domingo, 26 de octubre de 2025

Decálogo apócrifo para ganar “algunos” premios internacionales de literatura Crónica del Exiliado Ilustre™: Manual para la Melancolía Premiada

 


📜 Decálogo apócrifo para ganar “algunos” premios internacionales de literatura:

  1. Sufre, pero con estilo. Tu biografía debe incluir al menos una detención injusta, una censura absurda o una persecución por escribir sobre cebollas metafóricas.

  2. Publica en el exilio. Si tu novela fue impresa en una imprenta clandestina en Islandia, mejor. Si fue leída en voz baja en un sótano de Varsovia, ¡premio asegurado!

  3. Haz que tu país te odie. Si tu obra fue ignorada, insultada o prohibida por tu gobierno, eso se traduce como “valiente” en los jurados internacionales.

  4. Incluye una dictadura, aunque sea simbólica. Si no viviste bajo una, invéntala. Puede ser una dictadura del lenguaje, del clima o del algoritmo.

  5. No expliques nada. Que tu novela sea tan críptica que el jurado tenga que fingir que la entendió. El misterio vende.

  6. Agrega una foto de autor en blanco y negro. Mirada perdida, barba de tres días, fondo de muro desconchado. Si hay una taza de café frío, mejor.

  7. Evita el humor, salvo que sea negro o sobre dictadores. Reírse de uno mismo no da premios. Sufrir por uno mismo sí.

  8. Haz que tu editor parezca un mártir. Si fue encarcelado, exiliado o vendió su coche para imprimir tu libro, eso suma puntos.

  9. No ganes premios locales. Si tu país te celebra, el jurado internacional sospechará que eres parte del sistema. Mejor que te ignoren o te insulten en la radio.

  10. Incluye una escena con lluvia, barro y una metáfora de la muerte. No importa el género. Si hay barro y muerte, hay premio.

***

📚 Crónica del Exiliado Ilustre™: Manual para la Melancolía Premiada

En algún rincón soleado de Europa, vive un escritor que no puede volver a su país. No porque le falte el pasaporte, sino porque le sobra la épica. Le quitaron la nacionalidad, sí, pero le otorgaron algo más valioso: el derecho a hablar de volcanes y lagos como si fueran parientes lejanos.

🖋️ “La mejor manera de extrañar un país es a través de la literatura”, dice mientras firma ejemplares en una librería con aire acondicionado y café orgánico. El país que lo expulsó ahora vive en sus novelas, donde los dictadores son caricaturas, las princesas cojas viajan en carruseles, y los Cárpatos desembocan en Latinoamérica por obra y gracia de la imaginación.

Cada entrevista es una rendición de cuentas con la historia, pero también con el marketing. Porque si no hay exilio, ¿cómo se justifica el premio? Si no hay persecución, ¿cómo se vende la novela? Si no hay una infancia robada, ¿cómo se consigue la portada en Babelia?

El escritor, que alguna vez fue revolucionario, mártir y ahora narrador de sí mismo, asegura que volvería a hacer todo igual. Porque el pasado, como la literatura, se reescribe mejor desde el confort de un sofá madrileño.

Y así, entre citas de El Quijote, metáforas de barro, y dictadores que caen como fichas de dominó narrativo, el exiliado ilustre construye su país de papel. Uno donde siempre llueve, siempre hay pena, y siempre hay un jurado dispuesto a premiar la nostalgia bien escrita.

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