—Todas las religiones nos prometen el paraíso, ¿no?
***
—¿Y no da vértigo pensar
en la eternidad?
—Nuestros
ojos son humanos y la eternidad no está hecha para ojos humanos. Excede la
razón, pero no la contradice. El mismo vértigo podía darnos pensar en las
inmensidades, en el infinito del cosmos, en los agujeros negros, en los cientos
de millones de galaxias… Levantar los ojos y ver eso también da vértigo.
***
—¿Cambia la visión de la
muerte con el paso de los años, Gala?
—Supongo
que sí. Entre otras cosas, porque la gente muy joven no tiene idea de la
muerte. Un niño, por ejemplo, no se va a morir nunca, aunque se muera al día
siguiente, aunque le caiga de pronto una teja y lo mate, mientras que la gente
ya mayor ve la muerte más cerca. Somos los novios de la muerte, permítame
decirlo, como los legionarios. La muerte es nuestra prometida. Está al final
del camino, lo que sucede es que no sabemos cuánto dura el camino, y
probablemente esperamos que ella esté al final; es decir, en la vejez. Pero ¿y
si ella anda a la inversa el camino que nosotros recorremos? Viene la
prometida, nos pone una mano en el hombro, nos toma la mano con la suya, nos
mira a los ojos y dice: «Vamos». Estamos en ese camino entreteniéndonos,
distrayéndonos un poco con la música, con las flores, con el amor, y es hermoso
que así sea. Es hermoso mirar el camino. Creo que lo importante es el camino,
más que la llegada. En la vida la llegada es también el camino, pero la edad no
importa. La muerte es igualitaria, no sólo con las clases sociales, sino
también con las edades y las castas.
***
—¿Le sigue divirtiendo la
vida de la misma manera que cuando era niño?
—¡De
ningún modo! ¡A mí no me ha divertido la vida nunca, jamás! Divertido quiere
decir «divertere», coger algo y cambiarlo de sitio, traerlo a otra parte. Y a
mí la vida no me ha divertido, ¡todo lo contrario!: me ha absorbido. Estudiar
la vida, vivirla, bebérmela hasta que se me atragantara, ¡eso sí! Pero,
divertirme, no. Las diversiones son otra cosa menor.
***
—¿Tampoco cree que más
sabe el diablo por viejo que por diablo?
—No
me parece que el diablo sepa por viejo, sabe por diablo. Y sabe tanto que ha
podido llegar a viejo.
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