🩸 La Poesía No Se Sirve con Shots de Tequila
Leer poesía en un antro es como recitar a Rilke en medio de un tiroteo de reguetón. Es un acto de ingenuidad estética, una especie de suicidio lírico. No porque la poesía no tenga fuerza, sino porque el entorno la devora sin digerirla.
🎧 1. El antro no escucha, solo retumba
El antro no tiene oídos, tiene subwoofers.
No hay silencio, hay decibelios hormonales.
La metáfora se ahoga entre luces estroboscópicas y gritos de “¡otra ronda!”
🍸 2. El público no busca versos, busca vértigo
Nadie va a un antro a contemplar el abismo, sino a evadirlo.
La poesía exige presencia, pero el antro ofrece disociación con cover incluido.
Leer ahí es como intentar sembrar lirios en una pista de baile mojada con vodka.
🧠 3. El poeta se convierte en bufón involuntario
El que lee poesía en un antro no es un héroe, es un sacrificio estético.
Su voz se convierte en ruido ornamental, como el humo de la máquina que nadie mira.
El poema, que debería ser veredicto o revelación, se vuelve decoración sonora.
En colaboración: Enrico Pugliatti y Méndez Limbrick
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