Este
libro —cuenta William H. Hodgson en su introducción a “Los piratas fantasmas”—
puede ser considerado el último de un grupo de tres. El primero se publicó bajo
el titulo de “Los botes del «Glen Carrig»”; el segundo, como “La casa en el confín
de la Tierra”; por fin, este tercero, completa lo que, quizá, pueda ser
considerado una trilogía; pues, aun cuando los tres difieren mucho en los
contenidos, todos ellos coinciden en una determinada forma de tratar unos
conceptos elementales. Con este libro, el autor cree que cierra una puerta, en
cuanto a lo que a él concierne, sobre una determinada fase de su etapa
creadora.
“Los
botes del «Glen Carrig»” (1907), relata unos hechos sorprendentes en los que se
ven envueltos los tripulantes de un buque náufrago. La historia está llena de
colorido, aventuras y extraños sucesos, y poblada por las criaturas fantasmales
y extraordinarias tan propias de Hodgson.
“La
casa en el confín de la Tierra” (1908) es posiblemente su novela más famosa.
Admirada por H. P. Lovecraft, contiene varios capítulos difícilmente superados
en toda la literatura sobrenatural. Es una historia de horror y una historia
cósmica, que nos comunica de manera sorprendente la soledad y el paso del
tiempo en una persona aislada en una terrible casa asentada en medio de una
puerta temporal.
En
“Los piratas fantasmas” (1909) nos encontramos de nuevo con una historia
ambientada en el mar. Trata del acoso de un buque “maldito”, el «Mortzestus»,
que es soliviantado por la aparición de unos extraños y fantasmales hombres que
van acabando con la tripulación. La descripción de la atmósfera, el relato de
los hechos hasta que van alcanzando el climax, están magistralmente narrados, y
la novela tiene momentos de verdadera fuerza sobrenatural. Los fantasmas apenas
se ven, pero se sienten…
William Hope Hodgson
Trilogía del Abismo
WILLIAM HOPE HODGSON:
VIDA Y OBRA
Probablemente
sea William Hope Hodgson (15 de noviembre de 1877 - 19 de abril de 1918) el
escritor que mejor ha sabido aunar en sus relatos y novelas el ambiente marino
y la atmósfera sobrenatural. La mayoría de sus obras tienen como protagonista
al mar, un mar casi siempre extraño, hosco y desconocido, lleno de presencias
fantasmales o monstruosas, y de hombres empequeñecidos por lo que se desarrolla
a su alrededor, por las fuerzas de la Naturaleza o por los poderes
incomprensibles de lo antinatural. Pero el mundo hodgsoniano no es sólo un mundo acuático; sus relatos y novelas a
menudo se alejan de esos abismos azules, vacíos y atemporales, y se adentran en
otros igualmente extraños y aterradores: los abismos del tiempo, del cosmos y
del espacio, donde otros seres luchan hasta el fin, aunque sea sin esperanza
—como siempre lo hacen los personajes de Hodgson—, de la misma manera que en el
barco asediado en medio del océano por unas monstruosidades innombrables. Lo
único que cambia es el lugar físico, el paisaje que rodea a los protagonistas:
si allá era el barco, un mar extraño, la isla desierta y fungosa, aquí es una
casa colgada de un barranco, asediada por unas entidades porcinas e
insensibles, o el cosmos infinito, el tiempo que gira vertiginosamente hacia el
futuro o hacia el pasado, o una pirámide de varios kilómetros de altura, el
Último Reducto, sitiada por criaturas espeluznantes y custodiada eternamente
por unos seres colosales e inmutables: los Vigilantes del Noreste, del
Noroeste, del Sur, del Suroeste y del Sureste.
En
este primer libro de las obras completas de William Hope Hodgson se aúnan ambas
características de la ficción hodgsoniana.
Las tres novelas que aquí presentamos conforman una especie de trilogía
temática y son precursoras de la —para ciertos críticos— más importante obra de
Hodgson, The Night Land (1912), una
mastodóntica pieza de 200 000 palabras, en la que se desborda toda la fantasía,
el romanticismo y el terror de W. H. H. Pero es, quizá, en estas tres primeras
novelas que nos ocupan: Los botes del
«Glenn Carrig» (1907), La casa en el
confín de la Tierra (1908) y Los
piratas fantasmas (1909), donde se dan cita verdaderamente todos los
tópicos literarios propios del autor, donde coinciden el misterio, la aventura,
lo insólito, lo aterrador, los abismos del cosmos y del tiempo, y los abismos
marinos repletos de criaturas extrañas —casi bíblicas— tan queridos por su
autor. Según palabras del propio Hodgson en su breve introducción a Los piratas fantasmas:
«Este
libro puede ser considerado el último de un grupo de tres. El primero se
publicó bajo el título de Los botes del
“Glen Carrig”; el segundo, como La
casa en el confín de la Tierra; por fin, este tercero, completa lo que,
quizá, pueda ser considerado una trilogía; pues, aun cuando los tres difieren
mucho en los contenidos, todos ellos coinciden en una determinada forma de
tratar unos conceptos elementales. Con este libro, el autor cree que cierra una
puerta, en cuanto a lo que a él concierne, sobre una determinada fase de su
etapa creadora».
I. VIDA
William
Hope Hodgson nació en Blackmore End, Wethersfield, Finchingfield, Essex,
Inglaterra, el 15 de noviembre de 1877. Su padre, Samuel Hodgson, era un pastor
anglicano ordenado en 1871 en la catedral de Lichfield. Su madre se llamaba
Lissie Sarah Brown.
William
fue el segundo de un total de doce hermanos, tres de los cuales murieron
durante la infancia. Por fecha de nacimiento, los que sobrevivieron fueron:
Chad, William Hope, Hillyard, Mary, «Frank», «Bertha», Lissie, Eunice y
Christopher. Su padre era un hombre de baja estatura pero de una gran fuerza
mental, y discrepaba con muchas de las materias doctrinales de la Iglesia.
Poseía una extraordinaria capacidad como orador y sus sermones resultaban
tremendamente efectivos, hecho que le puso en contra de sus superiores en
numerosas ocasiones y provocó frecuentes traslados de parroquia, llegando a
servir en un total de once durante los veintiún años que dedicó a la Iglesia.
En consecuencia, la familia Hodgson vivió con mucha frecuencia al borde de la
pobreza.
A
pesar de todas estas penalidades, Samuel fue un padre amable y cariñoso que
amaba a sus hijos; al igual que su esposa Lissie, una mujer de natural
bondadoso y extremadamente devota, que se sentía casada con el mismísimo Dios,
y que sólo hablaba de él a los niños en un tono bajo y respetuoso. Siempre
deseó que William siguiera los pasos de su padre. Pero él tenía sus propias
ideas.
A
la edad de 13 años, William se escapó del colegio para embarcarse en un buque
mercante; el romanticismo y las ansias de aventura llenaban su vida por aquella
época. Pero consiguieron descubrirle antes de hacerse a la mar, aunque no
pudieron quitarle de la cabeza el proyecto de volver a repetir la intentona. En
vista de todo esto, y de que la familia estaba pasando serias dificultades
económicas, su tío consiguió convencer al padre de Hodgson para que le dejara
hacerse a la mar como aprendiz de cabina. Era el 8 de agosto de 1891, y William
embarcaba de aprendiz a la edad de 14 años; comenzaba así su vida marinera, un
total de ocho años que pasaría surcando los mares de todo el mundo, y que
marcarían su carácter y sus escritos para toda la vida.
Pero
la tragedia llegó muy pronto. Samuel Hodgson empezó a perder la voz y se le
diagnosticó cáncer de garganta. Murió el 11 de noviembre de 1892, a la edad de
46 años. La familia Hodgson quedó en una posición muy delicada, sin apenas
ingresos, y se vio obligada a subsistir de la caridad de sus vecinos.
William
siguió su periodo de aprendizaje, que duró cuatro años, al cabo de los cuales
decidió afrontar los estudios para convertirse en oficial mercante. Pasó dos
años en una escuela especializada de Liverpool, siendo estos estudios lo más
parecido a una educación superior que jamás realizó en su vida, y finalmente
aprobó los exámenes de oficial.
Pronto
volvió a hacerse a la mar, y una de las aficiones que desarrolló fue la de la
fotografía, llegando a convertirse en un verdadero maestro en este arte, y
siendo uno de los primeros en fotografiar ciclones y tormentas marinas. William
realizó un largo viaje transoceánico a bordo del Euterpe, un velero que partió de Glasgow a finales de la década de
los 90 del siglo XIX, que duró diez meses seguidos, y durante el cual guardó
una cuidadosa relación de acontecimientos en su diario, y realizó numerosas
fotografías al natural de la vida dentro y alrededor del barco, y de todos los
fenómenos meteorológicos que pudo captar.
Sin
embargo, la vida en el mar no acababa de convencerle. Pensaba que era brutal,
demasiado dura y que sólo un hombre con un gusto muy desarrollado por el
masoquismo, o algo corto de mente, podría estar a gusto con ella. Según sus
propias palabras: «Es una vida de perros». Más adelante, en una entrevista que
un diario de Blackburn le hizo en 1901, declararía:
«Como ve, tuve que desarrollar mis músculos
desde una edad muy temprana. Me hice a la mar cuando tenía 14 años, y era un
chaval canijo con un físico bastante corriente que tuvo la desgracia de servir
bajo las órdenes de un segundo oficial de la peor ralea imaginable. Era un
bestia, y aunque le puedo asegurar con toda confianza que jamás le di motivos
para ello, me trataba de una manera brutal. Me hizo la vida tan insoportable
que, al final, reuní el coraje suficiente para contraatacar, y “fui a por él”.
Navegamos por todo el mundo en una lucha similar a la que podrían haber
entablado un perro mastín y un terrier, ya que él era fuerte y sabía cómo hacer
daño. Por supuesto, acabé recibiendo una despiadada paliza, pero recuerdo lo
orgulloso que me sentía cuando al día siguiente se me llamó al camarote del
capitán, acusado de insubordinación, y pude ver que yo también había dejado mis
marcas en él».
Pero
Hodgson tenía que ganarse la vida de alguna manera en tierra. Lo que mejor
sabía hacer por aquel entonces era desarrollar físicamente los músculos del
cuerpo, circunstancia que se había visto obligado a aprender pues siempre había
sido una persona menuda, y en el mar aquello estaba ligado a ser objeto de
abusos y chanzas. De cualquier manera, los músculos de Hodgson eran, entonces, los mejores de Inglaterra, como se había
escrito en algún diario de la época. Abrió un gimnasio con todos los avances
técnicos y ¡luz eléctrica!, y se dedicó a impartir clases de cultura física y a
dar conferencias —cosa que, según las críticas, se le daba muy bien (faceta
posiblemente heredada de su padre)—, acompañadas de sus propias fotografías.
Pero
Blackburn, lugar en donde abrió su gimnasio, era una ciudad pequeña y pronto se
vio obligado a cerrar. Por aquel entonces comenzó a escribir cartas y a
participar en las secciones de críticas de varias revistas literarias de la
época: Sandows Magazine, Cassell’s
Magazine, Penny Pictorial Weekly, The Strand Magazine, The Grand Magazine, etc. En estas revistas vendió algún
artículo sobre cultura física o temas marinos, y pronto comenzó a vislumbrar
las posibilidades de ganarse la vida como escritor.
La
primera historia que Hodgson publicó fue “The Goddess of Death”, en abril de
1904, vendida al Royal Magazine por
veintiocho dólares. Un año después, en junio de 1905, en The Grand Magazine (revista de gran prestigio que publicaba entre
otros a H. G. Wells, George Bernard Shaw, Sheridan LeFanu, etc.), apareció su
segunda historia “A Tropical Horror” (“Un horror tropical”), de la que el
editor dijo: «Aunque esta historia, un terrible relato marino, pueda ser
demasiado horripilante para algunos gustos, está escrita de manera magistral y
con una sensación de realidad que atrapa la atención del lector de una forma
que recuerda los mejores intentos de Defoe».
Hodgson
había comenzado su carrera de escritor. Desde entonces, y hasta la fecha de su
muerte, continuó vendiendo cuentos en las revistas inglesas y en sus gemelas
editadas más allá del «gran charco», actividad que le reportaba lo suficiente
como para vivir, aunque bastante humildemente. La crítica siempre se portó muy
bien con sus obras. Compaginaba la venta de sus relatos, que eran los que
realmente le daban de comer, con la escritura de cuatro novelas y un libro de
poemas que, según la costumbre de la época, tuvo que publicar por su cuenta, de
acuerdo con una editorial, y esperar el fruto de las ventas para comprobar si
obtenía beneficios; cosa que, por desgracia, nunca se produjo.
No
se sabe mucho de las andanzas e intereses por el sexo opuesto que William Hope
Hodgson mostró antes de casarse tardíamente a la edad de 36 años. Parece ser
que estuvo enamorado de una mujer muy cercana a la casa real del raja indio
Gwek Baroda. Esta dama era de descendencia indo-holandesa, vivía en un famoso
hotel londinense y frecuentaba la alta sociedad de su época. Ambos estuvieron
muy unidos durante un tiempo, pero el bajo nivel económico de Hodgson, y su
inferior categoría social, evitó cualquier tipo de compromiso. También se cree
que estuvo saliendo con una muchacha de Barth, pero el asunto no llegó a
cuajar. Es lícito pensar que su falta de recursos económicos hacía muy difícil
cualquier tipo de enlace.
Pero
hacia 1913 conoció a su futura esposa. Betty Farnworth trabajaba en el equipo
técnico que realizaba la revista femenina Home
Notes, y que era un producto de la misma editorial que publicaba The London Magazine y The Red Book (revista a la que Hodgson
vendió muchos de sus relatos). Tanto William como Betty se veían a menudo por
la editorial, y pronto se sintieron atraídos el uno por el otro. Ambos habían
nacido en 1877 y tenían la misma edad de 36 años; casualmente, también vivían
muy cerca. Se casaron el 26 de febrero, en Londres, y fueron a París en su
viaje de novios.
Francia
les encantó y, por aquel entonces, resultaba un país más económico para vivir
que Inglaterra, así que decidieron establecerse allí. Fijaron su primera
residencia en Les Mimasas, y más adelante en Chalet Mathilda, Sanary. Mientras
tanto, W. H. H. seguía escribiendo y enviando sus cuentos a The Red Book o a The Bookman, siendo 1914 uno de los años más productivos en su
carrera literaria.
Pero
este breve periodo de felicidad conyugal y artística iba a terminar
abruptamente a causa de la tormenta bélica que empezaba a desatarse en Europa.
Nada más comenzar la Primera Guerra Mundial, Hodgson regresó a Inglaterra con
su esposa y se alistó como voluntario en el Cuerpo de Caballería. Resulta
curioso señalar que, a causa de su título de oficial de marina, le intentaron
convencer para que se alistase en la armada, a lo que él respondió enfadado que
no quería saber absolutamente nada de cualquier cosa que tuviera algo que ver
con los marinos, los barcos o el mar. Finalmente sirvió de teniente en el Royal
Field Artillery.
Hodgson
se hirió en la cabeza al caerse del caballo en 1916 y tuvo que dejar el
servicio activo durante un tiempo; de manera que siguió escribiendo y aprovechó
para publicar su libro The Luck of the
Strong, una antología de relatos en la que aparece su notable pieza “La
nave de piedra” y los dos cuentos del capitán Jat. También aparece por esa
época, en 1917, otro libro que fue particularmente exitoso, Captain Gault, con diez relatos de
misterio y aventura, cuyo principal protagonista es el mencionado capitán
Gault, un marinero especializado en el contrabando.
Sin
embargo, gracias a su enorme vitalidad y fortaleza física, Hodgson pronto se
recuperó de sus heridas, y se las arregló para convencer a sus superiores de
que le dejaran volver a primera línea. En octubre de 1917 regresó a Francia con
su batería y pronto entró en acción. En abril de ese mismo año, Hodgson y otro
oficial consiguieron rechazar el ataque de un numeroso grupo de enemigos que
habían conseguido traspasar sus líneas defensivas. Unas semanas después, el 19
de abril de 1918, Hodgson cayó muerto en combate mientras hacía labores de
observación. Su fallecimiento, a causa de la explosión de una granada, no fue
notificado por The Times hasta el 2
de mayo. Jamás encontraron su cuerpo que, presumiblemente, quedó completamente
volatizado por la detonación.
W.
H. H. escribió numerosos poemas a lo largo de su vida, poemas que, desde mi
punto de vista, rebosan sensibilidad y no son en absoluto desdeñables. Algunos
pueden encontrarse en sus novelas y relatos, aunque también publicó dos libros
de poesía: The Calling of the Sea y The
Voice of the Ocean. Muchos de ellos tienen que ver con la muerte; sirva
como colofón a este breve apunte sobre su vida el titulado “To God” (“A Dios”),
donde el autor pregunta algo que no puede responderse:
Muero, y mi obra se despliega ante mí;
como
un lápiz partido por el filo del cuchillo,
así
se frena mi ingenio ante el agudo filo
de
las crudas espadas del pensamiento que llenan mi vida, y que me ayudan a
expresarme delante de Ti.
Y
ahora muero, ahora que soy capaz de cantar con gracia.
¿Por
qué debo morir cuando sólo ansío hablar?
¿Por
qué ahora, tras todos estos años de penurias,
de
necesidades de expresión, y la promesa
de
que entonaría mi canción?… Y ahora, demasiado débil,
veo
mis logros a través de una bruma colmada de miedos,
como
un profeta mudo que sucumbe ante el beso de la muerte, mientras contempla
visiones fabulosas desde un tonel de hierro.
Tú
Que Eres, aunque el hombre no ha sabido describirte…
una
Fuerza oculta a las miradas de la Verdad,
retratada
con palabras vacuas y estúpidas,
por
hombres con ideas arrebatadas por la emoción;
si
realmente Existes allí, tan alto y distante,
responde
a mi corazón desbocado y ridículo,
que
te pregunta cuestiones de la Oscuridad…
que
espera respuestas… que espera algo más que el Silencio.
II. OBRAS
Sus
novelas y cuentos resultan sorprendentes y, en muchas ocasiones, brillantes. La
crítica del momento siempre los acogió con muy buenas palabras, aunque sus
ventas no fueron todo lo deseables como para que Hodgson dejara de preocuparse
por su incierto futuro económico. A lo largo de su carrera escribió multitud de
cuentos y poemas (ver listas adjuntas), cuatro novelas y una versión condensada
—The Dream of X— de la más larga de
ellas, y varios ensayos y artículos periodísticos
Entre
sus novelas, la primera, Los botes del
«Glen Carrig» (1907), relata unos hechos sorprendentes en los que se ven
envueltos los tripulantes de un buque náufrago. Escrita en un estilo arcaico
que imita el del siglo XVIII, presagia sus futuros experimentos llevados a cabo
en la elaboración de su más importante obra: El reino de la noche. La historia está llena de colorido, aventuras
y extraños sucesos, y poblada por las criaturas fantasmales y extraordinarias
tan propias de Hodgson. La novela es una obra menor que se lee con gran interés
y delectación.
La casa en el confín de la Tierra (1908) es posiblemente su novela más famosa.
Admirada por H. P. Lovecraft, contiene varios capítulos difícilmente superados
en toda la literatura sobrenatural. Es una historia de horror y es una historia
cósmica, que nos comunica de manera sorprendente la soledad y el paso del
tiempo en una persona aislada en una terrible casa asentada en medio de una
puerta temporal. Poco más se puede decir, sólo aconsejar a todo el buen
aficionado a lo sobrenatural que no deje de leerla bajo ningún concepto.
Su
tercera novela, Los piratas fantasmas
(1909), según Hodgson, completaba una trilogía con las dos anteriores. De nuevo
nos encontramos con una historia ambientada en el mar y cargada de Términos
marineros. Trata del acoso de un buque «maldito», el Mortzestus; que es soliviantado por la aparición de unos extraños y
fantasmales hombres que van acabando con la tripulación poco a poco. La
descripción de la atmósfera, el relato de los hechos hasta que van alcanzando,
poco a poco, el clímax, están
magistralmente narrados, y la novela tiene momentos de verdadera fuerza
sobrenatural. Los fantasmas apenas se ven, pero se sienten hasta que al final, el buque maldito es realmente abordado
por un enorme y fantasmal barco pirata que surge de las profundidades. De las
cuatro novelas, posiblemente sea ésta, junto con la anterior, donde mejor está
desarrollado el estilo de Hodgson, aquel al que nos tiene acostumbrados en sus
cuentos más evocadores.
El reino de la noche (1912), es la obra en la que el autor había
depositado más esperanzas. Escrita en el arcaico estilo del siglo XVII, narra
extensamente las aventuras de un héroe del futuro en busca de su amada perdida,
en una tierra plagada de peligros, seres extraordinarios, sucesos increíbles y
una noche eterna. La novela tiene momentos jamás igualados por ninguna otra
obra imaginativa, y también capítulos (como el primero, por ejemplo) en los que
la narración decae a un romanticismo arcaico y repetitivo. Sin embargo, podemos
afirmar que Hodgson sí hizo algo importante al legarnos una obra semejante;
jamás, desde entonces (si exceptuamos, posiblemente, a Lovecraft), nadie ha
relatado con tanta brillantez e imaginación algunos de los sucesos,
monstruosidades y hechos extraordinarios como los que tienen lugar en esta
monumental novela.
Hodgson
siguió vendiendo cuentos a las revistas de la época, que era lo que realmente
le sustentaba. Estos cuentos son bastante irregulares, generalmente de tema
marinero, con un trasfondo sobrenatural o, simplemente, aventurero, aunque
también escribe relatos no ambientados en el mar. Generalmente los mejores son
los primeros, en donde se encuentran verdaderas piezas maestras: ¿quién puede
olvidar sus magistrales “Una voz en la noche”, “Desde el mar sin mareas”, “La
nave de piedra” o “El misterio del buque abandonado”? Pero también tiene cuentos
muy destacados en la otra categoría. “Eloi Eloi Lama Sabachthani”, por ejemplo,
es un cuento curioso y brillante, que tardó en ser publicado por su tema
religioso, bastante escabroso para la época.
Hay
muchos más ejemplos (Hodgson fue un escritor prolífico) y sus cuentos,
desperdigados en vetustas y casi inencontrables revistas, han ido apareciendo
en épocas recientes debido al interés de los aficionados. Podríamos destacar
cuentos de tema marinero como “The Island of the Crossbones”, “The Sharks of the
St. Elmo”, “The Haunted Pampero”, “Old Golly” o “The Call in the
Dawn”, y relatos no ambientados en el mar como todas las aventuras de Carnacki, el cazafantasmas (que relata
las andanzas de un investigador de lo oculto al estilo del Jonn Silence, de
Blackwood, o del Profesor Challenger, de Doyle), “The Valley of Lost Children”
o “The Goddess of Death”.
El
interés por la obra de Hodgson ha ido en aumento, llegándose a publicar cuentos
suyos que no son propiamente sobrenaturales como The Exploits of Captain Gault, de trama aventurera, y Captain Dang, recopilándose también su
respetable obra poética en el volumen Poems
of the Sea and others. Ahora mismo, la editorial norteamericana Night Shade
Books está publicando su obra completa en cinco gruesos volúmenes, y también se
ha anunciado un nuevo libro, The
Wandering Soul, con material inédito y marginal, artículos, ensayos y
fotografías.
Como
ya he dicho antes, Hodgson fue un escritor muy prolífico, sin embargo, su
carrera se vio truncada prematuramente durante la Primera Guerra Mundial,
privándonos, posiblemente, de un buen montón de maravillosas y terribles
historias. Para finalizar reproduzco parte de una carta enviada a su madre en
1918, mientras se hallaba en las trincheras…
«El sol descendía majestuosamente cuando
volví, y en medio de aquella desolación se erguían extrañas, amorfas, vacuas
masas levantadas por el hombre contra la Tormenta infernal que rugía por todas
partes, noche y día, día y noche, en mitad de la más atroz Llanura de
Destrucción. ¡Dios mío! Hablar de un Mundo Perdido… hablar del FIN del Mundo;
hablar de la “Tierra de la Noche”… todo está allí, a no más de doscientas
millas de donde tú te encuentras, ajena a lo que sucede. Y la infinita,
monstruosa, terrible sensación de lo que contemplo… la muerte que espera,
sumergida… Si sobrevivo y, de alguna manera, puedo salir de aquí (y, por favor
Dios, espero que así sea), qué libro podría escribir si mi “vieja” habilidad
con la pluma no me ha abandonado».
III. NOVELAS, CUENTOS Y
POESÍAS COMPLETAS
A
continuación paso a enumerar las obras completas de William Hope Hodgson. Todas
ellas están siendo publicadas por la editorial norteamericana Night Shade Books
en cinco gruesos volúmenes de unas 500 páginas cada uno. También se ha
anunciado para este año (2005) un nuevo libro de W. H. H., The Wandering Soul, Glimpses of a Life: A Compendium of Rare and
Unpuhlished Works; donde se ha compilado bastante material aún inédito del
autor, como los cuentos incluidos en «Coasts of Adventure», el «Ship’s Log» (diario
de a bordo) de uno de sus primeros viajes por mar, fotografías de Hodgson y su
familia, varios poemas recientemente descubiertos, artículos periodísticos y
las importantes fotografías históricas y geográficas que realizó en algunas de
sus travesías… En España, la editorial Valdemar ha publicado una porción
importante de sus obras (novelas y cuentos) en la colección «El Club Diógenes»,
en este volumen que nos ocupa y en otros futuros de la «Colección Gótica», el
siguiente de los cuales será la edición de los cuentos completos de misterio y terror en el mar.
[Los títulos que figuran a continuación
traducidos al castellano son de obras ya publicadas en nuestro país; los que se
muestran en su idioma original (el inglés) aún no han sido traducidos ni editados
en nuestra lengua].
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