CARTILLA ELECTRÓNICA DEL ESCRITOR J MÉNDEZ-LIMBRICK. Premio Nacional de Narrativa Alberto Cañas 2020. Premio Nacional Aquileo j. Echeverría novela 2010. Premio Editorial Costa Rica 2009. Premio UNA-Palabra 2004.
domingo, 18 de septiembre de 2016
Novela: Seda. Alessandro Baricco.
A propósito de “Seda”, de Alessandro Baricco
Franco Chiaravalloti 23 septiembre 2010 Críticas
SEDA. NOVELA.
Alessandro Baricco
Traducción de Xavier González y Carlos Gumper
Anagrama (Barcelona, 1997)
Hace algunas semanas, una colega italiana –lectora empedernida ella– me preguntó por qué Seda, esa novelita que es más bien un cuento largo o una nouvelle, había tenido tanta aceptación en España, bastante más de la que tuvo en su país de origen. Remarcó que Océano Mar o Esta historia tienen mucho más mérito. Pero, al menos aquí, el gran público sólo relaciona al escritor turinés con esta fábula protagonizada por Hervé Joncourt, el aventurero buscador de gusanos de seda.
El hecho de no hallar una contestación concreta a aquella pregunta me motivó a recuperar su lectura. Podría haber arriesgado una respuesta fácil, como que es el típico regalo para quedar bien en cumpleaños o navidades, al tratarse de un libro tan breve y sencillo de leer. O que, desde que se rodó la película, es un título recurrente para elogiarlo o destriparlo a gusto e piacere. O incluso que el debate suscitado por su calidad literaria ha creado una bola de nieve que no deja de generar adeptos y detractores. Debate que no tiene atisbos de acabar, y que este artículo viene a atizar todavía más.
Lo cierto es que si Seda no tuviera tanta exposición, no habría surgido tal charla y este artículo ni siquiera hubiese sido escrito.
Hablamos de la historia de un comerciante de gusanos de seda que viaja a Japón para conseguir huevos de calidad, aunque acaba enamorado de los inquietantes ojos de una mujer de rasgos occidentales: se trata ni más ni menos que de la amante de Hara Kei, el señor de las tierras que producen los mejores huevos de gusano del mundo. En Francia, mientras tanto, lo esperan su mujer, su jefe y toda una población que vive de los huevos que él recoge. Ése sería, a grandes trazos, el tejido grueso de la historia.
La conclusión que obtuve tras esta segunda lectura fue que Seda es un entretenido y conmovedor relato, y ya está. La prosa tiene sus carencias, sus excesivas pretensiones. Se le pueden encontrar mil pegas si rizamos el rizo. Pero cuanto más releo pasajes que han llamado mi atención, más me convenzo de que el autor lo escribió sin premeditación, en un par de días, y sólo después de acabarlo se dio cuenta de lo que le salió.
Alessandro Baricco es de esos escritores que, obra a obra, dirige sus esfuerzos en establecer un tono único y personal, que marque camino. Para lo cual se empeña en transgredir normas de puntuación, en crear párrafos donde debería ir punto y seguido, en hacer hablar a los personajes cuando deberían callar, y viceversa… Seda es un desfile de estas premisas. Y todo con una economía narrativa que dota a la historia de una poquedad efectiva, como un schiaffo en la mejilla. Esto genera lagunas en muchos pasajes de la novela que, por fuerza, deben ser completadas por el lector. Por tal motivo resulta inexplicable que incurra en cansinos circunloquios, o bien en adjetivaciones que no aclaran la vista, sino que la nublan:
(…) Un solo día de retraso podía significar el fin. Lo sabía, y sin embargo no era capaz de marcharse. De modo que permaneció allí hasta que aconteció una cosa sorprendente e irracional: de la nada, de repente, apareció un chico.
No hacía falta remarcar lo “sorprendente e irracional”. El lector lo verá por su cuenta.
La mañana en la que [Baldabiou] partió, Hervé Joncour le acompañó, junto con Hélène, hasta la estación de tren de Avignon. Llevaba consigo una sola maleta, y esto también era relativamente inexplicable. Cuando vio el tren, parado en el andén, depositó la maleta en el suelo.
–Una vez conocí a uno que se había hecho construir una vía de ferrocarril sólo para él.
Dijo.
–Y lo mejor es que se la había hecho construir toda recta, centenares de kilómetros sin una curva. Había incluso un porqué, pero no lo recuerdo. Nunca se recuerdan los porqués. En fin, adiós.
¿Un homenaje a sí mismo? Ésta es una obvia alusión a Dann Rain, protagonista de su primera novela, Castelli di Rabbia (publicada en España como Tierras de cristal), quien se había hecho construir una línea de ferrocarril sólo para él. La anécdota no aporta nada a la trama, desaparece en la sucesión de hechos, y no pasa de ser un guiño a sus seguidores.
Asimismo, Seda deja demasiadas preguntas abiertas que no se cierran, y que el lector medio quizás se formule: ¿qué hace una mujer de rasgos occidentales en Japón?; ¿cómo es que habla francés Hara Kei?; ¿por qué Baldabiou, el empresario que promueve los viajes de Joncourt a Japón, abandona todo y desaparece de un día para el otro? También se le puede criticar la forma, su afán orientalista plagado de clichés occidentales, su apresurado final…
Baricco sólo quiso escribir una historia de amor, aunque la contraportada de la edición de Anagrama lo niegue. Después sólo era cosa de decorarlo: ¿Dónde? En Francia y en Japón. ¿Quién? Un viajante. ¿Qué busca? Buen precio y aventura. ¿Qué encuentra? Un par de ojos. Así dio forma a esto que no es una novela, sino un ejercicio narrativo, o mejor dicho un cuento escrito por un esteta. Con esto en absoluto busco ser peyorativo. Considero a Baricco un hábil narrador, que sabe lo que quiere y lo consigue. Y a Seda una historia que conmueve. Lo no dicho, el toque de irrealidad, la sutil melancolía generan preguntas que ni siquiera hace falta preguntarse. Es una fábula que actúa como un reloj. Y como todo reloj, además de dar la hora correcta debe tener un tictac armónico. Seda tiene todo esto. Un libro entretenido, modesto, que no pretende ser otra cosa que no es… E basta così.
El estilo ayuda a crear ese efecto, puesto que la prosa se diluye como un trozo de fina seda entre los dedos. A pesar de los desaciertos citados, a pesar de las preguntas sin respuestas, las someras pinceladas que nos brinda de, por ejemplo, la vera del lago en la que Joncour acaba sus días, la gigantesca jaula de pájaros, los desiertos que atraviesa o la intensa carta final, eso nos es suficiente para que su impronta se mantenga en nuestra retina y la historia se cierre con efectividad en el anteúltimo capítulo.
En definitiva, ¿qué busca un lector en un libro? ¿Un trasfondo ideológico firme, un alarde de retórica, fraseos correctamente concatenados? ¿O una historia bien contada? Es esto y es lo otro. Pero la lectura es también evasión, y si al levantar la vista del libro vemos, al menos por un rato, el mundo un poco diferente, con la tónica de la ficción que acabamos de leer, el libro ha cumplido su cometido.
Así que, estimado lector, si aún no has leído Seda, permíteme una recomendación: arroja los prejuicios lo más lejos que puedas. Olvídate de todo lo que dice este artículo. Desnuda tu mente y déjate llevar. Puesto que es un libro tan corto, construirás tu criterio en tan sólo unas horas. Podrás recordarlo durante semanas u olvidarlo enseguida, podrá llegarte al alma o no. Da igual. Pero al menos, estoy convencido de ello, pasarás un buen rato. Que no es poco.
El autor
Si bien es considerado por muchos críticos como uno de los grandes creadores italianos contemporáneos, no faltan quienes lo ven un bluff, uno de esos autores de lectura fácil y conformista. En este sentido, el artista Daniele Luttazzi ha opinado en la revista cultural Orizzonti, en obvia alusión a Baricco: “No soporto aquellos autores que usan la página para poner el propio yo por delante”. El crítico literario Giulio Ferroni suscribió, asimismo, un duro alegato titulado Del lado de los malos: a propósito de Baricco y otros escritores de moda.
Como fuere, no puede negarse que Baricco es de esos escritores multifacéticos, hiperactivos y con cierta pizca de histrionismo. Autor, además, de las novelas City, Sin sangre, Océano mar (ganadora del prestigioso premio Viareggio) y Esta historia, es también actor, dramaturgo, ensayista y crítico musical en los periódicos La Stampa y Repubblica. Durante los años noventa fue presentador televisivo de Pickwick, un popular programa sobre libros que, en palabras del escritor Claudio Paglieri, “invitó a los italianos a redescubrir el placer de la lectura”:
Fuente:
http://revistadeletras.net/a-proposito-de-seda-de-alessandro-baricco/
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