martes, 30 de septiembre de 2025

Mariano José de Larra (1809–1837)

 



Mariano José de Larra (1809–1837) fue uno de los escritores más brillantes y mordaces del Romanticismo español, cuya obra sigue resonando por su aguda crítica social, su estilo incisivo y su compromiso con el progreso intelectual de España.


 Comentario sobre Larra y su obra

Larra no fue solo un literato: fue un observador implacable de su tiempo. En artículos como Vuelva Usted Mañana, retrata con ironía y desesperanza el inmovilismo, la burocracia y la pereza institucional que, según él, frenaban el desarrollo del país. El personaje Monsieur Sans-délai, un extranjero diligente que choca con la lentitud española, se convierte en símbolo de la frustración ante un sistema que posterga todo para “mañana”.


Legado

  • Fue precursor del periodismo moderno en lengua española.

  • Su seudónimo “Fígaro” se convirtió en sinónimo de crítica lúcida y elegante.

  • Murió joven, pero dejó una obra que sigue siendo referente de conciencia crítica y estilo literario.

Larra no solo escribió sobre España: escribió contra la España que se resistía a cambiar. Y en ese gesto, se convirtió en uno de sus más grandes patriotas., retrata con ironía y desesperanza el inmovilismo, la burocracia y la pereza institucional que, según él, frenaban el desarrollo del país. El personaje Monsieur Sans-délai, un extranjero diligente que choca con la lentitud española, se convierte en símbolo de la frustración ante un sistema que posterga todo para “mañana”.

Su estilo es directo, elegante y sarcástico, con una capacidad única para convertir la crítica en arte. Larra no se limitó a señalar defectos: los desnudó con inteligencia, apelando al lector para que reflexionara sobre su papel en la sociedad. En sus artículos de costumbres, políticos y literarios, se percibe una profunda melancolía, una lucha entre el idealismo romántico y la realidad decadente que lo rodeaba.


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Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra Universidad de Alicante Copyright © Universidad de Alicante, Banco Santander Central Hispano 1999-2001.

 Accesible desde http://cervantesvirtual.com Año 2002 [Nota preliminar: Reproducimos la edición digital del artículo ofreciendo la posibilidad de consultar la edición facsímil de El Pobrecito Hablador. Revista Satírica de Costumbres, por el Bachiller don Juan Pérez de Munguía (seud. de Mariano José de Larra), n.º 11, enero de 1833, Madrid; paginación en color azul.] 

 Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza; nosotros, que ya en uno de nuestros artículos anteriores estuvimos más serios de lo que nunca nos habíamos propuesto, no entraremos ahora en largas y profundas investigaciones acerca de la historia de este pecado, por más que conozcamos que hay pecados que pican en historia, y que la historia de los pecados sería un tanto cuanto divertida. Convengamos solamente en que esta institución ha cerrado y cerrará las puertas del cielo a más de un cristiano.

 Estas reflexiones hacía yo casualmente no hace muchos días, cuando se presentó en mi casa un extranjero de estos que, en buena o en mala parte, han de tener siempre de nuestro país una idea exagerada e hiperbólica, de estos que, o creen que los hombres aquí son todavía los espléndidos, francos, generosos y caballerescos seres de hace dos siglos, o que son aún las tribus nómadas del otro lado del Atlante: en el primer caso vienen imaginando que nuestro carácter se conserva intacto como nuestra ruina; en el segundo vienen temblando por esos caminos, y pregunta si son los ladrones que los han de despojar los individuos de algún cuerpo de guardia establecido precisamente para defenderlos de los azares de un camino, comunes a todos los países. Verdad es que nuestro país no es de aquellos que se conocen a primera ni a segunda vista, y si no temiéramos que nos llamasen atrevidos, lo compararíamos de buena gana a esos juegos de manos sorprendentes e inescrutables para el que ignora su artificio, que estribando en una grandísima bagatela, suelen después de sabidos dejar asombrado de su poca perspicacia al mismo que se devanó los sesos por buscarles causas extrañas. Muchas veces la falta de una causa determinante en las cosas nos hace creer que debe de haberlas profundas para mantenerlas al abrigo de nuestra penetración. 

Tal es el orgullo del hombre, que más quiere declarar en alta voz que las cosas son incomprensibles cuando no las comprende él, que confesar que el ignorarlas puede depender de su torpeza. Esto no obstante, como quiera que entre nosotros mismos se hallen muchos en esta ignorancia de los verdaderos resortes que nos mueven, no tendremos derecho para extrañar que los extranjeros no los puedan tan fácilmente penetrar. Un extranjero de estos fue el que se presentó en mi casa, provisto de competentes cartas de recomendación para mi persona. Asuntos intrincados de familia, reclamaciones futuras, y aun proyectos vastos concebidos en París de invertir aquí sus cuantiosos caudales en tal cual especulación industrial o mercantil, eran los motivos que a nuestra patria le conducían. Acostumbrado a la actividad en que viven nuestros vecinos, me aseguró formalmente que pensaba permanecer aquí muy poco tiempo, sobre todo si no encontraba pronto objeto seguro en que invertir su capital. Pareciome el extranjero digno de alguna consideración, trabé presto amistad con él, y lleno de lástima traté de persuadirle a que se volviese a su casa cuanto antes, siempre que seriamente trajese otro fin que no fuese el de pasearse. 

Admirole la proposición, y fue preciso explicarme más claro.-Mirad -le dije-, monsieur Sans-délai -que así se llamaba-; vos venís decidido a pasar quince días, y a solventar en ellos vuestros asuntos.-Ciertamente -me contestó-. Quince días, y es mucho. Mañana por la mañana buscamos un genealogista para mis asuntos de familia; por la tarde revuelve sus libros, busca mis ascendientes, y por la noche ya sé quién soy. En cuanto a mis reclamaciones, pasado mañana las presento fundadas en los datos que aquél me dé, legalizadas en debida forma; y como será una cosa clara y de justicia innegable (pues sólo en este caso haré valer mis derechos), al tercer día se juzga el caso y soy dueño de lo mío. En cuanto a mis especulaciones, en que pienso invertir mis caudales, al cuarto día ya habré presentado mis proposiciones. Serán buenas o malas, y admitidas o desechadas en el acto, y son cinco días; en el sexto, séptimo y octavo, veo lo que hay que ver en Madrid; descanso el noveno; el décimo tomo mi asiento en la diligencia, si no me conviene estar más tiempo aquí, y me vuelvo a mi casa; aún me sobran de los quince cinco días. 

 Al llegar aquí monsieur Sans-délai traté de reprimir una carcajada que me andaba retozando ya hacía rato en el cuerpo, y si mi educación logró sofocar mi inoportuna jovialidad, no fue bastante a impedir que se asomase a mis labios una suave sonrisa de asombro y de lástima que sus planes ejecutivos me sacaban al rostro mal de mi grado.-Permitidme, monsieur Sans-délai -le dije entre socarrón y formal-, permitidme que os convide a comer para el día en que llevéis quince meses de estancia en Madrid.-¿Cómo?-Dentro de quince meses estáis aquí todavía.-¿Os burláis?-No por cierto.-¿No me podré marchar cuando quiera? 

¡Cierto que la idea es graciosa! -Sabed que no estáis en vuestro país activo y trabajador.-¡Oh!, los españoles que han viajado por el extranjero han adquirido la costumbre de hablar mal siempre de su país por hacerse superiores a sus compatriotas.-Os aseguro que en los quince días con que contáis, no habréis podido hablar siquiera a una sola de las personas cuya cooperación necesitáis.-¡Hipérboles! Yo les comunicaré a todos mi actividad.-Todos os comunicarán su inercia. Conocí que no estaba el señor de Sans-délai muy dispuesto a dejarse convencer sino por la experiencia, y callé por entonces, bien seguro de que no tardarían mucho los hechos en hablar por mí. Amaneció el día siguiente, y salimos entrambos a buscar un genealogista, lo cual sólo se pudo hacer preguntando de amigo en amigo y de conocido en conocido: encontrámosle por fin, y el buen señor, aturdido de ver nuestra precipitación, declaró francamente que necesitaba tomarse algún tiempo; instósele, y por mucho favor nos dijo definitivamente que nos diéramos una vuelta por allí dentro de unos días. Sonreíme y marchámonos. Pasaron tres días; fuimos.

 -Vuelva usted mañana -nos respondió la criada-, porque el señor no se ha levantado todavía.-Vuelva usted mañana -nos dijo al siguiente día-, porque el amo acaba de salir.-Vuelva usted mañana -nos respondió al otro-, porque el amo está durmiendo la siesta.-Vuelva usted mañana -nos respondió el lunes siguiente-, porque hoy ha ido a los toros.-¿Qué día, a qué hora se ve a un español? Vímosle por fin, y «Vuelva usted mañana -nos dijo-, porque se me ha olvidado. Vuelva usted mañana, porque no está en limpio». A los quince días ya estuvo; pero mi amigo le había pedido una noticia del apellido Díez, y él había entendido Díaz, y la noticia no servía. Esperando nuevas pruebas, nada dije a mi amigo, desesperado ya de dar jamás con sus abuelos. 

 Es claro que faltando este principio no tuvieron lugar las reclamaciones. Para las proposiciones que acerca de varios establecimientos y empresas utilísimas pensaba hacer, había sido preciso buscar un traductor; por los mismos pasos que el genealogista nos hizo pasar el traductor; de mañana en mañana nos llevó hasta el fin del mes. Averiguamos que necesitaba dinero diariamente para comer, con la mayor urgencia; sin embargo, nunca encontraba momento oportuno para trabajar. El escribiente hizo después otro tanto con las copias, sobre llenarlas de mentiras, porque un escribiente que sepa escribir no le hay en este país. No paró aquí; un sastre tardó veinte días en hacerle un frac, que le había mandado llevarle en veinticuatro horas; el zapatero le obligó con su tardanza a comprar botas hechas; la planchadora necesitó quince días para plancharle una camisola; y el sombrerero a quien le había enviado su sombrero a variar el ala, le tuvo dos días con la cabeza al aire y sin salir de casa. Sus conocidos y amigos no le asistían a una sola cita, ni avisaban cuando faltaban, ni respondían a sus esquelas. ¡Qué formalidad y qué exactitud!

-¿Qué os parece de esta tierra, monsieur Sans-délai? -le dije al llegar a estas pruebas.-Me parece que son hombres singulares...-Pues así son todos. No comerán por no llevar la comida a la boca. Presentose con todo, yendo y viniendo días, una proposición de mejoras para un ramo que no citaré, quedando recomendada eficacísimamente. A los cuatro días volvimos a saber el éxito de nuestra pretensión. -Vuelva usted mañana -nos dijo el portero-. El oficial de la mesa no ha venido hoy. «Grande causa le habrá detenido», dije yo entre mí. Fuímonos a dar un paseo, y nos encontramos, ¡qué casualidad!, al oficial de la mesa en el Retiro, ocupadísimo en dar una vuelta con su señora al hermoso sol de los inviernos claros de Madrid. Martes era el día siguiente, y nos dijo el portero:-Vuelva usted mañana, porque el señor oficial de la mesa no da audiencia hoy.-Grandes negocios habrán cargado sobre él -dije yo. Como soy el diablo y aun he sido duende, busqué ocasión de echar una ojeada por el agujero de una cerradura. Su señoría estaba echando un cigarrito al brasero, y con una charada del Correo entre manos que le debía costar trabajo el acertar.

-Es imposible verle hoy -le dije a mi compañero-; su señoría está en efecto ocupadísimo. Dionos audiencia el miércoles inmediato, y, ¡qué fatalidad!, el expediente había pasado a informe, por desgracia, a la única persona enemiga indispensable de monsieur y de su plan, porque era quien debía salir en él perjudicado. Vivió el expediente dos meses en informe, y vino tan informado como era de esperar. Verdad es que nosotros no habíamos podido encontrar empeño para una persona muy amiga del informante. Esta persona tenía unos ojos muy hermosos, los cuales sin duda alguna le hubieran convencido en sus ratos perdidos de la justicia de nuestra causa. Vuelto de informe se cayó en la cuenta en la sección de nuestra bendita oficina de que el tal expediente no correspondía a aquel ramo; era preciso rectificar este pequeño error; pasose al ramo, establecimiento y mesa correspondiente, y hétenos caminando después de tres meses a la cola siempre de nuestro expediente, como hurón que busca el conejo, y sin poderlo sacar muerto ni vivo de la huronera. Fue el caso al llegar aquí que el expediente salió del primer establecimiento y nunca llegó al otro.-De aquí se remitió con fecha de tantos -decían en uno.

-Aquí no ha llegado nada -decían en otro.-¡Voto va! -dije yo a monsieur Sans-délai, ¿sabéis que nuestro expediente se ha quedado en el aire como el alma de Garibay, y que debe de estar ahora posado como una paloma sobre algún tejado de esta activa población? Hubo que hacer otro. ¡Vuelta a los empeños! ¡Vuelta a la prisa! ¡Qué delirio! -Es indispensable -dijo el oficial con voz campanuda-, que esas cosas vayan por sus trámites regulares. Es decir, que el toque estaba, como el toque del ejercicio militar, en llevar nuestro expediente tantos o cuantos años de servicio. Por último, después de cerca de medio año de subir y bajar, y estar a la firma o al informe, o a la aprobación o al despacho, o debajo de la mesa, y de volver siempre mañana, salió con una notita al margen que decía: «A pesar de la justicia y utilidad del plan del exponente, negado.»-¡Ah, ah!, monsieur Sans-délai -exclamé riéndome a carcajadas-; éste es nuestro negocio. Pero monsieur Sans-délai se daba a todos diablos.-¿Para esto he echado yo mi viaje tan largo? ¿Después de seis meses no habré conseguido sino que me digan en todas partes diariamente: «Vuelva usted mañana», y cuando este dichoso «mañana» llega en fin, nos dicen redondamente que «no»? ¿Y vengo a darles dinero? ¿Y vengo a hacerles favor? Preciso es que la intriga más enredada se haya fraguado para oponerse a nuestras miras. -¿Intriga, monsieur Sans-délai? No hay hombre capaz de seguir dos horas una intriga.

 La pereza es la verdadera intriga; os juro que no hay otra; ésa es la gran causa oculta: es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas. Al llegar aquí, no quiero pasar en silencio algunas razones de las que me dieron para la anterior negativa, aunque sea una pequeña digresión.-Ese hombre se va a perder -me decía un personaje muy grave y muy patriótico.-Esa no es una razón -le repuse-: si él se arruina, nada, nada se habrá perdido en concederle lo que pide; él llevará el castigo de su osadía o de su ignorancia.-¿Cómo ha de salir con su intención?-Y suponga usted que quiere tirar su dinero y perderse, ¿no puede uno aquí morirse siquiera, sin tener un empeño para el oficial de la mesa?-Puede perjudicar a los que hasta ahora han hecho de otra manera eso mismo que ese señor extranjero quiere.-¿A los que lo han hecho de otra manera, es decir, peor?-Sí, pero lo han hecho. -Sería lástima que se acabara el modo de hacer mal las cosas.

 ¿Conque, porque siempre se han hecho las cosas del modo peor posible, será preciso tener consideraciones con los perpetuadores del mal? Antes se debiera mirar si podrían perjudicar los antiguos al moderno.-Así está establecido; así se ha hecho hasta aquí; así lo seguiremos haciendo.-Por esa razón deberían darle a usted papilla todavía como cuando nació.-En fin, señor Fígaro, es un extranjero.-¿Y por qué no lo hacen los naturales del país?-Con esas socaliñas vienen a sacarnos la sangre.-Señor mío -exclamé, sin llevar más adelante mi paciencia-, está usted en un error harto general. Usted es como muchos que tienen la diabólica manía de empezar siempre por poner obstáculos a todo lo bueno, y el que pueda que los venza.

 Aquí tenemos el loco orgullo de no saber nada, de quererlo adivinar todo y no reconocer maestros. Las naciones que han tenido, ya que no el saber, deseos de él, no han encontrado otro remedio que el de recurrir a los que sabían más que ellas. »Un extranjero -seguí- que corre a un país que le es desconocido, para arriesgar en él sus caudales, pone en circulación un capital nuevo, contribuye a la sociedad, a quien hace un inmenso beneficio con su talento y su dinero, si pierde es un héroe; si gana es muy justo que logre el premio de su trabajo, pues nos proporciona ventajas que no podíamos acarrearnos solos. Ese extranjero que se establece en este país, no viene a sacar de él el dinero, como usted supone; necesariamente se establece y se arraiga en él, y a la vuelta de media docena de años, ni es extranjero ya ni puede serlo; sus más caros intereses y su familia le ligan al nuevo país que ha adoptado; toma cariño al suelo donde ha hecho su fortuna, al pueblo donde ha escogido una compañera; sus hijos son españoles, y sus nietos lo serán; en vez de extraer el dinero, ha venido a dejar un capital suyo que traía, invirtiéndole y haciéndole producir; ha dejado otro capital de talento, que vale por lo menos tanto como el del dinero; ha dado de comer a los pocos o muchos naturales de quien ha tenido necesariamente que valerse; ha hecho una mejora, y hasta ha contribuido al aumento de la población con su nueva familia. 

Convencidos de estas importantes verdades, todos los Gobiernos sabios y prudentes han llamado a sí a los extranjeros: a su grande hospitalidad ha debido siempre la Francia su alto grado de esplendor; a los extranjeros de todo el mundo que ha llamado la Rusia, ha debido el llegar a ser una de las primeras naciones en muchísimo menos tiempo que el que han tardado otras en llegar a ser las últimas; a los extranjeros han debido los Estados Unidos... Pero veo por sus gestos de usted -concluí interrumpiéndome oportunamente a mí mismo- que es muy difícil convencer al que está persuadido de que no se debe convencer. ¡Por cierto, si usted mandara, podríamos fundar en usted grandes esperanzas! Concluida esta filípica, fuime en busca de mi Sans-délai.-Me marcho, señor Fígaro -me dijo-. En este país «no hay tiempo» para hacer nada; sólo me limitaré a ver lo que haya en la capital de más notable.-¡Ay, mi amigo! -le dije-, idos en paz, y no queráis acabar con vuestra poca paciencia; mirad que la mayor parte de nuestras cosas no se ven.-¿Es posible?-¿Nunca me habéis de creer? Acordaos de los quince días... Un gesto de monsieur Sans-délai me indicó que no le había gustado el recuerdo.-Vuelva usted mañana -nos decían en todas partes-, porque hoy no se ve.-Ponga usted un memorialito para que le den a usted permiso especial. Era cosa de ver la cara de mi amigo al oír lo del memorialito: representábasele en la imaginación el informe, y el empeño, y los seis meses, y... Contentose con decir: míos!-Soy extranjero. ¡Buena recomendación entre los amables compatriotas Aturdíase mi amigo cada vez más, y cada vez nos comprendía menos. Días y días tardamos en ver las pocas rarezas que tenemos guardadas. Finalmente, después de medio año largo, si es que puede haber un medio año más largo que otro, se restituyó mi recomendado a su patria maldiciendo de esta tierra, y dándome la razón que yo ya antes me tenía, y llevando al extranjero noticias excelentes de nuestras costumbres; diciendo sobre todo que en seis meses no había podido hacer otra cosa sino «volver siempre mañana», y que a la vuelta de tanto «mañana», eternamente futuro, lo mejor, o más bien lo único que había podido hacer bueno, había sido marcharse.

 ¿Tendrá razón, perezoso lector (si es que has llegado ya a esto que estoy escribiendo), tendrá razón el buen monsieur Sans-délai en hablar mal de nosotros y de nuestra pereza? ¿Será cosa de que vuelva el día de mañana con gusto a visitar nuestros hogares? Dejemos esta cuestión para mañana, porque ya estarás cansado de leer hoy: si mañana u otro día no tienes, como sueles, pereza de volver a la librería, pereza de sacar tu bolsillo, y pereza de abrir los ojos para hojear las hojas que tengo que darte todavía, te contaré cómo a mí mismo, que todo esto veo y conozco y callo mucho más, me ha sucedido muchas veces, llevado de esta influencia, hija del clima y de otras causas, perder de pereza más de una conquista amorosa; abandonar más de una pretensión empezada, y las esperanzas de más de un empleo, que me hubiera sido acaso, con más actividad, poco menos que asequible; renunciar, en fin, por pereza de hacer una visita justa o necesaria, a relaciones sociales que hubieran podido valerme de mucho en el transcurso de mi vida; te confesaré que no hay negocio que no pueda hacer hoy que no deje para mañana; te referiré que me levanto a las once, y duermo siesta; que paso haciendo el quinto pie de la mesa de un café, hablando o roncando, como buen español, las siete y las ocho horas seguidas; te añadiré que cuando cierran el café, me arrastro lentamente a mi tertulia diaria (porque de pereza no tengo más que una), y un cigarrito tras otro me alcanzan clavado en un sitial, y bostezando sin cesar, las doce o la una de la madrugada; que muchas noches no ceno de pereza, y de pereza no me acuesto; en fin, lector de mi alma, te declararé que de tantas veces como estuve en esta vida desesperado, ninguna me ahorqué y siempre fue de pereza. 

 Y concluyo por hoy confesándote que ha más de tres meses que tengo, como la primera entre mis apuntaciones, el título de este artículo, que llamé «Vuelva usted mañana»; que todas las noches y muchas tardes he querido durante ese tiempo escribir algo en él, y todas las noches apagaba mi luz diciéndome a mí mismo con la más pueril credulidad en mis propias resoluciones: «¡Eh!, ¡mañana le escribiré!». 

Da gracias a que llegó por fin este mañana que no es del todo malo: pero ¡ay de aquel mañana que no ha de llegar jamás! El Pobrecito Hablador, n.º 11, enero de 1833.1 [Nota editorial: Otras eds.: Fígaro. Colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres, ed. Alejandro Pérez Vidal, Barcelona, Crítica, 2000, pp. 46-55; Artículos, ed. de Enrique Rubio, Madrid, Cátedra, 1982, pp. 190-202; Artículos políticos, ed. Jorge Campos, Madrid, Taurus, 1979, pp. 61-72; Artículos varios, ed. E. Correa Calderón, Madrid, Castalia, 1984, pp. 324-336; Artículos de costumbres, ed. José R. Lomba y Pedraja, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 91-105; Artículos, ed. Carlos Seco Serrano, Barcelona, Planeta, 1981, pp. 93-103; Obras completas de D. Mariano José de Larra (Fígaro), ed. Montaner y Simon, Barcelona, 1886, p. 52-56.] 1 [Aunque se haga mención a la edición de 1833, encontramos en el texto algunos términos propios de la edición de 1835; por ejemplo, aparece «español», en lugar de «batueco»; y la mención a Fígaro, en lugar de al Bachiller. (N. del E.)]

lunes, 29 de septiembre de 2025

MISCELÁNEA LA REESCRITURA.

 


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El día que visité a Cuevas, me sentí en un subibaja, que todas mis vísceras se contraían para luego tenerlas en la garganta

En este punto don Julián se quedó pensativo para luego agregar:

¿Se recuerda señor Hardin del comentario o de la narración o de la historia dela duquesa LanfrancoVicchi?

Dudé por un momento y responder.  Había departido con aquel monstruo por 12 horas y en realidad todas las historias se me hacían una sola historia. Recuperé la compostura.

Creo que sí la recuerdo, digo la historia.

¿Recuerda de los pormenores?

Sí, la recuerdo. Una historia erótica y de tráfico de menores de edad para el comercio sexual.

Pero, acá lo importante señor Hardin no es tanto el asunto del trasiego de sexo. No por supuesto que no. Acá lo relevante es la historia que se da a partir del cuadro pintado por José Luis Cuevas y que el artista conservó en el hospital psiquiátrico hasta que murió. Decía que el cuadro era la viva representación e imagen de la duquesa Victoria Lanfranco Vicchi. No diré ni agregaré falsamente que era idéntico el rostro de la pintura y el rostro de la duquesa pero, eran evidentes las similitudes. Quizá más acentuadas las facciones de una mujer cuarentona cuando yo la conocía, aunque tampoco lo podría afirmar. Solo supongo y teorizo. Pero, existía algo, un distintivo que no lo transforma el tiempo: el collar y el rubí. Eran idénticos al recuerdo que yo tenía de la mujer.

REVISIÓN   NOVELA   EL RETORNANTE NOCTURNO   FRAGMENTO

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Continuamos en la laboriosa revisión de las novelas: un trabajo cansado y aburrido. Me gusta escribir, NO reescribir, sin embargo, un colega un día me dijo que en la REESCRITURA está la verdadera escritura.

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         ¿Para qué correrán tanto, digo, ese afán de obtener… ¿obtener qué? No los culpo… así era yo y apartó su mano de mi hombro.  Pero, antes de apartar su mano hizo una confesión: “qué asco la Humanidad, ¿no le parece? Y esta pregunta me la he estado haciendo hace ya bastante tiempo atrás. Recuerdo que a su colega Henry de Quincey también se la planteé, digo “el asco por la Humanidad”. Somos mezquinos, faltos de valores éticos, morales, y le repito lo que dije a su colega, son tres los elementos que alimentan la triada del vulgar ser humano: sexo, poder, dinero. Pero, venga, venga, - y de nuevo apoyó su mano en mi hombro – e iniciamos una caminata hacia el interior de la terraza sur. Agregó: no tenga temor, deseo que usted, sea mi confidente, mi testigo contemporáneo.

Me incliné ante don Julián Casasola Brown. ¿Cómo oponerme a su autoridad, a su saber antiguo, a esa inmortalidad que lo roza sin tocarlo?

domingo, 28 de septiembre de 2025

DE SOBREMESA Rayuela: los yerros del salto En colaboración: Dr. Enrico Pugliatti y J. Méndez-Limbrick

 


Rayuela: los yerros del salto

1. El culto al caos disfrazado de libertad

Cortázar propone una lectura no lineal, pero el “tablero de dirección” es una ilusión de libertad. El lector no elige realmente: sigue rutas prefijadas por el autor. El juego es un simulacro, y la promesa de múltiples lecturas se convierte en un laberinto sin salida.

Yerros: confundir estructura fragmentaria con profundidad narrativa. El caos no siempre es revelación.

2. Oliveira: un protagonista que se ahoga en sí mismo

Horacio Oliveira es presentado como un intelectual atormentado, pero su introspección se vuelve repetitiva, autocomplaciente y, en ocasiones, francamente misógina. Su relación con la Maga no evoluciona: se estanca en una danza de incomprensión que el texto romantiza.

Yerros: convertir la neurosis en virtud literaria. El narcisismo de Oliveira no es filosofía: es parálisis.

3. La Maga: ¿musa o muñeca?

Aunque se la celebra como símbolo de intuición y libertad, la Maga carece de agencia real. Es mirada, deseada, abandonada, pero nunca construida como sujeto. Su voz se diluye entre los monólogos de Oliveira y las disquisiciones del Club de la Serpiente.

Yerros: idealizar la ignorancia como pureza. La Maga es más ausencia que personaje.

4. El Club de la Serpiente: pedantería disfrazada de profundidad

Los diálogos del Club son ejercicios de erudición estéril. Se citan filósofos, se juega con el lenguaje, pero rara vez se dice algo que no sea una pose. Es un cenáculo de hombres que se escuchan a sí mismos, sin verdadera confrontación ni riesgo.

Yerros: confundir el juego intelectual con pensamiento crítico. El Club es una parodia involuntaria de sí mismo.

5. Morelli: el teórico que no escribe

El alter ego de Cortázar, Morelli, propone destruir la novela desde dentro, pero nunca concreta su revolución. Sus fragmentos son manifiestos sin obra, promesas sin cuerpo. Es el símbolo de una crítica que se queda en el gesto.

Yerros: teorizar la ruptura sin asumir sus consecuencias. Morelli es un espectro editorial.

¿Y ahora qué?

Desmitificar Rayuela es también ritualizar sus fallas:

  • Caricatura editorial de Oliveira: el hombre que se busca en cada espejo y solo encuentra su sombra.

  • Sello de la Maga ausente: un emblema vacío, una silueta que denuncia la falta de voz femenina.

  • Índice de yerros: cada capítulo como casilla de una rayuela fallida, donde el salto no lleva al cielo, sino al mismo charco.

  • Rayuela: estructura como espejismo

    1. La falsa promesa de libertad

    La estructura bifurcada —“Del lado de allá”, “Del lado de acá”, “De otros lados”— sugiere que el lector puede elegir su camino. Pero esa libertad es ilusoria: el “tablero de dirección” impone rutas, y la lectura alternativa no transforma el sentido, solo lo dispersa.

    Crítica: Cortázar vende libertad, pero entrega un laberinto diseñado por él mismo. El lector no juega: obedece.

    2. Fragmentación sin progresión

    Los capítulos saltan entre escenas, reflexiones, sueños, citas, sin una lógica evolutiva. La fragmentación no construye tensión ni revela capas nuevas: muchas veces repite obsesiones, diluye el conflicto, y convierte la lectura en una deriva estéril.

    Crítica: El caos no es estructura. La dispersión no es profundidad. La novela se deshace en su propio juego.

    3. La sección “De otros lados”: ¿epílogo o evasión?

    Estos capítulos “prescindibles” contienen reflexiones de Morelli, el teórico que nunca concreta su revolución. En vez de cerrar la novela, la sección la disuelve. No hay resolución, ni clímax, ni catarsis: solo notas al margen que pretenden ser manifiesto.

     4  Crítica: El final no es apertura, es fuga. Morelli es el símbolo de una estructura que se niega a asumir sus consecuencias.

    Crítica: La estructura coral fracasa. El Club no dialoga: recita.

    5. La rayuela como símbolo estructural: promesa incumplida

    La rayuela infantil implica ascenso, juego, riesgo. Pero en la novela, el salto nunca ocurre. No hay cielo, no hay transformación. El símbolo se queda en metáfora vacía, en título sin acto.

    Crítica: La estructura promete juego, pero entrega estancamiento. La rayuela no se juega: se contempla.


sábado, 27 de septiembre de 2025

EL LIBRO QUE ESTOY LEYENDO. SPANG KURT. PERSUASIÓN FUNDAMENTOS DE RETÓRICA.

 


Es un excelente libro para todos aquellos que desean acercarse al buen decir, que es al final la RETÓRICA. A menudo, con amplias referencias de autores clásicos de la antigua Roma que dieron nacimiento a la retórica. Igualmente, Spang hace una detallada y pedagógica diferencias en la misma retórica: retórica política, retórica jurídica,  retórica del escritor, retórica de la publicidad.

Un libro ameno, que se lee sin mayor esfuerzo y disfrute para el lector medio. Recomendado.

Retórica como arte del buen decir

  • Spang define la retórica como el arte de dar al lenguaje eficacia suficiente para deleitar, persuadir o conmover.

  • No se trata solo de convencer, sino de crear una experiencia estética y racional que transforme al receptor.

 Estructura del libro

  • El texto se organiza en torno al trivium clásico: gramática, lógica y retórica.

  • Explora los mecanismos psicológicos, lingüísticos y simbólicos que hacen posible la persuasión.

  • Analiza figuras retóricas, tipos de discurso, y el papel del ethos, pathos y logos en la argumentación.

Filosofía implícita

  • Spang no ve la persuasión como manipulación, sino como acto ético y estético.

  • El lenguaje, bien usado, no solo convence: revela, transforma y juzga.

Ficha editorial

ElementoDetalle
TítuloPersuasión. Fundamentos de retórica
AutorKurt Spang
EditorialEUNSA – Ediciones Universidad de Navarra
Año de publicación2005
ISBN9788431322519
Páginas304
IdiomaEspañol
ColecciónAstrolabio
Enlace de referencia

viernes, 26 de septiembre de 2025

CIEN AÑOS DE SOLEDAD. GARCÍA MÁRQUEZ. Desmitificando las grandes novelas

 

 Desmitificando las grandes novelas

Día de juicio literario. Ritualiza la crítica de obras sobrevaloradas o malinterpretadas.

Por Dr. Enrico Giovanni Pugliatti y J.Méndez-Limbrick

ERRORES DE FORMA

1. Redundancia estructural

  • La genealogía de los Buendía se repite con variaciones mínimas. La reiteración de nombres (José Arcadio, Aureliano) genera confusión más que simbolismo.

  • El recurso de la circularidad narrativa, aunque intencionado, se vuelve mecánico y predecible en ciertos pasajes.

2. Estilo barroco sin depuración

  • El uso excesivo de adjetivos, hipérboles y enumeraciones puede saturar al lector.

  • En lugar de crear atmósfera, a veces entorpece la claridad semántica.

  • Ejemplo: descripciones de Macondo que rozan lo ornamental sin aportar tensión narrativa.

3. Pérdida de ritmo

  • Hay capítulos que se dilatan sin conflicto real, como ciertas escenas de guerra o repeticiones de nacimientos y muertes que no modifican el eje dramático.

4. Desbalance entre lo oral y lo escrito

  • La novela intenta capturar la oralidad del Caribe, pero en ocasiones cae en una prosa que no logra decidir si es mito, crónica o testamento.

 ERRORES DE FONDO

1. Mitificación acrítica del mestizaje

  • La novela celebra una identidad latinoamericana sin cuestionar sus contradicciones: violencia, patriarcado, racismo estructural.

  • Macondo se presenta como microcosmos, pero nunca como espacio de conflicto ético real.

2. Naturalización del incesto

  • El incesto se ritualiza como destino trágico, pero nunca se problematiza desde lo ético.

  • El hilo genealógico se convierte en una estética del encierro, sin juicio ni redención.

3. Feminidad instrumental

  • Las mujeres son figuras de soporte, deseo o castigo.

  • Úrsula es la única con agencia real, pero incluso ella queda subordinada al ciclo masculino de guerra y repetición.

4. Ambigüedad ideológica

  • La crítica al poder (militar, religioso, económico) es ambigua.

  • El coronel Aureliano Buendía encarna la revolución, pero sin proyecto ni ética clara.

  • La novela parece sugerir que todo intento de cambio está condenado, lo cual puede leerse como nihilismo disfrazado de realismo mágico.

 ¿CIEN AÑOS DE SOLEDAD ES UNA NOVELA HIPERVALORADA?

 ¿Por qué se considera hipervalorada?

1. Canonización acrítica

  • La novela ha sido elevada a “obra maestra” por instituciones, academias y medios sin que se le someta a un escrutinio profundo.

  • Su inclusión en listas de “los mejores libros de todos los tiempos” suele ignorar sus fallas estructurales y éticas.

2. Lectura obligatoria, no voluntaria

  • Muchos lectores la abordan por presión cultural, no por deseo estético.

  • Las críticas negativas suelen ser desestimadas como falta de comprensión, lo que crea una zona de inmunidad simbólica.

3. Realismo mágico como dogma

  • Se le atribuye la invención o perfección del realismo mágico, cuando en realidad este estilo tiene raíces en autores anteriores como Alejo Carpentier (lo real maravilloso) o Juan Rulfo.

  • La novela se convierte en estandarte de un género que, en exceso, puede volverse fórmula.

4. Confusión entre mito y estructura

  • La repetición de nombres, la circularidad narrativa y la genealogía interminable se interpretan como genialidad simbólica, cuando también pueden leerse como errores de forma que entorpecen la lectura.

 ¿Qué dicen los lectores críticos?

  • Algunos lectores señalan que la novela es confusa, repetitiva y sobrecargada de elementos fantásticos que no siempre aportan al conflicto narrativo [1].

  • Otros afirman que si no se disfruta en las primeras 50 páginas, es mejor abandonarla, pues la estructura no mejora [1].

 Dictamen editorial ritualizado

Cien años de soledad es una obra poderosa, pero su estatus de “intocable” la ha convertido en símbolo más que texto. Su valor no está en su perfección, sino en su capacidad de generar debate. Y todo clásico que no admite juicio, se convierte en dogma.


[1]

jueves, 25 de septiembre de 2025

COMENTARIOS DE LIBROS. LA MUERTE DE VIRGILIO DE HERMANN BROCH.



  

La muerte de Virgilio de Hermann Broch es una obra monumental, compleja y profundamente filosófica que merece ser leída por quienes buscan una experiencia literaria que trascienda la narrativa convencional. Aquí te presento su importancia y razones para adentrarse en ella:

📘 ¿Por qué es importante La muerte de Virgilio?

  • Explora el límite entre arte y vida: Broch narra las últimas 18 horas del poeta Virgilio, quien agoniza mientras reflexiona sobre el valor de su obra (La Eneida) y considera destruirla. Este dilema encarna el conflicto entre creación estética y verdad ética.

  • Es una meditación sobre la muerte, el lenguaje y la trascendencia: La novela se convierte en un viaje interior donde el tiempo se dilata, y cada pensamiento se convierte en símbolo. Virgilio no solo muere: se descompone en signos, en dudas, en visiones.

  • Su estilo es sinfónico y poético: Broch construye la novela como una pieza musical, con frases largas, ritmos internos y una estructura dividida en cuatro movimientos. Es comparable en ambición formal al Ulises de Joyce o a la obra de Proust.

  • Es una crítica al poder y a la función del arte en la historia: Virgilio, en su lecho de muerte, se enfrenta al emperador Augusto. La novela cuestiona si el arte debe servir al poder o resistirlo, si debe embellecer la mentira o revelar la herida.

  • Fue admirada por Thomas Mann y Albert Einstein: Mann la consideró “uno de los experimentos más extraordinarios y profundos que se hayan llevado a cabo con el flexible género de la novela”. Einstein decía que “el enigma permanece siempre abierto. Podemos sentirlo, nunca entenderlo”.

🧠 ¿Por qué debemos leerla hoy?

  • Porque nos obliga a pensar el arte como acto moral, no solo estético.

  • Porque nos recuerda que la belleza puede ser traición si no se interroga.

  • Porque en tiempos de ruido y velocidad, su ritmo lento y reflexivo es un acto de resistencia simbólica.

  • Porque nos confronta con la pregunta que todo creador debe hacerse: ¿vale la pena lo que he escrito?

📚 Fuentes:

En colaboración: Dr. Enrico Giovanni Pugliatti y Méndez-Limbrick

DANTE (Historia de la Literatura Italiana) ★ PAPINI GIOVANNI


 

Giovanni Papini aborda a Dante en su ensayo Dante y otros estudios de historia de la literatura italiana con una mezcla de veneración, crítica espiritual y audacia interpretativa. Publicado en 1949 en español, este volumen reúne reflexiones sobre Dante, Jacopone da Todi, Cecco Angiolieri y Guido Cavalcanti, entre otros. Pero el núcleo más potente es Dante vivo (1933), donde Papini no se limita a analizar la obra del poeta florentino, sino que lo resucita como figura humana, espiritual y profética

Rasgos clave del enfoque de Papini sobre Dante

  • Retrato espiritual y humano: Papini, convertido al cristianismo, presenta a Dante como un hombre completo: poeta, filósofo, teólogo y profeta, pero también sujeto a debilidades humanas. No lo idealiza como estatua, sino que lo muestra como alguien que sufrió, amó, fracasó y creó desde la soledad y el dolor.

  • Crítica a la imagen estatuaria: Rechaza la visión sobrehumana del autor de la Divina Comedia, proponiendo una lectura que reconcilia sus contradicciones: la sensualidad con la espiritualidad, el orgullo con la humildad, la audacia con la sensibilidad.

  • Dante como símbolo de la Edad Media y de la modernidad: Papini lo ve como síntesis de su época, pero también como visionario que anticipa la misión espiritual de la Iglesia y la unidad política del mundo.

  • Estilo apasionado y provocador: Fiel a su estilo, Papini mezcla erudición con fervor, sarcasmo y dramatismo. Su Dante no es solo objeto de estudio, sino interlocutor, espejo y mártir.

  • En colaboración: Dr. Enrico Giovanni Pugliatti y Méndez-Limbrick

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DANTE (Historia de la Literatura Italiana) ★ 

 LA PRIMERA TRIADA. - JACOPONE DA TODI. — GUIDO CAVALCANTI. - CECCO ANGI0L1ERI. — MUERTES Y RENACIMIENTOS. — DANTE. Traducción de PABLO GIROSI Ediciones FARO Victoria 1373 BUENOS AIRES NOTA DEL TRADUCTOR 

 Es el estilo de Papini, uno de los más serios obstácu los que debe salvar el traductor, si quiere que su labor refleje todo lo novelesco de la obra original. He tratado de superar esta dificultad de la mejor \manera, buscando la interpretación exacta, el giro de la frase más ajustado dentro de las leyes preceptivas del castellano y hasta los términos — sustantivos, adjetivos, verbos — a menudo deliberadamente consonantes, a fin de mantener en lo posible esa relación intima entre la idea del autor y su peculiar forma de expresarla. De las citas de los escritores que iban manejando un idioma en gestación y que aun al conocedor del italicno moderno pueden resultar ininteligibles, he traducido en prosa los versos y he tratado en todos los casos de ceñir me menos al texto y más a su interpretación, volviendo llano y comprensible lo que al profano pudiera parecer oscuro e i/idescifrable. Solamente para los tercetos de la "Divina Comedia” de Dante, me he valido casi siempre de la traducción de Bartolomé Mitre, tan clara y fiel como para constituir un elemento valioso de interpreta ción y embellecimiento, incluido en mi modesta labor. 

 P. G. BENITO MUSSOLINI AMIGO DE LA POESIA Y DE LOS POETAS ESTA DEDICADA ESTA OBRA QUE DESCRIBE E ILUSTRA UNA DE LAS MAS RICAS PROVINCIAS DEL IMPERIO ESPIRITUAL ITALIANO ORIGINALIDAD DE LA OBRA í 

 Cada vez que se torna a escribir una historia cien ve ces narrada, el autor comete una doble falta: condena las inteligencias al fastidio de escuchar de nuevo cosas harto sabidas, y trata de robar parte de su tiempo a lectores ya por demás abrumados. El torturador y ladrón debe justificarse desde el co mienzo. El atenuante más valedero, en estos casos, es la promesa de ofrecer algo original. Confío en que val ga para mi también. Tres son las novedades más importantes de la presente obra: la primera se refiere al autor; la segunda, al con tenido: la última, al objeto. Todas las historias de la literatura italiana han sido compuestas, hasta la fecha, por honrados o apresurados compiladores, por pacientes o irascibles eruditos, por sa gaces o caprichosos filólogos, por humildes o presuntuo sos fabricantes de manuales y, a veces, por ridículos ex perimentadores in corpore nobili de estéticas echadas a perder: pero nunca por verdaderos escritores, por poe tas y artistas. El mismo De Sanctis — que, sin embargo, se yergue de la cintura para arriba del sepulcro destapado por sus exhumadores — era, sí, un crítico más atrevido y apa sionado que los de siempre, pero crítico al fin, y, por lo tanto, discurseador filosófico mucho más que artista (1). Y que careciera del primero y esencial don de los artis tas de la palabra, es decir, el estilo, lo demostró Gabriel D’Annunzio en una dura pero no modificable senten cia (2). En Fóscolo, Leopardi, Manzoni y otros autores mo dernos se encuentran ensayos y juicios sueltos sobre nuestros antiguos escritores, que nos hacen vislumbrar qué pulposa y vivacísima historia literaria habríamos po dido tener, si alguno de ellos hubiese querido ser el Vasari de los más descollantes poetas y prosistas ita lianos. Pero ni Carducci —que poseía, sin embargo, el raro y sumo don de aunar en sí una inmejorable preparación filológica y la directa experiencia del arte— quiso o pu do escribir una historia acabada de nuestra literatura. Algunos reprobarán, por temeraria, mi resolución de emprender lo que no osaron hombres tan superiores a mí en sabiduría e ingenio. De este pecado de manifiesta soberbia —monas grave e innoble que aquellos pecados de falsa y fingida humil dad en que todos los días incurren los fariseos de la cid- tura— no quiero aducir disculpas de palabras: la obra misma llevará consigo la absolución o la condena. 

 Cualquiera que sea la suerte que la espera, es ésta mía de todas maneras, la primera historia de la literatura italiana escrita por uno de los dueños de casa —aun que sea el último de los condominos— y no, como lafl otras, por porteros intrigantes, por inspectores de des (1) “ í>e Sanctia, una excelente pentona, rero lleno de preorupndonM y de prejuicios (prejuicio*, entendámonos, filosóficos, estéticos, critico*, etcétera. Que son lo» peores, porque son más arraigados y seguidos". G. CARDUCCI, Opere, XVI, 104. v2) “ No lograba adueñarse del element* de que el arte literario ee oemoone. es decir el verbo... £3 escritor es dominado y arrastrado por nía frases que él no sabe someter a au voluntad” , etc., etc.. G. D'ANÍJUN- ZÍO* en el “Razonamiento” que precede “ La Beata fíiva, de A. í'ONTl. Milán, Troves, XXXVI-XLIV víos, por subarrendatarios abusivos o por amanuenses de paso. Y no es que todas las demás sean como para tirarse: no pretendo en absoluto que ésta pueda tomar el lugar de aquéllas para toda clase de lectores. 

El que busca las modestas vidas de cada mediano e ínfimo autor, los pe queños resúmenes de las obras famosas, las bibliografías completas de las monografías ilegibles y de los artícu los inhallables, las descripciones de los códigos anónimos y acéfalos, y, sobre todo, las soluciones, a menudo ilu sorias, de “problemas” casi siempre imaginarios, recu rrirá para sus necesidades a alguna de esas historias escritas por los diligentes anticuarios o por los cizañe ros de la estética. Sostengo, empero, que una historia compuesta por uno que de ella, bien o mal, es parte, puede con justicia exis tir, y espero que podrá gustar y ser útil a alguien. Si es verdad lo que Sarpi y Vico pensaban, que per fectamente se conocen sólo aquellas cosas que sabemos hacer, no podrá tildarse de presunción la esperanza de un escritor de poder comprender mejor que otros a los que ya profesai'on su mismo arte. Una fraternal conge nialidad entre el historiador y los héroes de su historia torna la obra más segura, más apasionada y más hermo sa. 

El ideal —jamás alcanzado— sería que la historia de un arte lograra ser también una obra de arte. 2 Segunda novedad: esta obra acogerá y dibujará sólo a escritores de primera y segunda magnitud; poco más de sesenta en total. La horda restante, que constituye la intermedia y baja clase de la sociedad que escribe, de berá, desde luego, refugiarse en esos asilos que son las historias de la ciencia, de la filología, de la erudición, de la historiografía y de la cultura varia. Muchas historias de la literatura italiana, también en tre las breves, preparadas para iaa escuelas, se asemejan, en cierto modo, al asilo de Rómulo. Basta que un escu- dillador de libros haya ganado, en un siglo cualquiera, un ambo en la lotería de la celebridad para que se vea hospedado en uno de los modernos hipogeos de las letras patrias, aunque radie más, a excepción de los maestros por obligación y de los alumnos por obediencia, se acuer de de ¿I. Pero la historia de un arte aun vivo de una nación viviente no debe parecerse a un museo arqueológico en el cual estén expuestos los despojos inútilmente embal samados de tantos que fueron famosos solamente en su tiempo. Aquella muchedumbre de afortunadas mediocri dades que estiba de sí los capítulos de casi todas las his torias literarias está formada, en su mayor parte, por secuaces o discípulos de los grandes, por imitadores ser viles o chafallones —cuando no sean copiantes o plagia rios. En el mejor de los casos, eran personillas que hin charon «1 pee fin y el estómago para pavonearse en los cuadrivios de nuestra república y a menudo— tan gran de es el poder de los vendedores de charlas entre el vulgo de los contentadizos— consiguieron su pequeño nicho en las galerías de la celebridad. Se trata de bustos polvo rientos, pero de aspecto venerable, de medallones descas carados, pero que muestran aún las trazas de un altivo perfil. 

Ante estos simulacros de estuco y de yeso los his toriadores devotos no tienen el coraje de pasar de largo y los tratan como a personas vivas y catalogan por milé sima vez los títulos de obras que nadie lee y repiten con pocas variaciones el juicio que va arrastrándose de ma nual en manual, sin advertir que se ha vuelto más em bustero que un epitafio. Entre los que no figuran en la presente historia hay también hombres de alto valer y que yo admiro en la medida de todo su genio. Pero este genio lo manifesta ron mucho más en otras artes o disciplinas que como es critores. Compusieron libros y volúmenes, pero jamás fueron artistas o sólo lo fueron por casualidad. Son, ver bigracia, eminentes filósofos como Juan Bautista Vico; insignes recopiladores e ilustradores de antigüedades como Muratori; historiadores copiosos y afortuna dos como Ammirato y Botta; escultores o pintores ex celentes como Ghiberti y Salvador Rosa; sabios de buena clase como Mascheroni y Ascoli. 

Todos ellos y muchos otros «ue podríanse agregar, no se sabe con qué derecho o razón, aparecen en las historias de la literatura, dado que, juzgados como escritores, fueron apenas aguanta bles y quedaron de todo modo lejísimo de la perfección en ese arte que es el solo que aquí cuenta, es decir, el de la palabra. liaros son los que por natural privilegio del genio pueden figurar con el mismo derecho en más de una historia, y nadie se extrañará de encontrar también en esta mía a un redentor de gigantes como Miguel An gel, a un anatomista de los hombres como Muquiavelo, a un descubridor de los cielos como Galileo. Para elegir a los protagonistas legítimos, he tomado en cuenta, ante todo, la suerte de las obras. Cuando, por su valor intrínseco, un libro ha logrado sobrevivir durante siglos y no sólo como titulo o curiosidad sirio como nutrimento y gozo del lector no obligado; cuando un libro ha sido acogido con favor aun más allá de los confines de la patria y ha sido traducido, comentado y discutido en todas las naciones civilizadas, podemos abri gar la seguridad de que se trata de una obra que sigue fiendo viva, digna de ser amada y comprendida por in telecto?. vivos. 

Hav escritores «ue en coninnto tomien- aan e integran toda una escuela, una manera, una re- foiT.’í! a moda literaria y merecen, pues, ser retratados atentamente, aunque 110 sean siempre !os mayores. Pero de nada sirve dar ingreso libre, por inercia ovejuna, ul abigarrado séquito que cada uno de aquellos arrastra consigo en las historias literarias. Son, casi todos, dis cípulos que no supieron superar al maestro, sombras sub alternas y súcubos: no se saca ningún provecho, a los fines del conocimiento del arte, malgastando frases y pá ginas en ellos. Una vez que he hablado de Guido Caval canti, ¿de qué sirve recoger las débiles rimas de Gianni Alfani o de Guido Orlandi? Una vez que he estudiado a Cecco Angolieri, ¿para qué detenerse sobre Cennc della Chitarra o Rústico di Filippo? Y luego de haber contemplado la figura titánica de Dante, ¿con qué ob jeto rebajarse a atrapar una vez más, en los pantanos del olvido, a esos dantezuelos de bolsillo que se llama ron Fació degli Uberti y Federico Frezzi? Y después de haber ahondado el alma y la potencia lírica de Petrarca, ¿es menester acaso pasar lista de aquel inmenso rebaño de petrarquistas que suspiró, baló y vagó por tres bue nos siglos a expensas del Cancionero? Diráse, tal vez, que de este modo mi libro no resulta rá una historia “orgánica”, sino una sarta de ensayos; que falta la "textura conexiva” que debe enlazar los ór ganos vitales y que está constituido, en el vasto conjun to de la literatura, también por los menores, los medio cres, los pequeños, los mínimos e ínfimos que aquí que dan excluidos. Ilusión también ésta. El que padece la manía de hacer historia integral veríase reducido al absurdo de redac tar elencos interminables de semidesconocidos y olvida dos, y ni aun así lograría reproducir la fisonomía autén tica de nn siglo. 

La multilátera complejidad de la vida no puede reconstruirse en las páginas de un libro, por extenso que sea. El historiador, igual que el artista, no puede hacer a menos de elegir. Admitida la necesidad de la elección, es razonable que se elija tan sólo a los escritores que imprimieron a las épocas su propio sello, es decir, que determinaron el curso de la verdadera historia literaria. Esta obra, pues, tiene todo el derecho de llamarse his toria, más que aquéllas, abiertas de par en par a todos, semejantes a dormitorios públicos. Y es historia no sólo por la razón antedicha, sino también por su unidad in terior debida al método y por aquellos capítulos de enla ce que trazan las líneas maestras del desarrollo de nues tra literatura e iluminan ios fondos sobre los cuales so bresalen los protagonistas. La historia política está hecha, dicen, por las masas, pero en los momentos épicos y decisivos es obra de mag nos solitarios que ensoñerean y encarnan sueños, volun tades y necesidades de todo un pueblo. También la his toria literaria tiene sus héroes, sus soberanos; los pre cursores, sucesores, cortesanos y papagayos deben con formarse con unas pocas líneas en las bibliografías y en las enciclopedias. 

Hacer la historia de un arte quiera decir modelar las estatuas de los genios creadores, in novadores, dominadores: lo restante es burguesía omiti- ble y sopa incomible . 3 La tercera novedad se refiere, como dije, al objeto, y por ende también a los caminos y vehículos elegidos para alcanzarlo. Desde que se escriben historias de la literatura italiana hemos asistido al uso y abuso do los dos métodos cono cidos bajo el nombre de método histórico y método esté tico. Durante todo el Setecientos predominaron los ar chivistas; en los albores del Ochocientos salieron a la escena los filosofistas; en torno al 1870 adquirieron nue vamente preponderancia y arrogancia los historiadores puros; en los albores del Novecientos han vuelto a adue ñarse del campo los estetistas puros. Ha habido, pues, temporadas de predominio de las ra tas de biblioteca y temporadas de advenimiento de los murciélagos de la filosofía. Y estos murciélagos, cuya prosopopeya es, en verdad, mayor que la de loa ratones, sostienen que sólo a ellos corresponden todo privilegio y toda primacía, porque por au cuerpo no dejan de ser ratones, es decir roedores de eruditos papeles, y poseen, además, las alas, con que se levantan —por desdicha tan sólo cuando el aire es oscuro— hasta los torreones rui nosos de la filosofía estética. Las polvorientas ratas, tremolándoles los bigotes en colerizados entre un incunable mutilado y un código membranáceo, replican que los traicioneros murciélagos, con pretextos engañosos, esquivan las fajinas biográfi cas y bibliográficas, mientras que ellos, a pesar ue ser ratas, ratones o topos, podrían, si así lo quisiesen, apron tar unos novelones estéticos que darían envidia a los más revoloteantes quirópteros. Ambos tienen un poco de razón: los ratones son dema siado materialistas, pero, a veces, dan prueba de buen gusto y de buen juicio, los murciélagos son demasiado abstractivos, pero alguno ele ellos no desdeña ni desco noce la minuciosa Dusqueda histurica. Loa ejemplares ex tremos son rarísimos: en las historias de los eruditos hay, a menudo, algún relampaguear de las girándulas es téticas; en las de ios estéticos aparece alguna noticia o síntesis histórica. 

 Ai fin y al cabo son primos camales, descendientes to dos del común profesor Aristóteles: los unos quieren apli car a la historia literaria loa métodos de la ciencia; ios otros sueñan con entender y juzgar el arte por medio de la filosofía, que equivaldría a querer comprender la pintura, guiados por la geometría o la música con las teorías de la acústica. Por mi parte tan poco me satisfacen loa unos como los otros, y éstos muchos menos que aquéllos. Los escarba dores son pedantea, peto inútiles; los fantaseadores son brillantes, pero infructuosos y, a veces, peligrosos. Por culpa de esas jibias profetizantes, la crítica lite raria se ha vuelto un sellado de voriceptos sobre las car nes vivas de la poesía o un desmenuzamiento de micros- copistas sensuales que pierden de vista el libro para sa borear la página, pierden la página para gozar el verso, pierden el verso para gustar la palabra, pierden la pala- ba para languidecer sobre la sílaba. Entre el despiojar de los que se alimentan de polvo y el desvariar de los “problemaniáticos” no quiero ele gir. Me he propuesto, en cambio, seguir un camino to talmente distinto — un camino que algunos juzgarárK tri llado. pero que a muchos parecerá enteramente nuevo y que de cualquier modo, es, a mi juicio, el mejor. 

 También la historia literaria, como cualquier obra de verdadero y honesto escritor, ha de ser “vital nutrimen to” para los que la lean. Las fechas, los sucesos y las variaciones pueden llamarse alimento, pero no vital por que sacia la curiosidad mas no el espíritu. Y el exhibir se en escamoteos teóricos a las puertas o bajo las ven tanas de las mansiones del arte, puede dar solaz a las inteligencias, pero no substancioso consuelo a las almas. Por “vital nutrimento” no entiendo el ejercicio de la memoria verbal o de la imaginativa filosófica, sino la preparación a la experiencia de la vida, el nuevo des pertar de los afectos, el adiestramiento en el arte. Una historia de la literatura ha de ser, si ustedes no se es candalizan de la palabra, educativa, es decir moral, ci vil, pragmática. Moral: porque el aproximarse a escritores que fueron grandes, y por ende varones de verdad y fuera de lo común, no debe tan sólo ayudar a un mejor conocimiento de la naturaleza humana, sino a enseñar, sobre todo, el amor a ¡a grandeza, la rectitud de la vida, la tenacidad en las dificultades, la tolerancia heroica en la desventu ra y en la miseria y más aún el deseo de superarnos con tinuamente, de subir a más celestiales firmamentos. No todos los poetas son modelos de perfecta moralidad, pero sirven lo mismo, por contraposición y contraste, a mos trarnos el peligro y la vergüenza de esos pecados que lle gan hasta disminuir o manchar la grandeza de los gran des. Civil: porque los poetas, como los artistas, interpretan mejor que el común de los mortales el alma profunda de la patria, y, representando y revelando mejor sus belle zas, configurando y transmitiendo mejor sus glorias, re avivan el amor a nuestro pueblo y a nuestra tierra. Pragmática: porque el desentrañamiento de las obras más acabadas y famosas no debe servir sólo de pretexto para nuevas comprobaciones de abstrusos e intrusos “fi- losofemas”, sino también a guiar a los principiantes y a los escritores mismos a un más certero dominio del idioma, a una conquista más genial del arte do escribir. La historia de la literatura italiana, como yo la sue ño, no debería tanto amueblar las inteligencias cuanto cambiar, enriquecer y enaltecer a las almas. Tres resul tados principales espero de ello: educar en las más altas virtudes, hacer amar mejor a Italia, adiestrar en la prác tica efectiva del arte. Estos son los anhelos y ensueños del autor de la pre sente obra —sinceramente anhelados y soñados—, aun que él no hubiese logrado realizarlos en todas sus partes. GIOVANNI PAP1NI.

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miércoles, 24 de septiembre de 2025

PRINCIPIOS NOCTURNOS NOVELA.

 


https://www.libreriainternacional.com/principios-nocturnos-2da-edicion-9789968040853.html



CIORAN E EXTRAVÍOS PRÓLOGO.




Extravíos es una obra póstuma de Emil Cioran, escrita originalmente en rumano entre 1945 y 1946, justo antes de que el autor abandonara su lengua natal para consagrarse al francés. Publicada en español por Hermida Editores en 2018, este libro es una pieza clave para entender el tránsito de Cioran hacia su estilo definitivo: el aforismo corrosivo, la lucidez sin consuelo, la desesperación estilizada.


🕯️ ¿Qué es Extravíos?

Es un texto fragmentario, íntimo, casi clandestino. No fue concebido para la publicación inmediata, y eso se nota: Cioran escribe como quien se confiesa sin esperar absolución. El tono es más sombrío que en sus obras francesas, más visceral, menos estilizado. Aquí no hay aún el brillo aforístico de Breviario de podredumbre, pero sí el germen de su filosofía: la inutilidad del consuelo, la enfermedad de la conciencia, el vértigo de existir.


🧠 Temas centrales

Lucidez como condena: “La conciencia es una herida que no cicatriza.”


El sufrimiento como única realidad: Todo lo demás es ilusión, distracción, mentira.


La historia como farsa: Cioran desconfía de los grandes relatos, de las ideologías, de la redención colectiva.


La inmunidad emocional: Un ideal negativo: no sentir, no esperar, no sufrir.


El extravío como método: No hay camino recto. El pensamiento se curva, se pierde, se pudre. Y ahí, dice Cioran, está la verdad.


🧿 Fragmento representativo

“El sufrimiento es la única realidad; todo lo demás es juego, apariencia, literatura.”


Este tipo de sentencia anticipa su estilo posterior, pero aún está incrustada en una prosa más densa, más confesional.

 PRÓLOGO «Qui êtes-vous? —Je suis un étranger pour la police, pour Dieu, pour moi-même» CIORAN, Le mauvais démiurge. Œuvres, p. 1245 Compuesta poco después de terminar la guerra, aproximadamente entre la segunda mitad de 1945 y los primeros meses del año siguiente, Extravíos es acaso la obra más sombría y descreída que el autor haya escrito nunca; uno de los últimos textos que redacta en rumano y con toda probabilidad el último que concibe en su propia lengua a manera de libro. En 1945 la situación de Cioran se torna crítica. Sus instancias para prolongar la beca que de una u otra forma había logrado mantener desde su llegada a París en 1937 resultan ya inútiles. El 15 de febrero de 1946 comunicaba a sus padres el cobro atrasado de los últimos meses que percibiría (mayo-noviembre 1944).1 El balance de sus circunstancias se resume en estas líneas que transmite a Jeni Acterian el 2 de diciembre de 1946: «Pronto se cumplirán diez años desde que estoy en París, es decir, el único sitio del globo donde se puede vivir. Este lapso comporta las consecuencias más graves y las más agradables. Quiero decir que me siento feliz de estar aquí e infeliz de no poder imaginarme en otro sitio. —Sobre lo que hago no tengo ni idea. Creo que no hago nada. Vivo en una mansarda,2 como en la cantina estudiantil, no tengo profesión —y naturalmente no gano nada. No puedo considerar despiadada la suerte que me ha permitido vivir hasta los 35 años libre y al margen de la sociedad. Mi razonamiento ha sido siempre simple: cuando esto ya no marche me fusilo. La cuenta no ha salido mal, pues me ha permitido —contrariamente al rebaño circundante— perseverar… en la existencia, sin el terror del futuro».3 Por otro lado, la posibilidad de regresar a su país con la idea de reemprender la labor docente que había ejercido durante breve tiempo antes de su partida, no cabe de ninguna manera en sus planes.4 Desde la irrupción del comunismo en marzo de 1945, Rumanía ha devenido por lo demás una patria más que nunca imposible para Cioran. Es conocido el episodio de Offranville, pueblo situado a unos ocho kilómetros de Dieppe, donde Cioran se encuentra —según sus palabras— en el verano de 19475 intentando traducir a Mallarmé al rumano a modo de mero ejercicio. De pronto adviene en él una especie de revolución: Offenbarung es el término que empleará en su entrevista con Gerd Bergfleth el 5 de junio de 1984. En ese instante fulminante Cioran parece comprender la absurdidad de seguir empeñado en su propia lengua, así como la apremiante necesidad de adoptar el francés como única vía de escritura: «Abandonarás tu lengua materna y de ahora en adelante no escribirás sino en francés».6 No se trata sin embargo de una resolución imprevista, sino de un largo proceso de combustión interior que en ese preciso instante parece alcanzar su ocasión decisiva.7 Los años de la guerra supondrán para Cioran, en éste y otros sentidos, una transformación implacable, especialmente en lo que concierne a sus así llamados fervores ideológicos, según lo expresa en esta carta a su hermano en 1947: «En varios sentidos yo ya no soy el mismo. De algún modo he cambiado mi punto de vista en todo lo que respecta a las realidades “históricas”. A veces me parece cómico que haya podido escribir La transfiguración de Rumanía; —ya no me interesa. Salvo la poesía, la metafísica y la mística nada tiene valor alguno. Toda participación en las agitaciones temporales es tiempo perdido y malgasto inútil. […] Un hombre que pretenda conservar una cierta dignidad espiritual debe olvidar su condición de contemporáneo. […] Todo hombre es víctima de su temperamento. Yo creo haber liquidado muchos errores y esperanzas engañosas. Intenta, por cualquier medio, mantenerte al margen de las pasiones efímeras y de las supersticiones que envenenan inútilmente el alma y los bríos del espíritu».8 El cambio de lengua para Cioran implica, por tanto, no sólo una ascesis de orden lingüístico y estilístico, una camisa de fuerza que por sí sola determinará un drástico giro en su ideal de escritura, destinado a erradicar la efusión lírica que había caracterizado el periodo anterior,9 sino también y sobre todo un intento de liquidar para siempre el pasado y sus intemperancias, su férvido temperamento y su antigua identidad.10 significativo el título original de esta obra: Razne,11 A este respecto, resulta algo más que término absolutamente inusitado, preñado de prolíficas ramificaciones, capaz de albergar por sí solo un universo, «un Lebensgefühl, una metafísica y todo cuanto en materia de poesía pueda desearse»,12 diría acaso Cioran. En su raigambre eslava resuena una diferencia, una disonancia, una desemejanza, un extrañamiento, el despartimiento egregio de quien se ha apartado del rebaño, de Dios y de su misma esencia: «meteco por excelencia», peregrino incurable, errante en la «realidad irreal del tiempo», confinado en el ser y extraviado en la existencia; Razne expresa una disgregación, un desarraigo, un desvío, una divagación, un excurso, un desvarío, cuando no la libre dispersión que atañe a la factura fragmentaria y miscelánea de esta obra. Situada entre los dos breviarios,13 Extravíos señala en cualquier caso un fin de ruta en la trayectoria de Cioran como autor de lengua rumana, la prefiguración de un irreversible adiós ante la inminencia del salto que lo catapultará inmortalmente como uno de los prosistas más finos de las letras francesas en la segunda mitad del siglo. Notas 1 . Cioran, Scrisori către cei de-acasă. Humanitas, Bucureşti, 1995, p. 15. 2 CHRISTIAN SANTACROCE . Por ese entonces, temiendo la llegada del frío y del invierno, Cioran se ha trasladado al hotel Majory (20, rue Monsieur le Prince), a escasos metros del domicilio anterior (hotel Racine), donde ocupa una pequeña buhardilla soleada que, en palabras de Simone Boué, «más hacía pensar en el camarote de un barco que en una habitación de hotel». Cioran, Mon pays. Humanitas, Bucureşti, 1996, p. 126. 3 . Scrisori către cei de-acasă, p. 238. 4 . Según declara a sus padres el 15 de febrero de 1946: «La perspectiva de una cátedra a mi regreso no me entusiasma en absoluto: he olvidado que mi oficio es el de profesor y además no podría poner el alma en una carrera insulsa y estúpida. Sería para mí una dramática decisión tener que retomar una vida que nunca ha entrado en mis cálculos ni en mis ilusiones». Scrisori către cei de-acasă, p. 16. 5 . El hecho debió de ocurrir, sin embargo, un año antes, en el verano de 1946, pues a finales de ese año Cioran parece haber dado ya forma a la primera versión del futuro Précis de décomposition: «Para proporcionarme un pretexto de actividad he escrito en este último tiempo un “libro” en francés, Exercices négatifs. No sé si se publicará alguna vez. Es una especie de despedida de cara a las ilusiones heredadas o alimentadas inconscientemente, una especie de teoría del exilio metafísico sin pretensiones filosóficas, las cuales se me antojan más que nunca ridículas». A Jeni Acterian, el 2 de diciembre de 1946. Scrisori către cei de-acasă, p. 238. 6 . E. M. Cioran, Ein Gespräch, geführt von Gerd Bergfleth. Konkursbuchverlag, Tübingen, 1985, p. 15. 7 . Sólo indicar que unos tres años antes el autor avanzaba ya sus primeras tentativas en la nueva lengua, cristalizadas en dos artículos: Mihail Eminesco y Le «dor» ou la nostalgie, publicados en el semanario Comœdia el 16 de enero y el 4 de septiembre de 1943 respectivamente. El último de ellos firmado como Emmanuel Cioran. 8 . Scrisori către cei de-acasă, pp. 43-44. 9 . Según esta nota del verano de 1957: «Mi ideal de escritura: hacer callar para siempre al poeta que se esconde en uno; liquidar sus últimos vestigios de lirismo; —ir a contracorriente de lo que se es, traicionar sus inspiraciones; pisotear sus impulsos y hasta sus muecas». Cioran, Cahiers (1957-1972). Gallimard, Paris, 1997, p. 14. 10 . Véase el fragmento titulado Le renégat, incluido en su primer libro en francés: «Recuerda haber nacido en alguna parte, haber creído en los errores natales, propuesto principios y propugnado necedades inflamadas. Se avergüenza…, y se empeña en abjurar su pasado, sus patrias reales o soñadas, las verdades surgidas de su médula. […] Aquel que no puede ya tomar partido, porque todos los hombres están necesariamente en lo cierto y en el error, porque todo es justificable y al mismo tiempo irrazonable, ése debe renunciar a su nombre, pisotear su identidad y recomenzar una nueva vida en la impasibilidad o la desesperanza». Cioran, Précis de décomposition. Œuvres. Gallimard, Paris, 1995, pp. 635-636. 11 . En mayo de 1949, en el segundo número de la revista Luceafǎrul (pp. 145-149), aparecerían con este mismo título un puñado de fragmentos bajo las iniciales Z. P. Los últimos al parecer que Cioran redacta en rumano. 12 . A Constantin Noica, el 21 de enero de 1970. Scrisori către cei de-acasă, p. 298. 13 . Îndreptar pǎtimaş (Breviario de los vencidos), escrito entre 1940 y 1944, y Précis de décomposition (Breviario de podredumbre), publicado en 1949.

martes, 23 de septiembre de 2025

La Poesía No Se Sirve con Shots de Tequila PRÁCTICA EQUIVOCADA.

 


🩸 La Poesía No Se Sirve con Shots de Tequila

Leer poesía en un antro es como recitar a Rilke en medio de un tiroteo de reguetón. Es un acto de ingenuidad estética, una especie de suicidio lírico. No porque la poesía no tenga fuerza, sino porque el entorno la devora sin digerirla.

🎧 1. El antro no escucha, solo retumba

  • El antro no tiene oídos, tiene subwoofers.

  • No hay silencio, hay decibelios hormonales.

  • La metáfora se ahoga entre luces estroboscópicas y gritos de “¡otra ronda!”

🍸 2. El público no busca versos, busca vértigo

  • Nadie va a un antro a contemplar el abismo, sino a evadirlo.

  • La poesía exige presencia, pero el antro ofrece disociación con cover incluido.

  • Leer ahí es como intentar sembrar lirios en una pista de baile mojada con vodka.

🧠 3. El poeta se convierte en bufón involuntario

  • El que lee poesía en un antro no es un héroe, es un sacrificio estético.

  • Su voz se convierte en ruido ornamental, como el humo de la máquina que nadie mira.

  • El poema, que debería ser veredicto o revelación, se vuelve decoración sonora.

  • En colaboración: Enrico Pugliatti y Méndez Limbrick

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