I
UN GRAN SANATORIO
Se sabe que Suiza es un país especial, pero se ignora
generalmente que en el fondo del suizo duerme un
romántico, más allá de eso que los suizos llaman su
"espíritu helvético", que envuelve todos los Cantones,
desde la Suiza francesa, pasando por la alemana, hasta la
italiana, haciendo tan diferente a este último de la Italia del
norte, de Milán y el Lago de Como, del que apenas lo
separan una decena de kilómetros. Calladamente, el suizo
sufre de ser como es, o como el mundo cree que es: un
pequeño burgués preocupado de su seguridad, de sus
bancos, de sus relojes, de sus quesos, con una visión muy
limitada, por la cercanía de un monte a otro. Si ha llegado a
ser así, o a aparecer así, el suizo compénsase preparando su
tierra para un advenimiento: el arribo de un visitante
extraordinario, que debe venir cada cierto número de años
y que, ignorando las normas del "espíritu helvético",
haciendo caso omiso de ellas, se proyecta a la eternidad. En
el pasado, este país ha recibido a Rilke, a Romain Rolland, a
Hermann Hesse, a Tomás Mann, a Nietzsche. Aquí vive
hoy Krishna Murti.
De este modo, creando las condiciones propicias al
advenimiento, el suizo se redime. Mientras tanto, es el
hotelero, el administrador de un Gran Sanatorio de la
humanidad, que provee los medios para que algunos seres
de excepción, en los que él se proyecta, puedan vivir, sufrir,
soñar aquí; a menudo, morir aquí. En este Gran Sanatorio,
que los suizos regentan, además de los relojes con los que
cuentan los minutos de esas vidas, les han proporcionado el
trampolín para saltar a la eternidad. y si en verdad no
fueran los habitantes de este país quienes lo hacen posible,
entonces lo serán sus montes, sus nieves puras, sus lagos y
sus bosques; los sueños que se anidan profundamente en el
alma de esta tierra, que ella no realiza, pero que permite
realizar a otros.
Leí a Nietzsche en mi adolescencia. Desde aquellos años,
creo que no volví a sus libros. Sabía, sin embargo, que la
más grande influencia en la literatura y vida de Hermann
Hesse fue Nietzsche, su maestro en el manejo
incomparable de la lengua alemana y en su manera de vivir.
Bien, he aquí que me encuentro en las cumbres y nieves de
Sils-María, parado frente a la casa de Nietzsche habitara
más de ochenta años.
Hermann Hesse escribió lo siguiente sobre esta casa:
"También en Sils-María hubo para mí una experiencia
distinta, un espectáculo que, desde entonces hasta hoy, se
me ha ido tomando más importante y querido, cada vez
que vuelvo a contemplarlo con el corazón conmovido; me
refiero a la casa un tanto sombría, pegada junto a la rocosa
falda del monte, en la que tuvo Nietzsche su albergue en la
Engadina. En medio del bullicioso y abigarrado mundo
deportivo y turístico y de los grandes hoteles de hoy, ella se
alza todavía, orgullosa y tenaz, y observa al visitante
levemente malhumorada, como hastiada, despertando
veneración y compasión a un tiempo y recordando con
apremiante advertencia aquella alta y noble figura humana
que levantó el eremita desde su doctrina. herética".
Siento que un nudo me aprieta la garganta. ¿Serán los
recuerdos de mi adolescencia que regresan de golpe? No, es
algo que viene de algún punto fuera de mí, porque "esta
noble figura humana", que aquí estuvo una vez, es un signo
allá arriba que no se oscurece, que deberá ser recogido por
la cadena de las generaciones sucesivas. repensado con
urgencia para que la especie no se hunda destruida por la
máquina y la vulgaridad, para que no se aniquile la semilla
hombre.
Frente a la casa, convertida hoy en un modesto museo, la
misma familia suiza-alemana de los Bodmer, que donara
una casa a Hesse en Montagnola, ha hecho esculpir un
águila de bronce, en recuerdo del águila de Zaratustra; está
con las alas prontas a iniciar el vuelo. Iremos con ella hasta
un peñón junto al lago, donde Nietzsche tuvo la visión del
Eterno Retorno de todas las cosas; porque el Eterno
Retorno no fue una idea, una teoría pensada racionalmente
al principio por Nietzsche, sino una revelación, como él
mismo lo declara. Una idea que vino de repente, de lo alto,
o de las profundidades, y que explotó en el centro de su ser.
Lo que Nietzsche debió hacer en seguida fue luchar para
que esa revelación no se le transformara en religión y él, en
profeta, o poseído. Quiso estudiar en la Universidad de
Viena altas matemáticas y física para vestir la idea con
ropajes prestigiosos y comprensibles.
Esa bella y extraordinaria mujer, que fue Lou Salomé, amor
espiritual de Nietzsche y de Rilke, revela en una carta que
"Nietzsche volvía sin cesar a la intención errónea de poder
encontrar una base científica irreductible a su idea, por
medio de estudios de física y la teoría de los átomos.
Estudiaría ciencias en la Universidad de Viena o de París.
Luego, v sólo al término de muchos años de silencio
absoluto, quería volver entre los hombres como el Doctor
del Eterno Retorno...".
Nietzsche dice: "La idea del Eterno Retorno, esta fórmula
suprema de la afirmación, la más alta que se puede
concebir, data del mes de agosto de 1881. Está fijada en
una hoja de papel con esta inscripción: "A 6.000 pies por
encima del hombre y del tiempo". Recorría yo aquel día el
bosque, por la orilla del lago Silplana; junto a una
formidable roca que se eleva en pirámide, no lejos de Surlei,
hice alto. Allí fue donde acudió a mí esta idea".
Y Lou Salomé escribe, al comienzo de su carta: "Son para
mí inolvidables las horas durante las cuales me confió por
primera vez este pensamiento, como un secreto, es decir,
algo cuya verificación y comprobación le causaban horror:
hablaba a media voz, con todos los signos del más
profundo espanto".
Siempre, desde mi primera lectura de Nietzsche, lo que me
impresionó mayormente y debería guardar, fue su
concepción del Eterno Retorno, esforzándome por llegar a
entenderla, sin lograrlo plenamente. (¿Lo conseguiría el
mismo Nietzsche?). Sabía sí que la doctrina no era la
metempsicosis, la reencarnación, ni el dogma de la
resurrección de la carne, aun cuando erróneamente pudiera
vinculárseles. Una sensación precisa me ha perseguido de
que allí se encubre algo fundamental, captado de un modo
nuevo, nunca hasta ahora penetrado así, y que deberá ser
actualizado, aún a riesgo de sufrir igual espanto.
Nietzsche trató de dar una base científica a su revelación,
y, como Lou Salomé nos lo cuenta, estudiando la física de
los átomos. Pero a fines del siglo XIX aún no se había
penetrado en ese universo fantasmagórico de la física
subatómica y quántica, que tendría que hacer posible, a
nuestro entender, un retorno del Eterno Retorno. Y esto
nos parece apremiante, porque la esencia de su revelación
no ha sido tocada.
Muy arriba aún traza sus círculos el águila.
EL ETERNO RETORNO
Así intenta exponer su revelación de Sils-María:
"La cantidad de fuerza que obra en el universo es
determinada, no es infinita. Por consiguiente, el número de
posiciones, de variaciones, combinaciones y desarrollos de
esta fuerza es ciertamente enorme y prácticamente
incalculable, pero siempre determinado y nunca infinito. Es
decir, esta fuerza es eternamente igual y eternamente activa;
porque el tiempo en que esta fuerza se desarrolla es
infinito. Hasta este momento ha transcurrido ya un infinito,
esto es, ya se han verificado todos los posibles desarrollos
de dicha fuerza. Por consiguiente, todos los desarrollos
momentáneos deben ser repeticiones. Así pues, lo que esta
fuerza produce y lo que de ella nace, y así sucesivamente,
hacia adelante y hacia atrás, todo ha sido ya un infinito
número de veces, en cuanto el conjunto de todas las
fuerzas reproduce sus evoluciones.
"En otro tiempo se creía que a la infinita actividad en el
tiempo correspondía una fuerza infinita, inextinguible,
Ahora se piensa que la fuerza permanece igual y no necesita
ser infinitamente grande. La fuerza es eternamente activa,
pero no necesita ya crear infinito número de cosas; puede
repetirse: esta es mi conclusión.
"Un devenir siempre nuevo hasta lo infinito es una
contradicción; supondría una fuerza que creciese hasta lo
infinito. Pero, ¿de dónde podría salir esta fuerza? ...Tendría
que haber empezado en un determinado tiempo y tendría
que cesar. La concepción de un comienzo es absurda, pues
supondría un equilibrio de la fuerza, Si estuviera o hubiese
estado en equilibrio, debería ser eterno. Si alguna vez las
fuerzas hubieran alcanzado un perfecto equilibrio, este
duraría aún ...No hay variaciones hasta el infinito,
eternamente nuevas, sino un círculo de determinado
número de variaciones que se repiten incesantemente; la
actividad es eterna; el número de productos y de sistemas
de fuerzas, finito".
"Todo ha sucedido ya necesariamente, porque ya ha
transcurrido una infinidad de tiempo, ya no hay nuevas
posibilidades, y todo ha sido un infinito número de veces.
Siempre a partir de cada momento hacia atrás se cuenta ya
un tiempo infinito pasado.
"Si el mundo tuviese un fin debería haberlo alcanzado ya.
Si hubiera para el mundo un estado definitivo debiera
igualmente estar ya realizado. Si hubiera un estado
permanente y un reposo y durante su curso el mundo
hubiera sido en el riguroso sentido de la palabra, sólo por un
momento, no podría ya devenir.
"Guardémonos de atribuir a este círculo de cosas
tendencias, un fin, o de estimarle, según nuestras
necesidades, como aburrido, estúpido, etc. Ciertamente que
en él vemos tanto el sumo grado de irracionalidad como lo
contrario; pero no podemos medirlo según un criterio de
racionalidad o irracionalidad, pues estos no son predicados
aplicables al todo... El movimiento circular no es de
formación ulterior; es la ley primordial. El caos del todo,
como negación de toda finalidad, no está en contradicción
con la idea de un movimiento circular; este último es
sencillamente una necesidad ciega, sin ninguna clase de
finalidad formal, ética ni estética, Falta toda intención en la
parte y en el todo... No hay que pensar que el todo tiene la
tendencia a realizar ciertas formas, que quiere ser más bello,
más perfecto, más complicado. Todo esto es
antropomorfismo. . . Todo es repetición: Sirio y la araña, y
tus ideas en este instante, y este pensamiento que ahora
formulas de que "todo es repetición".
"El mundo entero es la ceniza de innumerables seres vivos,
y aunque lo que vive sea tan poco en comparación con el
todo, este todo ya vivió en otro tiempo y volverá a vivir. Si
admitimos un tiempo eterno tendremos que admitir un
eterno movimiento de la materia.
"Quienquiera que tu seas, amado extranjero, que por
primera vez encuentro, entrégate al encanto de esta hora y
del silencio que nos rodea por toda.~ partes, y deja que te
refiera un pensamiento que se eleva ante mí igual que una
estrella y que quisiera arrojar su luz sobre ti como sobre
cualquier otro, porque esta es la misión de la estrella.
"El mundo de las fuerzas no sufre merma alguna, pues de
lo contrario, en un tiempo infinito. estas fuerzas hubieran
ido disminuyendo hasta consumirse del todo. El mundo de
las fuerzas no encuentra reposo alguno, pues de lo
contrario éste ya se hubiera alcanzado y el reloj de la
existencia ya se hubiera parado. Por consiguiente, el mundo
de las fuerzas nunca está en equilibrio; no tiene un
momento de descanso; la cantidad de fuerza y de
movimiento son siempre iguales en todo tiempo. Cualquier
estado que este mundo pueda alcanzar lo habrá alcanzado
ya, y no una vez, sino un número infinito de veces.
Igualmente este instante ya se dio en. otro tiempo y volverá
a darse, y todas las fuerzas serán distribuidas de nuevo
como ahora; y lo mismo puede afirmarse con el instante
que le antecedió y con el que le seguirá. ¡Hombre! Toda tu
vida es como un reloj de arena, que sin cesar se vuelve boca
abajo y siempre vuelve a correr la misma arena; un minuto
de tiempo durante el cual todas las condiciones que
determinan tu existencia vuelven a darse en la órbita del
tiempo. Y entonces volverás a encontrar cada uno de tus
amigos y de tus enemigos y cada esperanza y cada error, y
cada brizna de hierba, y cada rayo de luz, y toda la multitud
de objetos que te rodean. Este anillo, del cual tu eres un
pequeño eslabón, volverá a brillar eternamente. Y en el
curso de cada vida humana habrá siempre una hora en que,
primero a uno, después a muchos y después a todos, les
iluminará la idea más poderosa de todas, la idea del Eterno
Retorno de todas las cosas : esta será para la humanidad la
Hora del Mediodía".
Al llegar aquí, en la lectura de estas líneas, no podemos
dejar de hacernos las preguntas: ¿Se encontrará aquí el
origen del "dèjá vu" de los psiquiatras y parapsicólogos?
¿Será también lo presentido por los creyentes de la
Reencarnación y de la Resurrección de la Carne, quienes
sólo han dado interpretación distinta a la intuición? ¿Quién
ha interpretado más certeramente, ellos o Nietzsche?
El eremita sigue:
"Mi doctrina reza así: ¡Vive de modo que desees volver a
vivir! ¡Tú vivirás otra vez! ...La pregunta en todo lo que te
dispongas a hacer es: ¿Es esto de tal naturaleza que yo lo
quisiera hacer por una eternidad? ...¡Imprimamos el sello de
la eternidad en nuestra vida! Sientes que debe llegar la hora
de la despedida, y quizás pronto, y el ocaso de este
sentimiento ilumina tu dicha. No desprecies este
testimonio: significa que amas la vida y te amas a ti mismo,
y la amas conforme la has vivido y conforme te ha tratado,
y que aspiras a eternizarla. Pero no olvides que lo
perecedero entona su canción y que al oír la primera estrofa
casi se muere de nostalgia ante la idea de que todo pudiera
pasar para siempre.
"¿Crees que dispondrás de un largo descanso hasta tu
renacimiento? ¡Pues, te equivocas! Entre el último instante
de tu conciencia y el primer reflejo de la nueva vida no media
tiempo alguno; es como un relámpago. Intemporalidad y sucesión
se alían una a la otra en cuanto el intelecto desaparece".
"¿Estáis ya preparados? Debéis haber atravesado todos los
grados del escepticismo y haberos bañado con delicia en el
agua fría del torrente: de lo contrario no tenéis derecho a
esta idea... Un valle entre hielos dorados y un cielo puro...".
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