez

Limbrick, permiten un acercamiento a lo que empieza a consolidarse

como novela neopolicial en el país. En general, las novelas de corte

neopolicial son «escritas desde la década de 1980 en diversos países

de habla hispana y portuguesa»4, que se distinguen de la policiaca

tradicional por configurarse de acuerdo con el contexto sociocultural

que las genera y por la necesidad de poner en entredicho ideologías

implantadas. En el caso de Centroamérica, el nacimiento de una original

y nueva novela policiaca empieza en la década de 1990, con Baile

con serpientes (1996) de Horacio Castellanos, «que fue seguida por

La diabla en el espejo (2000), El arma en el hombre (2001), y Ahora

donde no estén ustedes»5.

Giardinelli subraya que el género policiaco tradicional incluye un

contexto real como escenario narrativo y como elemento de denuncia

que, a su vez, aporte verosimilitud, pues como menciona el mismo

autor «la realidad estaba fuera de la ficción, y eso fue lo que incorporó

el género negro: la realidad saliendo de la calle, metiéndose en el

suburbio, en la miseria de la violencia cotidiana»6. En Latinoamérica,

la producción de una narrativa policiaca, pero con matices imitativos

respecto del género clásico, aparece en la década de 1940, con autores

como Silvina Ocampo, Jorge Luis Borges, Bioy Casares, quienes

4 Paula García Talaván, «La novela neopolicial latinoamericana: una revuelta ético-estética del género

», Cuadernos Americanos 148 (2014): 63-85.

5 Margarita Rojas, «La narrativa policíaca», Repositorio UNA, (2012), ˂http://www.repositorio.una.ac.cr/˃.

6 Mempo Giardinelli citado por Vania Barraza. «Nueva novela policíaca: un nuevo modelo exegético

», Mester 22 (2003): 155-178. DOI: https://doi.org/10.5070/m3321014593.

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accedieron a la novela policial a través de una práctica mimética

que tiene como paradigma la ya, para ese entonces, agotada novela

deductiva, antirrealista y esencialmente burguesa, para la cual la

función lúdica se había convertido en la única posible7.

A partir de entonces se sientan las bases para que algunos años

después se dilucide una novedosa narrativa de enigma, derivada del

género negro; mas no fue sino hasta las décadas de 1970 y 1980 cuando

se bautizó como «neopolicial iberoamericano», el cual comparte la

exposición de violencia y corrupción, con autores como Pablo Ignacio

Taibo II (México), a quien se le adjudica la creación de una nueva

novela policial, de nueva producción latinoamericana que aborda la

novela policiaca desde la estética de la novela negra8, así como Rodolfo

Walsh (Argentina) y Ramón Díaz Eterovic (Chile)9.

Aun cuando sus rasgos y diégesis eran disímiles, las narrativas de

dichos autores comparten la afición por los modelos de la cultura de

masas, su visión paródica de ciertas estructuras novelescas, su propia

creación de estereotipos, el empleo de los discursos populares y

marginales y el eclecticismo, el pastiche, la contaminación genérica

y esa mirada superior, francamente burlona y desacralizadora, que

lanzan sobre lo que, durante muchos años, fue la semilla del género:

el enigma10.

De lo anterior se deducen rasgos posmodernos en las producciones

del momento, además de un lenguaje adecuado a los contextos

y matices psicológicos. Para Quesada, en el neopolicial se presenta

un misterio o problema social necesario de esclarecer a partir de los

crímenes, es decir, el crimen oculta problemáticas sociales, condiciones

de subalternidad y caos. Es la razón por la que el proceso para dar

7 Leonardo Padura, «Modernidad y postmodernidad: La novela policial en Iberoamérica», Hispamérica

28 (1999): 37-50.

8 Margarita Rojas, La ciudad y la noche: la nueva narrativa latinoamericana (San José: Grupo

Editorial Norma, 2006).

9 Padura, 44-45.

10 Padura, 41.

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respuesta al enigma no es sofisticado, dado que el interés es presentar

«contradicciones entre ley y justicia, así como el clima de violencia y

de corrupción de las sociedades latinoamericanas, la exploración de

los bajos fondos y de sus relaciones con los estamentos políticos»11.

Con el panorama descrito, el autor propone el poder como elemento

definitorio en la construcción de estas narrativas en Latinoamérica.

Como indica García Talaván12, en relación con el detective la

novela neopolicial propone la construcción de uno imposible de ligar

con los valores tradicionales de «bueno» o «malo», y atado a un

realismo crudo vinculado con la exposición de sociedades abatidas

por la corrupción. Estas construcciones narrativas se desvinculan

de la novela policiaca tradicional, dato que manifiesta una sociedad

deforme y que a su vez niega la posibilidad de resolver un crimen en

una sociedad posmoderna13.

Neopolicial centroamericano y costarricense

Aunque autores como Padura no desligan el policiaco iberoamericano

del centroamericano. Otros han estudiado su surgimiento de

manera separada. Según Rojas, para el contexto centroamericano,

hay una relación entre esta narrativa unida a la violencia y la ciudad,

los conflictos civiles y sus repercusiones. En el caso de Costa Rica,

país sin ejército desde 1948, su aparición tendría que ver con la ruptura

de discursos establecidos como verdaderos en la modernidad,

para dar paso a la posmodernidad, en tanto que las obras literarias

se considerarían descentradas (no normativas, es decir, desligadas

de las ideologías de poder) y reflejan el desarrollo convulso de las

ciudades, la corrupción política y la de sus individuos a partir de su

retrato inestable en los niveles psicológico y social, todo otorgado por

un supuesto progreso, situación por la que el individuo propuesto en

11 Uriel Quesada, La historia como misterio: novela policíaca de América Central y Cuba (tesis de

doctorado). (Nueva Orleans: Tulane University, 2003) 5.

12 García Talaván, 68.

13 Barraza, 158.

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las novelas contemporáneas «abandona definitivamente la búsqueda

de las utopías y deambula, solitario, por la ciudad de noche»14.

Asociado a ideas previas, para Quirós15 los cambios económicos

surgidos en Costa Rica en las décadas de 1980 y 1990, debido —entre

otras razones— a reformas neoliberales, llevaron al desarrollo de

obras que exponen los males del país, que desvinculan la idea que se

ha establecido en el exterior sobre ser una región idílica. Con estos

cambios, Costa Rica se tornó como «un país de contrastes»16 que experimentó

una división de clases; a su vez, se manifestó la corrupción,

desigualdad y violencia, lo cual se relaciona con la aparición de obras

como Huellas de ceniza (1993), de Enrique Villalobos. Asimismo,

propone a Cruz de olvido (1999), de Carlos Cortés, y El año del laberinto

(2000), de Tatiana Lobo, como obras que revelan la ruptura

al modelo de paz, puesto que se emplea el crimen como instrumento

ideológico y se realizan críticas a las instituciones

Chaves17, por su lado, propone que Costa Rica no cuenta con una

producción abundante de géneros como romance, fantasía o terror, dado

que hay una preferencia por obras de corte realista, y ubica el año 2000

como un periodo en el que se han publicado aproximadamente doce

novelas (hasta ese momento) que se pueden inscribir en lo policiaco,

entre las que menciona dos novelas negras, ganadoras del premio

Aquileo Echeverría: Verano rojo, de Daniel Quirós, y El laberinto del

verdugo, de Jorge Méndez Limbrick. Finalmente, propone a San José

como espacio repetitivo en cuanto a la vivencia de crímenes, aunque

rescata Guanacaste (tomando en cuenta la visión de Daniel Quirós,

con Verano rojo) como microcosmos de problemáticas criminales.

14 Rojas (2006),16.

15 Daniel Quirós, «Más allá de la paz: literatura de crímenes en la Costa Rica contemporánea»,

Memoria de crímenes: Literatura, medios audiovisuales y testimonios (Bogotá: Siglo del Hombre

Editores, 2017) 119-142. DOI: https://doi.org/10.2307/j.ctt201mns5.11.

16 Quirós, 121.

17 Fernando Chaves, «¿De qué habla la novela negra en Costa Rica?», La Nación (25 de noviembre

de 2015).

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Acercamientos para una definición de novela

neopolicial costarricense

En cuanto a Mariposas negras para un asesino (en adelante

Mariposas) y El laberinto del verdugo (El laberinto), además de las

características en la personalidad de un detective, la relación de crímenes

con la ciudad y la ruptura con construcciones sociales normativas, se

propone desenmarañar los crímenes cometidos a prostitutas del Valle

Central costarricense en tanto se exponen los vicios de la sociedad.

Antecedentes

Las novelas seleccionadas carecen de estudios similares previos:

al respecto, Montero18 elabora un estudio sociocrítico sobre los paratextos

de Mariposas negras para un asesino, de Méndez Limbrick,

en el que analiza algunos signos sobre el espacio citadino, la noche y

los personajes. En otro estudio, se ha evaluado el trinomio sociedadasesino-

detective en La novela latinoamericana y colombiana: lecturas

de las novelas Mariposas negras para un asesino de Jorge Méndez

Limbrick y Scorpio city de Mario Mendoza19, en el que se establece

un contraste realidad-ficción desde el que los autores definen San José

como un submundo que quebranta la idea de una Costa Rica pacífica.

A pesar del tratamiento a la novela, el estudio, por ser descriptivo y

atado a la comparación con la realidad, no atañe a esta investigación.

En relación con dicha novela, en «La otra dimensión»20, Rojas

reseña la obra en la cual confirma la relación entre esta Mariposas y

otras obras literarias contemporáneas en las que se explora el espacio

nocturno y citadino; evalúa el misterio de los personajes principales,

aparte de que adelanta a los lectores un dato novedoso: la inexistencia

de un final feliz que, además, por ser inesperado, resulta lúdico.

18 Shirley Montero, «Las cartografías cognoscitivas del espacio urbano en Mariposas negras para

un asesino» de Jorge Méndez Limbrick». InterSedes: Revista de las Sedes Regionales 9 (2008),

203-223. Recuperado de: https://www.redalyc.org/pdf/666/66615066015.pdf.

19 Víctor Ciendua y Danny Moya, La novela negra latinoamericana y colombiana: lecturas de las

novelas Mariposas negras para un asesino de Jorge Méndez Limbrick y Scorpio City de Mario

Mendoza. Tesis para optar por el grado de Licenciatura. 2011.

20 Margarita Rojas, «Reseña de la novela Jorge Méndez Limbrick», Ancora, La Nación (22 de enero

de 2006), 10.

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Por su lado, en Propuestas narrativas de la nueva literatura

centroamericana: la novela policial21, se adjudica a Mariposas y El

laberinto la construcción de un detective antimodélico por su cercanía

con la ebriedad. A su vez, resalta la necesidad de su protagonista de

dar respuesta al crimen.

Ante la información expuesta, el objetivo del estudio es exponer

los rasgos de ambas obras de Limbrick, como parte del corpus de la

neopolicial costarricense, cualidades que apenas se empiezan a definir

en el espacio de la crítica literaria, dado que la eclosión del género en

el país es relativamente reciente.

Construcción de un detective (y personajes) inclasificable en

binarismos

En lo concerniente a la construcción del protagonista, la de

Henry de Quincey, concuerda con la elaborada en la novela negra;

según Colmeiro22, es imposible clasificar en oposiciones binarias o

valores tajantes, debido a que se puede recaer en ambas clasificaciones

dependiendo de la situación a la que se debe de enfrentar: en este

caso, De Quincey, un investigador del Organismo de Investigación

Judicial (OIJ) se enfrenta a un juego (como la novela policial clásica

lo propone), que a la vez lo llevará a tomar una posición ética (novela

policial negra)23. Ese juego intelectual se establece en relación con la

matanza de prostitutas y las trabas a las que debe afrontar el detective

para resolverlo, producto de la situación del asesino, sujeto con gran

poder económico, y con capacidades asociadas a la magia negra;

cualidades con que infunden temor en otros personajes.

El juego ético en el que se inscribe el detective se acrecienta con

el desarrollo de la trama. En un principio debe faltar a la ley, aun cuando

se desempeña como policía, debido a un método investigativo poco

21 Rónald Rivera Rivera, «Propuestas narrativas de la nueva literatura centroamericana: la novela

policial», Pensamiento Actual 14, 22 (2014): 55-63.

22 José Colmeiro, citado por García Talaván, 65.

23 García Talaván, 69.

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convencional. Así, en Mariposas se acerca a las prostitutas, no como

investigador sino como amigo y cliente: «No cabía la menor duda: su

joven amiga tenía simpatía y predilección por la compañía de Henry

en el bar, no había querido que eso pasara pero fue inevitable. Había

sido imposible separar el profesionalismo a la predilección»24. Una

prostituta, Jackie, además de ofrecerle sus servicios con continuidad,

le informa de cuanto sucede en los alrededores.

Esta inmersión del detective también se repite en El laberinto,

relato en el que De Quincey, después de un tiempo recluido en el

manicomio, huye para esclarecer los crímenes y desenmascarar a

Julián Casasola Brown, asesino cuya huella persigue. A lo anterior

debe agregarse que para ocultarse De Quincey se metamorfosea en

mendigo, para esconderse de sus pasados colaboradores, se ve obligado

a estar junto a un filósofo destripador (compañero del manicomio),

lo cual refuerza la idea de García de que «al contrario del detective

clásico, el nuevo es vulnerable, se mete de lleno en la acción y sufre

físicamente sus consecuencias»25.

Esa deconstrucción del personaje se observa en los demás personajes,

dado que en el caso del villano parece accionar de manera

corrupta su propio nihilismo y su deseo de seguir existiendo, por una

necesidad humana: por ejemplo, en la narración, es evidentemente

un asesino, pero ese lado humano corrompido —pero al fin y al cabo

humano— se justifica por la propia voz del personaje, mecanismo

ante el que lector toma una posición en contra o a favor de los actos

que «presencia», a través de la lectura.

Otro caso de esta construcción que intenta dar una perspectiva de

«completitud», respecto de la caracterización la provocan las prostitutas

dado que, aun cuando algunas refuerzan el estereotipo de belleza (típico

del género negro), no se limitan al cliché y tejen personalidades bien

logradas: «existen las muy interesadas, las aburridas, las simpáticas, las

24 Jorge Méndez Limbrick, Mariposas negras para un asesino (Heredia: Editorial Universidad Nacional,

2005) 271.

25 García Talaván, 69.

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insoportables…»26. Ninguno de los personajes principales está regido

por valores absolutos, lo que coloca a ambas obras como seguidoras

del subgénero neopolicial, cualidad que podría relacionarse con obras

literarias contemporáneas atadas a su cualidad posmoderna.

Diversidad de voces

La diégesis se manifiesta a partir de numerosas voces que, a la

vez, recrean diferentes registros y estilos lingüísticos: la voz del mendigo,

la prostituta, los médicos forenses, el filósofo, el bibliotecario,

son algunos de los personajes que configuran un mundo narrativo

verosímil, por sus personajes inclasificables en opuestos binarios, es

decir, humanos.

Entre los recursos empleados para dar cabida a los discursos,

se puede mencionar los mensajes por correo electrónico que simulan

la voz de Jackie, prostituta y finalmente asesinada: «Querida Guillermina,

estoy de nuevo frente al computador para terminar de contar

el asunto de mi relación amorosa con Kiara»27. Se emplean, además,

otros géneros literarios como la poesía: «Pobre vampiro jorobado/

cada noche/ busca rizos de seda/ porque algo de ti/ captura al vuelo/

sin que tú lo sepas»28.

Con respecto a recursos lingüísticos, fluctúan entre lo formal y

lo informal, debido a la amplia gama de personajes, con distintas ocupaciones,

que tienen contacto el detective (como el caso del filósofo,

el profesor universitario y el archivero): por ejemplo, Felipe Ossorio,

filósofo que conoce al detective en el hospital psiquiátrico, y tiene el

papel de aliado y cambia del registro informal, como en este caso, al

formal: «La muerte del Conde de Orgaz» es un cuadro hermoso para

cualquiera de una cultura hispanoamericana, pero para un italiano y

un florentino es un cuadro de gran tristeza»29.

26 Méndez Limbrick (2005), 269.

27 Méndez Limbrick (2005), 79.

28 Méndez Limbrick (2010), 199.

29 Méndez Limbrick (2010), 112.

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Del mismo modo, acudir al monólogo interior y al devenir de la

consciencia contribuyen a ligar un estilo con su respectivo personaje.

Felipe Ossorio demuestra su complejidad, el discurso académico y su

locura por medio de sus soliloquios: «Prudencia, paciencia, resistencia,

resignación, constancia, fortaleza», las virtudes del sabio, según Séneca,

y que el maestro nunca conoció. Ahora que me puedo subir como un

enano de feria, como un bufón a la fiesta estúpida que es la vida»30.

El personaje transita de la lucidez hacia la locura, de modo que se

construye una imagen distorsionada a través de sus propias palabras.

Otro factor destacable es la dotación de voz a la otredad, representada

por personajes alejados de lo normativo o de la autoridad. Un

caso es el de las prostitutas, quienes a lo largo de Mariposas ayudan

a esclarecer los hechos, al punto de que a veces desempeñan, junto

con el protagonista, el papel de detectives. Un segundo ejemplo es

el de los sicarios mexicanos quienes, por petición de Julián Casasola

Brown, deben asesinar al Gran Archivero de la noche: «Pos sí, pero

tenía que hacer otros trabajos, el centroamericano ese, a poco no nos

paga… el güey temía soltar la lana hasta no ver la chamba terminada»31.

La obra muestra su heteroglosia; la posibilidad de la novela

de incluir varias voces sociales: «El medio auténtico del enunciado,

en el que vive y se está formando es el plurilingüismo

dialogizante, anónimo y social como lenguaje...»32. Por otro lado,

esta multiplicidad de voces establece lo que se ha descrito como

«realismo crudo».

Realismo crudo: sociedad corrupta

Tanto Mariposas como El laberinto ofrecen descripciones que

exponen la realidad más baja de la sociedad costarricense. Los vicios

sociales se explican en detalle para dar la impresión de una ciudad

30 Méndez Limbrick (2010), 130.

31 Méndez Limbrick (2010), 375.

32 Mijail Bajtín, Teoría y Estética de la Novela (Madrid: Taurus, 1989) 90.

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en ruinas por la prostitución, la corrupción estatal, la ambición de

poder, la estratificación económica, el individualismo y la soledad, el

empleo de drogas, la violencia, el desenfreno sexual y la indiferencia

más exacerbada, como se relata en el siguiente pasaje, en el que un

hombre es agredido brutalmente: «Dobló una esquina y miró a unos

jóvenes que golpeaban a un anciano… Era un pordiosero que tirado

en el suelo sufría la ira de tres párvulos»33. Esta escena tendría por

objetivo exteriorizar lo nefasto, un espacio social bajo y en decadencia

para proponer una crítica, ante una realidad maquillada u oculta por

el discurso oficial.

Lo mismo sucede con el accionar del detective, producto de

la sociedad a la que debe enfrentar. El acto más injusto que vive De

Quincey es su encierro en el manicomio. Las razones de este hecho

no quedan esclarecidas del todo en Mariposas (se esclarecen hasta

El laberinto), mas confabulan en su contra diferentes elementos de

una sociedad corrupta (quienes saben la verdad acerca de Henry De

Quincey, la callan por miedo a represalias, o por desinterés, sin dejar

de lado que no se encuentran pruebas o evidencias para inculpar al

asesino, dado que desaparecieron papeles, pruebas), que deja claro cuán

intrascendente es la muerte de las prostitutas en San José, máxime en

una sociedad patriarcal que las traduce como objetos de deseo, cuyos

victimarios son hombres adinerados ubicados en las bases del poder.

Tiempo: la noche

A este panorama de una ciudad enemiga se suma la noche; no es

un solo un personaje más sino el tiempo predilecto de Henry de Quincey

tanto para investigar como para entretenerse, así lo afirma Rojas:

En esta novela, personajes y espacios revelan la existencia de un

mundo nocturno paralelo a la de la vida diurna rutinaria: los hechos

de sangre transcurren durante la noche; la marca que distingue al

33 Méndez Limbrick (2005), 360.

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grupo de jóvenes prostitutas es el tatuaje en una parte del cuerpo no

visible de una mariposa negra; junto con los transformistas y los investigadores

de los crímenes, constituyen los habitantes propios de

la noche josefina que dominan los acontecimientos criminales, cuyo

autor se esconde bajo el manto de la Sombra34.

Al igual que en Mariposas, El laberinto transmite una integración

de sus personajes con el espacio; proyectan un contexto contaminado

o están imbuidos en este; incluso, uno de los aliados del detective,

Juan Fernández, tiene como seudónimo de «El Gran Archivero de la

Noche». Sus acciones contribuyen a desenmarañar los crímenes dado

que funciona como una gran memoria conocedora por sus lecturas

nocturnas y de él se explica «que el mote de Gran Archivero de la

Noche se le quedó… porque las labores de archivero las trasladó a

horarios nocturnos»35.

Los crímenes acontecen durante la noche, aunque algunos se

descubren con la luz del día y el villano, la Sombra o Julián Casasola,

transmuta en la oscuridad, dejando a sus espectadores dudosos

entre las dos personalidades que controla: el joven apuesto y el viejo

decrépito, como cuando Jackie lo ve en una discoteca:

¿Era él realmente? Traté de acercarme sin decir nada a nadie… insistí

en contra de la burbuja que me retenía… que me retenía a la

noche…que lo retenía a él […] Y en plena pista de baile, en el momento

del encuentro, en ese juego de sombras y de espejos… el

hombre desapareció36.

La noche, que la crítica analiza con amplitud, es el espacio

predilecto de las novelas policiacas y neopoliciacas.

34 Rojas (2006), 10.

35 Méndez Limbrick (2010), 236.

36 Méndez Limbrick (2005), 190.

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Transgresiones a la normatividad oficial

Lo dicho se liga con la ruptura de los discursos oficiales. Las

novelas abren lecturas que representan la trasgresión de una sociedad

normativa y, a la vez, sirven como crítica a los problemas que se viven

en este siglo xxi, tal como propone Fraser: «La literatura siempre ha

sido una de las vías de acceso a la expresión de problemas arraigados

en nuestra realidad «extraliteraria»—y no so1o como reflejo de esta

realidad, sino como una (re)creación activa de la misma»37.

Así, los modelos todavía presentes en la literatura del siglo xx

muestran novedades, ya que en estos, según Ovares, «ha predominado

la corriente realista y costumbrista en las letras costarricenses»38, aun

cuando la novela no se desliga de lo que se está escribiendo desde la

década de 1980:

En el ámbito costarricense, en las dos últimas décadas del siglo xx,

los fenómenos ligados a la globalización o la «posmodernidad» replantearon

desde nuevas perspectivas los viejos problemas, ya crónicos,

asociados a los diversos proyectos «modernizadores» –el liberal

y el socialdemócrata– a lo largo del siglo: la enajenación, el aumento

excesivo del aparato estatal y la burocracia, el endeudamiento,

el crecimiento macrocéfalo y canceroso del área metropolitana, las

migraciones internas y externas, la contaminación o destrucción del

ambiente, la penetración inasimilable de una cultura de masa cada

vez más omnipresente, el decaimiento de la solidaridad y el diálogo

y el incremento, junto con la cultura de competencia y del mercado,

de un individualismo autárquico, la agresividad y la violencia39.

Problemas mencionados como la agresividad, el sentimiento

de aislamiento provocado por el individualismo de los personajes o

37 Benjamín Fraser, «Narradores contra la ficción: La narración detectivesca como estrategia política

», Studies in Latin American Popular Culture 25 (2006) 199-219.

38 Flora Ovares y otros, La casa paterna (San José: Editorial Universidad de Costa Rica, 1993) 33

39 Álvaro Quesada Soto, Breve historia de la literatura costarricense (San José: Editorial Costa Rica,

2012) 125.

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Acercamientos para una definición de novela

neopolicial costarricense

la violencia, son tratados en la novela para revelar similitudes con la

realidad, a partir de lo ficcional, a partir de la que San José corresponde,

como uno de los títulos lo indica, a un laberinto del que es casi

imposible salir, viciada por la imposibilidad de organizar un espacio

que creció desorganizadamente en el sentido social y arquitectónico.

Intertextualidad posmoderna

La obra de Limbrick es un espacio extendido de intertextualidad;

se vale de múltiples textos para desarrollar su obra: mensajes por

correo electrónico, música, literatura, personajes y culturas clásicas,

lo cual, según Jameson, es un rasgo estético contemporáneo que se

integra con modelos conocidos previamente y se emplean sin ánimos

de sátira o parodia:

ahora nos encontramos con la «intertextualidad» como una característica

deliberada e integral del efecto estético, y como operador de

una nueva connotación de «lo pasado» y de una profundidad seudohistórica

en que la historia de los estilos estéticos desplaza a la

«verdadera» historia40.

Otro caso de intertextualidad consiste, según Frank Evrard, «en

hacer eco de múltiples voces sin reducir su diferencia propia»41, tal

como se muestra con el uso del correo electrónico en Mariposas negras

para un asesino, elemento que, además de funcionar como medio de

comunicación entre Jackie y Guillermina, su amiga en España, genera

información para el lector sobre le focalización de la mujer: sus

sentimientos, relaciones con el detective, percepción sobre el asesino,

pistas sobre las muertes de sus colegas y su amante; por ende, es un

elemento fundamental en la creación de expectativa y enigma.

40 Frederic Jameson, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado (Barcelona:

Paidós, 2011) 41.

41 Evrard, citado por Rojas (2006), 213.

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Sigrid Solano Moraga

Ariadne Camacho Arias

Rasgos particulares

Se observa la inscripción de un discurso histórico dentro del texto.

A través de la narración, se propone una evaluación del desarrollo de

la sociedad costarricense de un siglo, la cual abarca desde la evolución

arquitectónica de su ciudad capital (o involución, dependiendo

desde dónde se mire), hasta la mentalidad y modos de accionar de

sus habitantes.

La novela expone su carácter dialógico al establecer un juego

filosófico con el lector, de modo que no solo el personaje principal

se vea inmerso en un debate ético en relación con la posibilidad de

encontrar la inmortalidad a partir de las ventajas económicas con las

que se cuente; el lector también lo experimenta: estas elaboraciones

filosóficas, generadas en ambas novelas por Casasola, el filósofo y el

archivero, rompen con la linealidad del relato, mediante constantes

digresiones tanto a la Costa Rica de principios del siglo xx, como a

la época medieval. El proceso dialógico también ocurre debido a que,

aun cuando ambos textos literarios constituyen relatos que pueden

leerse de modo independiente, unidos logran desentrañar los enigmas

que en Mariposas no son respondidos; es decir, se propone un final

cerrado (con solución).

Aunque es habitual percibir como solitario al detective, no siempre

lo está solo ante al mundo, característica que Padura señala como

una superación del detective solitario tradicional42. Pese a presentarse

en muchas ocasiones como sujeto marginal, siempre obtiene ayuda

de personajes integradores: en Mariposas, es la prostituta Jackie;

en El laberinto son el archivero, la abogada y el filósofo; de hecho,

es este último, quien desempeña un papel trascendental que solo se

justificará al final del relato, ya que huye con De Quincey luego de

haber asesinado a otros pacientes (su séquito de estudiantes), además

de que es quien toma su cuchilla para asesinar a Julián, un artilugio

42 Padura, 48.

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Acercamientos para una definición de novela

neopolicial costarricense

que, a la vez, sirve para liberar al detective de toda culpa, pues actuó

en defensa propia.

Otro rasgo importante por mencionar en la narrativa policiaca

de Limbrick es el papel de la mujer como factor descriptivo erótico

(en Mariposas) y, a la vez, como narradora detective (en los primeros

capítulos de El laberinto). El erotismo, entendido como el

amor físico en el arte, es explícito en la relación lésbica entre Jackie

y Kiara: «Decía que el encuentro fue sensacional. Nos besamos y

acariciamos lentamente. Recorrimos con los dedos nuestros cuerpos,

después comenzamos a saborear y oler cada rincón de nuestra piel.

Después fuimos conociendo las rutas de los placeres más inconfesados,

interpretando…»43.

Se presentan otros vínculos transgresores en cuanto al género

tradicional u otras relaciones heterosexuales pero tabú como, por

ejemplo, en los intercambios sádicos entre las prostitutas y sus clientes

los cuales, en algunas ocasiones, devinieron en crímenes. Entre otras

rupturas, cabe señalar el papel que desempeña Beatriz Muriel en los

primeros capítulos de El laberinto, en cuanto a la reconstrucción de

los delitos. Beatriz responde a un elemento novedoso en la literatura

policiaca centroamericana, ya que es frecuente que el detective sea

varón, a lo que hay que sumar otras voces femeninas igualmente importantes

como en el caso de Mariposas, en la que Jackie es la voz

alternativa encargada de focalizar el espacio de los bares y de la prostitución

por medio de los correos electrónicos a su amiga Guillermina.

Por las cartas conocemos la personalidad de Henry de Quincey y los

sucesos que envuelven los crímenes (relaciones de prostitutas, escenas

de crímenes, descripciones de Juan Casasola transmutado en joven).

Finalmente, como característica disruptora, el desenlace de

Mariposas constituye una particularidad que podría dejar insatisfecho

a un lector acostumbrado al típico final del género policíaco, debido

no solo a que el crimen no se resuelve, sino que el protagonista acaba

43 Méndez Limbrick (2005), 73.

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Sigrid Solano Moraga

Ariadne Camacho Arias

en el manicomio: «No hay desenlace feliz y lo narrado se vuelve un

juego con (o contra) el Lector. ¿Hay o no un atentado contra las leyes

del género de la policiaca?»44, sino que deja abierta la trama que

continuará en El laberinto. En esta obra, continuación de Mariposas,

se resuelve el conflicto: el detective logra acabar con el germen del

mal, a pesar de que queda con grandes dudas (al igual que el lector),

lo que expone una vez más el carácter imperfecto del detective de la

neopolicial y su acercamiento a un modelo cada vez más alineado al

contexto en el que se va desarrollando.

Conclusiones

Mariposas y El laberinto comparten cualidades previamente

establecidas para el neopolicial, por lo que se dilucida una definición

para dicho género en el ámbito costarricense, aunada a un recuento

de otros elementos propios, presentes en las obras estudiadas. En primer

lugar, al igual que el género neopolicial centroamericano, ambos

textos no se sustraen a la desacralización respecto de la sociedad que

representan, mediante una mirada paródica de las instituciones y figuras

de poder (policías, detectives, OIJ, por ejemplo). Como propone

Quesada45 sobre el neopoliciaco, los crímenes que se deben desentrañar

desnudan un sistema de poder opresivo, en este caso, producto de la

corrupción y demás vicios sociales, como la prostitución, la injusticia

social o las bajas pasiones.

Al mismo tiempo, tal como sucede en algunas instituciones del

país, el detective no expone cualidades ejemplares; por el contrario,

De Quincey es un sujeto inestable por sus problemas psicológicos y

económicos, así como por sus divagaciones morales: consume alcohol

en exceso, lo internan en un hospital psiquiátrico, se viste de indigente

y termina sin recursos económicos para subsistir. La degradación del

personaje es total, sin matices.

44 Rojas (2006), 10.

45 Quesada, 5.

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Acercamientos para una definición de novela

neopolicial costarricense

Como parte de la degradación manifiesta en ambas obras, la

presencia del cronotopo ciudad/oscuridad, definido previamente por

la crítica, es un personaje más, testigo del caos de la ciudad que se

muestra tanto en su infraestructura laberíntica como por los sucesos

violentos que acontecen en ella. Los barrios peligrosos, las «zonas

rojas» las calles estrechas son los espacios ideales para el surgimiento

de la violencia, la corrupción y cualquier otro mal, que repercuten en

los diferentes estratos sociales como reflejo de la inexistencia del orden.

Las obras descritas no exponen un restablecimiento del orden

público, respecto de lo que coincidimos con Rojas en cuanto a que

las obras neopoliciacas no desembocan en finales felices. Antes bien,

con recursos como la heteroglosia, construyen un microcosmos caótico

e integrador de voces marginales (como mujeres que ejercen la

prostitución o pacientes psiquiátricos). Tales cualidades componen el

realismo crudo con sus seres humanos flagelados y corrompidos por

el sistema, la injusticia y la soledad humana.

Debido a la eclosión de una producción literaria ligada a lo

policiaco en las últimas décadas, es fundamental continuar una crítica

que evalúe las tendencias y particularidades que se están definiendo

en el contexto literario costarricense. Considerando lo anterior, en

este estudio se establece una relación entre distintas características

de las obras y un género en desarrollo, por tanto, aunque no novedosas

—puesto que se repiten por pertenecer al mismo género—, son

necesarias de evaluar para definirlo y organizarlo.


sábado, 9 de abril de 2022

Capítulo IX De los mentirosos. MONTAIGNE. ENSAYOS.

 



Capítulo IX

De los mentirosos

 

No hay ningún hombre más desacertado que yo para hablar de memoria, pues es tan escasa la que tengo que no creo que haya en el mundo nadie a quien falte más que a mí esta facultad. Todas las demás son en mí viles y comunes, pero en cuanto a memoria me creo un ente singular y raro digno de ganar reputación y nombradía. Además de la falta natural que experimento (en verdad vista su necesidad Platón hace bien en nombrarla diosa grande y poderosa) si en mi país quieren señalar a un hombre falto de sentido, dicen de él que no tiene memoria; cuando me quejo de la falta de la mía me reprenden y no quieren creerme, como si me acusara, de falta de sensatez: no establecen distinción alguna entre memoria y entendimiento, lo cual agrava mi situación, pero no me perjudica, pues por experiencia se ve que las memorias excelentes suelen acompañar a los juicios débiles. Equivócanse también no haciéndome justicia, en el respecto siguiente: quien como yo no sabe hacer bien nada, aparte de ser excelente amigo, ve que para ellos las mismas palabras que acusan mi enfermedad representan la ingratitud; forman idea de mi afección por mi memoria, y de un defecto natural hacen un defecto de conciencia: «Olvidó, dicen, esta súplica o esta promesa; no se acuerda de sus amigos; no se ha acordado de decir, hacer o callar esto o aquello por la estimación que me tiene.» A la verdad, yo puedo fácilmente olvidar, pero dejar de cuidarme del encargo que un amigo me ha confiado, no lo hago nunca. Que se disimule, pues, mi defecto, sin hacerlo consistir en malicia y mucho menos en una malicia que se opone abiertamente a mi carácter.

Algo me sirve de consuelo en esta falta de memoria el convencimiento de que es un mal de que me valgo para corregir otro peor, que fácilmente hubiera germinado en mí y el cual es la ambición, pues no puede soportar la falta de memoria quien está sumido en los negocios del mundo. Como rezan varios ejemplos semejantes del progreso de la naturaleza, la ausencia de memoria ha fortificado en mí otras facultades a medida que ésa me ha faltado; de tener buena   -23-   memoria fácilmente seguiría las huellas ajenas, mi espíritu languidecería por no ejercer sus propias facultades, como suele hacer casi todo el mundo, que se sirve de las extrañas opiniones por tenerlas presentes en la mente; mi discurso por la misma razón tampoco es muy extenso ni dilatado, pues sólo merced a la memoria se almacenan las especies que el juicio no procura. Si me hallara favorecido por tal facultad hubiera ensordecido a mis amigos con mi charla; los asuntos, al despertar en mí la facultad que yo poseo de manejarlos y emplearlos, alargarían en demasía mis disertaciones. Es cosa lamentable, yo lo veo por algunos de mis amigos, a medida que la memoria les representa el caso de que hablan por todas sus fases, retroceden en su narración, cargándola con tan inútiles detalles, que si lo que refieren es interesante, ahogan todo el interés; y si no lo es, hay tanta razón para maldecir de su feliz memoria como de su juicio desdichado. Es cosa harto difícil cerrar una relación y cortarla una vez que se ha comenzado; nada hay que mejor pruebe la fuerza de un caballo que el que se pare neto y en redondo. Aun entre las personas dotadas de tacto veo muchas que quieren y no pueden apartarse ele la carrera emprendida, mientras buscan el punto para cerrar el paso: marchan faramalleando y arrastrándose como hombres que sucumben de debilidad. Sobre todo son peligrosos los viejos en quienes permanece vivo el recuerdo de las cosas pasadas y que perdieron la memoria de sus repeticiones. He visto relaciones muy agradables convertirse en aburridas en la boca de un anciano, porque cada uno de los circunstantes las había oído cien veces por lo menos.

La segunda ventaja de la falta de memoria consiste en recordar menos las ofensas recibidas; como decía Cicerón, para ello sería menester un protocolo. Darío, para no echar en olvido la ofensa que había recibido de los atenienses, hacía que un paje le repitiera al oído tres veces, siempre que se sentaba a la mesa: «Señor, acordaos de los atenienses.» Además, los lugares y libros que veo por segunda o tercera vez, se me ofrecen siempre como una novedad.

No sin razón se dice que quien no se sienta fuerte de memoria debe apartarse de la mentira. Bien sé que los retóricos establecen diferencia entre mentir y decir mentira; aseguran que decir mentira es decir cosa falsa que se tomó por verdadera; y que la definición de la palabra mentir, en latín, de donde nuestra lengua la ha tomado, vale tanto como ir contra su conciencia, y que, por consiguiente, esto no se relaciona sino con los que dicen algo contrario a lo que saben, a los cuales me refiero. Ahora bien, éstos o lo inventan todo a su guisa, o alteran y trastornan aquello que es verdadero. Cuando cambian y desfiguran una cosa, al ponerla en su lugar un interlocutor, es difícil   -24-   que se desconcierten, en atención a que su idea, tal cual es, habiéndose acomodado primeramente en su memoria o impreso en ella por la vía del conocimiento y de la ciencia, es difícil que no se presente a imaginación desalojando la falsedad, que no puede tener el pie tan seguro ni asentado, y las circunstancias del primer aprendizaje, esparciéndose de diversas suertes en el espíritu, tampoco hacen perder el recuerdo de la parte falsa o bastarda. En aquellos otros que inventan fondo y forma, como no hay ninguna impresión contraria que choque a su falsedad, tanto menos semejan equivocarse. De todos modos acontece que, como la mentira es un cuerpo vano y sin fundamento escapa fácilmente a la memoria, si ésta no es fuerte y bien templada. De lo cual he tenido experiencia frecuente en casos graciosos ocurridos a expensas de los que forman constantemente el propósito de ser de la misma opinión de la persona a quien hablan, bien en los asuntos que negocian, bien por dar satisfacción a los grandes; pues estas circunstancias en las cuales quieren prescindir de su fe y de su conciencia, estando sujetas a cambios frecuentes, preciso es que sus palabras se diversifiquen a medida que ellas cambian, de donde resulta que tratándose de la misma cosa, unas veces dicen gris, otras amarillo a una persona de un modo, a otra de manera distinta. Y si por fortuna esta clase de hombres acomodan opiniones tan contrarias ¿en qué se convierte tan hermoso arte? ¡a más de que imprudentemente ellos mismos se desconciertan con tanta frecuencia! Porque, ¿de qué memoria no habrían menester para acordarse de tantas formas diversas como forjaron de un mismo asunto? En mi tiempo he visto envidiar a algunos esta clase de habilidad, los cuales no ven que si la reputación la acompaña, ésta carece de todo fundamento.

Es a la verdad la mentira un vicio maldito. No somos hombres ni estamos ligados los unos a los otros más que por la palabra. Si conociéramos todo su horror y trascendencia, la perseguiríamos a sangre y fuego, con mucho mayor motivo que otros pecados. Yo creo que de ordinario se castiga a los muchachos sin causa justificada, por errores inocentes, y que se les atormenta por acciones irreflexivas que carecen de importancia y consecuencia. La mentira sola, y algo menos la testarudez, parécenme ser las faltas que debieran a todo trance combatirse: ambas cosas crecen con ellos, y desde que la lengua tomó esa falsa dirección, es peregrino el trabajo que cuesta y lo imposible que es llevarla a buen camino; por donde acontece que comúnmente vemos mentir a personas que por otros respectos son excelentes, las cuales no tienen inconveniente en incurrir en este vicio. Trabaja en mi casa un buen muchacho, sastre, a quien jamás oí decir verdad más que cuando le conviene. Si como la verdad, la mentira no tuviera más   -25-   que una cara, estaríamos mejor dispuestos para conocer aquélla, pues tomaríamos por cierto lo opuesto a lo que dijera el embustero mas el reverso de la verdad reviste cien mil figuras y se extiende por un campo indefinido. Los pitagóricos creen que el bien es cierto y limitado, el mal infinito e incierto. Mil caminos desvían del fin, uno solo conduce a él. No me determino a asegurar que yo fuera capaz para salir de un duro aprieto o de un peligro evidente y extremo, de emplear una descarada y solemne mentira. Plinio dice que nos encontramos más a gusto en compañía de un perro conocido que en la de un hombre cuya veracidad de lenguaje desconocemos. Ut externus alieno non sit homines vice[1]. El lenguaje falso es en efecto mucho menos sociable que el silencio.

El rey Francisco I se alagaba de haber arrollado por medio de tales artes a Francisco Taverna, embajador de Francisco Sforza, duque de Milán. Era este legado hombre famosísimo en la ciencia de la charla, y había recibido de su señor la misión de disculparle a los ojos del monarca a causa de un suceso de importancia grave. El rey, para estar informado de las cosas de Italia, de donde había sido expulsado, incluso del ducado de Milán, decidió enviar cerca de Sforza un gentilhombre que le sirviera de hecho de embajador, pero que en apariencia simulara residir en el país por sus negocios   -26-   particulares, lo cual era posible fingir porque el poder del duque dependía más del emperador (sobre todo en aquella época en que preparaba el matrimonio con su sobrina, hija del rey de Dinamarca, que es al presente dueña de Lorena), y no podía descubrir, sin perjuicio de sus intereses, que tal personaje tuviera ninguna relación ni comunicación con nosotros. A esta comisión se prestó un caballero milanés, caballerizo de la casa real llamado Maravilla, quien, despachado con cartas secretas y particulares instrucciones como embajador, y llevando además otras de recomendación para el duque en favor de sus asuntos particulares, para cubrir las apariencias, permaneció tanto tiempo cerca de ese personaje, que habiéndolo advertido el emperador, disgustose por ello, lo cual a mi ver dio lugar a lo que sucedió después, y fue que, so pretexto de una muerte misteriosa, el duque mandó que le cortaran la cabeza de noche, habiendo el proceso durado sólo dos días. Francisco Taverna se encargó de tergiversar lo acontecido (el rey había reclamado a todos los príncipes de la cristiandad y al duque mismo), y en sus declaraciones relató mil patrañas, entre otras que su señor jamás consideró al muerto sino como gentilhombre privado y súbdito suyo, a quien habían llevado a Milán sus negocios particulares, añadiendo además que no sabía que perteneciera a la casa del soberano, ni mucho menos que fuera su representante. El rey a su vez, acorralándole con diversas objeciones y preguntas, y cercándole por todos lados, llevole por fin al punto de la ejecución, que se llevó a cabo como queda dicho, por la noche, y como a escondidas, a lo cual el pobre hombre, confundido por completo, respondió para echárselas de sencillote, que por respeto a su majestad, el duque no hubiera consentido que hubiese tenido lugar durante el día. Puede suponerse cómo fue cogido en la trampa, habiéndoselas con un hombre de tan aguzado olfato como Francisco I.

El papa Julio II envió un embajador al rey de Inglaterra para impulsarle a la guerra contra el rey Francisco. Luego que fue conocida su misión, como el rey de Inglaterra insistiera en su respuesta sobre los obstáculos que veía para disponer los preparativos necesarios con que combatir a un soberano tan poderoso, el embajador replicó torpemente que él por su parte los había pesado también y se los había hecho presentes al papa. Por estas palabras, bien ajenas a su misión, que no era otra que la de empujarle desde luego a la lucha, el rey infirió lo que se corroboró después, o sea que el embajador, por designio propio, era un auxiliar de Francia. Advertido de ello el papa fuéronle confiscados todos los bienes y faltole poco para perder la vida.





[1]  De modo que dos hombres de naciones distintas no son hombres comparados el uno con el otro. PLINIO, Nat. Hist., VII, I. (N. del T.)

jueves, 7 de abril de 2022

Capítulo II De la tristeza. ENSAYOS. MONTAIGNE.


 


Capítulo II

De la tristeza

 

Yo soy de los más exentos de esta pasión y no siento hacia ella ninguna inclinación ni amor, aunque la sociedad haya convenido como justa remuneración honrarla con su favor especial; en el mundo se disfrazan con ella la sabiduría, la virtud, la conciencia; feo y estúpido ornamento. Los italianos, más cuerdos, la han llamado malignidad, porque es una cualidad siempre perjudicial, siempre loca y como tal siempre cobarde y baja: los estoicos prohibían la tristeza a sus discípulos.

Cuenta la historia que Psamenito, rey de Egipto habiendo sido derrotado y hecho prisionero por Cambises, rey de Persia, y viendo junto a él a su hija, también prisionera y convertida en sirviente a quien se enviaba a buscar agua, todos los amigos del rey lloraban y se lamentaban en su derredor mientras él permanecía quedó sin decir palabra, y con los ojos fijos en la tierra; viendo en aquel momento que conducían a su hijo a la muerte, mantúvose en igual disposición, pero habiendo observado que uno de sus amigos iba entre los cautivos, empezó a golpearse la cabeza a dejarse ganar por la desolación.

Tal suceso podría equipararse a lo acontecido no ha mucho a uno de nuestros príncipes que, habiendo sabido en Trento, donde se encontraba, la nueva de la muerte de   -5-   su hermano mayor, en quien se cifraba el apoyo y honor de la casa, y luego igual desgracia de otro hermano menor, la segunda esperanza, y habiendo sufrido ambas pérdidas con una resignación ejemplar, como algunos días después a uno de sus servidores le acometiese la muerte, fue muy sensible a esta nueva, y perdiendo la calma se llenó de ostensible pena de tal modo, que algunos tomaron de ello pie para suponer que no le había llegado a lo vivo más que la última desgracia; pero la verdad del caso fue, que estando lleno y saturado de tristeza, la más leve añadidura hizo que su sentimiento se desbordase. Lo mismo podría decirse del hecho anteriormente citado, y la historia lo comprueba: Cambises, informándose de por qué Psamenito no se había conmovido ante la desgracia de su hijo ni la de su hija, sufrió dolor tal al ver la de uno de sus amigos: «Es, respondió, que sólo el último dolor ha podido significarse en lágrimas; los dos primeros sobrepasaron con mucho todo medio de expresión.»

Me parece que se relaciona con estos ejemplos la idea de aquel pintor de la antigüedad que teniendo que representar en el sacrificio de Ifigenia el duelo de los asistentes según el grado de pesar que cada uno llevaba en la muerte de aquella joven hermosa e inocente, habiendo el artista agotado los últimos recursos de su arte, al llegar al padre de la víctima le representó con el rostro cubierto, como si ninguna actitud humana pudiera expresar amargura tan extrema. He aquí por qué los poetas simulan a la desgraciada Niobe, que perdió primero siete hijos y en seguida otras tantas hijas, agobiada de pérdidas, transformada en roca,


Diriguisse malis[1],

 

 

para expresar la sombría, muda y sorda estupidez que nos agobia cuando los males nos desolan, sobrepasando nuestra resistencia. Efectivamente, el sentimiento que un dolor ocasiona, para rayar en lo extremo, debe trastornar el alma toda e impedir la libertad de sus acciones: como nos acontece cuando recibimos súbitamente una mala noticia, que nos sentimos sobrecogidos, transidos y como tullidos, e imposibilitados de todo movimiento; de modo que el alma, dando luego libre salida a las lágrimas y a los suspiros, parece desprenderse, deshacerse, y ensancharse a su albedrío:


Et via vix tandem voci laxata dolore est.[2]

 

 

En la guerra que el rey Fernando hizo a la viuda de Juan de Hungría, junto a Buda, un soldado de a caballo desconocido   -6-   se distinguió heroicamente, su arrojo fue alabado por todos, a causa de haberse conducido valerosamente en una algarada donde encontró la muerte; pero de ninguno tanto como de Raïsciac, señor alemán, que se prendó de una tan singular virtud. Habiendo éste recogido el cadáver, tomado de la natural curiosidad, se aproximó para ver quien era, y luego que le retiró la armadura, reconoció en el muerto a su propio hijo. Esto aumentó la compasión en los asistentes: el caballero sólo, sin proferir palabra, sin parpadear, permaneció de pie, contemplando fijamente el cuerpo, hasta que la vehemencia de la tristeza, habiendo postrado su espíritu, le hizo caer muerto de repente.


Chi puó dir com' egli arde, e in picciol fuoco[3],

 

 

dicen los enamorados hablando de una pasión extrema

 

Misero quod omnes

eripit sensus mihi: nam, si nut·te,

Lesbia, adspexi, nihil est super mi

quod loquar amens:

lingua sed torpet;tenius sub artus

flamma dimanat; sonitu suopte

tinniunt aures; gemina teguntur

lumina nocte.[4]

 

 

No es, pues, en el vivo y más enérgico calor del acceso cuando lanzamos nuestras quejas y proferimos nuestras persuasiones; el alma está demasiado llena de pensamientos profundos y la materia abatida y languideciendo de amor; de lo cual nace a veces el decaimiento fortuito que sorprende a los enamorados tan a destiempo, u la frialdad que los domina por la fuerza de un ardor extremo en el momento mismo del acto amoroso. Todas las pasiones que se pueden aquilatar y gustar son mediocres


Curae leves loquuntur, ingentes stupent.[5]


La sorpresa de una dicha que no esperábamos, nos sorprende de igual modo:


Ut me conspexit venientem, et Troïa circam.

Arma amens vidit; magnis exterrita monstris,

diriguit visu in medio; calor ossa reliquit;

labitur, et longo vix tandem tempore fatur.[6]

 


  -7-

A más de la mujer romana que murió por el goce que la ocasionó el regreso de su hijo de la derrota de Canas, Sófocles y Dionisio el Tirano fenecieron de placer; y Talva acabó sus días en Córcega, leyendo las nuevas de los honores que el senado romano le había tributado; en nuestro propio siglo al pontífice León X, habiéndosele notificado la tom de Milán, por él ardientemente deseada, le dominó al exceso de alegría, que le produjo una fiebre mortal. Y un testimonio más notable todavía de la debilidad humana, Diodoro el dialéctico, murió instantáneamente, dominado por una pasión extrema de vergüenza a causa de no encontrar un argumento hablando en público, con que confundir a su adversario. Yo me siento lejos de tan avasalladoras pasiones; no es grande mi recelo y procuro además solidificarlo y endurecerlo todos los días con la reflexión.





[1]  Petrificada por el dolor. OVIDIO, Metam., VI, 304. Ovidio escribe: Diriquitque malis. (N. del T.)

[2]           El dolor deja al fin paso a su voz.                       VIRGILIO, Eneida, XI, 151.                           (N. del T.)

[3]  No es muy grande el amor que puede expresarse. PETRARCA, último verso del soneto 137. (N. del T.)

[4]  ¡Infeliz de mí! El amor trastorna todos mis sentidos. Ante tu vista. ¡oh, Lesbia! véome perdido de tal modo que hasta las fuerzas me faltan para hablar; mi lengua se traba, una llama sutil corre por sus venas; resuenan en mis oídos mil ruidos confusos y la lobreguez de la noche envuelve mis ojos. CATULO, Carm., LI, 5. -Estos versos son imitación de una oda de Safo, que, fue traducida por Boileau. (N. del T.)

[5]  Cuando ligeras se formulan, cuando extremas son mudas. SÉNECA Hipp., acto II, escen. 3, v. 607. (N. del T.)

[6]  En cuanto me ve venir, en cuanto reconoce por lados las armas troyanas, fuera de sí, como trastornada por una visión horrible permanece inmóvil; su sangre se hiela, cae por tierra y sólo largo tiempo, después consigue recobrar su voz. VIRGILIO, Eneida, III, 306. (N. del T.)

miércoles, 6 de abril de 2022

Capítulo XLI De la codicia de la gloria. MONTAIGNE. ENSAYOS.


 


Capítulo XLI

De la codicia de la gloria

 

De todos los ensueños de este mundo ninguno hay más universalmente aceptado y extendido que la ceguedad del renombre y de la gloria, la cual nos domina con tal imperio, que a ella sacrificamos las riquezas, el sosiego, la vida y la salud, que son bienes efectivos y tangibles, para ir en pos de aquella vana imagen engañadora, que es voz sin cuerpo ni figura:


La fama, che invaghisce a un dolce suono

voi superbi mortali, e par si bella,

e un eco, un sogno, anzi del sogno un'ombra

ch'ad ogni vento si dilegua o agombra.[1]


De cuantos sentimientos irrazonables el hombre alimenta, diríse que hasta los mismos filósofos se libran más tarde y con mayor dificultad de esta quimera que de ninguna otra, por ser la más tenaz y persistente: quia etiam bene proficientes animos tentare non cessat[2]. Ninguna ilusión existe de que la razón acuse tan claramente la vanidad, pero ésta reside en nosotros de manera tan viva y arraigada, que ignoro si jamás hombre alguno ha sido capaz de desembarazarse de ella por completo. Después de haberlo dicho todo; después de haberlo todo imaginado para combatirla, todavía produce en nuestra alma una inclinación tan intensa y avasalladora, que deja pocas probabilidades de vencerla; pues como Cicerón afirma, hasta los mismos que la combaten quieren que los libros que componen con tal designio lleven su nombre, pretenden conquistarla por haberla desdeñado. Todas las demás cosas de la vida se comunican de buen grado, mas de la gloria nos encontramos avaros; prestamos nuestros bienes, sacrificamos nuestra vida a las necesidades de nuestros amigos; pero hacer jamás a otro presente del propio honor y gloria, es caso peregrino e inaudito.

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En la guerra contra los cimbrios[3] hizo Catulo Luctacio cuantos esfuerzos estuvieron en su mano por detener a sus soldados que huían ante el enemigo, y se colocó entre ellos, simulando la cobardía y el miedo, a fin de que su ejército pareciese más bien seguirle, que escapar ante los adversarios. Por ocultar la deshonra ajena perdía la propia reputación. Citando Carlos V pasó a Provenza, en el año 1537, asegúrase que Antonio de Leyva, viendo al emperador decidido a emprender la expedición, que consideraba de sumo provecho para su gloria, fue de parecer, sin embargo, aparentemente que el monarca no la hiciera, y trató de disuadirle con objeto de que todo el honor y la gloria del proyecto fuesen atribuidos a Carlos V, y que se encarecieran luego su perspicacia y previsión, puesto que contra la opinión de todos se oponía al viaje. Habiendo los embajadores de Tracia dado el pésame a Arquileonide, madre de Brásidas, por la muerte de su hijo, cuya memoria ensalzaron hasta asegurar que en el mundo no existía quien se le asemejara, aquélla rechazó la alabanza privada para comunicarla al pueblo, reponiendo: «No me habléis de tal suerte; bien sé que en la ciudad de Esparta hay muchos ciudadanos más grandes y más valientes que mi hijo.» En la batalla de Crecy se encomendó al príncipe de Gales, joven aún, el mando le la vanguardia; la resistencia principal del encuentro tuvo lugar precisamente merced al arrojo de dichas fuerzas; hallándose en situación comprometida, los señores que le acompañaban rogaron al rey Eduardo que se acercara para socorrerle. Informado éste de la situación de su hijo, tuvo conocimiento de que aún se mantenía vivo sobre su caballo, y exclamó: «Le perjudicaría si fuese a despojarle del honor de la victoria de este combate, a que hasta ahora con solas sus fuerzas ha hecho frente; la gloria debe pertenecerle por entero.» No queriendo verle ni enviar a nadie en su ayuda, y conociendo que de obrar diferentemente hubiérase dicho que habría perdido sin su concurso, y que se le atribuiría la gloria del combate. Semper enim quod postremum adjectum est, id rem totam videlur traxisse[4]. Algunos creían en Roma, y era frecuente oírlo, que las principales hazañas de Escipión eran en parte debidas a Lelio, el cual sin embargo proclamaba y secundaba por todas partes la grandeza y gloria de aquél, sin preocuparse para nada de las suyas. Teopompo, rey de Esparta, contestaba a los que le decían que la república se mantenía bajo su mando porque era un excelente gobernante, que no era aquélla la causa, sino que el pueblo sabía obedecer las leyes.

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Como la mujeres que sucedían a los pares, no obstante su sexo, tenían el derecho de asistir y emitir su opinión en las causas pertenecientes a la jurisdicción de aquéllos, así los eclesiásticos, a pesar de su profesión, estaban obligados a prestar su concurso a los reyes en las guerras, no sólo con sus amigos y servidores, sino con sus personas mismas. Encontrándose el obispo de Beauvais con Felipe Augusto en la batalla de Bouvines, tomó una parte ardorosa en el combate, mas pareciole que no debía sacar ningún provecho de la gloria de una batalla que había sido tan sangrienta el prelado se había hecho dueño de algunos enemigos aquel día, entregábalos al primer caballero que encontraba para que los ahorcase o hiciese prisioneros, creyendo resignar con ello toda responsabilidad; así puso en manos a Guillermo, conde de Salsberi, del señor Juan de Nesle. Por un caso singular de sutileza de conciencia, semejante al de que antes hablé, estaba conforme con matar, pero no con herir, por lo cual combatía con una gruesa maza. Alguien en mi tiempo, a quien el rey censuró por haber puesto las manos en un eclesiástico, lo negaba en redondo con toda frescura, y alegaba que no había hecho más que echarle por tierra y pisotearle.





[1]  La fama, cuya dulce voz trastorna a los soberbios mortales y que les parece tan encantadora, no es sino un eco, un sueño, o más bien la sombra de un sueño que se desvanece y disipa en un momento. TASSO, Jerusalén, canto XVI, estancia 63. (N. del T.)

[2]  Porque no cesa de tentar hasta a los mismos que progresaron en la virtud. SAN AGUSTÍN, de Civit. Dei, V, 15. (N. del T.)

[3]  Como se ve por ejemplos que siguen, Montaigne habla en este capítulo de las excepciones a lo que deja sentado en el epígrafe anterior, es decir, de algunos personajes cuya generosidad fue tan rara que de su propia gloria hicieron presente a los demás o que la sacrificaron en beneficio ajeno. (N. del T.)

[4]  Los postreros en llegar al combate semejan haber decidido solos la victoria. TITO LIVIO, XXVII, 45. (N. del T.)

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

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