La Ilíada de Homero
LA
LITERATURA GRIEGA
Se
considera que la antigüedad de las manifestaciones de literatura griega puede
ser equiparable a las hebreas, aunque su talante poco tiene que ver con cierto
autoritarismo divino y opta por un politeísmo contagiado por pasiones y
conductas humanas. La mitología griega, pues, está conformada por un conjunto
de leyendas y de relatos de carácter literario revestidos de religiosidad que
pretenden dar respuesta al origen de los fenómenos y canalizar la naturaleza
misma de los seres humanos mediante historias protagonizadas por héroes y
dioses. Nos encontramos ante un vasto número de relatos que presentan gran
complejidad y variedad. Por ello, resultan sumamente socorridas las diferentes
compilaciones que intentan sistematizarlos, como las obras poéticas de Hesíodo
compuestas en la antigüedad: Teogonía
y Los trabajos y los días. El gran
valor de la primera reside en su carácter organizado de los mitos, casi único.
De hecho, se ocupa del origen del cosmos con una propuesta genésica:
Antes
que todas las cosas fue Caos; y después Gea la de amplio seno, asiento siempre
sólido de todos los Inmortales que habitan las cumbres del nevado Olimpo y el
Tártaro sombrío enclavado en las profundidades de la tierra espaciosa; y
después Eros, el más hermoso entre los dioses Inmortales, que rompe las
fuerzas, y que de todos los dioses y de todos los hombres domeña la
inteligencia y la sabiduría en sus pechos.
Y
de Caos nacieron Erebo y la negra Nix, Eter y Hemero nacieron, porque los
concibió ella tras de unirse de amor a Erebo.
Y
primero parió Gea a su igual en grandeza, al Urano estrellado, con el fin de
que la cubriese por entero y fuese una morada segura para los dioses dichosos.
Dánae, de Gustav Klimt
Una
vez más, el caos es el principio de todo. Asimismo, se presenta el reparto de
los dioses en la Tierra con una trinidad: Zeus (el cielo), Poseidón (mares y
océanos) y Hades (inframundo). Los mitos, junto a las aportaciones de las
epopeyas, se han venido reelaborando sucesivamente, por lo que resultan
indiscutibles en el panorama de la literatura universal; piénsese, como
muestra, en la erudita narración mitológica de Rober Graves titulada Los mitos griegos y publicada en 1955.
En ella, se da buena cuenta de los grandes héroes y dioses que se han incorporado
a la cultura occidental y no solo en el ámbito literario. Piénsese en la enorme
repercusión que tiene en la pintura o en la escultura: Dánae, la lluvia dorada de Gustav Klimt —tras las pinturas de
Tiziano, Gossaert o Rembrandt—, pinturas que recrean el momento en que Dánae
recibe la lluvia de oro en la que se ha convertido Zeus, quien, ante la
reclusión de la joven, consigue fecundarla para que nazca Perseo, o el grupo
escultórico Laoconte y sus hijos,
condenados a ser devorados por serpientes marinas.
LAS
EPOPEYAS GRIEGAS
Abordar
las dos famosas epopeyas griegas nos conduce directamente a la llamada cuestión
homérica, debido a que ambas se atribuyen a Homero, cuya existencia parece
probada, pero que se encuentra rodeada de todo tipo de leyendas.
Merece
la pena recordar como parodia del mito de Penélope y del propio Homero su
célebre microrrelato La tela de Penélope
o quién engaña a quién, en el que Penélope teje para ahuyentar a Ulises y
aprovechar para el flirteo con sus pretendientes, de manera inversa a lo que
propone el mito original.
Tanto
La Ilíada como La Odisea tienen un origen oral, inauguran el canto al héroe como
género narrativo en verso, precedente ineludible para la novela moderna, y
ambas están compuestas por veinticuatro cantos. La primera es una narración
poética que se basa en hechos históricos del período micénico, aunque no se
puede asegurar que se diera esa batalla entre griegos y troyanos durante la
guerra de Troya (Ilión, en griego, de ahí el título), que se relata en unos cuantos
días del último año de los diez que supuestamente duró la campaña. La obra
narra la cólera de Aquiles, el de pies ligeros, que se había retirado de la
batalla, pero decide volver al conocer la muerte de Patroclo para tomar
venganza, por lo que mata a Héctor, hijo del rey de Troya (Príamo), así como
también cuenta el asedio de la ciudad de Troya por parte de los griegos, su
incendio y su caída. A pesar de que la leyenda del caballo de Troya como ardid
se relaciona directamente con esta contienda, no aparece en ningún momento en La Ilíada, sino que se menciona como
algo ya conocido en La Odisea y
aparece en La Eneida del romano
Virgilio. El error común de considerar que se trata de un pasaje incluido en La Ilíada homérica viene dado porque es
la epopeya que se ocupa directamente de la batalla entre troyanos y helenos, a
la que se asocia correctamente esta leyenda, y por adaptaciones
cinematográficas de Petersen, en su película Troya de 2004, la cual, además de basarse en La Ilíada, recoge elementos tanto de La Odisea como de La Eneida
de Virgilio. En todo caso, conviene recordar la vigencia de la leyenda y que
Ulises (Odiseo, en griego), en La Odisea,
inventa este ardid que consiste en la construcción de un gran caballo de madera
a modo de regalo para los adversarios que, en realidad, sirve para sortear
barreras, aprovechar la cercanía con los enemigos troyanos y liberar a los
aguerridos soldados griegos que oculta en su interior. Esta sugerente leyenda
ha dejado expresiones en nuestra lengua (que algo sea «nuestro caballo de
batalla»), múltiples representaciones pictóricas y curiosas aplicaciones en el
ámbito de la informática, en el que se habla de troyanos para referirse a
archivos aparentemente inofensivos que encierran terribles consecuencias una
vez que se abren. En todo caso, hay un hilo conductor entre ambas epopeyas
homéricas y no solo es la guerra de Troya, sino también temas como el destino,
la anagnórisis (“reconocimiento”) o el nostós.
Este último aparece como motivo constructor en La Odisea, ya que trata del viaje, del “regreso”. Se relaciona,
pues, la palabra con el origen, de manera que la palabra nostalgia en español adquiere una significación única: “dolor del
origen”. Asimismo, es común referirse a una odisea cuando algo nos supone un
conjunto de peripecias que constituyen serias dificultades para lograr nuestro
objetivo. Así le ocurre a Odiseo en su accidentado regreso a Ítaca desde Troya,
plagado de vicisitudes en las que, a menudo, aparecen seres fantásticos
(cíclopes, hechiceras, sirenas, etc.). Consigue superar las dificultas y
regresar a casa para enfrentarse a sus adversarios en la recuperación de la
corona y de su esposa Penélope; controvertido mito de la fidelidad que, para
ahuyentar a sus pretendientes, cosía por la mañana y destejía por la noche el
sudario de su suegro, ya que una vez que lo terminara, supuestamente, atendería
los reclamos de sus atosigantes pretendientes y elegiría a uno. Estas dos
epopeyas son las obras con mayor difusión de la Antigüedad griega.
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