jueves, 27 de agosto de 2015

Borges oral.


Borges habla de temas con los cuales había consustanciado el tiempo. El primero, el libro, el segundo, la inmortalidad, el tercero, Swedenborg, el visionario que escribió que los muertos eligen el infierno o el cielo, por libre decisión de su voluntad. El cuarto, el cuento policial y el quinto, el tiempo.
«Tenemos muchos anhelos, entre ellos el de la vida, el de ser para siempre, pero también el de cesar, además del temor y su reverso: la esperanza. Todas esas cosas pueden cumplirse sin inmortalidad personal, no precisamos de ella. Yo, personalmente, no la deseo y la temo; para mí sería espantoso saber que voy a continuar, sería espantoso pensar que voy a seguir siendo Borges. Estoy harto de mí mismo, de mi nombre y de mi fama y quiero liberarme de todo eso».
Jorge Luis Borges.

 BORGES EN LA UNIVERSIDAD DE BELGRANO
Las imágenes del arte perduran como espacios abiertos de realidad. Las columnas del Partenón, las tallas religiosas veneradas por los indígenas de las misiones jesuíticas o la prodigiosa facilidad de los versos de José Hernández pertenecen a nuestro modo usual de mirar y leer. Marcadas por el tiempo, envilecidas a veces por el hábito u olvidadas en los rincones oscuros de la memoria, renacen permanentemente con su fuerza original para que nuestro destino particular se convierta en destino humano, para que los contenidos del pasado se añadan a nuestra voluntad de continuar su obra, la obra de todos.
Para el rector de una universidad —de una comunidad universitaria privada, como en este caso—, la memoria es también el eslabón del porvenir. Así, al recorrer estos claustros he sentido con frecuencia la presencia de otras pare­des, de otras voces, y a través de ese influjo se me ha hecho evidente la necesidad de hacer realidad las metas soñadas. Pero hoy, mientras escribo estas líneas, sé de un nuevo vehículo: la serena voz de Borges —una voz que cumple ochenta años, una voz que nos trae palabras de tiempos tan distantes y cercanos— se añade, junto con los quince que cumple nuestra universidad, a la frescura del porvenir, a nuestra pasión de todos los días.
Hemos escuchado a Borges, lo hemos admirado. No todas sus opiniones coincidieron con las nuestras. Sin embargo, quienes componemos esta comunidad de anhelos que es la Universidad de Belgrano hemos reconocido a través de sus lecciones dos virtudes tantas veces olvidadas por los argentinos: el placer de escuchar…
Avelino José Porto
Rector de la Universidad de Belgrano
 PRÓLOGO

Cuando la Universidad de Belgrano me pro­puso dar cinco clases, elegí temas con los cuales me había consustanciado él tiempo. El primero, el libro, ese instrumento sin él cual no puedo imaginar mi vida, y que no es menos íntimo para mí que las manos o que los ojos. El segando, la inmortalidad, esa amenaza o esperanza que han soñado tantas generaciones y que postula buena parte de la poesía. El tercero, Swedenborg, el visionario que escribió que los muertos eligen él infierno o el cielo, por libre decisión de su voluntad. El cuarto, el cuento policial, ese juguete riguroso que nos ha legado Edgar Allan Poe. El quinto, el tiempo, que sigue siendo para mí el problema esencial de la metafísica.
Gracias al auditorio, que me dio su indulgente hospitalidad, mis clases lograron un éxito que yo no había esperado y que ciertamente no merecía.
Como la lectura, la clase es una obra en colaboración y quienes escuchan no son menos importantes que el que habla.
En este libro está mi parte personal de aquellas sesiones. Espero que el lector las enriquezca, como las enriquecieron los oyentes.
J.L.B.
Buenos Aires, 3 de marzo de 1979
Fuente: Alianza Tres.

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