miércoles, 15 de abril de 2020

Dante. La Divina Comedia. Infierno. Canto IX.



Notas al canto IX

L1]1‑3 Virgilio, al ver a Dante empalidecer de miedo, procura disimular su tur­bación para reconfortar al poeta.
 [L2]23‑27 Eritone es una hechicera mencionada por Lucano en Farsalia, VI. Dante se vale de esta supuesta bajada de Virgilio a los infiemos, conjurado por la maga, y de la que no existen fuentes literarias, para justificar así la experiencia de Virgilio como guía del viaje. Los comentaristas no se ponen de acuerdo en qué alma fue a buscar Virgilio al pozo de los traidores.
 [L3]Son las Erinias, hijas de Aqueronte y de la noche, servidoras de Proserpina.
 [L4]De la cabeza de Medusa, una de las tres Gorgonas muertas por Perseo, ya conocemos su virtud de petrificar a aquellos que miraba, incluso después de ser cortada por el héroe.
 [L5]Las furias han hecho mal en no tomar venganza de los humanos que in­tentaron entrar vivos en el Infiemo, como Teseo, que junto con Piritoo intentó rescatar a Proserpina siendo hecho prisionero y posteriormente rescatado por Hércules (Eneida, VI).
 [L6]Muchas son las interpretaciones a las que se ha prestado la alegoría de la cabeza de Medusa: la herejía, la desesperación, el miedo, o los bienes terrenos, que endurecen el corazón del hombre. Dada la oscuridad que Dante mismo confiere al pasaje, no han faltado interpretaciones relacionadas con el ocultismo. Pero es posible que, en el fondo, la cuestión, de tan ambigua, carezca de interés.
 [L7]A raíz de ser encadenado por Hércules, al que intentó impedir su entrada en el Hades (Eneida, VI, 392‑93).
 [L8]En Arlés y en Pola, ciudad del norte de Italia, junto al golfo de Carnaro, existían gran número de sepulturas de la época romana.
 [L9]130‑131 En cada sepulcro se encuentra el jefe de una recta herética y sus se­guidores, sometidos a mayor o menor castigo en razón de la gravedad de sus doctrinas. En efecto, como bien sabemos, el castigo de los herejes en el mundo, no sólo en el Infierno, era el ser quemados en la hoguera.
Fuente: Librodot.


CANTO IX

El color que sacó a mi cara el miedo                                                1[L1] 
cuando vi que mi guía se tornaba,
lo quitó de la suya con presteza.                                           3

Atento se paró como escuchando,
pues no podía atravesar la vista
el aire negro y la neblina densa.                                            6

«Deberemos vencer en esta lucha
‑comenzó él‑ si no... Es la promesa.
¡Cuánto tarda en llegar quien esperamos.»                           9

Y me di cuenta de que me ocultaba
lo del principio con lo que siguió,
pues palabras distintas fueron éstas;                                     12

pero no menos miedo me causaron,
porque pensaba que su frase trunca
tal vez peor sentido contuviese.                                            15

« ¿En este fondo de la triste hoya
bajó algún otro, desde el purgatorio
donde es pena la falta de esperanza?»                                             18

Esta pregunta le hice y: «Raramente
‑él respondió‑ sucede que otro alguno
haga el camino por el que yo ando.                                      21

Verdad es que otra vez estuve aquí,
por la cruel Eritone conjurado,                                             23[L2] 
que a sus cuerpos las almas reclamaba.                                 24

De mí recién desnuda era mi sombrío,
cuando ella me hizo entrar tras de aquel muro,
a traer un alma del pozo de Judas.                                        27

Aquel es el más bajo, el más sombrío,
y el lugar de los cielos más lejano;
bien sé el camino, puedes ir sin miedo.                                 30

Este pantano que gran peste exhala
en torno ciñe la ciudad doliente,
donde entrar no podemos ya sin ira.»                                              33

Dijo algo más, pero no lo recuerdo,
porque mi vista se había fijado
en la alta torre de cima ardorosa,                                          36

donde al punto de pronto aparecieron
tres sanguinosas furias infernales
que cuerpo y porte de mujer tenían,                                     39

se ceñían con serpientes verdes;
su pelo eran culebras y cerastas
con que peinaban sus horribles sienes:                                  42

Y él que bien conocía a las esclavas
de la reina del llanto sempiterno
Las Feroces Erinias ‑dijo‑ mira:                                            45[L3] 

Meguera es esa del izquierdo lado,
esa que llora al derecho es Aleto;
Tesfone está en medio.» Y más no dijo.                               48

Con las uñas el pecho se rasgaban,
y se azotaban, gritando tan alto,
que me estreché al poeta, temeroso.                                     51

«Ah, que venga Medusa a hacerle piedra                             52[L4] 
‑las tres decían mientras me miraban­-
malo fue el no vengarnos de Teseo.»                                               54[L5] 

«Date la vuelta y cierra bien los ojos;
si viniera Gorgona y la mirases
nunca podrías regresar arriba.»                                             57

Asf dijo el Maestro, y en persona
me volvió, sin fiarse de mis manos,
que con las suyas aún no me tapase.                                     60

Vosotros que tenéis la mente sana,
observad la doctrina que se esconde
bajo el velo de versos enigmáticos.                                       63[L6] 

Mas ya venía por las turbias olas
el estruendo de un son de espanto lleno,
por lo que retemblaron ambas márgenes;                              66

hecho de forma semejante a un viento
que, impetuoso a causa de contrarios
ardores, hiere el bosque y, sin descanso,                              69

las ramas troncha, abate y lejos lleva;
delante polvoroso va soberbio,
y hace escapar a fieras y a pastores.                                      72

Me destapó los ojos: «Lleva el nervio
de la vista por esa espuma antigua,
hacia allí donde el humo es más acerbo.»                             75

Como las ranas ante la enemiga
bicha, en el agua se sumergen todas,
hasta que todas se juntan en tierra,                                       78

más de un millar de almas destruidas
vi que huían ante uno, que a su paso
cruzaba Estigia con los pies enjutos.                                     81

Del rostro se apartaba el aire espeso
de vez en cuando con la mano izquierda;
y sólo esa molestia le cansaba.                                              84

Bien noté que del cielo era enviado,
y me volví al maestro que hizo un signo
de que estuviera quieto y me inclinase.                                87

¡Cuán lleno de desdén me parecía!
Llegó a la puerta, y con una varita
la abrió sin encontrar impedimento.                                      90

«¡Oh, arrojados del cielo, despreciados!
‑gritóles él desde el umbral horrible‑.
¿Cómo es que aún conserváis esta arrogancia?                     93

¿Y por que os resistis a aquel deseo
cuyo fin nunca pueda detenerse,
y que más veces acreció el castigo?                                      96

¿De qué sirve al destino dar de coces?
Vuestro Cerbero, si bien recordáis,
aún hocico y mentón lleva pelados.»                                    99[L7] 

Luego tomó el camino cenagoso,
sin decirnos palabra, mas con cara
de a quien otro cuidado apremia y muerde,                         102

y no el de aquellos que tiene delante.
A la ciudad los pasos dirigimos,
seguros ya tras sus palabras santas.                                       105

Dentro, sin guerra alguna, penetramos;
y yo, que de mirar estaba ansioso
todas las cosas que el castillo encierra,                                 108

al estar dentro miro en torno mío;
y veo en todas partes un gran campo,
lleno de pena y reo de tormentos.                                         111

Como en Arlés donde se estanca el Ródano,                                   112[L8] 
o como el Pola cerca del Carnaro,
que Italia cierra y sus límites baña,                                       114

todo el sitio ondulado hacen las tumbas,
de igual manera allí por todas partes,
salvo que de manera aún más amarga,                                  117

pues llamaradas hay entre las fosas;
y tanto ardían que en ninguna fragua,
el hierro necesita tanto fuego.                                                          120

Sus lápidas estaban removidas,
y salían de allí tales lamentos,
que parecían de almas condenadas.                                      123

Y yo: « Maestro, qué gentes son esas
que, sepultadas dentro de esas tumbas,
se hacen oír con dolientes suspiros?»                                               126

Y dijo: «Están aquí los heresiarcas,
sus secuaces, de toda secta, y llenas
están las tumbas más de lo que piensas.                               129

El igual con su igual está enterrado,                                     130[L9] 
y los túmulos arden más o menos.»
Y luego de volverse a la derecha,                                         132
cruzamos entre fosas y altos muros.

CANTO X

 [L1]1‑3 Virgilio, al ver a Dante empalidecer de miedo, procura disimular su tur­bación para reconfortar al poeta.
 [L2]23‑27 Eritone es una hechicera mencionada por Lucano en Farsalia, VI. Dante se vale de esta supuesta bajada de Virgilio a los infiemos, conjurado por la maga, y de la que no existen fuentes literarias, para justificar así la experiencia de Virgilio como guía del viaje. Los comentaristas no se ponen de acuerdo en qué alma fue a buscar Virgilio al pozo de los traidores.
 [L3]Son las Erinias, hijas de Aqueronte y de la noche, servidoras de Proserpina.
 [L4]De la cabeza de Medusa, una de las tres Gorgonas muertas por Perseo, ya conocemos su virtud de petrificar a aquellos que miraba, incluso después de ser cortada por el héroe.
 [L5]Las furias han hecho mal en no tomar venganza de los humanos que in­tentaron entrar vivos en el Infiemo, como Teseo, que junto con Piritoo intentó rescatar a Proserpina siendo hecho prisionero y posteriormente rescatado por Hércules (Eneida, VI).
 [L6]Muchas son las interpretaciones a las que se ha prestado la alegoría de la cabeza de Medusa: la herejía, la desesperación, el miedo, o los bienes terrenos, que endurecen el corazón del hombre. Dada la oscuridad que Dante mismo confiere al pasaje, no han faltado interpretaciones relacionadas con el ocultismo. Pero es posible que, en el fondo, la cuestión, de tan ambigua, carezca de interés.
 [L7]A raíz de ser encadenado por Hércules, al que intentó impedir su entrada en el Hades (Eneida, VI, 392‑93).
 [L8]En Arlés y en Pola, ciudad del norte de Italia, junto al golfo de Carnaro, existían gran número de sepulturas de la época romana.
 [L9]130‑131 En cada sepulcro se encuentra el jefe de una recta herética y sus se­guidores, sometidos a mayor o menor castigo en razón de la gravedad de sus doctrinas. En efecto, como bien sabemos, el castigo de los herejes en el mundo, no sólo en el Infierno, era el ser quemados en la hoguera.

Dante Alighieri Divina Comedia INFIERNO Canto VIII







L1]Según algunos antiguos comentaristas, Dante habría escrito los siete pri­meros cantos en Florencia, antes de partir al exilio, y allí habrían quedado den­tro de un cofrecillo, que volvió a su poder en 1306 continuando de este modo la obra. No parece ser una hipótesis demasiado fiable, pero no deja de ser atractiva.
 [L2]Flegias era un hijo de Marte, que vengó una afrenta hecha por Apolo a su hija Coronide, incendiando su templo de Delfos. Su nombre significa «El incen­diario»
 [L3]Filipo Argenti dei Adimari fue contemporáneo de Dante. El sobrenom­bre de «Argenti» se debe a que en alguna ocasión hizo herrar a su caballo con herraduras de plata. Era famoso por su carácter soberbio, pero no olvidemos que fueron los Adimari quienes se quedaron con la casa de los Alighieri al partir Dante al exilio.
 [L4]Dite es un nombre latino de Hades, dios de los infiemos. Dante llama así a Lucifer y a la ciudad donde se castiga a los pecadores por malicia, no por in­continencia.
 [L5]Mezquitas en oposición a iglesias, como el mal se opone al bien.
 [L6]Los demonios intentaron oponerse a la entrada de Cristo en los infier­nos, cerrándole la puerta que desde entonces quedó sin cerrojos.
Fuente: Librodot.

CANTO VIII

Digo, para seguir, que mucho antes                                      1[L1] 
de llegar hasta el pie de la alta torre,
se encaminó a su cima nuestra vista,                                     3

porque vimos allí dos lucecitas,
y otra que tan de lejos daba señas,
que apenas nuestros ojos la veían.                                        6

Y yo le dije al mar de todo seso:
«Esto ¿qué significa? y ¿qué responde
el otro foco, y quién es quien lo hace?»                                9

Y él respondió: «Por estas ondas sucias
ya podrás divisar lo que se espera,
si no lo oculta el humo del pantano.»                                               12

Cuerda no lanzó nunca una saeta
que tan ligera fuese por el aire,
como yo vi una nave pequeñita                                            15

por el agua venir hacia nosotros,
al gobierno de un solo galeote,
gritando: «Al fin llegaste, alma alevosa.»                             18

«Flegias, Flegias, en vano estás gritando                              19[L2] 
díjole mi señor en este punto‑;
tan sólo nos tendrás cruzando el lodo.»                               21

Cual es aquel que gran engaño escucha
que le hayan hecho, y luego se contiene,
así hizo Flegias consumido en ira.                                        24

Subió mi guía entonces a la barca,
y luego me hizo entrar detrás de él;
y sólo entonces pareció cargada.                                          27

Cuando estuvimos ambos en el leño,
hendiendo se marchó la antigua proa
el agua más que suele con los otros.                                     30

Mientras que el muerto cauce recorríamos
uno, lleno de fango vino y dijo:
«¿Quién eres tú que vienes a destiempo?»                           33
.
Y le dije: « Si vengo, no me quedo;
pero ¿quién eres tú que estás tan sucio?»
Dijo: «Ya ves que soy uno que llora.»                                  36

Yo le dije: «Con lutos y con llanto,
puedes quedarte, espíritu maldito,
pues aunque estés tan sucio te conozco.»                             39

Entonces tendió al leño las dos manos;
mas el maestro lo evitó prudente,
diciendo: «Vete con los otros perros.»                                 42

Al cuello luego los brazos me echó,
besóme el rostro y dijo: «!Oh desdeñoso,
bendita la que estuvo de ti encinta!                                      45

Aquel fue un orgulloso para el mundo;
y no hay bondad que su memoria honre:
por ello está su sombra aquí furiosa.                                     48

Cuantos por reyes tiénense allá arriba,
aquí estarán cual puercos en el cieno,
dejando de ellos un desprecio horrible.»`                             51

Y yo: «Maestro, mucho desearía
el verle zambullirse en este caldo,
antes que de este lago nos marchemos.»                              54

Y él me repuso: «Aún antes que la orilla
de ti se deje ver, serás saciado:
de tal deseo conviene que goces.»                                        57

Al poco vi la gran carnicería
que de él hacían las fangosas gentes;
a Dios por ello alabo y doy las gracias.                                 60

«¡A por Felipe Argenti!», se gritaban,                                  61[L3] 
y el florentino espiritu altanero
contra sí mismo volvía los dientes.                                       63

Lo dejamos allí, y de él más no cuento.
Mas el oído golpeóme un llanto,
y miré atentamente hacia adelante.                                       66

Exclamó el buen maestro: «Ahora, hijo,
se acerca la ciudad llamada Dite,                                         68[L4] 
de graves habitantes y mesnadas.»                                       69

Y yo dije: «Maestro, sus mezquitas                                      70[L5] 
en el valle distingo claramente,
rojas cual si salido de una fragua                                          72

hubieran.» Y él me dijo: «El fuego eterno
que dentro arde, rojas nos las muestra,
como estás viendo en este bajo infierno.»                            75

Así llegamos a los hondos fosos
que ciñen esa tierra sin consuelo;
de hierro aquellos muros parecían.                                        78

No sin dar antes un rodeo grande,
llegamos a una parte en que el barquero
«Salid ‑gritó con fuerza‑ aquí es la entrada.»                       81

Yo vi a más de un millar sobre la puerta
de llovidos del cielo, que con rabia
decían: «¿Quién es este que sin muerte                                84

va por el reino de la gente muerta?»
Y mi sabio maestro hizo una seña
de quererles hablar secretamente.                                         87

Contuvieron un poco el gran desprecio
y dijeron: « Ven solo y que se marche
quien tan osado entró por este reino;                                    90

que vuelva solo por la loca senda;
pruebe, si sabe, pues que tú te quedas,
que le enseñaste tan oscura zona.»                                       93

Piensa, lector, el miedo que me entró
al escuchar palabras tan malditas,
que pensé que ya nunca volvería.                                         96

«Guía querido, tú que más de siete
veces me has confortado y hecho libre
de los grandes peligros que he encontrado,                          99

no me dejies ‑le dije‑ así perdido;
y si seguir mas lejos nos impiden,
juntos volvamos hacia atrás los pasos.»                                102

Y aquel señor que allí me condujera
«No temas ‑dijo‑ porque nuestro paso
nadie puede parar: tal nos lo otorga.                                     105

Mas espérame aquí, y tu ánimo flaco
conforta y alimenta de esperanza,
que no te dejaré en el bajo mundo.»                                     108

Así se fue, y allí me abandonó
el dulce padre, y yo me quedé en duda
pues en mi mente el no y el sí luchaban.                               111

No pude oír qué fue lo que les dijo:
mas no habló mucho tiempo con aquéllos,
pues hacia adentro todos se marcharon.                               114

Cerráronle las puertas los demonios
en la cara a mi guía, y quedó afuera,
y se vino hacia mí con pasos lentos.                                     117

Gacha la vista y privado su rostro
de osadía ninguna, y suspiraba:
« ¡Quién las dolientes casa me ha cerrado!»                         120

Y él me dijo: «Tú, porque yo me irrite,
no te asustes, pues venceré la prueba,
por mucho que se empeñen en prohibirlo.                            123

No es nada nueva esta insolencia suya,
que ante menos secreta puerta usaron,
que hasta el momento se halla sin cerrojos.                          126[L6] 

Sobre ella contemplaste el triste escrito:
y ya baja el camino desde aquélla,
pasando por los cercos sin escolta,                                       129
quien la ciudad al fin nos hará franca.

 [L1]Según algunos antiguos comentaristas, Dante habría escrito los siete pri­meros cantos en Florencia, antes de partir al exilio, y allí habrían quedado den­tro de un cofrecillo, que volvió a su poder en 1306 continuando de este modo la obra. No parece ser una hipótesis demasiado fiable, pero no deja de ser atractiva.
 [L2]Flegias era un hijo de Marte, que vengó una afrenta hecha por Apolo a su hija Coronide, incendiando su templo de Delfos. Su nombre significa «El incen­diario»
 [L3]Filipo Argenti dei Adimari fue contemporáneo de Dante. El sobrenom­bre de «Argenti» se debe a que en alguna ocasión hizo herrar a su caballo con herraduras de plata. Era famoso por su carácter soberbio, pero no olvidemos que fueron los Adimari quienes se quedaron con la casa de los Alighieri al partir Dante al exilio.
 [L4]Dite es un nombre latino de Hades, dios de los infiemos. Dante llama así a Lucifer y a la ciudad donde se castiga a los pecadores por malicia, no por in­continencia.
 [L5]Mezquitas en oposición a iglesias, como el mal se opone al bien.
 [L6]Los demonios intentaron oponerse a la entrada de Cristo en los infier­nos, cerrándole la puerta que desde entonces quedó sin cerrojos.

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