"Tiempo corría arriba, tiempo corría abajo, oculto tiempo de la noche, fluyendo de nuevo en sus venas, fluyendo de nuevo en las órbitas de los astros, segundo tras segundo sin espacio, tiempo de nuevo concedido, tiempo redivivo, inexorable ley del tiempo, superior al destino, supresora del acaso, liberada del decurso, presente de eterna duración, al que se veía proyectado:
ley y tiempo,
nacidos uno del otro,
eliminándose uno a otro y siempre generándose de nuevo,
reflejándose uno a otro y sólo así visibles,
cadena de las imágenes y contra-imágenes que abarcan el tiempo,
que abarcan la imagen primigenia,
sin poder concebir ninguno de ellos hasta el fin y sin embargo
saliéndose más y más del tiempo,
hasta que en el último eco de su armonía,
hasta que en un último símbolo
se une el de la muerte con el de toda vida,
la imagen que es la realidad del alma,
su mansión, su ahora sin tiempo y por eso
la ley en ella realizada,
su necesidad".
(FRAGMENTO. LA MUERTE DE VIRGILIO. HERMANN BROCH).
Fuente:Hermann Broch.
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