Cartas de Borges
[Imagen 06]
Hoy,
viernes 18.
Querida
Estela:
No sé cuándo leerás estas líneas, no sé
si estás aquí o en el Uruguay. Creo que este año prescindiré de otras vacaciones
que las que me tocaron en Adrogué. (Ahí están derribando los eucaliptos para
edificar un colegio.) Me abruman las tareas: un prólogo para las Novelas Ejemplares,
otro para el Paradise Lost, otro para un libro de Emerson, un cuento
para un libro mío, antológico, que ilustrará Elizabeth Wrede, la lectura
(nominal) de cuatro volúmenes para el Premio Nacional de Filosofía, la de otras
tantas piezas de teatro para un certamen, la innumerable redacción de solapas,
noticias y contratapas.
Nunca, Estela, me he sentido más cerca
de ti; te imagino y te pienso continuamente, pero siempre de espaldas o de
perfil. Fuera de los Bioy no veo a nadie. Te deseo mucha felicidad,
Georgie.
Tengo un décimo de lotería para nosotros
dos, curiosa multiplicación de la incertidumbre.
Desde los primeros momentos, esta carta
debe ser de diciembre 1944, Borges tiende a hacerme participar de su vida, de
sus preocupaciones, de sus tareas. Pero: ¿por qué siempre me ve «de espaldas o
de perfil»?
[Imagen 07]
Domingo
a las tres.
Querida,
imprescindible, lejana Estela:
No he hallado otro papel de cartas en Las
Nubes que éste con un membrete de Denver, donde (según me informa Enrique
Amorim, que intercala periódicamente tu nombre o el de Durante o el de
Avellanal, para espiar mi reacción) nació Buffalo Bill. Fuimos en vapor hasta
Concepción; de ahí en tren, por llanuras de tierra roja, con caballos y altas
palmeras, a Concordia; de Concordia al Salto, en una lancha. Vagamente he visto
unas casas, bruscamente anuladas por casi intolerables memorias de un ángulo de
tu sonrisa, de la inflexión de tu voz diciendo Georgie, de una esquina
de Lomas o de La Plata, de los avisos de las mesas del bar en Constitución, de
mi reloj en tu cartera, de tus dedos rasgando papel. Pensar que dentro de una
semana (tal vez antes) volveremos a vernos me parece una terrible felicidad;
pensar que debo esperar tantos días me parece inaguantable. Esta mañana (¡mira
qué económico soy!) leí, ante una jaula con un puma, en un parque, las
queridas líneas que me dejaste; cuando regrese puedes tomármelas de memoria, y
yo a ti la primera estrofa de Sudden Light. (Dile a Adolfito que
encontré un ejemplar de Los tres gauchos orientales, de Antonio Lussich,
hombre que según dicen erigió un faro para apagarlo oportunamente y explotar
los naufragios.) Querido amor: ya sabes que incesantemente te quiero y te
necesito.
Georgie.
Estamos como sitiados por el verano.
Vuelvo el jueves. Afectos de todos para todos.
Los «Durante» o los «Avellanal» a los
que alude Amorim son los apellidos de la familia de mi madre, que alguna vez
tuvieron tierras por esos lados. Creo que puse el reloj de Georgie en la
cartera para llevarlo a componer; siempre he tenido la manía de destrozar
programas de cine, folletos, papeles de esos que se dan en la calle. Es raro
que la ternura de Georgie se haya fijado en este rasgo.
[Imagen 08]
Sin
fecha.
75 páginas de pruebas (de las que debo
extirpar 10 y agregar 1 que todavía no existe) me prohíben la caligrafía y la
sintaxis. Querida Estela: tus cartas me han conmovido mucho; quiero estar
contigo, quiero saberte a mi lado. El universo (tipográficamente) anda bien:
alguna vez en el decurso de este año aparecerá el libro sobre Quevedo; La
Piedra Lunar puede surgir, me aseguran, en cualquier día de la semana que
viene. Espero a pie firme tus notas. Regnidev va a Europa: eso quiere decir que
estaré mas cómodo en los Anales. ¿Cuándo vienes? Un abrazo.
Georgie.
Borges dirigía por entonces una
colección de novelas policiales en la Editorial Emecé, con Bioy Casares -ésta
es la alusión a La Piedra Lunar (The Moonstone de
Wilkie Collins)-. También había empezado a dirigir la revista literaria Anales
de Buenos Aires, destinada a una breve vida, como todas las revistas de
este género, con excepción de Sur. Es para los Anales que me
había pedido unas notas.
Pese a sus quejas y a la alusión a
Regnidev (a quien no recuerdo, pero era alguien que trabajaba en los Anales)
creo que estaba encantado con trabajar tanto. Esto lo afirmaba y, de algún
modo, quería comunicarme esta tenue seguridad en sí mismo.
[Imagen
09]
Jueves
28.
Querida
Estela:
Me dio mucha alegría tu carta, tan
parecida a tu voz. Estoy abrumado de tareas que lindan con la literatura: el
Séptimo Círculo, la Puerta de Marfil (esta enumeración es suficientemente
poética, pero en breve decae) y, ahora, los Anales de Buenos Aires, que
dirigiré. Esta mañana me vi en Constitución con Patricio, que me prometió
algunas notas. Ojalá tú también te dignaras colaborar. La tarea de construir
una buena revista es interesante, pero no deja de ser ardua en un Buenos Aires
desierto. Mi actividad me escandaliza. Honor al mérito: días pasados alguien
cuyo nombre adivinarás habló de ti como inevitablemente predestinada a una
recompensa literaria y municipal.
Trato de escribir con escaso éxito.
En las estaciones del subterráneo, una
efigie de Dorothy Lamour momentáneamente consigue parecerse a vos. Muy
inexistente, pero tuyo,
Jorge
Luis Borges.
Creo que es la primera y única vez que
Georgie firma una carta a mí con su nombre entero. Patricio es mi hermano, a
quien nombro en otra parte de este relato y que colaboraba en Sur y
colaboró en los Anales. (Ese año me dieron el Premio Municipal de
Literatura por mi novela El muro de mármol; probablemente la persona que
habló a Borges de mí era Francisco Luis Bernárdez, el poeta, que formaba parte
del jurado.)
[Imagen 10]
Sin
fecha.
Querida
Estela:
Anoche, cenando y trabajando en lo de
Bioy te imaginaba todo el tiempo. Al volver, encima de la mesa estaba tu
carta. La nota sobre Twelve against the Gods (Doce contra los dioses) es
muy buena, aunque injusta; saldrá en el quinto número de los Anales (el
cuarto salió ayer con dos notas de Patricio). Escribí lo de tipográficamente
porque fuera de lo relativo a ese adverbio estoy muy abatido. (Un resfrío y
dos insípidos días en cama han colaborado.) Ojalá vuelvas pronto, Estela.
Peyrou y Ayala han quedado debidamente impresionados por tu nota sobre Kessel.
Hasta la pluma con que escribo es deficiente. Te quiero mucho,
Georgie.
Poco hay que decir sobre esta carta,
corrobora las otras y muestra los ataques de abatimiento a los que era tan propenso
y que le hacían tanto daño a su alma.
[Imagen 11]
Lunes
5.
I miss you unceasingly (te echo de menos
incesantemente). Descubrir juntos una ciudad, sería, como dices, bastante
mágico. Felizmente otra ciudad nos queda: nuestra ilimitada, cambiante,
desconocida e inagotable Buenos Aires. (Quizá la descripción más fiel de
Buenos Aires la da, sin saberlo, De Quincey, en unas páginas tituladas The
Nation of London.) Además, cuando descubríamos Adrogué, nos descubríamos
realmente a nosotros mismos; el descubrimiento de caminos, quintas y plazas
era una especie de metáfora ilustrativa, de pequeña acción paralela.
No te he agradecido aún la alegría que
tu carta me dio. Esta semana concluiré el borrador de la historia que me
gustaría dedicarte: la de un lugar (en la calle Brasil) donde están todos los
lugares del mundo. Tengo otro objeto semimágico para ti, una especie de
calidoscopio.
Afectos a los Bioy, a Wilcock. Deseo que
pases en Mar del Plata una temporada feliz y (me dirás que esto es incoherente)
que vuelvas pronto.
Yours,
ever,
Georgie.
Podemos situar la fecha de esta carta
-por la alusión a mi estadía en Mar del Plata, en el mes de febrero de 1945-.
Ya había empezado a escribir El Aleph y hace mención al otro aleph,
el calidoscopio que iba a destruir Toño, como narro en estos recuerdos. (Mi
partida para Mar del Plata había interrumpido nuestros paseos de finales de
diciembre y enero.)
[Imagen 12]
Lunes
diecinueve.
Querida
Estela:
Una vasta gratitud por tu carta. A lo
largo de las tardes el cuento del lugar que es todos los otros avanza, pero no
se acerca a su fin, porque se subdivide como la pista de la tortuga. (Alguna
noche hablamos de eso, ya que es uno de mis dos o tres temas.) Me agradaría
mucho que me ayudaras para algún detalle preciso, que es indispensable y que no
descubro. Catorce páginas he agotado ya con mi letra de enano.
No sé qué le ocurre a Buenos Aires. No
hace otra cosa que aludirte, infinitamente. Corrientes, Lavalle, San Telmo, la
entrada del subterráneo (donde espero esperarte una tarde; donde, lo diré con
más timidez, espero esperar esperarte) te recuerdan con dedicación especial.
En Contrapunto, Sábato ha publicado un artículo muy generoso y lúcido
sobre el cuento La muerte y la brújula, que alguna vez te agradó. Se
titula La geometrización de la novela. Sospecho que no tiene razón.
¿Qué escribes, qué planeas, Estela?
Tuyo, con impaciencia y afecto,
Georgie.
Fuera de las alusiones a El
Aleph, hay aquí unas líneas que indican lo que Borges pensaba de su obra, en
contra de la opinión de Sábato, que era la corriente esos días. Borges jamás
vio sus obras como construcciones geométricas, más o menos ingeniosas. No
lo eran. Eran, por el contrario, trozos vivos de su alma, señales que él nos
hacía para que lo comprendiéramos. Su pudor las adornaba y las dificultaba:
presentaba una máscara, esperando que alguien se diera cuenta de que, detrás,
había una cara verdadera, humana y sufriente. No era por cierto la impresión
que se tenía por entonces en Buenos Aires. Y no está de más recordarlo, e
insistir en ello. Borges sólo se permite un comentario: «Sospecho que no tiene
razón», con lo que invalida la lucidez del comentario de Sábato.
[Imagen 13]
Adrogué,
sábado.
A pesar de dos noches y de un minucioso
día sin verte (casi lloré al doblar ayer por el Parque Lezama), te escribo con
alguna alegría. Le avisé a tu mamá que tengo admirables noticias; para mí lo
son y espero que lo sean para ti. El lunes hablaremos y tú dirás. Pienso en
todo ello y siento una especie de felicidad; luego comprendo que toda felicidad
es ilusoria no estando tú a mi lado. Querida Estela: hasta el día de hoy he
engendrado fantasmas; unos, mis cuentos, quizá me han ayudado a vivir; otros,
mis obsesiones, me han dado muerte. A éstas las venceré, si me ayudas. Mi tono
enfático te hará sonreír; pienso que lucho por mi honor, por mi vida y (lo que
es más) por el amor de Estela Canto. Tuyo con el fervor de siempre y con una
asombrada valentía,
Georgie.
Esta carta no necesita comentarios. Los
comentarios están a lo largo de mi relato. Cuando habla de las «buenas
noticias» creo que se refiere, como he dicho, al hecho de que iba a ganar más
dinero. Considero que esta carta es fundamental.
[Imagen
14]
Thursday,
about five.
I am in Buenos Aires, I shall see you
tonight, I shall see you tomorrow, I know we shall be happy together (happy and
drifting an sometimes speechless and most gloriously silly), and already I feel
the bodily pang of being separated from you, turn asunder from you, by rivers,
by cities, by tufts of grass, by circumstances, by days and nights.
These are, I promise, the last lines I
shall allow myself in this strain; I shall abound no longer in self-pity. Dear
love, I love you; I wish you all happiness; a vast and complex and closewoven
future of happiness lies ahead of us. I am writing like some horrible prose
poet; I dont dare to reread this regrettable postcard. Estela, Estela Canto,
when you read this I shall be finishing the story I promised you, the first of
a long series. Yours,
Georgie.
[Estoy en Buenos Aires, te veré esta
noche, te veré mañana, sé que seremos felices juntos (felices, deslizándonos y
a veces sin palabras y gloriosamente tontos), y ya siento el dolor corporal de
estar separado de ti por ríos, por ciudades, por matas de hierba, por
circunstancias, por los días y las noches.
Éstas son, lo prometo, las últimas
líneas que me permitiré en este sentido; no volveré a entregarme a la piedad
por mí mismo. Querido amor, te amo; te deseo toda la dicha; un vasto, complejo
y entretejido futuro de felicidad yace ante nosotros. Escribo como algún
horrible poeta prosista; no me atrevo a releer esta lamentable tarjeta postal.
Estela, Estela Canto, cuando leas esto estaré terminando el cuento que te
prometí, el primero de una larga serie. Tuyo.]
Otra carta que no necesita comentarios.
Jamás Borges se ha mostrado más afirmativo, pero al final duda, vuelve, por un
instante, a sus «obsesiones».
[Imagen 15]
Sin
fecha.
Santiago has a flavour of its own, a sad,
wistful flavour. The land is yellow. The soil is mostly sand, the green is
really grey. There are several fine old houses, of great beauty and nobility. I
miss you all the time. Yesterday I lectured on Henry James and Wells and the
dream-flower of Coleridge. Today I shall speak of The Kabbalah. Tomorrow,
Martín Fierro. Then we go to Tucumán...
(Santiago tiene un sabor propio, un
sabor triste, intenso. La tierra es amarilla. El suelo es arena en su mayor
parte, el verde es realmente gris. Hay varias casas viejas y bonitas, de gran
belleza y nobleza. Te echo de menos todo el tiempo. Ayer hablé sobre Henry
James y Wells y la flor-sueño de Coleridge. Hoy hablaré de La Cábala. Mañana,
Martín Fierro. Después iremos a Tucumán...)
En momentos de exaltación o gran dolor,
Borges escribía en inglés. Una manera más de cubrir sus entusiasmos, sus
sentimientos, una forma de su pudor.
Esta carta, cuando ya él está
hablando, es del segundo período de nuestras relaciones, después de mi
entrevista con el doctor Cohen-Miller.
Para quien dice que Borges no
sentía la naturaleza, esta descripción, en pocas líneas, de Santiago del
Estero es como para hacer pensar.
[Imagen 16]
Sin
fecha.
Querría agradecer infinitamente el
regalo de anoche. Anoche dormí con el pensamiento de que me habías llamado y
esta mañana fue lo primero que supe al despertar. (¿Tendré que repetir que si
no te avisé mi partida de Buenos Aires lo hice por cortesía o temor, por triste
convicción de que yo no era para ti, esencialmente, más que una incomodidad o
un deber?)
Hay formas del destino que se repiten,
hay circling patterns; ahora se da ésta: de nuevo estoy en Mar del
Plata, deseándote. Pero esta vez yo sé que en el porvenir -¿cercano,
inmediato?- ya está la noche o la mañana que con plenitud será nuestra. Estela
querida...
Afectos de los Bioy, saludos a tu mamá.
No me olvides por mucho tiempo,
Georgie.
No puedo situar con precisión esta
estadía de Borges en Mar del Plata... Mar del Plata, que él
siempre eludía. Quizá fue llamado para algún trabajo con Adolfito Bioy. Y en
la carta encontramos la curiosa «retranca», el haberse ido sin avisarme, «por
temor a ser una incomodidad o un deber» . (Pienso que su madre no era
quizás ajena a este viaje: las resistencias de él -que tomaban la forma de
temores, timideces, culpas, etc.- aparecían cuando ella afirmaba su voluntad.
Pero, en todo caso, otra vez se trata de una pura conjetura.)
[Imagen 17]
Sin
fecha.
Dearest:
Ya Mar del Plata es Adrogué o Buenos
Aires, ya todo alude a ti. (Desde luego, tal es el destino de los lugares en
que yo estoy.) Trabajo con Adolfito regularmente, y cada tarde inventamos o
intercalamos en el film una nueva escena. Todo eso lo hago con una porción
externa del alma, que trabaja con trivialidad y eficacia; siempre, algo profundo
en mí te recuerda.
Con Silvina siempre hablamos de ti. Me
ha hecho un espléndido retrato que exornará (?) mi libro de cuentos; se adivina
que estoy pensando en ti. Tengo un poco tus ojos. ¿Cuándo lo verás? Me han
conmovido mucho tus cartas. (Me atrevo a ese plural porque Silvina me ha mostrado
la que le enviaste.) Quiera Dios que hablemos mañana. Estela, un abrazo. Tuyo
con impaciencia,
Georgie.
Evidentemente había ido a trabajar con
Adolfito, y Silvina, con su tacto y sutileza, había hecho disminuir las sensaciones
de culpa de él. También me hizo a mí, poco después, un magnífico retrato, con
un libro de Borges bajo la mano que tengo apoyada en el pecho.
[Imagen 18]
Miércoles
cuatro.
Estela
adorada:
Indigno de las tardes y las mañanas, hateful
to myself, indigno de los días incomparables que he pasado contigo, indigno
de los lindísimos lugares que veo (el Hervidero, el Uruguay, las cuchillas con
algún jinete, las quintas), paso días de pena, de incertidumbre. No he recibido
una línea tuya. Pienso en algún inverosímil contratiempo postal; no sé con qué
inflexión escribirte, no sé quién soy ahora para ti. Vanamente procuro
conciliar tu cariño y tu cortesía de ayer con tu silencio de hoy. No te pido
explicaciones, te pido un signo de que aún existo para ti, de algún modo. El
viernes estaré en Buenos Aires. ¿Habré de repetirte que te quiero y que podemos
ser muy felices? Estela, no me dejes así.
Tuyo, muy solo,
Georgie.
He concluido, bien o mal, tu cuento.
El tono de esta carta, escrito desde Las
Nubes, la propiedad de Enrique Amorim sobre el río Uruguay, empieza a
anunciar lo que iba a ser una constante: la idea de que yo lo dejaba. Yo
no lo amaba, que es distinto, pero en ningún momento pensé en «dejar» a mi
querido amigo Borges. Georgie estaba de vacaciones con su madre en casa de
Amorim, cuya esposa, Ester Haedo, tenía un lejano parentesco con doña Leonor.
[Imagen
19]
Wednesday morning (miércoles por la
mañana).
Querida
Estela:
No hay ninguna razón para que dejemos de
ser amigos. Te debo las mejores y quizá las peores horas de mi vida y eso es
un vínculo que no puede romperse. Además, te quiero mucho. En cuanto a lo
demás..., me repites que puedo contar contigo. Si ello fuera obra de tu amor,
sería mucho; si es un efecto de tu cortesía o de tu piedad, I can't
decently accept it. Loving or even saving a human being is a
full time job and it can hardly, I think, be successfully undertaken at odd
moments. Pero... ¿a qué traficar en reproches, que son
mercancía del Infierno? Estela, Estela, quiero estar contigo, quiero estar
silenciosamente contigo. Ojalá no faltes hoy a Constitución.
Georgie.
(Si es un efecto de tu cortesía o de tu
piedad..., no puedo decentemente aceptarlo. Amar o incluso salvar a un ser
humano es un trabajo de todo el tiempo, y creo que no puede ser exitoso si se
realiza en momentos perdidos.)
Es la última carta de Georgie. El
destino nos separó, las circunstancias, las gentes, las cosas. Pero, de una u
otra manera, fuimos amigos hasta el fin.
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