lunes, 5 de noviembre de 2012

DYLAN THOMAS.





Dylan Marlais Thomas (Swansea, Gales, 27 de octubre de 1914 – Nueva York,9 de noviembre de 1953). Poeta galés en lengua inglesa, sin duda uno de los poetas británicos de la primera mitad del siglo XX con mayor renombre y resonancia internacional, gracias a la profunda originalidad de su poesía y al humor de sus cuentos y piezas teatrales. Durante un tiempo trabajó como periodista para el South Wales Evening Post y, durante la Segunda Guerra Mundial, como guionista para la BBC. Se dio a conocer como poeta con Dieciocho poemas (1934), al que siguieron los volúmenes Veinticinco poemas (1936) y Mapa de amor (1939), con los que se consolidó como máximo representante del movimiento poético Nuevo Apocalipsis, que practicaba un tipo de poesía de evocación, de tono metafísico y con cierto fondo romántico, en el que Thomas adoptaba el papel de poeta-profeta. Alcanzó su plenitud poética con el volumen Defunciones y nacimientos (1946). Autor de un volumen autobiográfico en el que defiende sus concepciones estéticas, Retrato del artista cachorro (1904), escribió además diversos guiones radiofónicos y cinematográficos. 

La obra de Thomas no es copiosa, pero es de una calidad y una frescura inusitadas. Fueron cuatro los ámbitos literarios en los que incursionó: el cuento corto, el guion teatral, el guion para radio y cine, y, finalmente, la poesía. Es éste último ámbito en el que más se le ha reconocido. En mayo de 1933, tras partir de Swansea hacia Londres el año anterior, Thomas publicó en el New English Weekly varios de los poemas por los que es más reconocido: “And death shall have no dominion` “Before I Knocked” and “The Force That Through the Green Fuse Drives the Flower`. En 1934 comenzó a publicar sus poemas en ``The Listener`` y para diciembre de ese mismo año publicó su primer libro: Eighteen Poems (1934), recopilación de imágenes transfiguradas que recibió inmediatos elogios de la crítica anglosajona, que apuntó en estos versos la magia y la oscuridad residentes en los mismos. Ya había ganado renombre con publicaciones de los poemas que se reunirían en sus primeros libros en diversas revistas, tales como New Stories, New Verse, Life and Letters Today, The Criterion (donde era director el escritor T. S. Eliot).

Thomas ya se escinde de la poesía de su tiempo, más preocupada de cuestiones sociales, como en la que incursionaban T. S. Eliot o W. H. Auden. Thomas evidencia en estos poemas la influencia del surrealismo inglés, y también recoge influencias de la tradición celta, bíblicas o bien símbolos sexuales. Para Thomas “la poesía debe ser tan orgiástica y orgánica como la cópula, divisoria y unificadora, personal pero no privada, propagando al individuo en la masa y a la masa en el individuo”.

Thomas murió el 9 de noviembre de 1953 a las 12.40 horas, en el Hospital St. Vincent.


Recomiendo a los amigos blogueros el siguiente libro de su poesía completa:


DYLAN THOMAS
POEMAS COMPLETOS
Traducción,   prólogo   y   notas   de
ELIZABETH AZCONA CRANWELL
Texto descargado de http://www.katarsis.rottenass.com
Título de la edición original:
COLLECTED POEMS
Derechos Reservados
Traducción:
ELIZABETH AZCONA CRANWELL
SEGUNDA EDICIÓN
Portada del Departamento de Arte de Ediciones Corregidor
Digitalizado con profunda devoción por el_gato
© EDICIONES CORREGIDOR
Corrientes 1583, (1042) Buenos Aires
Depósito legal BL: 1076-1981
ISBN: 84-499-4652-2


 LA POESÍA DE DYLAN THOMAS

Hablar de un poeta es tan sólo poner de manifiesto lo que tal poeta dice de sí mismo. Es tratar de expresar cómo la vida se nombra en él. La dificultad consiste en descubrir tras los gestos de lo cotidiano, las máscaras de sus ceremonias ignoradas; tras los miedos, el goce, la mirada, el fracaso o el exceso, reconocer su rasgo esencial, su palabra primaria, la caligrafía íntima de su propia contemplación.
Las circunstancias espectaculares y la leyenda tejida en torno a Dylan Thomas, esa figura excéntrica que paseaba su angustia y sus borracheras por los bares del Greenwich Village y por otra parte, el luminoso opuesto del adolescente perseguidor de pájaros que se extasiaba en la contemplación del mar y las colinas de Swansea, han mediado, especialmente en el público de América, en la valoración de su obra. Con Dylan Thomas ocurre un fenómeno curioso: todo el mundo habla de él. muchos han leído sus páginas en prosa Retrato del artista cachorro y Con distinta piel, también se ha visto representada su pieza teatral Bajo el bosque de leche, obra valiosa por su sentido del humor altamente poético, pero muy pocos conocen a fondo su poesía, lugar donde el lenguaje de Dylan Thomas alcanza su revelación más poderosa.
El nacimiento, la infancia, la adolescencia, la sexualidad, la religión, la muerte, el idioma del paisaje, la leyenda, en la visión acelerada de un múltiple universo de símbolos conforman la esencia de esta poesía. Rebelión de las fuerzas vitales ante las formas que avanzan hacia su caducidad, música y memoria de un paraíso perdido en la niñez, gozo profundo ante los milagros y una constante búsqueda de la verdad inmutable del hombre, oculta en los mitos, los colores, los sonidos, las repeticiones eternas. Y que sólo se manifiesta a la luz de las palabras. Dylan Thomas trata de aprehender los limites de lo creado, la belleza y el terror de vivir, por medio de una participación activa en ambos extremos. Se trata del "éxtasis de la vida y el horror de la vida" de que hablara Baudelaire. Y en esa travesía de opuestos, se cumplirá finalmente un acto de apertura y celebración.

Situación histórica.
Que en Inglaterra surgiera un poeta como Dylan Thomas dentro de la década del 30 (Eighteen Poems, London, Fortune Press, 1934) aunque resulte extraño en un primer análisis no es más que la consecuencia lógica de un proceso inevitable. Inglaterra, a causa de su conservadorismo e insularidad, asumió más lentamente que otros países los cambios en la cultura y en las escuelas literarias. La literatura inglesa en general y la poesía en particular han tenido siempre un tiempo interno propio, un modo peculiar de aproximarse a los objetos y a los temas que trataba. Pero la aceleración de las metamorfosis ocurridas en el siglo XX no pudo serle ajena. En la década del 30 ya habían decantado los fenómenos de principios de siglo: la crisis de la agricultura, la primera guerra mundial, las transformaciones sociales. Entre las dos instancias claves que predominaban en la literatura británica: the isolalion y the relationship, se hacía necesaria una opción y ella no podía ser otra que el abandono de los problemas individuales y el intento de una comunicación que fuera compromiso con el hombre genérico, como miembro de una sociedad conflictuada en la que había que participar activamente. Esto es notorio en los poetas llamados de los thirties o la war generation cuyas preocupaciones básicas eran las cuestiones sociales —las teorías de Marx especialmente— y la indagación psicológica, sobre todo los descubrimientos freudianos. Pero lo psicológico era mirado desde fuera, como intento de dilucidar la génesis de las enfermedades de la civilización. De ahí que todos sus integrantes hicieran causa común con la guerra civil española y algunos de ellos hasta se enrolaran en las filas republicanas. Desde luego, su obra fue el resultado de esta actitud. La poesía de Auden, por ejemplo, llena de tesis, antítesis y demostraciones por el contrario, lleva a la conclusión de que las especulaciones sobre lo que para el hombre representa cada cosa en relación con el tiempo, Dios o el conocimiento deben ser trasladadas a la circunstancia inmediata. Day Lewis toma sobre sí el problema que preocupó a toda su generación: la elección entre la salvación del individuo y la salvación de la masa. Los primeros poemas de Spender, reclaman justicia y defienden a los trabajadores explotados. Junto con estos poetas hay que considerar a Mac Niece, con su exceso de sentido común, a Grigson, que odiaba toda subjetividad y a algunos otros que integraron esta generación del 30. A pesar de que muchos de ellos lograron valiosos poemas y una obra de importancia, todos tropezaron con la misma imposibilidad: la de conformar una imagen metafísica del hombre.
Es evidente que cada vez que la circunstancia social ha obligado al artista y al poeta a respuestas inmediatas, surge a continuación el fenómeno contrario. Encerrado en esquemas masivos la eterna aspiración a "otra cosa" que hay en el hombre, va elaborando su apertura hacia ella, hacia esa zona que reconoce su infinito más allá de la cuantificación, hacia esa sustancia que no puede reducirse a lo genérico de la especie humana, sino que es el hombre en y por sí mismo. Si bien en esas circunstancias no parecía posible conformar una imagen metafísica del hombre, sí lo era volverse hacia los símbolos, al inconsciente, a la religión para elaborar una imagen mítica, en cuanto el mito puede proporcionar una respuesta a las constantes del ser, respuesta que conformase a la conciencia profunda y devolviera al hombre su individualidad perdida. Así surgió la generación que se llamaría de los forties integrada por poetas como George Barker, Sydney Keyes, David Gascoyne —único surrealista inglés— el grupo neorromántico del Apocalipsis y muchos otros entre los cuales Dylan Thomas no sólo fue el pionero sino el más importante de todos ellos.

Los símbolos constantes:
En ese momento histórico en que los símbolos se convertían en meros signos de la experiencia, en una época que reclamaba del poeta cierto compromiso social, Dylan Thomas trascendió el límite de lo inmediato, se apartó de lo social para reconocer el poder de las fuerzas movilizadoras de la vida, habló de la sucesión de ritmos que en el mundo se oponen y se corresponden y convirtió lo que descubría en una llave luminosa de conocimiento poético. Es notable que en más de una oportunidad haya sido un escritor de origen céltico quien quebrara esa línea de racionalidad en Gran Bretaña, que acudiese al inconsciente, a lo oculto, a lo universal para exponer su propia cosmovisión, como en el caso de Joyce, que partiendo de la relación del entorno con el mito se elevó sobre lo contingente para crear una conciencia de la raza.
Se afirma que la poesía de Dylan Thomas está cargada de metáforas. Insisto en hablar de símbolos, puesto que en muchos de sus versos no hay una mera comparación —antinómica o no— de dos términos como ocurre en la metáfora, sino que se dan series de relaciones mucho más complejas, que vuelven tangible y vívido lo que de otro modo resultaría esfumado o remoto.
Elder Olson  , crítico y exégeta de la obra de Thomas, reconoce en ella tres tipos de símbolos: 1) los naturales, 2) los convencionales, 3) los privados. Los símbolos naturales son aquellos que pertenecen a la "realidad" y no a la "figura". Pueden ser usados por cualquier poeta, pero corresponde a cada uno el último afinamiento de significación. La luz —por ejemplo— tomada como símbolo de vida, la oscuridad como el mal, el ascenso como resurrección, el descenso como regresión o muerte. Mientras que las interpretaciones que Dylan hace de los hallazgos de Freud, de algunas claves del Ulises, de ciertos pasajes de la Biblia, constituirían los símbolos convencionales puesto que se apoyan en una aceptación común, así como sucede con sus frecuentes referencias a la astrología, las imágenes litúrgicas, la magia, la alquimia, la cartografía y las sagas regionales. Y los privados serían aquellos encontrados, descubiertos o inventados por el poeta y que forman coordenadas claves en toda su obra. De este modo, al asociar en virtud de una operación analógica unas cosas con otras, unos sucesos con otros, traslada los objetos comunes y las sustancias corrientes al lenguaje de las correspondencias: la cera es símbolo de muerte, representa la carne mortal; el aceite lo es de vida; la sal resulta significadora del nacimiento dentro del mar; las cuevas y cavidades —y aquí se aparta de Freud— no tienen connotación sexual sino que simbolizan las partes más recónditas del espíritu; las iglesias y las capillas se relacionan con la primitiva fe perdida; los cuchillos y las tijeras representan al mismo tiempo el nacimiento y la muerte, puesto que existe el corte del cordón umbilical y el corte definitivo de la existencia. La momia egipcia se asocia con las digresiones sobre la inmortalidad del alma. Los sastres simbolizan aquello que ata a los hombres entre sí y al mismo tiempo el sudario que será su última vestidura. Y por fin todo el camino de la vida es un túnel, semejante a la prisión prenatal. es una lucha desde las tinieblas por alcanzar la luz. Así lo expresa en Poem on his birthday (Poema en su cumpleaños): "La oscuridad es un camino y la luz un lugar / el cielo que no existió ni existirá jamás es siempre cierto / y en ese vacío tupido de malezas / como los bosques de zarzamoras / crecen los muertos para su alegría". Con la imaginación vislumbra esa zona donde cada cosa ganará un lugar dentro de la luz. La existencia es una cárcel simbólica en la que podemos recrearnos con las pasiones transitorias que hallamos en el camino, pero que son sólo reflejos de la totalidad.
En estos símbolos privados hay sin duda campo fértil, tanto para la investigación psicológica como para la exploración estilística. Pero cuando en 1934 apareció su primer libro Eighteen Poems la crítica no investigó demasiado, sino que halló a su poesía difícil, irracional e indisciplinada. Mac Niece la juzgó salvaje, como el discurso rítmico de un ebrio. Porteous la llamó "una peregrinación sin guía hacia el hospicio". Spender afirmó categóricamente que se trataba de material poético en bruto, sin control inteligente o inteligible. Resultaba difícil para ellos entender que Dylan, a pesar de haber conocido, asumido y padecido los descubrimientos de Freud y el marxismo, no teorizase sobre ellos como lo hiciera la generación anterior, que se apartara de Marx y que utilizara poéticamente algunos elementos del psicoanálisis. Que se nutriera en otras fuentes no exploradas por los poetas de los thirties y que buscase antes de poetizar sobre la circunstancia inmediata, un equilibrio entre la actitud existencial y las fuerzas de mutación que actúan en el cosmos.

Tres períodos
Aunque la división parezca académica, deben reconocerse tres períodos en la poesía thomasiana, clasificación que el mismo Dylan admitía de buen grado. En los poemas del primer período (hasta Twenty Five Poems) la dificultad esencial con que tropieza el lector es la de entender quién es el que habla, qué cosa desea expresar por sobre todas las demás que afluyen como ríos constantes. Esto y su costumbre de cambiar el hablante varias veces dentro de un mismo poema —a la manera de algunas viejas baladas inglesas como Turpin Hero, que empieza en primera persona y termina en tercera— unido a su lenguaje complejo y difícil es lo que determina la oscuridad de esta poesía. Por momentos, las imágenes parecen producto de la asociación libre, pero un análisis más profundo demuestra que la superposición ha sido deliberadamente planeada. Su diferencia con los surrealistas —y él mismo lo dice en su Manifiesto Poético— es que suele utilizar el material que proviene del inconsciente y del mundo onírico, pero lo somete a una suerte de revisión, a una suerte de ordenamiento inteligente, tal como a su modo lo hicieran Manley Hopkins en poesía y Joyce en prosa. Con el descubrimiento del inconsciente se abren para el poeta caminos insospechados de asociación que le sirven para crear su universo de analogías personales.
Estos primeros poemas, podrían representarse en última síntesis por un dualismo fundamental: dos palabras claves que en inglés tienen semejanza silábica: womb y tomb (útero y tumba), dos límites dentro de los que se cumple, con sus alturas y sus caídas, la totalidad de la existencia. Aplicando a su modo el principio dialéctico llega a comunicar su participación en los fenómenos de la vida y la muerte. Retorna al útero y trasmite las sensaciones que adivina en el feto; es semilla, espíritu, se desprende de la materia, trepa hasta el sueño para descubrir la luz en un plano extrahumano, se convierte en planta, mineral, animal, se vuelve parte de los abismos del mar, desciende a la tumba y padece la existencia secreta de los muertos, vive la desintegración de los átomos y su incorporación a nuevas formas de vida para tratar de asir, desde todo ello, el secreto último de la creación: "Antes que llamara y la carne me abriese / que mis liquidas manos golpearan en el vientre / yo que era entonces informe como el agua / que formaba el Jordán junto a mi casa / era hermano de la hija de Mnetha / y hermana del gusano que me daba la vida" (Before I knocked = Antes que llamara). Y también "Soñé mí génesis en sudores de muerte / caído por dos veces en el nutricio mar / vástago rancio de la sal de Adán, visión / de nueva fuerza humana. Busco al sol'. (I dreamed My genesis — Soñé mi génesis).
Uno de los temas principales de este período es el sexo, entendido como potencia creadora. La fuerza originaria de la vida forma los polos de la sexualidad universal, cuyo principio es el desdoblamiento del uno y el dos. "Oh, ved en los muchachos los polos de la promesa" (I see the boys of Summer = Veo los muchachos del verano). Pero al mismo tiempo existe la fuerza tanática que va cercenando a la energía erótica desde dentro. El sexo atrae compulsivamente pero el poeta llega a la conclusión de que sólo sirve a la especie. Y para el individuo no es más que una droga que hace olvidar el paso del tiempo, la deterioración implícita en la carne, la impotencia de la vejez. El húmedo músculo del amor se aja y muere / aquí estalla un beso en una cantera sin amor (Veo a los muchachos del verano). Y también: "La mitad de este mundo es del demonio, la otra mitad es mía / bobo por esa droga fumada en una niña / y encerrado en el brote que bifurca su ojo" para añadir más adelante: "Yo me siento y contemplo bajo mi uña al gusano / que corroe lo vivo" ( If I were tickled by the rub of love — Si me hiciera cosquillas el roce del amor). Ante esta disyunción entre eros y thanatos que no puede resolverse acude a un intento de modificación de la apariencia, decide separarse de su propia humanidad para reflejarla alterada en un espejo que no le devuelve otra cosa que una imagen de sí mismo: "hombre sé mi metáfora" ruega en un clamor por la salvación. Porque a veces es una metáfora, no una cualquiera, sino la metáfora clave donde se explica toda su obra, el medio por el cual el poeta descubre la ley secreta de lo viviente, el diálogo de toda criatura con su alrededor y su existencia, lugares de los que debe rescatar su ser y donde tiene que desentrañar su destino. La parábola sigue su curso y en el segundo período de la poesía de Dylan Thomas se comprueba una mayor aceptación de lo exterior. Sus poemas son ahora, además de puros actos de creación, modos de revelación de la experiencia. Tomemos al azar Ceremony after a fire raid, que por su contenido se tradujo como "Ceremonia después de un bombardeo". Nada puede ser más desolador que una ciudad devastada. Pero el poema, que comienza con una descripción del ámbito, acaba con una celebración ritual donde se invierte el proceso seguido en los poemas anteriores: en lugar de aludir a la muerte como una forma que acecha dentro de la vida, esta vez es la vida que renace desde la muerte. La aniquilación y el renacimiento intercambian sus alucinantes figuras, una fantasmagoría prodigiosa se apropia de la dura realidad y mezcla uno y mil cuadros que desembocan en la esperanza: "Dentro del pan en un sembrado de llamas / dentro del vino abrasador como aguardiente / las misas del mar / las misas del mar bajo / las misas del mar que engendra niños / irrumpen como fuentes y entran a colmar para siempre / gloria, gloria, gloria / el reino final y destructor del trueno de la génesis.
En esta etapa, Dylan se aparta de la interpretación freudiana en favor de una mayor universalidad. Existen los ciclos, el eterno retorno y las cosas que en el mundo aparecen son señales de las razones para que así ocurra. El lenguaje se clarifica, se vuelve dinámico, incisivo, frecuentado por inesperadas rupturas. Hay cierto parentesco con los símbolos arquetípicos de Jung y aunque el hecho no sea deliberado estamos frente a la aplicación poética de la teoría de las imágenes primordiales en el inconsciente colectivo, lo que llevaría a la conclusión de que la poesía es más efectiva cuanto más universal. Esta es la clave para interpretar el segundo período en la obra poética de Thomas.
Cuando luego de un proceso semejante se vuelve al hombre como sujeto final de la poesía, la mirada abarca una dimensión más amplia. De vuelta de ese diálogo entre la conciencia poética y la experiencia real, el poeta entra en una relación diferente con el ser. Estamos en el tercer período de su poesía que algunos críticos han llamado la "etapa humana". Y esta denominación tiene su razón de ser. Dylan se instala en sus propios límites de hombre, hace una profesión de fe casi panteísta, intenta adueñarse de la raíz sensual y la savia de la vida. Aquella dinámica que operaba desde lo sexual, desde los polos útero-tumba, se ha metamorfoseado, pues el poeta se reconcilia aquí con los hechos incuestionables de la mutabilidad y la muerte.
Preocupado por el fenómeno de la vida, Dylan Thomas no obstante, no se había preguntado por su sentido. De la rebeldía llega a la fe sin pasar por el purgatorio de la duda o el infierno de la desesperación. Bardo en el viejo sentido de la palabra, a la manera de François Villon o de su compatriota medieval Dafyd Ap Gwilin, se vuelve a la leyenda que conserva la fuerza de lo primitivo y permanece como patrimonio del hombre. Partiendo de lo épico construye una epifanía dentro de la que cumple su gran acto de pacificación con el universo y consigo mismo. Experimenta el ascenso hasta hacerse uno con la materia poética que esta vez es el paisaje mágico, la saga, el descubrimiento de las leyes secretas que subyacen en todo mito arraigado a través de los siglos (Ballad of the long legged bait = "Balada del señuelo de piernas largas", "In country Sleep" = "En el sueño campesino", Over St John Hill = Sobre el cerro de Saint John, Winter's tale = "Cuento de invierno", On white Giant tigh = "En el muslo del gigante blanco", entre otros. En esta etapa alcanza su soberanía en la transparencia, deja de tender a la oscuridad, de enumerar sus hambres emboscadas para escrutar los signos de la infancia, las alegorías de los cuentos de hadas que explican la creación en un idioma afín con la poesía: "Es un cuento de invierno / que el anochecer ciego de nieve trasporta sobre los lagos / y los campos flotantes de la granja en lo copa de los valles / sobre el pálido aliento del rebaño en la vela furtiva que resbala calmo entre los copos plegados a mano / y sobre las estrellas que se entregan al frío / y en el olor del heno entre la nieve y el remoto búho / que da consejos entre los rebaños y en la zarpa de hielo / en los valles cruzados por los ríos donde se dijo el cuento". (Cuento de invierno).
Como réplica a los que afirman que la genialidad de esta poesía reside en la música del lenguaje, podría decirse que en este período la unidad del idioma no es la palabra misma, ni tampoco la música ni la respiración, ambas muy importantes pero no decisivas. La fuerza consiste en que, en virtud de una extraña alquimia verbal, cada verso es una réplica del anterior, de modo que cada línea sugiere la próxima y cada imagen vale tanto en sí misma como articulada con las otras. Al decir de Grigson se trata de solecismos masivos cargados de profundidad y de extraño poder mágico. La escanción y el ritmo han cambiado con respecto de las etapas anteriores. Los versos son largos, con ictus que marcan una cadencia salmódica, de acuerdo con una operación del espíritu que por fin acepta la renovación terrestre, la precesión y transformación de las estaciones, el equilibrio del ritmo cósmico, el diálogo entre la permanencia del ser y la movilidad del mundo: "Y tú despertarás del sueño campestre en este amanecer / y cada amanecer primero / tu fe tan inmortal como el clamor del obediente sol (En el sueño campestre).

Dos poemas religiosos
Dylan Thomas nunca ha buscado respuestas filosóficas a los interrogantes metafísicos. Es un poeta que cree en Dios, en la naturaleza y en la caída. Sobre todo, cree en la gracia. En los poemas últimos hay una aceptación rotunda de su fe. Su religión es natural, los símbolos y las alusiones a la Biblia constituyen un conocimiento directo. La religión no es mediación, es una parte de la vida, como lo son la tierra y el mar. Con un lenguaje que se aproxima al de Manley Hopkins, comunica plenamente esta aquiescencia en dos series de poemas: "En dirección al altar bajo la luz del búho" y "Visión y Plegaria"  . La primera serie consta de diez sonetos y cierra el segundo volumen de poemas Twenty Five Poems. En estos sonetos el poema se apropia del cielo entero, de las divinidades paganas, de los mitos de varias religiones. Pero aunque juega con las diversas deidades interpreta a su modo un juego de firmamentos opuestos. Desde un principio se muestra comprometido con la visión cristiana y la serie entera resulta ser una interpretación poética del Apocalipsis.
El primer soneto comienza con la peregrinación de Hércules, en una narración pagana por excelencia:

En dirección al altar bajo la luz del búho
a mitad del camino de la casa
el caballero con sus furias declina hacia la tumba
Abadon en el pellejo arrancado a la uña de Adán,
devorador de mundos, con la quijada al acecho de nuevas
un perro entre las ferias con su horquilla
arrancó a dentelladas la mandrágora gritando hacia el mañana
entonces, con monedas por ojos, este señor de las heridas,
viejo gallo de ningún sitio y del huevo celeste
con huesos desprendidos en los vientos a mitad de su curso
sobre una pierna en medio del ventoso naufragio
en errante palabra vino a arañar mi cuna
esa noche del tiempo al abrigo de Cristo:
él dijo: soy el héroe que viaja alrededor del mundo
y comparto mi lecho con Capricornio y Cáncer.
Son frecuentes las alusiones a la astronomía, la astrología, el Antiguo y el Nuevo Testamento, las figuras de los naipes y la mitología egipcia. Pero a partir del soneto VIII el poeta se refiere directamente a la crucifixión de Cristo:

Fue la crucifixión en la montaña
los nervios del tiempo en vinagre, la tumba como horca
tan untada de sangre como las fúlgidas espinas de mis lágrimas
es el mundo mi herida, la María de Dios en su dolor
como tres árboles doblada y con pechos de pájaro debajo de la túnica
es la mujer de interminable herida, con alfileres en lugar de lágrimas.
Era el cielo, Juan Cristo, y cada esquina trovadora
ganó la marcha de los clavos llevados hacia el cielo
hasta que el arco-iris tricolor de mis pechos
se arrastró entre los polos alrededor del mundo en su despertar de caracol
Yo junto al árbol donde colgaban los ladrones, mediquillo de toda gloria
castré al esqueleto en este minuto montañoso
y junto al reloj de viento que del sol es testigo
padezco a los infantes celestiales en los latidos de mi corazón.

Y la serie termina con una clara formulación de la certeza del retorno al Edén, pues lo que el tiempo destruye, puede a pesar de todo ser restaurado: "Verde como el comienzo deja al jardín que se hunde / que trepe con sus torres de cáscara hasta el día / en que el gusano construirá con las pajas doradas del veneno / mi nido de clemencia en el tosco árbol rojo".
En la otra serie "Visión y plegaria" describe el estado de inocencia anterior a la caída. La primera parte "Visión" está compuesta de seis poemas escritos caligramaticamente, con sílabas combinadas en su extensión y tipografía de modo que formen la imagen del útero —se ha respetado esto en la traducción—. Se describe el asombro de nacer, de ser testigo de otro nacimiento :


Quien
eres   tú
tú  que   naces
en el cuarto vecino
tan patente en mi cuarto
que  alcanzo  a   oír   el  vientre
cuando se abre y la sombra que avanza
sobre  el fantasma  y  el  hijo  que desciende
tras la pared delgada como un  hueso de jilguero
en el cuarto sangrante del nacimiento oculto
para el incendio y el girar del tiempo
la huella del corazón humano
no   venera   el   bautismo
sino la sola sombra
cuando bendice
a la salvaje
criatura

En cuanto a la segunda parte "Plegaria" es la manifestación de la comunión total con la naturaleza, del llamado de Dios, de la purificación solar. Estos poemas describen el sitio donde no hay pecado ni condena, sino conocimiento gozoso de cuáles elementos del hombre pertenecen a la tierra, cuáles a la temporalidad y cuáles a lo eterno. Formalmente la serie está compuesta de seis poemas que a primera vista semejan una clepsidra pero en realidad muestran la figura del santo Graal tal como aparece en algunos grabados antiguos. Reproduzco el último de esta serie considerada como una de las mejores composiciones devocionales de Dylan Thomas:


Vuelvo   la   esquina   de   la   plegaria   y   ardo
en   una   bendición   del   repentino   sol
en nombre de los condenados
me   volvería   o   correría
a la escondida tierra
pero el sonoro sol
purifica
el   cielo
Alguien
me encuentra
Oh   dejadlo
que me abrase y me ahogue
dentro de  su herida terrena
Su relámpago contesta mi llanto
mi   voz   arde   en   su   mano
ahora estoy perdido en Aquel que enceguece
y al fin de la plegaria se oye el clamor del sol

Para Dylan Thomas la poesía fue destino en el sentido que Hegel dio a esa palabra. Destino trágico, polémico, iluminado. Entendemos que el no reconocer este destino conduce a los reinos sin compromiso —o falsamente comprometidos— donde la poesía en función de otra cosa extravía su esencia. ¿Consiste la crisis actual de la poesía en el olvido o menosprecio de este destino?
Dylan Thomas da el ejemplo, no sólo de la distancia que el verdadero poeta establece con las modas, la política, los movimientos de superficie, sino que además demuestra que la poesía, aún la religiosa, no debe necesariamente situarse en un mundo de abstracciones, sino que puede nacer en la zona en que el hombre es uno con la tierra y el cuerpo. Y elevarse luego desde su condición carnal a su lugar de purificación y trascendencia.
Sin embargo, estos cantos de alabanza no le impidieron al poeta sumirse en un destino de autodestrucción, el destino de un alcohólico empedernido que parece huir constantemente hacia la meta final de su aniquilamiento. Juzgar este hecho sería adentrarse en una contradicción que pertenece al terreno de lo psicológico. Sólo me atrevería a sugerir, que tal vez la cárcel de su ego, las limitaciones del medio, las pautas de una sociedad frívola hayan esposado su sed de libertad y que su yo auténtico no haya tenido la fuerza suficiente como para echar abajo esas barreras. Quizá su iluminación no bastó para alumbrar los intersticios de ese engranaje social, descorazonador y apabullante para el poeta. Pero es posible que en esta oposición entre ascenso y descenso, gozo y desesperación resida el daimon oculto y deslumbrador de esta poesía, prodigio que escapa a las disgresiones y la especulación, poesía que ha descripto en tres tiempos, articulados en virtud de una armonía que trasciende la lógica, los dualismos de la insurrección y la reverencia expresados en el lenguaje de la creación más pura.


domingo, 4 de noviembre de 2012

Manuel Puig: de lo erótico-oculto.





Manuel Puig nació en General Villegas, Provincia de Buenos Aires el 28 de diciembre de 1932. En 1946 se trasladó a Buenos Aires para empezar como pupilo en la escuela secundaria.
En 1950 se inscribió en la Facultad de Arquitectura y en 1951 se pasó a Filosofía y Letras, pero lo que realmente le interesaba era ser cineasta. A los 20 años cumplió con el servicio militar obligatorio y en 1956, se marchó a Roma con una beca para estudiar en el Centro Sperimentale di Cinematografía.
Como no consiguió trabajo se fue a París, pero allí no le fue mejor.
En 1958 llegó a Londres, donde escribió su primer guión. Pasó luego por Estocolmo, donde enseñó español e italiano, trabajó como lavavasos, y escribió sus primeros guiones para películas.
Entre 1961-1962 trabajó como asistente de dirección en diversos filmes en Buenos Aires y Roma. En 1963 se mudó a Nueva York, donde comenzó a escribir su primera novela La traición de Rita Hayworth, terminada en 1965, pero llegó al público recién en 1968.
En 1967 regresó una vez más a Buenos Aires para comenzar a enfrentar sus problemas con la censura. En 1969 aparece su segunda novela: Boquitas pintadas, que llevará a su autor a la fama, se convirtió inmediatamente en `best-seller`, apareció su siguiente título The Buenos Aires Affair en 1973., que fue incluido en la lista de libros prohibidos por el gobierno justicialista, apenas Juan Domingo Perón llegó por tercera vez al poder, recibió amenazas telefónicas que le llevaron a abandonar el país por 8 años.
El largo exilio comenzó en México, pero la altura de la ciudad lo tuvo a mal traer y decidió mudarse a Nueva York, donde había vivido un par de años antes de publicar su primer libro.
En 1975, en México, terminó su cuarta novela, la que lo haría famoso en todo el mundo: El beso de la mujer araña, que por su contenido, no podía ser publicado en el país. Por eso mandó el manuscrito
directamente a sus dos editores europeos más importantes: Gallimard, de Francia, y Feltrinelli, de Italia. Ambos rechazaron la novela: le dijeron que la obra estaba tan mal escrita que si la publicaban se iba a desprestigiar. Por suerte, Pere Gimferrer recomendó el libro a Seix Barral y esta vez la casa española aceptó editarlo. Apareció en 1976 y casi inmediatamente se transformó en un best-seller internacional.
Llegó al cine dirigida por Héctor Babenco y protagonizada por William Hurt (quien ganó el Oscar al mejor actor). Se convirtió en una de las comedias musicales más exitosas y premiadas de Broadway. Además, con música del alemán Hans Werner Henze, se transformó en ópera. Y Puig escribió una versión teatral que ha sido representada en todas partes. 
En 1979 publicó Pubis angelical, que luego fue llevada al cine. En 1981 apareció su novela más extraña, la que a Puig menos le gustaba, Maldición eterna a quien lea estas páginas. En 1982 dio a la imprenta uno de sus libros más complejos y sutiles, Sangre de amor correspondido, y la crítica argentina de entonces volvió a manifestar su rechazo. Como el original estaba en portugués -Puig se había mudado a Río de Janeiro a comienzos de los 80 y había entrevistado a un albañil carioca para recopilar sus historias-, algunos críticos llegaron a expulsarlo de la literatura nacional.
También allí escribió Cae la noche tropical, su última novela, aparecida en 1988.
Un año después abandonó Brasil para volver a México, estableciéndose en Cuernavaca, México.Comenzó una novela, que se supone inconclusa. A diferencia de sus libros publicados, a los que Puig le ponía título definitivo recién al terminarlos, esta novela contó con título desde que escribió la primera página: Humedad relativa 95 por ciento. 
Se operó por problemas de vesícula, de la operación ya salió mal y murió a los pocos días, casi sin haber recuperado la conciencia.
Sus cenizas fueron traídas a Buenos Aires y descansaron en la casa de Palermo que fue habitada en su regreso por su madre.

***

El esquema de esta novela es de genial simplicidad. Se configura como una sucesión de escenas dialogadas entre dos presos recluidos en una misma celda de una prisión bonaerense. Así, Martín, un homosexual de gran imaginación, irá relatando viejos melodramas cinematográficos a Valentín, activista político e idealista, para aliviarle de los efectos de las sesiones de tortura a que lo somete la policía política de la dictadura. 

En la conversación de los presos, Puig lleva a sus últimas consecuencias uno de sus más originales procedimientos narrativos: el empleo de elementos de la cultura pop como correlato objetivo de las vivencias de los protagonistas. La confrontación entre los dos hombres se resolverá en una profunda transformación interior, para cerrarse en un sacrificio estéril sólo en apariencia: inmolándose verán al fin su verdadero rostro, llegarán a ser ellos mismos. 

El beso de la mujer araña consolidó la fama de Manuel Puig en el ámbito internacional gracias al extraordinario éxito de su versión cinematográfica y teatral, y fue, también, su novela más popular. En palabras de Mario Vargas Llosa: «La obra de Puig es una de las más originales de los últimos años del siglo XX». 

En la conversación de los dos presos, Puig lleva a sus últimas consecuencias uno de sus más originales procedimientos narrativos: el empleo de elementos de la cultura pop como correlato objetivo de las vivencias de los protagonistas y como metáfora susceptible de hacer progresar la acción, supliendo, por elipsis, lo no dicho directamente. 
Pese a la cursilería e inverosimilitud de las cintas cuyo argumento narra el homosexual al preso político, la confrontación entre los dos hombres, el desvelamiento de regiones latentes de la personalidad de cada uno de ellos, se resolverá en una profunda transformación interior, para cerrarse en un sacrificio estéril sólo en apariencia: inmolándose, han visto al fin su verdadero rostro, han llegado a ser ellos mismos. 

Llevada al cine destacadamente en Estados Unidos por Héctor Babenco, El beso de la mujer araña tuvo también notable éxito internacional en su versión teatral, adaptada recientemente al music-hall en Broadway.

Transcribo prólogo y primer capítulo de esta sobresaliente novela:

Manuel Puig
El beso de la mujer araña
Prólogo de Pepe Martín
Prólogo
Pepe Martín
A ella se le nota algo raro, que no es una mujer como todas... La carita
de gata... Los ojos claros, casi seguro que verdes...
Así empezaba el Molinita teatral su fascinante relato, que poco a poco va
engatusando a Valentín. Como cualquier lector de El beso de la mujer
araña, también quedé atrapado. Tanto que, en un viaje a Nueva York,
quise conocer al autor. Le llamé por tele; fono, quedamos citados. Yo tenía
la primera edición de la novela, donde hay una foto en la contraportada de
un hombre atractivo, joven, more no, sonriente, con el mar de fondo.
-¿Sós buen mozo?-me preguntó Manuel para identificarme.
-Bueno... -le contesté. La expresión argentina más que un piropo es una
descripción. Así que le dije que le reconocería por la foto.
-Ya no soy así, era... -me contestó suspirando...
Éstas fueron las pocas palabras que cruzamos antes de encontrarnos en
Roompelmayer, un salón de té exquisito en la Quinta Avenida, que ignoro
si ha resistido el paso de los años y donde seguro que ya no toma el té
Paulette Godard. Me citó ahí con la esperanza de encontrarla. Eso, y el
cine, y la durísima vida en la ciudad, y tantas cosas más, siempre con su
personal sentido del humor, me fue contando en su argentino pasado por
México. Los derechos del relato para el cine los tenía Burt Lancaster, que
nunca llegó a hacer el Molina, como pretendía. Pero le conseguí los de la
representación teatral.
Pero ésta es otra historia. Del largo proceso que significó la versión que
él mismo fue haciendo quedó una entrañable amistad. «Me encanta que me
protejan», le decía a Sylvia, mi mujer. Carta a carta, viaje a viaje, se fueron
estrechando afectos. Manuel era un ser cálido, irónico, ligero y profundo.
El e-mail no existía, el fax quizá tampoco, y esperar las entregas del texto
por correo ordinario fue durante la preparación y adaptación de sus folios
un tiempo intenso y gozoso para mí, y también para Juan Diego y García
Sánchez, con los que compartí la experiencia. Que fue para Puig una revelación.
El «veneno del teatro» le llevó a escribir más obras dramáticas.
Alguna, como El misterio del ramo de rosas, de la que monté una lectura
dramatizada en un ciclo que coordiné para la Casa de América antes de
la última Navidad, sigue sin editarse en España. Cuando recibí el manuscrito
me sugería esa posibilidad de dirección, ya que los personajes son
dos únicas mujeres. Aunque, ante mi duda en interpretar a Molina o a
Valentín en El beso..., «hacé Molina», me decía, «es más lindo», esta vez no
había papel para mí...
«Con mi profundo agradecimiento por esta maravillosa experiencia de
amistad y creación que ha sido la puesta en escena de esta novela»: así
está dedicado el libro que editó Seix Barral por primera vez en 1976. Ahora
tengo ante mí la edición argentina de 1993 (no pudo hacerse antes), con la
foto en la solapa de un Manuel con poco pelo, que esboza una sonrisa a
boca cerrada y ya no desafia al mundo. Nos mira con cierta sorna. La
cubierta no es ya esa chica de melena al viento casi levitando entre nubes
del primer libro. Una mantilla muy poco española nos deja entrever una
mujer bastante fatal», con turbante y ojos superribeteadvs. Es la auténtica
MUJER ARAÑA, una Gloria Swanson de 1928 de la colección Manuel Puig.
Un verdadero acierto. Porque si la chica gata es La mujer pantera, en la
primera peli que en la novela le cuenta Molina a Valentín, la mujer-araña
es el propio Molinita, el homosexual que quiere ser mujer. En sus relatos,
con nocturnidad y algo de alevosía, Molina va sacando al radical y recalcitrante
revolucionario Valentín de su abstracción. Para envolverle en la
fantasía, en la ilusión, en el refugio que para un ser tan basureado como
él es su único escape de la realidad.
Pero si Molina es un marginado, también lo es Valentín. Su utopía de
cambiar el mundo le encierra, le distancia de ese mismo mundo burgués
que pretende romper. Y poco apoco, noche tras noche, película tras película,
va entrando en esa irrealidad del cine, bigger than life (más grande que
la vida, dice el viejo eslogan). Y se va permitiendo más concesiones, pidiendo
extender al día los cuentos de la noche. Hasta dejarse enredar con
toda ingenuidad en los hilos de la red que Molina va tejiendo. Yen los que
también el propio Molina va a caer. Hasta llegar a un acto de amor físico
tan puro como transgresor.. «Me pareció que yo no estaba, que estabas vos
sólo... O que yo no era yo. Que ahora yo... eras vos».
Estas palabras de Molinita marcan el punto de inflexión, la clave de esta
singular historia de amor. Pero si el homosexual se diluye, se encarna en
el otro para ser sólo «uno», también el idealista político queda transformado,
igualmente diluido en «el otro». Dos seres tan diametralmente diversos
de entrada, en un proceso sutil y casi ritual, van evolucionando de tal
modo que cada uno acaba asumiendo la personalidad opuesta. Molina
decidirá inmolarse por una causa que nunca fue la suya. Y Valentín aprenderá
que el sueño, que nunca se permitió, es la única liberación del dolor.
El dolor de vivir y el de morir con dignidad. Así «la mujer araña», madre,
mujer, amante, la que uno quiso ser y el otro quiso tener, acogerá a los dos,
Prólogo
ya fuera de una opresiva y agobiante realidad, en ese «beso» que les une
for ever.
Y así Manuel.Puig culminará un happy end, tan lleno de pathos corno de
esperanza en el ser humano. Para un mitómano del cine tan consecuente
como él no puede haber mejor final a la en definitiva clásica historia de
chico-encuentra-chica. Manuel era tan drástico en sus filias y fobias de
mitómano, que fue capaz de dejar en la calle a Néstor Almendros una
cruda noche de invierno neoyorquino por su desamor a Lana Turner... -«
Una persona que no quiere a la Lana no puede dormir bajo mi mismo
techo», le dijo poniendo sus maletas en la puerta.
Desde su primera novela de juventud La traición de Rita Hayworth, su
voz fue tan personal, tan distinta, que su narrativa no consiguió hasta
muy tarde el aprecio y la consideración crítica. Claro que de ese menosprecio
hay mordaces alusiones de vez en cuando. En El beso... la chica,
Irena, «deja plantados a los críticos y se va con él (el chico)». Tuvo que
pasar el tiempo para que se reconociera el original aporte de boleros, seriales
radiofónicos, novela rosa, lenguaje popular a un estilo de inconfundible,
inimitable voz. Claro que Guillermo Cabrera Infante, buen amigo
y admirador de Manuel, me comentaba en una ocasión que Fresa y chocolate,
de Senel Paz, que tan bien acogida fue, es un levante de El beso... Y
que incluso Mario Vargas Llosa algo le debe en La tía Julia y el escribidor.
Entre nuestros escritores, la que sí reconoce admiración y deuda es Rosa
Montero en Te trataré como una reina. Pero es quizá en su última novela,
Cae la noche tropical (¡qué buenos títulos todos.) donde Manuel Puig es
más él mismo que nunca y más apreciado que en toda su carrera.
Porque, como dice Molina: «es que los boleros dicen montones de verdades.:.
», ahora, para recordarte, para no decirte cuánto te extrañamos,
sólo se me ocurre entonar bajito: «Querido, vuelvo otra vez a conversar contigo...
».1
Prólogo
1 Así empieza el bolero de Mario Clavel Mi carta (que en la voz andrógina de Elvira Ríos me grabó
Manuel para la versión teatral) y éstas son las primeras palabras de Molinita en el capitulo 7 de El
beso de la mujer araña.
Primera parte
5
I
-A ella se le ve que algo raro tiene, que no es una mujer como todas.
Parece muy joven, de unos veinticinco años cuanto más, una carita un
poco de gata, la nariz chica, respingada, el corte de cara es... más redondo
que ovalado, la frente ancha, los cachetes también grandes pero que
después se van para abajo en punta, como los gatos.
-¿Y los ojos?
-Claros, casi seguro que verdes, los entrecierra para dibujar mejor.
Mira al modelo, la pantera negra del zoológico, que primero estaba quieta
en la jaula, echada. Pero cuando la chica hizo ruido con el atril y la
silla, la pantera la vio y empezó a pasearse por la jaula y a rugirle a la
chica, que hasta entonces no encontraba bien el sombreado que le iba a
dar al dibujo.
-¿El animal no la puede oler antes?
-No, porque en la jaula tiene un enorme pedazo de carne, es lo único
que puede oler. El guardián le pone la carne cerca de las rejas, y no
puede entrar ningún olor de afuera, a propósito para que la pantera no
se alborote. Y es al notar la rabia de la fiera que la chica empieza a dar
trazos cada vez más rápidos, y dibuja una cara que es de animal y también
de diablo. Y la pantera la mira, es una pantera macho y no se sabe
si es para despedazarla y después comerla, o si la mira llevada por otro
instinto más feo todavía.
-¿No hay gente en el zoológico ese día?
-No, casi nadie. Hace frío, es invierno. Los árboles del parque están
pelados. Corre un aire frío. La chica es casi la única, ahí sentada en el
banquito plegadizo que se trae ella misma, y el atril para apoyar la hoja
del dibujo. Un poco más lejos, cerca de la jaula de las jirafas hay unos
chicos con la maestra, pero se van rápido, no aguantan el frío.
-¿Y ella no tiene frío?
-No, no se acuerda del frío, está como en otro mundo, ensimismada
dibujando a la pantera.
-Si está ensimismada no está en otro mundo. Ésa es una contradicción.
6
-Sí, es cierto, ella está ensimismada, metida en el mundo que tiene
adentro de ella misma, y que apenas si lo está empezando a descubrir.
Las piernas las tiene entrelazadas, los zapatos son negros, de taco alto y
grueso, sin puntera, se asoman las uñas pintadas de oscuro. Las medias
son brillosas, ese tipo de malla cristal de seda, no se sabe si es rosada la
carne o la media.
-Perdón pero acordate de lo que te dije, no hagas descripciones eróticas.
Sabés que no conviene.
-Como quieras. Bueno, sigo. Las manos de ella están enguantadas,
pero para llevar adelante el dibujo se saca el guante derecho. Las uñas
son largas, el esmalte casi negro, y los dedos blancos, hasta que el frío
empieza a amoratárselos. Deja un momento el trabajo, mete la mano
debajo del tapado para calentársela. El tapado es grueso, de felpa negra,
las hombreras bien grandes, pero una felpa espesa como la pelambre de
un gato persa, no, mucho más espesa. ¿Y quién está detrás de ella?,
alguien trata de encender un cigarrillo, el viento apaga la llama del fósforo.
-¿Quién es?
-Esperá. Ella oye el chasquido del fósforo y se sobresalta, se da vuelta.
Es un tipo de buena pinta, no un galán lindo, pero de facha simpática,
con sombrero de ala baja y un sobretodo bolsudo, pantalones muy
anchos. Se toca el ala del sombrero como saludo y se disculpa, le dice
que el dibujo es bárbaro. Ella ve que es buen tipo, la cara lo vende, es un
tipo muy comprensivo, tranquilo. Ella se retoca un poco el peinado con
la mano, medio deshecho por el viento. Es un flequillo de rulos, y el pelo
hasta los hombros que es lo que se usaba, también con rulos chicos en
las puntas, como de permanente casi.
-Yo me la imagino morocha, no muy alta, redondita, y que se mueve
como una gata. Lo más rico que hay.
-¿No era que no te querías alborotar?
-Seguí.
-Ella contesta que no se asustó. Pero en eso, al retocarse el pelo suelta
la hoja y el viento se la lleva. El muchacho corre y la alcanza, se la
devuelve a la chica y le pide disculpas. Ella le dice que no es nada y él se
da cuenta que es extranjera por el acento. La chica le cuenta que es una
refugiada, estudió bellas artes en Budapest, al estallar la guerra se
embarcó para Nueva York. Él le pregunta si extraña su ciudad. A ella es
como si le pasara una nube por los ojos, toda la expresión de la cara se
le oscurece, y dice que no es de una ciudad, ella viene de las montañas,
por ahí por Transilvania.
-De donde es Drácula.
-Sí, esas montañas tienen bosques oscuros, donde viven las fieras que
en invierno se enloquecen de hambre y tienen que pajar a las aldeas, a
El beso de la mujer araña
7
matar. Y la gente se muere de miedo, y les pone ovejas y otros animales
muertos en las puertas y hacen promesas, para salvarse. A todo esto el
muchacho quiere volver a verla y ella le dice que a la tarde siguiente va
a estar dibujando ahí otra vez, como toda esa última temporada cuando
ha habido días de sol. Entonces él, que es un arquitecto, está a la tarde
siguiente en su estudio con sus arquitectos compañeros y una chica
colega también, y cuando suenen las tres y ya queda poco tiempo de luz
quiere largar las reglas y compases para cruzarse al zoológico que está
casi enfrente, ahí en el Central Park. La colega le pregunta adónde va, y
por qué está tan contento. Él la trata como amiga pero se nota que en el
fondo ella está enamorada de él, aunque lo disimula.
-¿Es un loro?
-No, de pelo castaño, cara simpática, nada del otro mundo pero agradable.
Él sale sin darle el gusto de decirle adónde va. Ella queda triste pero
no deja que nadie se dé cuenta y se enfrasca en el trabajo para no
deprimirse más. Ya en el zoológico no ha empezado todavía a hacerse de
noche, ha sido mi día con luz de invierno muy rara, todo parece que se
destaca con más nitidez que nunca, las rejas son negras, las paredes de
las jaulas de mosaico blanco, el pedregullo blanco también, y grises los
árboles deshojados. Y los ojos rojo sangre de las fieras. Pero la
muchacha, que se llamaba Irena, no está. Pasan los días y el muchacho
no la puede olvidar, hasta que un día caminando por una avenida lujosa
algo le llama la atención en la vidriera de una galería de arte. Están
expuestas las obras de alguien que dibuja nada más que panteras. El
muchacho entra, allí está Irena, que es felicitada por otros concurrentes.
Y no sé bien cómo sigue.
-Hacé memoria.
-Esperá un poco... No sé si es ahí que la saluda una que la asusta...
Bueno, entonces el muchacho también la felicita y la nota distinta a
Irena, como feliz, no tiene esa sombra en la mirada, como la primera vez.
Y la invita a un restaurant y ella deja a todos los críticos ahí, y se van.
Ella parece que pudiera caminar por la calle por primera vez, como si
hubiese estado presa y ahora libre puede agarrar para cualquier parte.
-Pero él la lleva a un restaurant, dijiste vos, no para cualquier parte.
-Ay, no me exijas tanta precisión. Bueno, cuando él se para frente a un
restaurant húngaro o rumano, algo así, ella se vuelve a sentir rara. Él
creía darle un gusto llevándola ahí a un lugar de compatriotas de ella,
pero le sale el tiro por la culata. Y se da cuenta que a ella algo le pasa, y
se lo pregunta. Ella miente y dice que le trae recuerdos de la guerra, que
todavía está en pleno fragor en esos momentos. Entonces él le dice que
van a otra parte a almorzar. Pero ella se da cuenta que él, pobre, no tiene
mucho tiempo, está en su hora libre de almuerzo y después tiene que
volver al estudio. Entonces ella se sobrepone y entra al restaurant, y todo
Manuel Puig
8
perfecto, porque el ambiente es muy tranquilo y comen bien, y ella otra
vez está encantada de la vida.
-¿Y él?
-Él está contento, porque ve que ella se sobrepuso a un’ complejo para
darle el gusto a él, que él justamente al principio lo había planeado, de
ir ahí, para darle un gusto a ella. Esas cosas de cuando dos se conocen
y las cosas empiezan a funcionar bien. Y él está tan embalado que decide
no volver al trabajo esa tarde. Le cuenta que pasó por la galería de casualidad,
lo que él estaba buscando era otro negocio, para comprar un
regalo.
-Para la colega arquitecta.
-¿Cómo sabés?
-Nada, lo acerté no más.
-Vos viste la película.
-No, te lo aseguro. Seguí.
-Y la chica, la Irena, le dice que entonces pueden ir a ese negocio. Él
enseguida lo que piensa es si le alcanzará la plata para comprar dos
regalos iguales, uno para el cumpleaños de la colega y otro para Irena,
así termina de conquistársela. Por la calle Irena le dice que esa tarde,
cosa rara, no le da lástima notar que ya está anocheciendo, apenas a las
tres de la tarde. Él le pregunta por qué le da tristeza que anochezca, si
es porque le tiene miedo a la oscuridad. Ella lo piensa y le contesta que
sí. Y él se para frente al negocio donde van, ella mira la vidriera con
desconfianza, se trata de una pajarería, lindísima, en las jaulas que se
pueden ver desde afuera hay pájaros de todo tipo, volando alegres de un
trapecio a otro, o hamacándose, o picoteando hojitas de lechuga, o
alpiste, o tomando a sorbos el agüita fresca, recién cambiada.
-Perdoná... ¿hay agua en la garrafa?
-Sí, la llené yo cuando me abrieron para ir al baño.
Ah, está bien entonces.
-¿Querés un poco?, está linda, fresquita.
-No, así mañana no hay problema con el mate. Seguí.
-Pero no exageres. Nos alcanza para todo el día.
-Pero vos no me acostumbres mal. Yo me olvidé de traer cuando nos
abrieron la puerta para la ducha, si no era por vos que te acordaste
después estábamos sin agua.
-Hay de sobra, te digo... Pero al entrar los dos a la pajarería es como si
hubiese entrado quién sabe quién, el diablo. Los pájaros se enloquecen
y vuelan ciegos de miedo contra las rejitas de las jaulas, y se machucan
las alas. El dueño no sabe qué hacer. Los pajaritos chillan de terror, son
como chillidos de buitres, no como cantos de pájaros. Ella le agarra la
mano al muchacho y lo saca afuera. Los pájaros enseguida se calman.
Ella le pide que la deje irse. Hacen cita y se separan hasta la noche sigu-
El beso de la mujer araña
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iente. Él vuelve a entrar a la pajarería, los pájaros siguen cantando tranquilos,
compra un pajarito para la del cumpleaños. Y después... bueno,
no me acuerdo muy bien como sigue, tengo sueño.
-Seguí un poco más.
-Es que con el sueño se me olvida la película, ¿qué te parece si la
seguimos mañana?
-Si no te acordás, mejor la seguimos mañana.
-Con el mate te la sigo.
-No, mejor a la noche, durante el día no quiero pensar en esas
macanas. Hay cosas más importantes en que pensar.
-...
-Si yo no estoy leyendo y me quedo callado es porque estoy pensando.
Pero no me vayas a interpretar mal.
-No, está bien. No te voy a distraer la atención, perdé cuidado.
-Veo que me entendés, te lo agradezco. Hasta mañana.
-Hasta mañana. Que sueñes con Irena.
A mí me gusta más la colega arquitecta.
-Yo ya lo sabía. Chau.
-Hasta mañana.
-Habíamos quedado en. que él. entró a .la pajarería y los pájaros no se
asustaron de él. Que era de ella que tenían miedo.
-Yo no te dije eso, sos vos que lo pensaste.
-¿Qué pasa entonces?
-Bueno, ellos se siguen viendo y se enamoran. A él ella lo atrae bárbaramente,
porque es tan rara, por un lado ella lo mima con muchas
ganas, y lo mira, lo acaricia, se le acurruca en los brazos, pero cuando él
la quiere abrazar fuerte y besarla ella se le escurre y apenas si le deja
rozarle los labios con los labios de él. Le pide que no la bese, que la deje
a ella besarlo a él, besos muy tiernos, pero como de una nena, con los
labios carnosos, suavecitos, pero cerrados.
-Antes en las películas nunca había sexo.
-Esperá, y vas a ver. La cuestión es que una noche él la lleva de nuevo
al restaurant aquel, que es no de lujo pero muy pintoresco, con manteles
a cuadros y todo de madera, o no, de piedra, no, sí, ahora sé, adentro
parece como estar en una cabaña, y con lámparas a gas y en las
mesas simples velas. Y él levanta el vaso de vino, un vaso de estilo rústico,
y brinda porque esa noche un hombre muy enamorado se va a comprometer
en matrimonio, si su elegida lo acepta. A ella se le llenan los
ojos de lágrimas, pero de felicidad. Chocan los vasos y toman sin decir
más nada, se agarran las manos. De golpe ella se le retira: ha visto que
alguien se acerca a la mesa. Es una mujer hermosa, al primer vistazo,
Manuel Puig
10
pero enseguida después se le nota algo rarísimo en la cara, algo que da
miedo y no se sabe qué es. Porque es una cara de mujer pero también
una cara de gato. Los ojos para arriba, y raros, no sé como decirte, el
blanco del ojo no lo tiene, el ojo es todo color verde, con la pupila negra
en el centro y nada más. Y el cutis muy pálido, como con mucho polvo.
-Pero me decías que era linda.
-Sí, es hermosa. Y por la ropa rara se nota que es europea, un peinado
de banana todo alrededor de la cabeza.
-¿Qué es banana?
-Como un..., ¿cómo te puedo explicar?, un rodete así como un tubo
alrededor de la cabeza, que alza la frente y sigue todo para atrás.
-No importa, seguí.
-Pero es que a lo mejor me equivoco, me parece que tiene como una
trenza alrededor de la cabeza, que es más de esa región. Y un traje largo
hasta los pies, una capa corta de zorros sobre los hombros. Y llega a la
mesa y la mira a Irena como con odio, o no, una forma de mirar como de
quien hipnotiza, pero un mirar mal intencionado de todas formas. Y le
habla en un idioma rarísimo, parada al lado de la mesa. Él, como le corresponde
a un caballero, se levanta, al acercarse una dama, pero la felina
ésta ni lo mira y le dice una segunda frase a Irena. Irena le contesta
en el mismo idioma, muy asustada. Él no entiende ni una palabra de lo
que se dicen. La mujer entonces, para que entienda también él, le dice a
Irena: «Te reconocí enseguida, tú sabes por qué. Hasta pronto...» Y se va,
sin haber siquiera mirado al muchacho. Irena está como petrificada, los
ojos los tiene llenos de lágrimas, pero turbios, parecen lágrimas de agua
sucia de un charco. Se levanta sin decir ni una palabra y se envuelve la
cabeza con un velo largo, blanco, él deja un billete en la mesa, y sale con
ella tomándola del brazo. No se dicen nada, él ve que ella mira con miedo
para Central Park, nieva despacito, la nieve amortigua todos los ruidos y
sonidos, los autos pasan por la calle como deslizándose, bien silenciosos,
el farol de la calle ilumina los copos blanquísimos que caen, muy lejos
parece que se oyen rugidos de fieras. Y no sería difícil que fuera cierto,
porque a poca distancia de ahí es donde está el zoológico de la ciudad,
en el mismo parque. Ella no sigue, le pide que la abrace. Él la estrecha
en sus brazos. Ella tiembla, de frío o de miedo, aunque los rugidos parecen
haberse aplacado. Ella dice, apenas en su susurro, que tiene miedo
de ir a su casa y pasar la noche sola. Pasa un taxi, él le hace señas de
parar, suben los dos sin decir una palabra. Van al departamento de él,
en todo el trayecto no hablan. Llegan al edificio, es una de esas casas de
departamentos antiguas muy cuidada, con alfombras, de techo de vigas
muy alto, una escalera de madera oscura toda tallada y ahí a la entrada
al pie de la escalera una planta grande de palmera aclimatada en una
maceta regia. Ponele que con dibujos chinos. La planta que se refleja en
El beso de la mujer araña
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un espejo alto de marco también muy trabajado, como los tallados de la
escalera. Ella se mira al espejo, se estudia la cara, como buscando algo
en sus facciones, no hay ascensor, en el primer piso vive él. Los pasos en
la alfombra no se oyen casi, como en la nieve. Es un departamento
grande, con todas cosas fin de siglo, muy sobrio, era el departamento de
la madre del muchacho.
-¿Él qué hace?
-Nada, sabe que ella tiene algo adentro, que la está atormentando. Le
ofrece bebidas, café, lo que quiera. Ella no toma nada, le pide que se
siente, tiene algo que decirle. Él enciende la pipa y la mira con esa bondad
que se le nota en todo momento. Ella no se anima a mirarlo en los
ojos, coloca la cabeza sobre las rodillas de él. Entonces empieza a contar
que había una leyenda terrible en su aldea de la montaña, que siempre
la ha aterrorizado, desde chica. Y eso yo no me acuerdo bien cómo era,
algo de la Edad Media, que una vez esas aldeas quedaron aisladas por la
nieve meses y meses, y se morían de hambre, y que todos los hombres
se habían ido a la guerra, algo así, y las fieras del bosque llegaban hambrientas
hasta las casas, no me acuerdo bien, y el diablo se apareció y
pidió que saliera una mujer si querían que él les trajese comida, y salió
una mujer, la más valiente, y el diablo tenía al lado una pantera hambrienta
enfurecida, y esa mujer hizo un pacto con el diablo, para no
morir, y no sé qué pasó y la mujer tuvo una hija con cara de gata. Y
cuando volvieron los cruzados de la Guerra Santa, el soldado que estaba
casado con esa mujer entró a la casa y cuando la fue a besar ella lo
despedazó vivo, como una pantera lo hubiese hecho.
-No entiendo bien, es muy confuso como lo contás.
-Es que la memoria me falla. Pero no importa. Lo que cuenta Irena que
sí me acuerdo bien es que siguieron naciendo en la montaña mujeres
pantera. De todos modos ya ese soldado había muerto pero otro cruzado
se dio cuenta que era la mujer la que lo había matado y la empezó a
seguir y por la nieve ella se escapó y primero eran pisadas de mujer las
huellas que quedaban y al acercarse al bosque eran de pantera, y el
cruzado la siguió y se metió al bosque que era de noche, hasta que vio
en la oscuridad los ojos verdes brillantes de alguien que lo esperaba
agazapado, y él hizo con la espada y el puñal una cruz y la pantera se
quedó quieta y se transformó de nuevo en mujer, ahí echada medio
dormida, como hipnotizada, y el cruzado retrocedió porque oyó otros
rugidos que se acercaban y eran las fieras que la olieron a la mujer y se
la comieron. El cruzado llegó casi desfalleciente a la aldea y lo contó. Y
la leyenda es que la raza de las mujeres pantera no se acabó y están
escondidas en algún lugar del mundo, y parecen mujeres normales, pero
si un hombre las besa se pueden transformar en una bestia salvaje.
-¿Y ella es una mujer pantera?
Manuel Puig
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-Ella lo único que sabe es que esos cuentos la asustaron mucho cuando
era chica, y ha vivido siempre con la pesadilla de ser una descendiente
de aquellas mujeres.
-¿Y la del restaurant qué le había dicho?
-Eso es lo que le pregunta el muchacho. Y entonces Irena se echa en
los brazos de él llorando y le dice que esa mujer la saludó simplemente.
Pero después no, se arma de valor y cuenta que en el dialecto de su aldea
le dijo que recordara quién era, que de sólo verle la cara se había dado
cuenta que eran hermanas. Y que se cuidara de los hombres. Él se echa
a reír. «No te das cuenta», le dice, «ella vio que eras de esa zona, porque
todos los compatriotas se reconocen, si yo veo un norteamericano en la
China también me acerco y lo saludo. Y porque era mujer, y un poco chapada
a la antigua, te dijo que te cuidaras, ¿no te das cuenta?» Eso lo dice
él, y ella se tranquiliza bastante. Y tan tranquila se siente que se empieza
a dormir en los brazos de él, y él la recuesta ahí en el sofá, le coloca un
almohadón debajo de la cabeza, y le trae una frazada de su cama. Ella
se duerme. Entonces él se va a su pieza y la escena termina que él está
en piyama y una robe de chambre buena pero no de lujo, lisa, y, la mira
desde la puerta como duerme y enciende la pipa y se queda pensativo.
La chimenea está encendida, no, no me acuerdo, la luz debe venir del
velador de la mesa de luz de él. Cuando la chimenea ya se está apagando
Irena se despierta, queda apenas una brasa. Está ya aclarando.
-Se despierta de frío, como nosotros.
-No, otra cosa la despierta, sabía que ibas a decir eso. La despierta un
canario que canta en la jaula. Irena primero siente miedo de acercarse,
pero oye que el pajarito está contento y ella se anima a acercársele. Lo
mira, y suspira hondo, aliviada., contenta porque el pajarito no se asusta
de ella. Va a la cocina y prepara tostadas, con mantequilla como dicen
ellos, y cereales y...
-No hables de comidas.
-Y panqueques...
-De veras, te lo pido en serio. Ni de comidas ni de mujeres desnudas.
-Bueno, y lo despierta y él está feliz al ver que ella está tan a gusto en
la casa y le pregunta si se quiere quedar a vivir para siempre ahí.
-¿Él está acostado todavía?
-Sí, ella le llevó el desayuno a la cama.
A mí nunca me gustó desayunarme recién levantado, primero más que
nada me gusta lavarme los dientes. Seguí por favor.
-Bueno, él la quiere besar. Y ella no se le deja acercar.
-Y tendrá mal aliento, que no se lavó los dientes.
-Si te vas a burlar no tiene gracia que te cuente más.
-No, por favor, te escucho.
-Él le repite si se quiere casar. Ella le contesta que lo quiere con toda
El beso de la mujer araña
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el alma, y que no quiere irse más de esa casa, se siente tan bien ahí, y
mira y las cortinas son de terciopelo oscuro para atajar la luz y para
hacer entrar la luz ella va y las corre y detrás hay otro cortinado de encaje.
Se ve entonces toda la decoración de fin de siglo. Ella pregunta quién
eligió esas cosas tan lindas y me parece que él le cuenta que está ahí presente
la madre, en todos esos adornos, que la madre era muy buena y la
hubiese querido a Irena, como a una hija. Irena se le acerca y le da un
beso casi de adoración, como se besa a un santo, ano?, en la frente. Y le
pide que nunca la deje, que ella quiere estar con él para siempre, que lo
único que quiere es poder despertarse cada día para volver a verlo, siempre
al lado de ella..., pero que para ser su esposa de verdad le pide que
le dé un poco de tiempo, hasta que se le pasen todos los miedos...
-Vos te das cuenta de lo que le pasa, ¿no?
-Que tiene miedo de volverse pantera.
-Bueno, yo creo que ella es frígida, .que tiene miedo al hombre, o tiene
una idea del sexo muy violenta, y por eso inventa cosas.
-Esperare. Él acepta, y se casan. Y cuando llega la noche de bodas; ella
duerme en la cama y él en el sofá.
-Mirando los adornos de la madre.
-Si te vas a reír no sigo, yo te la estoy contando en serio, porque a mí
me gusta. Y además hay otra cosa que no te puedo decir, que hace que
esta película me guste realmente mucho.
-Decime lo que sea, ¿qué es?
-No, yo te iba a sacar el tema pero ahora veo que te reís, y a mí me da
rabia, la verdad sea dicha.
-No, me gusta la película, pero es que vos te divertís contándola y por
ahí también yo quiero intervenir un poco, ¿te das cuenta? No soy un tipo
que sepa escuchar demasiado, ¿sabés, no?, y de golpe me tengo que
estarte escuchando callado horas.
Yo creí que te servía para entretenerte, y agarrar el sueño.
-Sí, perfecto, es la verdad, las dos cosas, me entretengo y agarro el
sueño.
-¿Entonces?
-Pero, si no te parece mal, me gustaría que fuéramos comentando un
poco la cosa, a medida que vos avanzás, así yo puedo descargarme un
poco con algo. Es justo, ¿no te parece?
-Si es para burlarte de una película que a mí me gustó, entonces no.
-No, mirá, podría ser que comentemos simplemente. Por ejemplo: a mí
me gustaría preguntarte cómo te la imaginás a la madre del tipo.
-Si es que no te vas a reír más.
-Te lo prometo.
-A ver... no sé, una mujer muy buena. Un encanto de persona, que ha
hecho muy feliz a su marido y a sus hijos, muy bien arreglada siempre.
Manuel Puig
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-¿Te la imaginás fregando la casa?
-No, la veo impecable, con un vestido de cuello alto, la puntilla le disimula
las arrugas del cuello. Tiene esa cosa tan linda de algunas mujeres
grandes, que es ese poquito de coquetería, dentro de la seriedad, por la
edad, pero que se les nota que siguen siendo mujeres y quieren gustar.
-Sí, está siempre impecable. Perfecto. Tiene sirvientes, explota a gente
que no tiene más remedio que servirla, por unas monedas. Y claro, fue
muy feliz con su marido, que la explotó a su vez a ella, le hizo hacer todo
lo que él quiso, que estuviera encerrada en su casa como una esclava,
para esperarlo...
-Oíme...
-... para esperarlo todas las noches a él, de vuelta de su estudio de abogado,
o de su consultorio de médico. Y ella estuvo perfectamente de
acuerdo con ese sistema, y no se rebeló, y le inculcó al hijo toda esa
basura y el hijo ahora se topa con la mujer pantera. Que se la aguante.
-Pero ¿no te gustaría, la verdad, tener una madre así?, cariñosa, cuidada
siempre en su persona... Vamos, no macanees...
-No, y te voy a explicar por qué, si no entendiste.
-Mirá, tengo sueño, y me da rabia que te salgas con eso porque hasta
que saliste con eso yo me sentía fenómeno, me había olvidado de esta
mugre de celda, de todo, contándote la película.
-Yo también me había olvidado de todo.
-¿Y entonces?, ¿por qué cortarme la ilusión, a mí, y a vos también?,
¿qué hazaña es ésa?
-Veo que tengo que hacerte un planteo más claro, porque por señas no
entendés.
Aquí en la oscuridad me hacés señas, me parece perfecto.
-Te voy a explicar.
-Sí, pero mañana, porque ahora me vino toda la mufa encima, mañana
la seguís... Por qué no me habrá tocado de compañero el novio de la
mujer pantera, en vez de vos.
-Ah, ésa es otra historia, y no me interesa.
-¿Tenés miedo de hablar de esas cosas?
-No, miedo no. Es que no me interesa. Yo ya sé todo de vos, aunque no
me hayas contado nada.
-Bueno, te conté que estoy acá por corrupción de menores, con eso te
dije todo, no la vayas de psicólogo ahora.
-Vamos, confesá que te gusta porque fuma en pipa.
-No, porque es un tipo pacífico, y comprensivo.
-La madre lo castró, eso es todo.
-Me gusta y basta. Y a vos te gusta la colega arquitecta, ¿qué tiene de
guerrillera ésa?
-Me gusta, bueno, más que la pantera.
El beso de la mujer araña
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-Chau, mañana me explicás por qué. Dejame dormir.
-Chau.
-Estábamos en que se va a casar con el de. la pipa. Te. escucho.
-¿Por qué ese tonito burlón?
-Nada, contame, dale Molina.
-No, hablame del de la pipa vos, ya que lo conocés mejor que yo, que
vi la película.
-No te conviene el de la pipa.
-¿Por qué?
-Porque vos lo querés con fines no del todo castos, ¿eh?, confesá.
-Claro.
-Bueno, a él le gusta Irena porque ella es frígida y no la tiene que
atacar, por eso la protege y la lleva a la casa donde está la madre presente;
aunque esté muerta está presente, en todos los muebles, y cortinas
y porquerías, ¿no lo dijiste vos mismo?
-Seguí.
-Él si ha dejado todo lo de la madre en la casa intacto es porque quiere
ser siempre un chico, en la casa de la madre, y lo que trae a la casa no
es una mujer, sino una nena para jugara
-Pero eso es todo de tu cosecha. Yo qué sé si la casa era de la madre,
yo te dije eso porque me gustó mucho ese departamento y como era de
decoración antigua dije que podía ser de la madre, pero nada más. A lo
mejor él lo alquila amueblado.
-Entonces me estás inventando la mitad de la película.
-No, yo no invento, te lo juro, pero hay cosas que para redondeártelas,
que las veas como las estoy viendo yo, bueno, de algún modo te las tengo
que explicar: La casa, por ejemplo.
-Confesá que es la casa en que te gustaría vivir a vos.
-Sí, claro. Y ahora te tengo que aguantar que me digas lo que dicen
todos.
-A ver... ¿qué te voy a decir?
-Todos igual, me viene con lo mismo, ¡siempre!
-¿Qué?
-Que de chico me mimaron demasiado, y por eso soy así, que me quedé
pegado a las polleras de mi mamá y soy así, pero que siempre se puede
uno enderezar, y que lo que me conviene es una mujer, porque. la mujer
es lo mejor que hay.
-¿Te dicen eso?
-Sí, y eso les contesto... ¡regio!, ¡de acuerdo!, ya que las mujeres son lo
mejor que hay... yo quiero ser mujer. Así que ahorrame de escuchar consejos,
porque yo sé lo que me pasa y lo tengo todo clarísimo en la cabeza.
Manuel Puig
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-Yo no lo veo tan claro, por lo menos como lo acabás de definir vos.
-Bueno, no necesito que vengas a aclararme nada, y si querés te sigo
la película, y si no querés, paciencia, me la cuento yo a mí mismo en voz
baja, y saluti tanti, arrivederci, Sparafucile.
-¿Quién es Sparafucile?
-No sabés nada de ópera, es el traidor de Rigoletto.
-Contame la película y chau, que ahora quiero saber cómo sigue.
-¿En qué estábamos?
-En la noche de bodas. Que él no la toca.
-Así es, él duerme en el sofá de la sala, ah, y lo que no te dije es que
han arreglado, se han puesto de acuerdo, en que ella vaya a un psicoanalista.
Y ella empieza a ir, y va la primera vez y se encuentra con que
el tipo es un tipo buen mocísimo, un churro bárbaro.
-¿Qué es para vos un tipo buen mocísimo?, me gustaría saber.
-Bueno, es un morocho alto, de bigotes, muy distinguido, frente
amplia, pero con un bigotito medio de hijo de puta, no sé si me explico,
un bigote de cancherito, que lo vende. Bueno, ya que estamos, no es mi
tipo el que hace de psicoanalista.
-¿Qué actor es?
-No me acuerdo, es un papel de reparto. Es buen mozo pero muy flaco
para mi gusto, si te interesa saber, esos tipos que quedan bien con un
traje cruzado, o si es traje derecho tienen que llevar chaleco. Es un tipo
que gusta a las mujeres. Pero a este tal por cual algo se le nota, no sé,
de que está muy seguro de gustar a las mujeres, que ni bien aparece...
choca, y también le choca a Irena, ella ahí en el diván empieza a hablar
de sus problemas pero no se siente cómoda, no se siente al lado de un
médico, sino al lado de un tipo, y se asusta.
-Es notable la película.
-¿Notable de qué?, ¿de ridícula?
-No, de coherente, está bárbara, seguí. No seas tan desconfiado.
-Ella le empieza a hablar de su miedo de no ser una buena esposa y
quedan en que la vez siguiente le va a contar de sus sueños, o pesadillas,
y de que en un sueño se convirtió en pantera. Y todo tranquilo, se
despiden, pero la vez siguiente que le toca sesión ella no va, le miente al
marido, y en vez de ir al médico se va al zoológico, a mirar a la pantera.
Y ahí se queda como fascinada, ella está con ese tapado de felpa negra
pero con reflejos como tornasolados, y la piel de la pantera también es
negra tornasolada. La pantera se pasea en la jaula enorme, sin sacarle
la vista de encima a la chica. Y en eso aparece el cuidador, y abre la puerta
de la jaula que está a un costado. Pero la abre apenas un segundo, le
echa la carne y vuelve a cerrar, pero distraído con el gancho de que traía
colgada la carne, se deja olvidada la llave en la cerradura de la jaula.
Irena ve todo, se queda callada, el cuidador agarra una escoba y se pone
El beso de la mujer araña
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a barrer los papeles y puchos de cigarrillos que hay desparramados por
ahí cerca de las jaulas. Irena se acerca un poco, disimuladamente, a la
cerradura. Saca la llave y la mira, una llave grande, oxidada, se queda
pensando, pasan unos segundos.
-¿Qué va a hacer?
-Pero va adonde está el cuidador y se la entrega. El viejo, un tipo tranquilo
de buen humor, se lo agradece. Irena vuelve a la casa, espera que
llegue el marido, es ya la hora en que tiene que volver de la oficina. Y a
todo esto se me olvidó decirte que a la mañana ella con todo cariño siempre
le pone alpiste al canario, y le cambia el agua, y el canario canta. Y
llega por fin el marido y ella lo abraza y casi lo besa, tiene un gran deseo
de besarlo, en la boca, y él se alborota, y piensa que tal vez el tratamiento
psicoanalítico le está haciendo bien a ella, y se acerca el momento de
ser realmente marido y mujer. Pero comete el error de preguntarle cómo
le fue esa tarde en la sesión. Ella, que no fue, se siente pésima, culpable,
y ya se le escurre de los brazos y le miente, que sí fue y todo anduvo bien.
Pero se le escurre y ya no hay nada que hacer. Él se tiene que aguantar
las ganas. Y al otro día está en el trabajo con los otros arquitectos, y la
colega que siempre lo está estudiando, porque lo sigue queriendo, lo nota
preocupado y le dice de ir a tomar una copa a la salida, para levantar el
espíritu, y él no, dice que tiene mucho que hacer, que se va a quedar
después de hora y entonces ella que siempre lo ha querido le dice que se
puede quedar también ella a ayudarlo.
-Le tengo simpatía a la mina ésa. Qué cosas raras hay, vos no me has
dicho nada de ella pero me cayó simpática. Cosas raras de la imaginación.
-Ella se queda ahí con él, pero no es que sea una cualquiera, ella
después que él se casó ya se resignó, pero ahora lo quiere ayudar como
amiga. Y ahí están trabajando después de la hora. El salón es grande,
hay varias mesas de trabajo, de diseño, cada arquitecto tiene una, pero
ahora ya se han ido y está todo sumido en la oscuridad, salvo la mesa
del muchacho, que tiene un vidrio y de abajo del vidrio viene la luz,
entonces las caras están iluminadas de abajo, y los cuerpos echan una
sombra medio siniestra contra las paredes, sombras de gigantes, y la
regla de dibujo parece una espada cuando él o la colega la agarran para
trazar una línea. Pero trabajan callados. Ella lo relojea de tanto en tanto,
y aunque se muere por saber qué es lo que lo preocupa, no le pregunta
nada.
-Está muy bien. Es respetuosa, discreta, será eso que me gusta.
-Mientras tanto, Irena espera y espera y por fin se decide y llama a la
oficina. Atiende la otra y le pasa al muchacho. Irena está celosa, trata de
disimular, él le dice que la llamó temprano para avisarle pero que ella no
estaba. Claro, ella se había ido de nuevo al zoológico. Entonces como él
Manuel Puig
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la agarra en falta ella tiene que quedarse callada, no puede protestar. Y
él empieza a llegar tarde seguido, porque algo le hace retrasar la llegada
a la casa.
-Está todo tan lógico, es fenómeno.
-Entonces en qué quedamos... ves que él es bien normal, quiere
acostarse con ella.
-No, escuchá. Antes él volvía con gusto a la casa porque sabía que ella
no se iba a acostar, pero ahora con el tratamiento hay posibilidad, y eso
lo inquieta. Mientras que si ella era como una nena, como al principio,
no iban más que a jugar, como chicos. Y por ahí a lo mejor jugando
empezaban a hacer algo sexualmente.
-Jugando como chicos, ¡ay, qué desabrido!
-A mí eso no me suena mal, ves, de parte de tu arquitecto. Perdoname
que me contradiga.
-¿Qué no te suena mal?
-Que empezaran como jugando, sin tantos bombos y platillos.
-Bueno, vuelvo a la película. Pero una cosa, ¿por qué entonces él ahora
se queda a gusto con la colega?
-Y, porque se supone que siendo casado no puede pasar nada, la colega
ya no es una posibilidad sexual, porque aparentemente él ya está
copado por la esposa.
-Es todo imaginación tuya.
-Si vos también ponés de tu cosecha, ¿por qué no yo?
-Sigo. Irena una noche está con la cena preparada, y él no llega. La
mesa está puesta, con luz de velas. Ella no sabe una cosa, que él, como
es el aniversario del día en que se casaron, ha ido a buscarla esa tarde
temprano a la salida del psicoanalista, y claro, no la encuentra porque
ella no va nunca. Y él ahí se entera que ella no va desde hace tiempo y
telefonea a Irena, que no está en la casa, por supuesto como todas las
tardes ha salido, atraída irresistiblemente en dirección al zoológico. Él
entonces se ha vuelto desesperado a la oficina, necesita contarle todo a
la compañera. Y se van a un bar cerca a tomar una copa, pero lo que
quieren no es tomar, sino hablar en privado y fuera del estudio. Irena
cuando ve que se hace tan tarde empieza a pasearse por el cuarto como
una fiera enjaulada, y llama a la oficina. No contesta nadie. Trata de
hacer algo para entretenerse, está nerviosísima, se acerca a la jaula del
canario y nota que el canario aletea desesperado al sentirla acercarse, y
vuela como ciego de un lado a otro de la jaulita, machucándose las alas.
Ella no resiste un impulso y abre la jaula y mete la mano. El pájaro cae
muerto, como fulminado, al sentir la mano acercarse. Irena se desespera,
todas sus alucinaciones vuelven, sale corriendo, va en busca de su marido,
solamente a él le puede pedir ayuda, él la va a comprender. Pero al
ir hacia la oficina pasa inevitablemente por el bar y los ve. Queda
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inmóvil, no puede dar un paso más, la rabia la hace temblar, los celos.
La pareja se levanta para salir, Irena se esconde detrás de un árbol. Los
ve que se saludan y se separan.
-¿Cómo se saludan?
-Él la besa en la mejilla. Ella tiene un sombrero de ala requintada.
Irena no tiene sombrero, el pelo enrulado le brilla bajo los faroles de la
calle desierta, porque la está siguiendo a la otra. La otra toma un camino
directo a su casa, que es atravesando el parque, el Central Park, que está
ahí frente a las oficinas, es una calle que a veces es como túnel, porque
el parque tiene como lomas, y este camino es recto, y está a veces excavado
en las lomas, es como una calle, con tráfico pero no mucho, como un
atajo, y un ómnibus que la atraviesa. Y a veces la colega toma el ómnibus
para no caminar tanto, y otras veces va caminando, porque el ómnibus
pasa de tanto en tanto. Y la colega decide caminar esta vez, para un poco
ventilarse las ideas, porque le explota la cabeza después de hablar con el
muchacho, él le ha contado todo, de Irena que no se acuesta con él, de
las pesadillas que tiene con las mujeres panteras. Y esta tipa que está
enamorada del muchacho, de veras se siente de lo más confundida,
porque ya se había resignado a perderlo, y ahora no, está otra vez con
esperanza. Y por un lado está contenta, ya que no todo se perdió, y por
el otro lado tiene miedo de ilusionarse de nuevo y después sufrir, de
quedarse con las manos vacías todas las veces. Y va pensando en todo
eso, caminando rapidito porque hace frío. No hay nadie por ahí, a los
lados del camino está el parque oscuro, no hay viento, no se mueve una
hoja, lo único que se siente es pasos detrás de la colega, taconeo de zapatos
de mujer. La colega se da vuelta y ve una silueta, pero a cierta distancia,
y con la poca luz, no distingue quién es. Pero por ahí el taconeo
cada vez se oye más rápido. La colega se empieza a alarmar, porque vos
vistes como es, cuando has estado hablando de cosas de miedo, como
fantasmas o crímenes, uno está más impresionable, y se sugestiona por
cualquier cosa, y esta mujer se acuerda de las mujeres panteras y todo
eso y se empieza a asustar y apura el paso, pero está justo por la mitad
del camino, como a cuatro cuadras del final, donde empiezan las casas
porque termina el parque. Así que si se pone a correr casi que es peor.
-¿Te puedo interrumpir, Molina?
-Sí, pero ya falta poco, por esta noche quiero decir.
-Una cuestión sola, que me intriga un poco.
-¿Qué?
-¿No te vas a enojar?
-Depende.
-Es interesante saberlo. Y después vos si querés me lo preguntás a mí.
-Dale.
-¿Con quién te identificás?, ¿con Irena o la arquitecta?
Manuel Puig
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-Con Irena, qué te creés. Es la protagonista, pedazo de pavo. Yo siempre
con la heroína.
-Seguí.
-¿Y vos Valentín, con quién?, estás perdido porque el muchacho te
parece un tarado.
-Reíte. Con el psicoanalista. Pero nada de burlas, yo te respeté tu elección,
sin comentarios. Seguí.
-Después lo comentamos si querés, o mañana.
-Sí, pero seguí un poco más.
-Un poquito no más, me gusta sacarte el dulce en lo mejor, ‘así te gusta
más la película. Al público hay que hacerle así, si no no está contento.
En la radio antes te hacían siempre eso. Y ahora en las telenovelas.
-Dale.
-Bueno, estábamos en que esta mina no sabe si ponerse a correr o no,
cuando por ahí los pasos casi no se oyen más, el taconeo de la otra
quiero decir, porque son pasos distintos, imperceptibles casi, los que
siente ahora la arquitecta, como los pasos de un gato, o algo peor. Y se
da vuelta y no ve a la mujer, ¿como pudo desaparecer de golpe?, pero
cree ver otra sombra, que se escurre, y que también enseguida desaparece.
Y lo que se oye ahora es el ruido de pisadas entre los matorrales
del parque, pisadas de animal, que se acercan.
-¿Y?
-Mañana seguimos. Chau, que duermas bien.
Ya me las vas a pagar.
-Hasta mañana.
-Chau..


sábado, 3 de noviembre de 2012

El "boom", influencia y aire fresco para los autores españoles




sábado, 03/11/12 - 12:10

Pepe Donoso
García Márquez




[ 0 ]
Los autores del "boom" latinoamericano han tenido mucha influencia en los escritores actuales españoles, incluso en los más consagrados, como reconoce Antonio Muñoz Molina, pero sobre todo, supusieron una corriente de aire fresco para España.
TemasAdolfo Bioy Casares Artes (general) Cortazar Círculo de Lectores España Javier Marías Juan Carlos Onetti Lenguaje Literatura Mundo Rosa Montero Rubén Darío
Julio Cortázar
Carlos Fuentes
Redacción Cultura, 3 nov.- Los autores del "boom" latinoamericano han tenido mucha influencia en los escritores actuales españoles, incluso en los más consagrados, como reconoce Antonio Muñoz Molina, pero sobre todo, supusieron una corriente de aire fresco para España.La llegada del "boom" fue "una revolución total para lectores y para escritores. Me acuerdo perfectamente de descubrir 'Cien años de soledad' con quince años, en una edición del Círculo de Lectores, y quedarme entusiasmado y sobrecogido", recuerda Muñoz Molina en declaraciones a Efe."Después vinieron los demás, los más conocidos y los menos, Vargas Llosa y Onetti, y desde luego Borges, Bioy etc. Creo que trajeron, simplemente, una nueva forma de contar, una relación más libre con el idioma. Siempre lo he comparado a la llegada de la influencia de Rubén Darío a principios del siglo XX", asegura el autor de "El jinete polaco".Para Javier Marías "fue una corriente de aire fresco y la demostración de que se podía escribir en español de una forma menos academicista de lo habitual en España".Ello, pese a las excepciones de autores como Juan Benet, cuya "Volverás a Región", de 1967, "tuvo para los escritores que entonces éramos jóvenes tanta importancia como 'Cien años de soledad', aunque de manera distinta, claro", resalta Marías."Creo que los españoles de mi edad nos educamos en la literatura de nuestra lengua a través del 'boom'", opina Rosa Montero.La madrileña recuerda que los escritores contemporáneos españoles se leían muy poco, salvo excepciones y el "boom" le hizo descubrir, con diecisiete o dieciocho años, "que había una literatura

poderosísima escrita en español, una narrativa tan importante como la más importante del mundo"."Me hizo creer en nuestra lengua y sentirme orgullosa de mi cultura", afirma convencida.Aunque no todos los escritores tienen una visión negativa de lo que se hacía en España en aquellos primeros años del "boom".Es el caso de Luis Goytisolo, que considera que "desde un punto de vista de la creación literaria, el momento que atravesaba España nada tenía de mortecino". Solo hay que pensar, añade, "en los nombres de novelistas y poetas que afloraron durante ese periodo".Goytisolo resalta que el "boom", que despertó un indudable interés en toda España. Un fenómeno literario del que salieron nombres destacables de la literatura en español y obras que ocupan por derecho propio un lugar preeminente en la historia de la literatura.Marías, tras pasar una época de amor por "Cien años de soledad", se decanta ahora por "Crónica de una muerte anunciada" o "El amor en los tiempos del cólera", de Gabriel García Márquez y "Tres tristes tigres", de Guillermo Cabrera Infante.Cita también los cuentos de Julio Cortázar -"no así 'Rayuela', que siempre me pareció una tontada sobrevalorada", precisa-; "La ciudad y los perros" y "Conversación en la catedral", de Vargas LLosa, además de Onetti, Rulfo y Lezama Lima, en general.Mientras que Muñoz Molina ha ido pasando de Vargas Llosa, García Márquez y Alejo Carpentier a Borges, Bioy y Onetti, o Manuel Puig, a quien se cita mucho menos."Con el tiempo García Márquez dejó de gustarme, y me pasó lo mismo con el último Carpentier, el de 'La Consagración de la primavera', que era un panfleto terrible", afirma.A Montero le "noquearon" "Conversación en la Catedral" y "Cien años de soledad"."Después me privó Cortazar. Y luego el padre de todos, Borges, que no es estrictamente del 'boom' pero que es el gran antecesor. El tiempo ha ido desluciendo algunos. Siguen siendo enormes Borges, que, como dicen los rioplatenses, cada día escribe mejor, y desde luego Vargas Llosa", recuerda la escritora.En la preferencia por Borges coincide Goytisolo, que también destaca la obra de Juan Rulfo, García Márquez y Vargas Llosa.Muñoz Molina explica que Vargas Llosa influyó mucho en su concepción del oficio de escritor y en la idea de la construcción de la novela.Aunque los que más huella dejaron en él, "con mucha diferencia", fueron Borges y Onetti. "A los dos les debo una parte muy grande de lo que soy como escritor", afirma.En el lado opuesto Goytisolo, que niega tener influencias de los autores del 'boom', y Marías, que se ha fijado más en la literatura extranjera, sobre todo inglesa y francesa."Admiré mucho las obras de esos autores, pero no puedo decir que me influyeran gran cosa en mis propias novelas. Quizá porque resultaban tan originales, cada uno en su estilo, que cualquier posible influjo estaba condenado a convertirse en imitación o remedo. Como así fue, de hecho, con los autores que sí se dejaron influir por ellos", comenta Marías.(Agencia EFE)

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

   NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN   El idioma japonés de la corte Heian, si bien tiene una relación histórica con el japonés moderno, tenía una es...

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