lunes, 29 de febrero de 2016

Jorge Luis Borges. H. G. WELLS Y LAS PARÁBOLAS.


H. G. WELLS y LAS PARÁBOLAS: The Croquet Player. Star Begotten
Este año, Wells ha publicado dos libros. El primero —The Croquet
Player— describe una región pestilencial de confusos pantanos
en la que empiezan a ocurrir cosas abominables; al cabo com-.
prendemos que esa región es todo el planeta. El otro —Star Begotten—
presenta una amistosa conspiración de los habitantes de
Marte para regenerarla humanidad por medio de emisiones de
rayos cósmicos. Nuestra cultura está amenazada por un renacimiento
monstruoso de la estupidez y de la crueldad, quiere significar
el primero; nuestra cultura puede ser renovada por una
generación un poco distinta, murmura el otro. Los dos libros son
dos parábolas, los dos libros plantean el viejo pleito de las alegorías
y de los símbolos.
Todos propendemos a creer que la interpretación agota los
símbolos. Nada más falso. Busco un ejemplo elemental: el de
una adivinanza. Nadie ignora que a Edipo le interrogó la Esfinge
tebana: "¿Cuál es el animal que tiene cuatro pies en el alba,
dos al mediodía y tres en la tarde?". Nadie tampoco ignora qué
Edipo respondió que era el hombre. ¿Quién de nosotros no percibe
inmediatamente que el desnudo concepto de hombre es inferior
al mágico animal que deja entrever la pregunta y a la
asimilación del hombre común a ese monstruo variable y de
setenta años a un día y del bastón de los ancianos a un tercer
pie? Esa naturaleza plural es propia de todos los símbolos. Las
alegorías, por ejemplo, proponen al lector una doble o triple
intuición, no unas figuras que se pueden canjear por nombres
sustantivos abstractos. "Los caracteres alegóricos", advierte acertadamente
De Quincey (Writings, onceno tomo, página 199),
"ocupan un lugar intermedio entre las realidades absolutas de
la vida humana y las puras abstracciones del entendimiento lógico."
La hambrienta y flaca loba del primer canto de la Divina
Comedia no es un emblema o letra de la avaricia: es una
loba y es también la avaricia, como en los sueños. No desconfiemos
demasiado de esa duplicidad; para los místicos el mundo
concreto no es más que un sistema de símbolos...
De lo anterior me atrevo a inferir que es absurdo reducir
una historia a su moraleja, una parábola a su mera intención,
una "forma" a su "fondo". (Ya Schopenhauer ha observado que
276 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS
el público se fija raras veces en la forma, y siempre en el fondo.)
En The Croquet Player hay una forma que podemos condenar o
aprobar, pero no negar; el cuento Star Begotten, en cambio, es
del todo amorfo. Una serie de vanas discusiones agotan el volumen.
El argumento —la inexorable variación del género humano
por obra de los rayos cósmicos— no ha sido realizado; apenas si
los protagonistas discuten su posibilidad. El efecto es muy poco
estimulante. jQué lástima que a Wells no se le haya ocurrido
este libro!, piensa con nostalgia el lector. Su anhelo es razonable:
el Wells que el argumento exigía no era el conversador
enérgico y vago del World of Williarn Clissold y de las imprudentes
enciclopedias. Era el otro, el antiguo narrador de milagros
atroces: el de la historia del viajero que trae del porvenir una
ñor marchita, el de la historia de los hombres bestiales que gangosean
en la noche un credo servil, el de la historia del traidor
que huyó de la luna.
Fuente: Emecé Editories, 1972. Buenos Aires, Argentina.

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