miércoles, 6 de diciembre de 2023

CARTA 3 A KATHERINE WITHMORE DE PEDRO SALINAS




 3

[Manuscrita]

[Madrid, 3 de agosto de 1932]

¿Te vas acostumbrando ya a mi escritura, a esta terrible letra

mía? ¡Pobrecita! Tú que has aprendido tantas cosas, latín, alemán,

francés, ¡qué sé yo!, tener ahora que aprender a leer. Enredarte

en estos garabatos con que yo intento expresarme por escrito.

¿Crees tú que se pueden escribir cosas bonitas con esta letra? Yo

no. Por lo visto mi destino es estar siempre dándote las gracias,

porque al final de cada carta digo, aunque tú no lo digas, «gra-

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cías, gracias», por haber llegado al final de esta carrera de obstáculos.

Katherine, ya te lo he dicho: soy un carácter difícil, pero

acaso más que en nada en mi letra. ¿Tendrás paciencia, no te cansarás

de leerme nunca? Y te advierto que je te soigne. Mi auténtica,

mi verdadera letra es mucho peor que ésta, sí. Pero quiero

darte facilidades, no asustarte demasiado. Y si vieras cómo me

aplico a escribir con cuidado, separando bien las letras y las palabras,

muy atento, como cuando tenía ocho años y en el colegio

hacía ejercicios de caligrafía. Tenía que examinarme, ¿sabes?, de

ese horrible arte de la caligrafía. Escribía hermosas planas que no

decían nada, planas abstractas, gratuitas, inútiles, con nombres de

países, de ríos, etc. Muy bonito, mira: «Europa... Danubio... Canadá...

Tajo... Gran Bretaña...». Y el maestro me dijo una vez con

aire de desolación: «Tú no tendrás nunca buena letra». Yo entonces

me desesperaba, quería triunfar. Pero no pude. Luego más

tarde me lo he explicado. Es por la eterna lucha de instinto y razón.

Mi letra la hago con mi pulso, con mi ritmo, con el ritmo de

mi sangre. Y el maestro quería imponer a ese profundo ritmo

mío, la regla, el orden, la razón. No, no ha sido posible, Katherine.

Aquí me tienes hoy, escribiéndote, como a los ocho años,

con el ritmo de mi sangre, con el pulso mío, con ese impulso que

no viene de lo racional, de lo impuesto, de lo aprendido, sino de

lo espontáneo, de lo primitivo, de lo último y más profundo. ¿Entenderás

esta letra? ¿Ésta, pura, elemental, no dominada por los

años ni por la experiencia, no vencida por el uso, esta letra bárbara,

original, la primera mía? Porque esta letra apasionada, turbulenta,

loca, con que te escribo, es la mía, la más mía. Ojalá la

comprendas y quieras comprenderla siempre.

Pedro

Recibí tu postal.

¡Qué deliciosa! ¡Lo b-a-r-r-o-c-o! ¡Qué bien te acordaba! Dearest,

dearest!

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