martes, 8 de marzo de 2016

Jorge Luis Borges. Historia Universal de la Infamia. 1935.

(En la gráfica: Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges).

HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA. (1935).
EL MÉTODO
Los caballos robados en un Estado y vendidos en otro fueron
apenas una digresión en la carrera delincuente de Morell, pero
prefiguraron el método que ahora le aseguraba su buen lugar en
una Historia Universal de la Infamia. Este método es único, no
solamente por las circunstancias sui generis que lo determinaron,
sino por la abyección que requiere, por su fatal manejo de la
esperanza y por el desarrollo gradual, semejante a la atroz evolución
de una pesadilla. Al Capone y Bugs Moran operan con
ilustres capitales y con ametralladoras serviles en una gran ciudad,
pero su negocio es vulgar. Se disputan un monopolio, eso
298 JORGE LUIS BORGES-^OBRAS COMPLETAS
es todo. . . En cuanto a cifras de hombres, Morell llegó a comandar
unos mil, todos juramentados. Doscientos integraban el Consejo
Alto, y éste promulgaba las órdenes que los restantes ochocientos
cumplían. El riesgo recaía en los subalternos. En caso de
rebelión, eran entregados a la justicia o arrojados al río correntoso
de aguas pesadas, con una segura piedra a los pies. Eran con
frecuencia mulatos. Su facinerosa misión era la siguiente: '
Recorrían —con algún momentáneo lujó de anillos, para inspirar
respeto— las vastas plantaciones del Sur. Elegían un negro
desdichado y le proponían la libertad. Le decían que huyera de
su patrón, para ser vendido por ellos una segunda vez, en alguna
finca distante. Le darían entonces un porcentaje dé! precio de su
venta y lo ayudarían a otra evasión. Lo conducirían después a
un Estado libre. Dinero y libertad, dólares resonantes de plata
con libertad, ¿qué mejor tentación iban a ofrecerle? El esclavo
se atrevía a su primera fuga.
El natural camino era el río. Una canoa, la cala de un vapor,
un lanchón, un'a gran balsa como un cielo con una casilla en
la punta o con elevadas carpas de lona; el lugar no importaba,
sino el saberse en movimiento, y seguro sobre el infatigable río.
Lo vendían en otra plantación. Huía otra vez a los cañaverales o
a las barrancas. Entonces los terribles bienhechores (de quienes
empezaba ya a desconfiar) aducían gastos oscuros y. declaraban que
tenían que venderlo una última vez. A su regreso le darían el
porcentaje de las dos ventas y la libertad. El hombre se dejaba
vender, trabajaba un tiempo y desafiaba en la última fuga el riesgo
de los perros de presa y de los azotes. Regresaba con sangre,
con sudor, con desesperación y con sueño.

***
LA LIBERTAD FINAL *
Falta considerar el aspecto jurídico de estos hechos. El negro
no era puesto a la venta por los sicarios de Morell hasta que el
dueño primitivo no hubiera denunciado su fuga y ofrecido una
recompensa a quien lo encontrara. Cualquiera entonces lo podía
retener, de suerte que su venta ulterior era un abusó de confianza,
no un robo. Recurrir a la justicia civil era un gasto inútil, porque
los daños no eran nunca pagados.
Todo eso era lo más tranquilizador, pero no para siempre. El
negro podía hablar; el negro, de puro agradecido o infeliz, era
capaz de hablar. Unos jarros de whisky de centeno en el prostíbulo
de El Cairo, Illinois, donde el hijo de perra nacido esclavo
iría a malgastar esos pesos fuertes que ellos no tenían por qué
darle, y se le derramaba el secreto. En esos años*'un Partido AboHISTORIA
UNIVERSAL DE LA INFAMIA 299
licionista agitaba el Norte, una turba de locos peligrosos que negaban
la propiedad y predicaban la libertad de los negros y los
incitaban a huir. Morell no iba a dejarse confundir con esos
anarquistas. No era un yankee, era un hombre blanco del Sur
hijo y nieto de blancos, y esperaba retirarse de los negocios y ser
un caballero y tener sus leguas de algodonal y sus inclinadas
filas de esclavos. Con su experiencia, no estaba para riesgos inútiles.
El prófugo esperaba la libertad. Entonces los mulatos nebulosos
de Lazarus Morell se trasmitían una orden que podía no pasar
de una seña y lo libraban de la vista, del oído, del tacto, del día,
de la infamia, del tiempo, de los bienhechores, de la misericordia,
del aire, de los perros, del universo, de la esperanza, del sudor
y de'él mismo. Un balazo, una puñalada baja o un golpe, y las
tortugas y  los barbos del Mississippi recibían la última información.

***

LA CATÁSTROFE
Servido por hombres de confianza, el negocio tenía que prosperar.
A principios de 1834 unos setenta negros.habían sido "emancipados"
ya por Morell, y otros se disponían a seguir a esos precursores
dichosos. La zona de operaciones era mayor y era necesario
admitir nuevos afiliados. Entre los que prestaron el juramento
había un muchacho, Virgil Stewart, de Arkansas, que se destacó
muy pronto por,su crueldad. Este muchacho era sobrino de un
caballero que había perdido muchos esclavos. En agosto" de 1834
rompió su juramento y delató a Morell y a los otros. La casa de
Morell en Nueva Orleans fue cercada por la justicia. Morell, por
una imprevisión o un soborno, pudo escapar.
. Tres días pasaron. Morell estuvo escondido ese tiempo en una
casa antigua, de patios con enredaderas y estatuas, de la calle Toulouse.
Parece que se alimentaba muy poco y que solía recorrer
descalzo las grandes habitaciones oscuras, fumando pensativos
cigarros. Por un esclavo de la casa remitió dos cartas a la ciudad
de Natchez y otra a Red River. El cuarto día entraron en la casa
tres hombres y se quedaron discutiendo con él hasta el amanecer.
El quinto, Morell se levantó cuando oscurecía y pidió una navaja
y se rasuró cuidadosamente la barba. Se vistió y salió. Atravesó
con lenta serenidad los suburbios del Norte. Ya en pleno campo,
orillando las tierras bajas del Mississippi, caminó más ligero.
Su plan era de un coraje borracho. Era el de aprovechar los
últimos hombres que todavía le debían reverencia: los serviciales
negros del Sur. Éstos habían visto huir a sus compañeros y no
los habían visto volver. Creían, por consiguiente en su libertad.
•500 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS
El plan de Morell era una sublevación total de los negros, la
toma y el saqueo de Nueva Orleans y la ocupación de su territorio.
Morell, despeñado y casi deshecho por la traición, meditaba
una respuesta continental: una respuesta donde lo criminal se
exaltaba hasta la redención y la historia. Se dirigió con ese fin
a Natchez, donde era más profunda su fuerza. Copio su narración
de ese viaje:
"Caminé cuatro días antes de conseguir un caballo. El quinto
hice alto en un riachuelo para abastecerme de agua y sestear.
Yo estaba, sentado en un leño, mirando el camino andado esas
horas, cuando vi acercarse un jinete en un caballo oscuro de
buena estampa. En cuanto lo avisté, determiné quitarle el caballo.
Me paré, le apunté con una hermosa pistola de rotación y le
di la orden de apear. La ejecutó y yo tomé en la zurda las riendas
y le mostré el riachuelo y le ordené que fuera caminando delante.
Caminó unas doscientas varas y se detuvo. Le ordené que se desvistiera.
Me dijo: 'Ya que está resuelto a matarme, déjeme rezar
antes de morir'. Le respondí que no tenía tiempo de oír sus oraciones.
Cayó de rodillas y le descerrajé un balazo en la nuca. Le
abrí de. un tajo el vientre, le arranqué las visceras y lo hundí
en el riachuelo. Luego recorrí los bolsillos y encontré cuatrocientos
dólares con treinta y siete centavos y una cantidad de papeles
que no me demoré en revisar. Sus botas eran nuevas, flamantes, y
me quedaban bien. Las mías, que estaban muy gastadas, las hundí
en el riachuelo.
"Así obtuve el caballo que precisaba, para entrar en Natchez."


Fuente: Obras Completas. Editorial EMECÉ Editores. Año

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