Verne,
el tiro en la pierna
Obligado por su padre a estudiar Derecho, llegó al
París de los adoquines, las barricadas y los puños alzados, cuyas librerías
—centenares de ellas— tenían en sus escaparates obras de Dumas, Gautier, Victor
Hugo, George Sand… Se habituó a trabajar de noche, rabiosamente, como un
forzado en una buhardilla, donde tenía apenas una cama, una silla, apenas, y
las obras completas de Shakespeare, que compró sustrayendo dinero de la comida.
Durante una temporada solo salía de casa para ir a la
Biblioteca Nacional, donde se convirtió en un asiduo de las secciones de
geología, astronomía, mecánica, balística, geografía. Tuvo problemas, siempre,
con el insomnio, el dolor de cabeza, la fiebre y una parálisis facial que se
presentaba cada vez que el trabajo lo acosaba y que le dejaba la boca torcida,
un ojo cerrado y una expresión severa y aterrada.
Firmó un contrato con el editor Hetzel, que le obligaba
a entregar tres libros al año de por vida. Y allí, cercado, cerrado, rodeado,
en una casa cada vez más grande, y llena de criados, con su dolor de cabeza y
su parálisis, fue terminando, uno tras otro, los libros que le harían inmortal: Cinco
semanas en globo,
Viaje
al centro de la Tierra,
20.000
leguas de viaje submarino,
De
la Tierra a la luna…
Se compró un barco con el que viajó por medio mundo
convertido en una celebridad. En Lisboa lo recibía el ministro de Marina; en
Roma lo agasajaba el papa León XIII; en Tánger, el cónsul de Francia, todo él
entorchados y escarapelas. Un día estaba abriendo la puerta de su casa cuando
se acercó su sobrino Gastón, el rostro desencajado, pidiéndole que le
defendiera de unos imaginarios perseguidores. Cuando le dijo que nadie lo
seguía, sacó un revólver y le disparó dos veces.
Una de las balas le dio en la pierna izquierda, cerca
de la articulación del pie, donde la tendría siempre incrustada y doliente.
Pasó sus últimos años recluido en su casa, sin recibir prácticamente a nadie,
leyendo y llenando los cajones de obras que se publicarían póstumamente. Había
vivido un matrimonio sin amor, una paternidad desgraciada, y el disparo le
había dejado impedido. Tenía cataratas. También se fue quedando sordo. «Es una
gran consolación», le dijo a su hermana, «tener solo que oír la mitad de las
tonterías que corren por el mundo».
Prueba
ResponderEliminarVerne, según se dice, perteneció a la Orden de los Caballeros de la Niebla. Se trató de una logia de iniciación ocultista.Su célebre personaje, Filias Fog, es un claro indicador cifrado de ello. Su traducción sería, para el caso, «hijo de la niebla» Laertes Marón
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