LA
POESÍA LÍRICA
Mientras
que la poesía épica se ocupa de narrar una serie de sucesos o acontecimientos
del pasado glorioso, la poesía lírica se inclina por un tono más íntimo, por
convertirse en vehículo excepcional para la expresión de las dimensiones de lo
emocional y lo subjetivo. Hay dos tipos fundamentales: la coral y la
individual. La primera está concebida para ser cantada a varias voces y la
segunda es de recitación individual. En la coral, destaca la figura de Píndaro,
capaz de llevar esta modalidad lírica a su culmen y que es uno de los poetas
más conocidos de la Antigüedad. Se trata de una modalidad alejada de nuestros
tiempos y un tanto compleja en su construcción, que también cultivaron poetas
como Simónides o Baquílides; además, al parecer, se trataba de una lírica que
iba acompañada de música y baile. Entre su poesía, sobresalen los epinicios,
cuarenta y cinco odas organizadas en cuatro libros que ensalzan la figura del
atleta vencedor en tanto en cuanto encierra la areté aristocrática, a la que pertenecía, representaba y defendía:
la armonía, perseverancia, disciplina, fuerza, rigor. Una exaltación que se
relacionaba con mostrar, sin derramamiento de sangre, el potencial bélico con
el que todos los conciudadanos se identificaban por su condición representativa
y heroica. Sus célebres poemas solían terminar con una reflexión sentenciosa,
como puede comprobarse en el fragmento de este epinicio, dedicado al vencedor
Aristómenes de Egina, en traducción de Carlos García Gual:
Pero
los éxitos no dependen de los hombres; la divinidad los da,
lanzando
unas veces a uno a lo alto, y aplastando a otro.
Avanza
con mesura. Tienes el premio ganado en Mégara,
y
el del valle de Maratón, y en el certamen local de Hera
tres
victorias, Aristómenes, conquistaste tu empeño.
Sobre
cuatro adversarios arremetiste
desde
lo alto, planeando su daño.
Para
ellos no se decidió de igual modo que para ti
en
Delfos un regreso jubiloso,
ni
al llegar de vuelta junto a su madre una suave sonrisa
suscitó
el regocijo. Por las callejuelas,
a
escondidas de sus enemigos
se
deslizan temerosos, desgarrados por su fracaso.
pero
quien ha obtenido algún reciente triunfo
muy
airoso se eleva
impulsado
por su gran esperanza
sobre
los alados poderes de su hombría,
y
tiene una meta superior a la riqueza.
En
breve espacio crece la dicha de los mortales. E igual
de
pronto cae por tierra, zarandeada por un designio ineluctable.
¡Seres
de un día! ¿Qué es uno? ¿Qué no es?
En
cuanto a los grandes poetas líricos en la modalidad individual, podemos
destacar tres nombres en orden cronológico, de mayor a menor: Alceo, Safo y
Anacreonte. Los dos primeros fueron contemporáneos y se presume que también
amantes. Alceo es considerado uno de los mejores poetas de su época (al
parecer, también soldado), aunque nos ha llegado poco de su producción y todo
ello gracias a la admiración que le profesaba Horacio, autor de las
traducciones latinas que conocemos. Un autor reconocido que trató tanto la
temática de tipo erótico como político desde su posición de aristócrata en
Mitilene, en la célebre isla de Lesbos. Además, hay en sus poemas una
permanente exaltación de la embriaguez y cualquier ocasión es buena para su
celebración. Compartió poemas con la poetisa Safo y su crecimiento lírico se
explica también desde su influencia mutua. Como es común en estos casos, su
producción nos llega de forma fragmentada:
Bebe
y emborráchate, Melanipo, conmigo. ¿Qué piensas?
¿Qué
vas a vadear de nuevo el vorticoso Aqueronte,
Una
vez ya cruzado, y de nuevo del sol la luz clara
Vas
a ver? Vamos, no te empeñes en tamañas porfías.
En
efecto, también Sísifo, rey de los eolios, que a todos
Superaba
en ingenio, se jactó de escapar a la muerte.
Y,
desde luego, el muy artero, burlando su sino mortal,
Dos
veces cruzó el vorticoso Aqueronte. Terrible
Y
abrumador castigo le impuso el Crónida más tarde
Bajo
la negra tierra. Con que, vamos, no te ilusiones.
Mientras
jóvenes seamos, más que nunca, ahora importa
Gozar
de todo aquello que un dios pueda ofrecernos.
Traducción de Carlos García
Gual
Safo de Mitelene
La
invitación al disfrute y la sensualidad son evidentes desde la asunción de lo
inevitablemente efímero de nuestra condición. Esta sensualidad también
presidirá las poesías de Safo, la poeta más traducida de la Antigüedad clásica,
que fue descrita por el propio Alceo en uno de sus poemas de la siguiente
manera: «Safo la pura, sonrisa de miel y cabello violeta», cita que podemos
encontrar en el volumen Letras de
Eduardo Crema. Es la poeta más antigua conocida en el mundo occidental, a pesar
de que sobre ella se sabe poco y se especula mucho. Sin su obra, no podríamos
entender la de Catulo, Ovidio u Horacio, de los que hablaremos después. Una
obra que canta los placeres sensuales desde una órbita profundamente femenina.
Parece probada la bisexualidad de Safo, dado que —además de su relación con el
poeta Alceo, algo mayor que ella— encontró entre sus alumnas múltiples amantes.
Tan célebres se hicieron sus relaciones con mujeres desde una voz poética
femenina que el amor entre mujeres del mismo sexo ha pasado a denominarse
lesbianismo (en honor a la famosa isla que la vio nacer y morir) o amor sáfico.
La celebridad de esta intensa y sugerente poeta es universal; a todo lo ancho y
largo de los tiempos, ha encontrado insignes adeptos. Entre ellos, Platón,
quien la denominó para la posteridad «décima musa», o Plutarco, «la bella
Safo», pero también ensalzaron su poesía Boccaccio, Baudelaire, lord Byron o
Ezra Pound. Por desgracia, su obra nos ha llegado de forma fragmentada, aunque
conservamos un poema completo que resulta paradigmático, el «Himno a Afrodita»:
La
de rutilante trono, inmortal Afrodita, hija de
Zeus,
zurcidora de engaños, te suplico, no agobies con
angustias
y sinsabores mi corazón, señora
sino
ven aquí, si también en otra ocasión habiendo
oído
de lejos mi voz, me escuchaste, y dejando la
morada
aurea del padre has venido
después
de uncir el carro: hermosos, rápidos
gorriones
te portaron en torno de la tierra negra
batiendo
fuertemente sus alas desde el cielo por entre
el
medio del éter.
Y
rápidamente arribaron, y tú, bienaventurada,
sonriendo
con tu inmortal rostro, me preguntabas qué
nuevo
desasosiego me embargaba y por qué una vez más
te
llamo
y
qué deseo que le suceda más que nada a mi
alocado
corazón. «¿Quién ahora pretendes que
Persuasión
arrastre a tu deseo? ¿Quién contra ti,
Safo,
comete desafuero?
Y
en efecto, si es que huye de ti, presto te
perseguirá,
y si no acepta tus regalos, te los dará; y
si
no te quiere, pronto te amará aun no queriendo».
Ven
a mí también ahora, libérame de mis penosos
afanes,
y todo aquello que mi corazón siente ansia que
se
lleve a efecto, cúmplemelo, y tú misma séme en el
combate
mi aliada.
«El mundo del amor y Safo», en Scriptura
Manuel Cerezo Magán
Entre
las innovaciones de su lírica, se puede mencionar la estrofa sáfica, un cuarteto
compuesto por tres endecasílabos sáficos (con una acentuación singular) y un
verso pentasílabo. Alguna oda de Miguel de Unamuno, como ocurre en su poema
«Salamanca», adopta esta peculiar forma estrófica. Además, hay que recordar que
muchas obras pictóricas recuerdan la figura de esta célebre poeta; algunas,
incluso, fabulan con la posibilidad de su suicido entre las rocas por un amor
no correspondido. Especialmente interesante resulta la pintura que recoge
juntos a Alceo y a Safo en un óleo de 1881 pintado por Lawrence Alma-Tadema o
la que representa a una romántica, sensual y siniestra Safo de Lesbos en 1871,
obra de Charles Mengin.
Safo y Alceo en el óleo de Lawrence
Otro
de los poetas líricos más sobresalientes de la Antigüedad, sin abandonar una
poesía profundamente sensual, es Anacreonte, nacido en Teos, en la actual
Turquía. Como en el resto de los casos, nos ha llegado su poesía de manera
fragmentaria (de tres libros, aunque se ha llegado a hablar de una producción
total de seis) o incluso en versos aislados, recogidos por otros poetas a lo
largo del tiempo. Su poesía constituye un canto a los placeres y una invitación
a la vida hedonista, incluida la exaltación del erotismo (tanto heterosexual
—en el que aparecen con frecuencia bellas jóvenes— como homosexual —nos deja
nombres como Cleóbulo y Batilo—), en ocasiones de manera absolutamente
explícita. Tan célebres son sus composiciones que en el siglo XVIII dieron
lugar a todo un subgénero lírico: las anacreónticas; fueron famosas las del
poeta neoclásico Meléndez Valdés, verbigracia. Además, fue el primero que habló
de las gozosas relaciones lésbicas de Safo (se dice que Anacreonte de Teos pudo
nacer en días próximos a la muerte de la gran poeta; es de suponer que tomó el
relevo), agigantando toda una leyenda lírica del hedonismo de la maestra para
con sus enamoradizas alumnas. En sus producciones líricas, a veces impregnadas
de un tono irónico y satírico inspirado en Arquíloco, se incluyen referencias a
la naturaleza efímera de nuestra existencia y a la necesidad del placer como
reafirmación. Compruébese todo ello, a modo de botón de muestra, en esta oda de
autobiografía lírica:
De
un lecho fabricado
de
lotos y de mirtos
sobre
las blandas hojas
quiero
brindar tendido.
Amor
sirva la taza,
con
cinta de papiro
por
el hermoso cuello
su
palio atrás prendido.
Como
la inestable rueda,
tal
sigue su camino
nuestra
mísera vida
rodando
de continuo.
Y
ya que nuestros huesos
al
término prescrito
se
desaten, en polvo
seremos
convertidos.
¿Para
qué ungir las losas
de
los sepulcros fríos?
¿ni
derramar en vano
aromas
exquisitos?
A
mí más bien de esencias
ungidme
mientras vivo,
de
rosas coronadme,
llamad
al amor mío.
Primero
que a las danzas
me
lleven del abismo,
quiero
dejar cuidados,
quiero
vivir tranquilo.
Anacreonte, Safo y Tirteo
Traducción de José del
Castillo y Ayensa
El
poeta de los banquetes cierra esta nómina de poetas arcaicos que recitaron su
poesía acompañados de la lira, instrumento que legó su nombre a esta excelsa
práctica: la lírica.
Fuente:
- Tapa blanda : 336 páginas
- Editorial : Nowtilus; 1st Edición (15 Septiembre 2019)
- Idioma: : Español
No hay comentarios:
Publicar un comentario