domingo, 3 de abril de 2022

La sátira In su l t o s y b u r l a s EN LA LITERATURA DE LA ANTIGUA ROMA.



La sátira

Insultos y burlas en la literatura

de la antigua Roma

La afición de los políticos a mentir y robar

ha acompañado todas las edades del hombre.

Desde el siglo -v, y durante mil años, los escritores

romanos combatieron la codicia y falsedad

de sus gobernantes con un género literario dedicado

a criticarlos y ridiculizarlos, la sátira. Fue mucho más

que un simple derecho al pataleo, se convirtió

en un ejercicio de la libertad de expresión

en el que no se ahorran burlas, insultos, sarcasmos,

ironías y provocaciones. A muchos autores

les costaría la vida, pero al menos acabaron sus días

mortales con esa fiesta de la risa que entraña la burla

para los pueblos a orillas del Mediterráneo.

Pollux Hernúñez ha repasado y traducido las mejores

sátiras de la antigua Roma, desde las de Lucilio hasta

las de Claudiano, pasando por Horacio, Plauto, Juvenal,

Marcial... Todos ellos se mofan alegremente de

unos dirigentes demasiado parecidos a los.nuestros.

BREVIARIOS DE REY LEAR [52]

La sátira

In su l t o s y b u r l a s

EN LA LITERATURA DE LA ANTIGUA ROMA

*** 

I

Definamos en primer lugar el título de este opúsculo.

Por la «antigua Roma» entiendo aquí en su sentido

más amplio la civilización que nace con la República

romana a principios del siglo -V y desaparece con

la caída del Imperio mil años después. Invito, pues, al

lector a sobrevolar la historia de ese milenio para describir

y comentar lo que sus autores satíricos escribieron

o, más exactamente, lo que nos queda de ellos.

En cuanto al concepto de «sátira», este breve ejemplo

de Marcial servirá para ilustrar las consideraciones teóricas

que seguirán:

Pensando en tu novia, Andrés,

te depilas pecho, axilas,

pubis, minga, piernas, pies.

¿En quién pensarás, Andrés,

cuando el culo te depilas?1

Una sátira es una composición artística, en este caso

literaria, que critica a alguien o algo ridiculizándolo.

17

Crítica y ridículo: dos conceptos clave que definen el

contenido y la forma de un género con multitud de

ramificaciones: el insulto, la

invectiva, la obscenidad, la

pulla, la burla, el sarcasmo, la

ironía, la parodia.

Analicemos para empezar

el primer elemento: la crítica.

¿Cuáles son los motivos que

pueden llevar a alguien a criticar

a un congénere? Infinitos

y muy humanos: la diferencia

de opiniones, el prurito

de llevar la contraria, la

envidia, el odio, la venganza, o simplemente las ganas

de incordiar y divertirse, como parece ser el caso en

este epigrama de Marcial. Podría pensarse, pues, que

la sátira es la hez de la literatura, un género desconocedor

de los principios morales más elementales,

como el respeto al prójimo. Muy al contrario: la sátira

no es sino la expresión de una sólida convicción

moral y muy frecuentemente su autor es un idealista

decepcionado convertido en moralista. Por eso suele

decirse que la sátira fustiga los vicios humanos.

En cuanto al segundo elemento, el ridículo, todos

sabemos que la risa, la burla, es un arma poderosísima, 

pues el que ríe de otro lo hace porque de alguna

manera y en ese momento se considera superior a él.

La risa es la manifestación de una victoria intelectual,

la expresión de una libertad verdaderamente inalienable

e ilimitada. Por eso la sátira vive en la transgresión:

transgresión de lo mesurado, de lo decente,

de lo que está bien, y utilización

de lo desmesurado,

de lo obsceno y de lo

censurable, para producir

risa.

Como la crítica y el

ridículo producen placer,

e incluso morbo, no es sor- . 

prendente que el sátiro- de la comedia latina.

grafo se granjee fácilmente

la complicidad del lector, y que la sátira sea uno de

los géneros más leídos, o vistos, pues hoy la televisión

está suplantando al libro en este como en otros campos.

Trasponiendo a Roma estos breves postulados teóricos,

sintetizados en los conceptos «crítica» y «ridículo

», entenderemos fácilmente la gran afición que

siempre tuvieron los romanos por la sátira, pues se

corresponden con dos características peculiares de la

civilización romana, que hacían de la existencia de la

sátira algo natural e incluso necesario.

19

Los logros de la civilización romana, muchos de

ellos todavía vivos y útiles, siguen sorprendiéndonos.

El pueblo de pastores que llegó a dominar el Mediterráneo

y todas sus civilizaciones, el pueblo que con sus

instituciones jurídicas, políticas y administrativas echó

los cimientos de Occidente y dio una cultura y una

lengua a medio mundo, logró todo esto porque sus

ciudadanos creían en un gran destino y en una voluntad

para conseguirlo. Esa voluntad se asentaba (además

de en las legiones), en el principio de la participación

activa del ciudadano en la sociedad. El derecho

a participar políticamente en la res pu blica supone

un intercambio constante de pareceres, una tendencia

casi natural a la persuasión, a la crítica de la

opinión contraria, a la condena de aquello de lo que

se disiente, y todo esto hace entrar en juego la responsabilidad

moral del individuo. Es esta capacidad

para intervenir en la realidad circundante lo que explica

sin duda la abundancia de autores que sienten la

necesidad de expresarse, de convencer, de dar lecciones,

de criticar y censurar lo que otros más potentes,

más aviesos o más necios que ellos imponen de una u

otra manera en ese entorno común.

Además de esta predisposición política a la persuasión,

al didactismo, a la crítica, hay en los romanos,

en los latinos, en los italianos y quizá en todos

20

los pueblos mediterráneos, una propensión innata a

lo festivo, a lo burlesco, a lo obsceno, a la risa en general,

que se manifiesta de innumerables maneras, incluso

en los momentos más solemnes. Cuando en el año

-46 Julio César celebró su triunfo por la conquista de

las Galias y cabalgaba tras una larga procesión de prisioneros,

botín, armas y

toda la parafernalia del

desfile militar, sus

propios hombres iban

cantando tras él algo

que no suele oírse en los

desfiles de hoy:

i

Ficha de lupanar..

¡Guardad las mujeres, romanos,

que aquí viene el follador calvo!2

Y esto:

En las Galias bien te follaste

el oro que en Roma sacaste.3

Y Vespasiano, sabiendo que, como todo buen emperador,

sería divinizado después de morir, se mofó de la

tradición y de las buenas maneras cuando le llegó el

momento. Estas fueron sus últimas palabras (año +79):

21

¡Vaya! Parece que me estoy haciendo dios.4

La crítica y el ridículo están

omnipresentes en la vida cotidiana

y en la literatura de los romanos desde

los primeros tiempos hasta el

final del Imperio. Pero antes de

entrar en la historia de la sátira

romana, conviene explicar el significado

que para los romanos tenía

Mosaico de Pompeya. k ^ ra «sátira».

Satura quidem tota nostra est: «La sátira es una cosa

totalmente nuestrá»5. Así escribía el profesor de retórica

Quintiliano hace 1.900 años, en un breve repaso histórico

de la literatura de Grecia y Roma. Como se sabe,

la literatura romana, como tantas otras cosas, sigue los

pasos de la cultura griega, y por eso no deja de sorprender

que alguien tan autorizado como Quintiliano

hable de originalidad romana en este campo, sobre todo

cuando sabemos que los griegos llevaban ya siete siglos

leyendo obras de contenido altamente satírico, desde

los violentísimos yambos de Arquíloco y las despiadadas

caricaturas femeninas de Simonides de Amorgo,

hasta las mordaces comedias de Aristófanes, así como

los versos burlescopornográficos de Sotades.

22

En latín, la palabra satura (pronuncíese como esdrújula)

era originalmente un adjetivo que significaba «llena

», «repleta» (de su raíz se derivan «saturar», «satisfacer

» y «saciar»). Este adjetivo, aplicado, por ejemplo, a

una fuente llena de frutas diversas que se ofrecía a los

dioses, o de alimentos mezclados que se servían a la

mesa, acabó convirtiéndose en sustantivo con el significado

de ensalada o macedonia, y de aquí mezcolanza,

revoltillo de cosas y más concretamente de versos

variados. Es interesante observar que la misma evolución

semántica se ha producido en castellano con el término

«ensalada», que originalmente fue adjetivo y que,

ya en el siglo de Oro, Covarrubias definía así:

El plato de verduras que se sirve a la mesa [...] Y

porque en la ensalada echan muchas yerbas diferentes

[...] y de mucha diversidad se haze un plato, llamaron

ensaladas un género de canciones que tienen diversos

metros.

Y el mismo Covarrubias nos recuerda el paralelismo

a que aludo, añadiendo:

Este modo de misceláneas compararon los antiguos

al plato de ensalada al qual llamaron saturam.

23

La satura, al igual que la ensalada, era pues una

especie de popurrí. ¿De qué? ¿Cómo este popurrí vino

a significar lo que actualmente entendemos por sátira?

¿Por qué la palabra satura se transforma en sátira?

Para responder a esto, debemos remontarnos a los

albores de la cultura romana.

Cuenta Tito Livio que, a raíz de la visita que hizo

a Roma una compañía de bailarines etruscos en el año

-364, los jóvenes romanos iniciaron la costumbre de

improvisar y lanzarse versos burlescos y que esta costumbre

evolucionó hasta dar lugar a un espectáculo

compuesto de canciones variadas acompañadas de

música y movimiento6. Este espectáculo de variedades

se llamó satura y, dado su origen, debía de contener

elementos burlescos. Así pues, este pasaje de Tito

Livio nos proporciona el testimonio más antiguo del

dato que ahora nos interesa: la primera alusión a algo

que llevaba el nombre de satura y que era satírico.

Esta satura dramática, como se la ha llamado, desapareció

cuando el teatro regular se inició en Roma a

mediados del siglo -III, pero la palabra satura continuó

utilizándose, pues es lógico que el autor de versos

variados como los de la satura escénica siguiera llamando

de la misma manera a sus composiciones aunque

no se representaran en el escenario. El primer autor

conocido que hizo esto es el padre de la literatura

24

Escena de comedia en un relieve de Pompeya.

romana, Ennio, que cultivó todos los géneros literarios

en el primer tercio del siglo -II.

Después de él, muchos otros lo practicaron y así

se fue creando un género de características propias que

podría definirse así: composición poética de intención

didáctica en la que el autor expresa libremente sus opiniones

sobre personas y circunstancias de la vida cotidiana,

a menudo de manera burlesca e incluso obscena,

y desde luego siempre crítica. En cuanto a la forma,

se conservó el lenguaje coloquial de la satura original

y, a veces, el diálogo, pero la diversidad de metros

25

WWm

^ ί ·

λ

fue perdiéndose con el tiempo y la forma canónica del

género acabó siendo el hexámetro dactilico, un verso

sólido y altisonante de origen griego muy apto para

la exhortación moral.

Este género es el que Quintiliano, con toda razón,

atribuye al genio romano y cuyos representantes más

ilustres fueron Lucilio, Horacio,

Persio y Juvenal., Pero, fuera

de las convenciones de este

género, había otras formas de

criticar ridiculizando. El mismo

Quintiliano llama sátiras a las

menipeas de Varrón, que son

muy distintas en forma y contenido

de las que acabo de definir,

y muchos son los autores de

obras altamente satíricas que

utilizan otros medios de expresión,

como es el caso de Séneca, Petronio y los epigramistas.

Además raro es el poeta, dramaturgo, orador

o ensayista latino que no deslice algún elemento

satírico en sus obras. Así pues, por sátira debemos

entender aquí dos cosas. En sentido estricto: el género

glosado por Quintiliano, que podríamos llamar

«alta sátira». En sentido lato: lo satírico que produjeron

los autores latinos y que se encuentra en muchos


de ellos. Aquí me voy a ocupar de ambas.

Mas antes de ahondar en ello, concluyamos estas

consideraciones introductorias con un punto de etimología.

Dada la frecuente presencia de lo obsceno

en la sátira y la creciente influencia griega en la cultura

romana, con el paso del tiempo los romanos mismos

llegaron a suponer que la palabra satura procedía

del griego satyra, es decir algo propio de los sátiros

(seres mitad hombre mitad cabra, símbolos de la lujuria),

y empezó a escribirse con y7. Finalmente esta y

se transformó en i, que es la que han recibido las lenguas

europeas modernas.

Pasemos ya a la historia de la sátira romana.

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