martes, 5 de diciembre de 2023

CARTA 2-PEDRO SALINAS A KATHERINE WITHMORE




 2

[Manuscrita]

[Madrid,] martes [2 de agosto de 1932]

Ayer, primer día de clase de literatura contemporánea,3 sin público,

sin nadie. ¿Dónde estaba mi público? Tenía delante rostros

torpes, ininteligentes, feos. ¿Dónde estaba mi sonrisa, mi rostro

medio vuelto, mi inteligencia hecha persona, hecha delicia en

atención? Me pasé el tiempo de clase diciendo una conferencia a

la ventana, a lo que veía por la ventana. Al fin y al cabo, como mi

voz es fuerte y Valencia no está lejos —500 kilómetros— puede ser

que de pronto caiga en mis oídos alguna de esas frases sustanciales

(por ejemplo: «en tres épocas podemos dividir la producción de

este autor») que yo pronuncio. Puede que recobre mi público.

Pero, no, ¿sabes?, te cuento esto así un poco en broma, pero te

aseguro que tu ausencia era la mayor presencia de la clase, ayer.

No estando la llenabas toda. Y yo pensaba en la hermosa frase

«forma de la huida».4 Ayer la clase era una forma más de tu huida;

y tanto más dolorosa cuando que por ella viniste, cuando fue el lugar

del mundo designado por los dioses —¡sí, sí, por los dioses!—

para tu aparición sobre la tierra. ¡Momento mágico, inolvidable en

que yo vi surgir lentamente, de la nada, unos ojos, unos labios, un

cuerpo, un ser humano detrás del cual sentí temblar una luz intacta,

pura, nueva, de la vida! Te aseguro que la Mitología, que me

gusta mucho, jamás ha hecho nada tan perfecto. Ningún nacimiento

de Venus —ni el relieve griego, ni Botticelli5— tiene ese

patetismo, esa profundidad de sentimientos, que el verte a ti nacer,

no sé de dónde, del olvido, de lo inexistente, del cielo, o más bien

de ti misma. Sí, porque naciste de ti misma. Yo vi primero tus apariencias

corporales. Fueron como el signo, como la seña indicadora.

Pero luego poco a poco, según te miraba empecé a ver cómo

de tu propia carne, de tu propia figura salía el ser nuevo, nacía la

criatura revelada. ¡Prodigio, milagro, asombro! Y lo más raro es

que todo ello se verificaba, sucedía, sin que nadie se diera cuenta,

más que yo —ni tú siquiera—, en un lugar y ambiente que nada tenían

de milagrosos, en una clase... Nadie notó nada, nadie advirtió

nada. Pero aquella noche, al salir de clase, el mundo llevaba encima

una ilusión nueva, un anhelo más. Te aseguro que yo creí que

no lo sabrías nunca. Que pensé en que pasarías por mi lado sin poder

yo acercarme a tu altura divina, lejana y superior, como las diosas

y los más altos deseos. «¿Lo sabrá alguna vez?», me pregunté

por dentro. «¿Lo sabrá cómo la he salvado del resto del mundo, en

mí?» Y ahora te lo pregunto: «¿Lo sabes, lo sabes, lo sabes?».

Pedro

[En los márgenes]

Tengo tu postal de Valencia. Gracias, gracias. Hasta mañana,

hasta ahora mismo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

   NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN   El idioma japonés de la corte Heian, si bien tiene una relación histórica con el japonés moderno, tenía una es...

Páginas