domingo, 10 de agosto de 2025

El arco iris de gravedad (Gravity’s Rainbow, 1973) FRAGMENTO DE NOVELA

 


 

 

📜 Comentario ritual del Consejo Editorial de Los Yoses sobre Thomas Pynchon y El arco iris de gravedad

🌈 Thomas Pynchon

Figura esquiva, casi mítica, Pynchon representa el autor como conspirador: invisible, paranoico, y obsesionado con los sistemas que rigen el mundo moderno. Su estilo es barroco, fragmentario, y deliberadamente caótico. No concede al lector descanso ni claridad, sino un laberinto narrativo donde cada símbolo puede ser una trampa.

📘 El arco iris de gravedad (Gravity’s Rainbow, 1973)

Aunque publicada oficialmente en 1973, su gestación crítica y simbólica comenzó en 1972, convirtiéndola en una obra anticipada y ritualizable en ese año.

  • Protagonista: Tyrone Slothrop, un militar cuya erección coincide con la caída de bombas V-2.

    • Fue condicionado en la infancia por un científico nazi mediante el plástico Imipolex G.

    • Su cuerpo se convierte en un radar erótico de la guerra, un mapa de deseo y destrucción.

  • Temas:

    • Paranoia como forma de conocimiento.

    • Tecnología como erotismo.

    • Guerra como espectáculo simbólico.

    • Fragmentación del yo y del lenguaje.

  • Estilo:

    • Más de 1.100 páginas de digresiones, sátiras, fórmulas científicas, canciones absurdas y escenas delirantes.

    • Narración no lineal, con múltiples voces y rupturas de tono.

    • Humor oscuro, referencias esotéricas, y una estructura que desafía toda lógica editorial.

🕯️ Valor ritual y editorial

  • Lectura ceremonial:

    • Requiere diagramas de entropía, mapas de cohetes, y votaciones sobre el caos.

    • Se recomienda acompañar con café negro, música electrónica de los años 70, y una vela encendida en honor al absurdo.

  • Comentario del Consejo: El arco iris de gravedad no se lee: se sobrevive. Es una novela que exige del lector una entrega total, una disposición a perderse en el laberinto. No busca comprensión, sino transformación. Es el texto perfecto para rituales de descomposición narrativa y ceremonias de paranoia simbólica.

 

 EL ARCO IRIS DE GRAVEDAD

 

THOMAS PYNCHON

 

 

 

 

Traducción de Antoni Pigrau

 

 

  

 

 

 

 

 

 

 

Título original: Gravity's Rainbow

 

1.a edición en colección Andanzas: noviembre de 2002

 

1.a edición en Fábula: octubre de 2009

 

© 1973, Thomas Pynchon

 

Diseño de la colección: adaptación de FERRATERCAMPINSMORALES de un diseño original de Pierluigi Cerri

 

Ilustración de la cubierta: ilustración (2002) tratada digitalmente por Opal, realizada especialmente para esta edición, a partir de una idea de BM.

 

© Opal, 2002.

 

Reservados todos los derechos de esta edición para

 

Tusquets Editores, S.A. - Cesare Cantü, 8 − 08023 Barcelona

 

www. tusquetseditores. com

 

 

ISBN: 978-84-8383-189-2

 

Depósito legal: B. 30.777-2009

 

Impresión y encuademación: Liberdúplex, S.L,

 

Impreso en España

 

 

Queda rigurosamente prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación total o parcial de esta obra sin el permiso escrito de los titulares de los derechos de explotación.

 

 

 

A Richard Fariña

 

 


 1 - MÁS ALLÁ DEL PUNTO CERO

 

 

 

La naturaleza no conoce la extinción; sólo conoce la transformación.

Todo lo que la ciencia me ha enseñado y continúa enseñándome reafirma

mi creencia en la continuidad de nuestra existencia espiritual después de la

muerte.

 

 

Wernher von Braun

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Llega un grito a través del cielo. Ya ha ocurrido otras veces, pero ahora no hay nada con que compararlo.

Es demasiado tarde. La Evacuación todavía continúa, pero todo es teatralidad. No hay luces en el interior de los coches. No hay luces en ningún sitio. Por encima de él, unas vigas de sustentación tan antiguas como una reina de acero y, aún más arriba, unos cristales que permitirían pasar la luz del día. Pero es de noche. Le asusta la manera en que pronto caerán los vidrios. Será un espectáculo: la caída de un palacio de cristal. Un derrumbamiento en apagón total, sin un solo destello de luz; sólo un estrepitoso e invisible desplome.

Está sentado, sin nada para fumar, en la aterciopelada oscuridad del interior del vagón construido en varios niveles. Siente el metal cada vez más cerca y, más lejos, la fricción y la conexión; luego el surgir del vapor a chorros, una vibración en la estructura del vehículo, un balanceo, un malestar, todos los demás apretujados a su alrededor, los débiles, esas ovejas de segunda clase, todos sin fortuna y sin presente: borrachos, viejos veteranos todavía impresionados por un armamento obsoleto hace veinte años, inquietos en sus trajes de paisano, desaliñados; mujeres agotadas con más niños de los que nadie creería que pudiesen tenerse, todos amontonados entre el conjunto de cosas que deben ser conducidas a la salvación. Únicamente los rostros más próximos son visibles, aunque sólo como imágenes semi-plateadas observadas a través de un visor, caras teñidas de verde que recuerdan las de los tipos importantes que uno ha visto alguna vez, detrás de ventanillas de coche a prueba de balas, cuando atravesaban velozmente la ciudad…

Han comenzado a moverse. Pasan en fila, salen de la estación principal, se alejan del centro de la ciudad y empiezan a empujarse hacia las zonas más viejas y desoladas. ¿Es éste el camino de salida? Los rostros se vuelven hacia las ventanillas, pero nadie se atreve a preguntar en voz alta. Cae la lluvia. No, esto no es un desenmarañarse de, sino un progresivo enredarse en: pasan bajo arcadas, entradas secretas de cemento en mal estado que parecen recovecos de un pasaje inferior… Varios puntales de madera ennegrecida se han movido lentamente por encima de las cabezas y comienza a entrar el olor a carbón de días pretéritos, el olor a inviernos con nafta, a domingos en que no había tránsito, el olor del crecimiento a la manera del coral y misteriosamente lleno de vitalidad, que llega por las curvas sin visibilidad, procedente de las solitarias vías muertas, un olor acre a ausencia de material rodante, a maduración de moho, que penetra con fuerza y profundidad a través de esos días vacíos, especialmente al amanecer, con sombras azules que dejan el estigma de su paso, que tratan de llevar los acontecimientos al cero absoluto…Y el ambiente es más pobre y deprimente cuanto más avanzan…, ruinosas y mezquinas ciudades desconocidas, lugares cuyos nombres él nunca ha oído…, se derrumban las paredes y cada vez quedan menos techos, lo mismo que las posibilidades de luz. El camino, que debería abrirse a una carretera más amplia, se ha ido estrechando, cada vez más quebrado, haciéndose más angosto a cada curva, hasta que, de improviso, más pronto de lo que esperaban, se encuentran bajo el arco final: los frenos se clavan con una terrible sacudida. Es un juicio ante el que no hay apelación.

La caravana se ha detenido. Es el final del trayecto. Se ordena salir a todos los evacuados. Se mueven lentamente, pero sin resistencia. Quienes los dirigen llevan distintivos de color del plomo y no hablan. Se trata de un vasto, muy antiguo y oscuro hotel, una prolongación de hierro de las sendas y desvíos por los que han llegado hasta aquí… Lámparas globulares pintadas de verde oscuro cuelgan de los caprichosos aleros de hierro, apagadas desde hace siglos… La multitud se mueve sin murmullos ni carraspeos mientras avanza por corredores rectos y funcionales como pasillos de almacenes… Negras superficies aterciopeladas contienen el movimiento: hay olor a madera vieja, a remotas salas por mucho tiempo vacías y que acaban de reabrirse para acoger el torrente de almas, olor a fría argamasa en la que todas las ratas murieron, de las que sólo quedan sus fantasmas como pinturas rupestres, fijadas tenaz y luminosamente en las paredes… A los evacuados se les lleva por grupos a un ascensor: un andamio móvil de madera abierto por los cuatro costados, izado por viejas cuerdas alquitranadas y poleas de hierro fundido cuyos radios tienen forma de S. En cada uno de los tenebrosos pisos entran y salen pasajeros… Miles de habitaciones silenciosas y sin luz…

Algunos esperan solitarios, otros comparten sus cuartos de muebles invisibles. Sí, invisibles, ¿qué importa el mobiliario en este estado de cosas? Bajo los pies cruje la mugre más antigua de la ciudad, las últimas cristalizaciones de todo lo que la ciudad negó a sus hijos, todo aquello con que los amenazó y que le sirvió para mentirles. Todos han oído una voz que cada uno creía ser el único en escuchar:

—En realidad, no creías que te salvarían. Ven, ahora ya sabemos todos quiénes somos. Suponías que nadie iba a tomarse el trabajo de salvarte a ti, viejo…

No hay salida. Permanecer y esperar, estarse quieto y callado. El grito persiste a través del espacio. Cuando llegue, ¿lo hará en la oscuridad o traerá su propia luz? ¿Llegará la luz antes o después?

Pero ya hay luz. ¿Cuánto hace que hay luz? Durante todo el tiempo, la luz ha ido filtrándose junto con el frío aire matinal que roza ahora sus pezones de hombre. La luz ha comenzado a revelar un buen surtido de borrachos perdidos, algunos de uniforme y otros no, agarrados a botellas vacías o semivacías, tumbados en un sillón, arrellanados ante una chimenea fría o acurrucados en varios divanes, alfombras o meridianas, en los distintos niveles de la enorme habitación, roncando y jadeando a distintos ritmos en un coro que se renueva a sí mismo mientras la luz de Londres crece entre los rostros procedente de las ventanas divididas con parteluz, crece, invernal y elástica, entre los estratos de humo de la noche pasada que aún penden, desvaneciéndose, de las enceradas vigas del cielorraso. Todos estos que están horizontales, estos compañeros de armas, se ven ahora tan sonrosados como un grupo de campesinos holandeses que soñaran con su segura resurrección durante los próximos minutos.

Su nombre es capitán Geoffrey («Pirata») Prentice. Está envuelto con una gruesa manta, un tartán de color orín, naranja y escarlata. Su cráneo parece de metal.

Sobre él, a casi cuatro metros por encima de su cabeza, Teddy Bloat está a punto de caer desde la galería de los cómicos, tras haber elegido desplomarse por el lugar en que alguien, semanas atrás, había pateado, en un formidable arranque, dos de los balaustres de ébano y los había hecho saltar de su sitio. Ahora Bloat, en su estupor, ha ido introduciendo la cabeza en la abertura, luego los brazos y el torso, hasta que sólo lo sostiene allá arriba un botellín de champán vacío en el bolsillo de la cadera, que, de algún modo, está enganchado en algún sitio…

Pirata ya ha logrado incorporarse en su angosta cama de soltero y parpadea. ¡Qué terrible! ¡Qué espantosamente terrible…! Oye en lo alto rasgaduras de ropas. La Special Operations Executive (la organización secreta británica constituida en 1940 a la caída de Francia, destinada a adiestrar hombres para actuar como quintacolumnistas en territorio ocupado e iniciar y coordinar la subversión y el sabotaje contra el enemigo) lo ha entrenado para reaccionar con rapidez. Salta del catre y, de una patada, lo hace salir disparado sobre sus ruedecillas en dirección a Bloat. Este cae a plomo, exactamente en medio del camastro, con un gran estruendo de resortes, y una de sus piernas se hunde en él.

—Buenos días —dice Pirata.

Bloat sonríe levemente y se pone a dormir de nuevo, abrigándose con la manta de Pirata.

Bloat es uno de los moradores del lugar, como coinquilino del hotelito erigido el siglo pasado no lejos del Chelsea Embankment por Corydon Throsp, un conocido de los Rossetti, que usaba batas peludas y se pirraba por cultivar plantas medicinales en el terrado del edificio (tradición que el joven Osbie Feel ha hecho revivir últimamente), algunas de ellas apenas capaces de sobrevivir a la niebla y a las heladas, pero muy productivas como fragmentos de peculiares alcaloides para abonar la tierra, junto con el estiércol de un trío de cerdas Wessex Saddleback que habían sido premiadas, y que el sucesor de Throsp había alojado allí, junto con las hojas muertas de diversos árboles decorativos trasplantados al terrado por arrendatarios posteriores, y la extraña comida indigerible arrojada o vomitada por tal o cual sensible epicúreo. Todo mezclado, finalmente, por la cuchilla de las estaciones y convertido en un empaste, de varios palmos de grosor, de una increíble tierra negra de cultivo en la que podía crecer cualquier cosa, entre las que las bananas eran de las menos raras. Pirata, desesperado por la escasez de bananas en tiempo de guerra, decidió construir un invernadero de vidrio en el terrado y convenció a un amigo que hacía la ruta Río-Asunción-Fort Lamy para que le proporcionara un par de retoños de banano a cambio de una cámara fotográfica alemana, si es que Pirata tenía la suerte de conseguirla en una de sus misiones de paracaidista.

Pirata se había hecho famoso por sus Desayunos de Bananas. Acudían en tropel compañeros de rancho de toda Inglaterra, incluso algunos alérgicos o manifiestamente hostiles a las bananas, sólo para contemplar cómo la acción de las bacterias junto con el entrecruzamiento de anillos y cadenas subterráneos formaba una maraña que sólo Dios habría podido desenredar, y hacía que los frutos se desarrollaran hasta una longitud de cuarenta y cinco centímetros. Sí, asombroso, pero cierto.

Pirata orina en el retrete sin un solo pensamiento en la cabeza. Después se sumerge en la bata de lana que usa del revés para esconder el bolsillo de los cigarrillos, aunque no siempre da resultado. Esquivando los tibios cuerpos de los amigos se encamina hacia las puertas-ventana, se desliza al exterior y se sumerge en el frío; al notar el impacto de éste en los empastes de sus dientes se queja, trepa por una escalera que da vueltas en espiral hasta la terraza y se detiene un momento para observar el río. Todavía se ve el sol en el horizonte. El día se insinúa lluvioso, pero, de momento, el aire aparece extraordinariamente claro. La gran central eléctrica y, más allá, la fábrica de gas se muestran con toda precisión; por la mañana se han formado cristales en los vasos de cristalización, las chimeneas, los respiraderos, las torres y las cañerías… Sinuosas emanaciones de humo y vapor…

—Aaah… —Es el mudo rugido de Pirata mientras observa cómo desaparece su aliento sobre los parapetos— ¡Aaah!

Los tejados y azoteas danzan en la mañana. Y ahí lucen sus gigantescos racimos de bananas: amarillo radiante, verde húmedo. Abajo, sus compañeros sueñan, extasiados, con un Desayuno de Bananas. Este despejado día no debería ser peor que cualquier otro…

¿Lo será? En la lontananza, hacia Oriente, en el cielo rosado, algo acaba de resplandecer con grandes destellos. Una nueva estrella; nada menos digno de atención. Se apoya sobre el parapeto para mirar. El punto brillante ya se ha convertido en una breve línea vertical de color blanco. Debe de estar en algún lugar por encima del mar del Norte…, por lo menos a esa distancia… Abajo, campos de hielo y una fría mancha de sol…

¿Qué es? Nunca ocurre nada semejante. Pero Pirata lo sabe, a fin de cuentas. Lo vio en una película hace quince días…, se trata de una estela de humo. Ahora se ve un dedo más alta. Pero no es la estela de un avión. Los aviones no se lanzan verticalmente. Se trata de la nueva y todavía Muy Secreta bomba-cohete alemana.

«Nueva recepción de correo.»

¿Lo ha murmurado o sólo lo ha pensado? Se ajusta el raído cinturón de la bata. Se supone que el alcance de estas cosas es de más de doscientas millas. No es posible ver una estela de humo a doscientas millas de distancia, no es posible.

¡Oh! Oh, sí: rodeando la curva de la Tierra, más allá, hacia el este, el sol acaba de asomar en Holanda, da contra el escape del cohete, gotas y cristales, y los hace brillar a través del mar…

De repente, la línea blanca ha detenido su ascenso. Debe de ser la interrupción de la transmisión de combustible, el fin de la combustión, esa palabra que emplean… Brennschluss. Nosotros no tenemos ninguna para eso. O es materia reservada. El borde inferior de la línea, la estrella original, ha comenzado a desvanecerse en el rojizo amanecer. Pero el cohete estará aquí antes de que Pirata vea salir el sol.

La estela, borrosa, ligeramente desgarrada en dos o tres direcciones, cuelga del cielo. El cohete, ahora pura balística, ha subido más. Pero se ha hecho invisible.

Tendría que hacer algo…, llegarse a la sala de exploración de Stanmore. En los radares del Canal tendrían que haberlo captado… No: en realidad, no hay tiempo. Menos de cinco minutos desde La Haya hasta aquí (el tiempo que lleva caminar hasta la cafetería de la esquina…, el tiempo que tarda la luz del sol en alcanzar el planeta del amor…, un instante). ¿Lanzarse a la calle? ¿Advertir a los demás?

Recoger las bananas. Camina con dificultad sobre el negro abono hasta el invernadero. De pronto, siente que está a punto de cagarse. El misil, a sesenta millas de altura, debe de estar alcanzando el punto más alto de su trayectoria…, comenzando su caída… ahora.

La luz del día penetra a través del entramado, los blanquecinos paneles brillan. ¿Cómo podría haber un invierno -incluso éste- lo bastante gris para envejecer este hierro que puede silbar en el viento, o nublar estas ventanas que se abren a otra estación, aun siendo su protección sólo aparente?

Pirata mira el reloj. No registra nada. Le escuecen los poros de la cara. Vaciando su mente —una triquiñuela que aprendió en el Comando— se adentra en el calor húmedo de su bananería, procede a recoger las mejores y más maduras bananas levantándose la parte inferior de la bata para dejarlas caer en ella, únicamente se permite contar bananas, mueve sus piernas desnudas entre los racimos colgantes, entre estos candelabros amarillos, este crepúsculo tropical…

Otra vez afuera, al invierno. La estela ha desaparecido totalmente del cielo. Pirata siente el sudor, casi tan frío como el hielo, sobre su piel.

Invierte algún tiempo en encender un cigarrillo. No oirá la llegada de la cosa. Se desplaza más rápidamente que la velocidad del sonido. La primera noticia que se tiene de ella es la explosión. Luego, si uno sigue existiendo, oye el ruido de su llegada.

Si la cosa cayera exactamente en… Oooh, no,.. Si, por una fracción de segundo, uno tuviera que sentir el choque de la punta, con la terrible masa encima, en el propio cráneo… Pirata se encoge de hombros y lleva sus bananas escalera de caracol abajo.

sábado, 9 de agosto de 2025

FRAGMENTO NOVELA EL VUELO DE LA URRACA O LA DANZA DEL CUERVO LAS HONRAS FÚNEBRES

 


LAS HONRAS FÚNEBRES

En su testamento ordenó que el protocolo de sus exequias como sus restos fueran llevados por 13 caballos de color negro para que así tuviese el cortejo una augusta marcha. Ordenó que sus caballos fueran serenos, de dignidad para el cortejo mismo y que no se fueran a encabritar o asustar por los timbales y marcha fúnebre. Eleodoro también ordenó, que la carroza se le incluyeran arneses funerarios y decorados con detalles solemnes como terciopelo negro, plumas negras y ornamentación de plata que figura las correas de los caballos. Se colocaron mantillas y capotes negros, ofreciendo dignidad al cortejo. Ordenó los símbolos religiosos y espirituales como buen y devoto católico: una cruz que simboliza el sacrificio y redención de Cristo.
La música o marchas fúnebres sería el Réquiem de Mozart y marchas fúnebres específicas para la ocasión. Se acordó por orden de Escudero que la carroza llevara las plumas de cuervo con las que su Excelentísima firmaba documentos y redactaba leyes y los tres tinteros de cristal de Baccarat con los diferentes colores de sus tintas, dependiendo el acto administrativo a realizar.
La carroza tendría una nómina de requisitos que años atrás y cuando el tirano estaba en su edad madura le había encomendado y redactado a Martín Eugenio Escudero: carroza de cristal, en donde la visibilidad y la luz ingresaran con un tono natural sin que se ocuparan sombras en ninguno de la carroza fúnebre. A este punto se emplearía un cristal especial y no reflectante y de un mínimo color ambarino, proyectando un aire mágico al féretro. La ornamentación de coronas estaría adornada con rosas oscuras de tono burgundy, tono irónico de la grandeza y la mano de hierro del dictador como lo efímero de todo mortal. Gladiolos: control férreo que - según Escudero- simbolizarían la dureza de un régimen autoritario y justo.
El inicio y protocolo de las exequias se inició pocas horas después de su muerte. Fue un protocolo minucioso y cronometrado llamado Cisne Negro.
FRAGMENTO REVISIÓN EL VUELO DE LA URRACA O LA DANZA DEL CUERVO.

🏆 NOVELA GANADORA – Año 1972 📘 Cita con Rama — Arthur C. Clarke FRAGMENTO DE NOVELA.


🍽️ Cena en la Mansión de Los Yoses – Noche de deliberación

🕯️ Menú ritual servido bajo luz de candelabros barrocos:

  • Entrada: Carpaccio de venado con reducción de brandy y pétalos de hibisco, servido sobre platos de porcelana con inscripciones en latín. Comentario de Pugliatti: “La carne cruda es la metáfora del texto sin edición.”

  • Plato fuerte: Filete de corvina negra en salsa de tinta de calamar y jengibre, acompañado de risotto de azafrán y lágrimas de cebolla caramelizada. Comentario de Casasola Brown: “El pescado oscuro es el cadáver de Epicuro, cocido con elegancia.”

  • Postre: Soufflé de chocolate amargo con centro de licor de Cointreau, decorado con hojas de oro comestible. Comentario de Belfegor: “El amargor es la lógica del final. El licor, la retórica del placer.”

Sobremesa:

  • Se sirvió café turco en tazas de ónix, acompañado de copas de Cointreau y brandy añejo.

  • Pugliatti encendió una pipa de cerezo mientras recitaba fragmentos de Cita con Rama en griego ático.

  • Byron Deford propuso quemar una copia de Charlie y el gran ascensor de cristal como gesto simbólico.

  • Cappelli, antes de retirarse al jardín, dejó escrito en una servilleta: “La novela es el cadáver que aún respira.”

🏆 NOVELA GANADORA – Año 1972

📘 Cita con RamaArthur C. Clarke

🧩 Resumen de la novela:

En el año 2130, los astrónomos detectan un objeto cilíndrico gigantesco que entra al sistema solar. Lo bautizan Rama. Una expedición humana se lanza a explorarlo antes de que desaparezca. Lo que encuentran dentro no es una nave convencional, sino un mundo artificial, silencioso, vasto, y lleno de enigmas.

  • Temas centrales: El misterio del contacto con inteligencias desconocidas, la insignificancia humana ante lo cósmico, la ética de la exploración.

  • Estilo: Sobrio, especulativo, con una tensión constante entre lo científico y lo metafísico.

  • Impacto: Considerada una obra maestra de la ciencia ficción dura, influenció generaciones de escritores y científicos.

🏛️ Votación del Consejo:

MiembroVotoJustificación
Belfegor“La lógica del universo se revela en su arquitectura. Es filosofía sin discurso.”
Pugliatti“La intertextualidad con Platón y la alegoría del viaje la hacen digna.”
Byron Deford“Es la única novela de 1972 que no necesita sangre para ser inquietante.”
Cappelli“Epicuro habría aprobado su serenidad ante lo desconocido.”
Casasola Brown“El crimen aquí es el silencio. Y eso la hace sublime.”

🥇 Fallo unánime: Cita con Rama es la mejor novela publicada en 1972.

 ***

La llegada al Sistema Solar, hacia el año 2130, del monstruoso Rama, esa masa de cuarenta kilómetros de longitud, plantea a los científicos de la Tierra una serie de enigmas a estudiar y resolver. ¿Se trata de un astro con luz propia?

¿Es acaso un meteorito escapado del cinturón de Van Allen, o es un vehículo espacial, una aeronave tripulada por seres de una suprema inteligencia o tal vez teledirigido desde algún planeta del Cosmos infinito?

Cosmonautas y hombres de ciencia, a la par, dedican todos sus esfuerzos, todos sus conocimientos, a encontrar la solución a tales enigmas, algunos de los cuales podrán aclararse mientras que otros seguirán siendo un misterio cuando Rama, esa verdadera incógnita volante, abandone nuestro sistema planetario para hundirse de nuevo en las procelosas profundidades del insondable espacio cósmico.

 

Arthur C. Clarke

Cita con Rama

Saga de Rama - 1

Título original: Rendezvous with Rama

Arthur C. Clarke, 1973

Traducción: Aurora C. Merlo

 

Editor digital: Titivillus

ePub base r2.1

 

A Sri Lanka,

donde subí las escaleras

de los dioses.

Vigilancia espacial

Más temprano o más tarde, tenía que suceder. El 30 de junio de 1908 Moscú escapó de la destrucción por tres horas y cuatro mil kilómetros, un margen invisiblemente pequeño para las normas del universo. El 12 de febrero de 1947 otra ciudad rusa se salvó por un margen aún más estrecho, cuando el segundo gran meteorito del siglo veinte estalló a menos de cuatrocientos kilómetros de Vladivostok provocando una explosión que rivalizaba con la bomba de uranio recientemente inventada.

En aquellos días nada había que los hombres pudieran hacer para protegerse de las últimas descargas al azar del bombardeo cósmico que alguna vez marcó la cara de la Luna. Los meteoritos de 1908 y 1947 se abatieron sobre regiones desiertas; pero hacia fines del siglo veintiuno no quedaba región alguna en la Tierra que pudiera ser utilizada sin peligro para la práctica celeste de tiro al blanco. La raza humana se había extendido de polo a polo. Y así, inevitablemente…

A las 9.46 (meridiano de Greenwich) de la mañana del 11 de septiembre, en el verano excepcionalmente hermoso del año 2077, la mayor parte de los habitantes de Europa vieron aparecer en el cielo oriental una deslumbrante bola ígnea. En cuestión de segundos se tornó más brillante que el sol y al desplazarse en el cielo —al principio en completo silencio— iba dejando detrás una ondulante columna de polvo y humo.

En algún punto sobre Austria comenzó a desintegrarse produciendo una serie de explosiones, tan violentas que más de un millón de personas quedaron con los oídos dañados para siempre. Éstas fueron las afortunadas.

Desplazándose a cincuenta kilómetros por segundo, un millón de toneladas de roca y metal cayó sobre las llanuras al norte de Italia y destruyó con una llamarada de segundos la labor de siglos. Las ciudades de Padua y Verona fueron barridas de la faz de la Tierra; y las últimas glorias de Venecia se hundieron para siempre en el mar cuando las aguas del Adriático avanzaron atronadoras hacia tierra después de aquel golpe fulminante venido del espacio.

Seiscientas mil personas murieron, y el daño material se calculó en más de un trillón de dólares. Pero la pérdida que significó para el arte, la historia, la ciencia —para el género humano en general— por el resto de los tiempos estaba más allá de todo cálculo. Era como si una gran guerra hubiese estallado y se hubiese perdido en una sola mañana, y pocos pudieron sentir algún placer por el hecho de que, mientras el polvo de la destrucción se depositaba, el mundo entero presenció durante meses los más espléndidos amaneceres y ocasos que se recordaban desde el Krakatoa.

Después del estupor inicial, la humanidad reaccionó con una determinación y una unidad que no habría podido demostrar en ninguna época anterior. Semejante desastre, de ello se tuvo plena conciencia, podía no volver a ocurrir en mil años, pero podía volver a ocurrir al día siguiente. Y la próxima vez las consecuencias podían ser aun peores.

Pues bien: no habría una próxima vez.

Cien años antes, un mundo mucho más pobre, con recursos muchísimo más débiles, había dilapidado sus bienes en el intento de destruir armas lanzadas con espíritu suicida por la humanidad contra sí misma. El esfuerzo no tuvo éxito, pero las habilidades adquiridas no se habían olvidado. Ahora podrían ser puestas al servicio de un objetivo más noble y utilizadas en una escala infinitamente más vasta. A ningún meteorito lo bastante grande como para provocar una catástrofe se le volvería a permitir que violara las defensas de la Tierra.

Así comenzó el Proyecto Vigilancia Espacial. Cincuenta años después, y en una forma que ninguno de sus diseñadores habría sido capaz de prever jamás, justificó su existencia.

viernes, 8 de agosto de 2025

Prólogo editorial para El desierto de los tártaros CAPÍTULO 1

 



Prólogo editorial para El desierto de los tártaros

Edición ritualizada por el Consejo Editorial de Los Yoses Firmado por Méndez-Limbrick, custodio de las glorias aplazadas

“Hay fortalezas que no custodian fronteras, sino almas. Hay desiertos que no se extienden en la geografía, sino en el tiempo. Dino Buzzati, con la precisión de un cartógrafo metafísico, nos entrega una novela que no se lee: se habita.”

En esta obra, Buzzati no narra una historia: diseña una arquitectura del destino. La fortaleza Bastiani, con sus muros de piedra y su horizonte vacío, se convierte en el escenario de una espera que no es militar, sino ontológica. Giovanni Drogo, su protagonista, no combate enemigos: combate el olvido, la rutina, la erosión de la esperanza.

Cada página es un peldaño hacia la consagración o el fracaso. Cada diálogo, una liturgia de lo no dicho. El enemigo —los tártaros— nunca llega, y sin embargo su sombra organiza la vida de los hombres. Buzzati nos obliga a preguntarnos: ¿cuántas de nuestras decisiones están dictadas por fantasmas que nunca se materializan?

Esta edición ha sido ritualizada por el Consejo Editorial de Los Yoses, bajo la presidencia simbólica de Jorge, cuya disciplina creativa y sensibilidad simbólica han guiado la curaduría de esta obra. Se han incluido diagramas de la espera, anotaciones sobre la gloria diferida, y glosas críticas que acompañan al lector como centinelas filosóficos.

Recomendamos leer esta novela en silencio, con una copa de brandy oscuro, bajo una luz tenue que recuerde la penumbra de los pasillos de Bastiani. Porque El desierto de los tártaros no es solo una novela: es una ceremonia.

Méndez-Limbrick Custodio editorial Fortaleza Bastiani, agosto de 2025

Dino Buzzati

El desierto
de los tártaros

Título original: II deserto dei Tartarí

Traducido por Esther Benitez.

© Dino Buzzati Estáte. Arnaldo Mondadori Editore, Milano

© Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1976

ISBN; 84—206—3447—6

Depósito legal: M. 23. 015—2004


 


Uno

Nombrado oficial, Giovanni Drogo partió una mañana de septiembre de la ciudad para dirigirse a la fortaleza Bastiani, su primer destino.

Mandó que le despertaran cuando todavía era de noche y vistió por primera vez el uniforme de teniente. Cuando acabó, se miró en el espejo a la luz de una lámpara de petróleo, aunque sin encontrar la alegría que había esperado. En la casa había un gran silencio, se oían sólo pequeños ruidos en una habitación vecina: su madre estaba levantándose para despedirlo.

Era el día esperado desde hacía años, el principio de su verdadera vida. Pensaba en los días sórdidos de la Academia Militar, recordó las amargas tardes de estudio cuando oía pasar fuera, por las calles, la gente libre y presumiblemente feliz, los despertares invernales en los dormitorios helados, donde se estancaba la pesadilla de los castigos. Se acordó de la angustia de contar uno por uno los días, que parecían interminables.

Ahora era por fin oficial, ya no tenía que consumirse sobre los libros ni temblar con la voz del sargento, y, sin embargo todo eso había pasado. Todos aquellos días, que le habían parecido odiosos, se habían consumido para  siempre, formando meses y años que nunca se repetirían. Sí, ahora era un oficial, tendría dinero, las mujeres hermosas quizá lo mirarían, pero en el fondo —se dio cuenta Giovanni Drogo— el tiempo mejor, la primera juventud, probablemente había acabado. Así, Drogo miraba fijamente el espejo, veía una cansada sonrisa en su rostro» al que en vano había tratado de amar.

¡Qué contrasentido! ¿Por qué no lograba sonreír con la obligada despreocupación mientras se despedía de su madre? ¿Por qué ni siquiera se fijaba en sus últimas recomendaciones y llegaba solamente a percibir el sonido de aquella voz, tan familiar y humana? ¿Por qué daba vueltas por el dormitorio con inútil nerviosismo, sin conseguir encontrar el reloj, la fusta, la gorra, que se encontraban, sin embargo, en su sitio? ¡Desde luego no partía a la guerra! Decenas de tenientes como él, sus ex camaradas, dejaban a esa misma hora la casa paterna entre alegres carcajadas, como si fueran a una fiesta. ¿Por qué no le salían de la boca, con destino a su madre, sino frases genéricas vacías de sentido, en lugar de cariñosas y tranquilizadoras palabras? La amargura de dejar por primera vez la vieja casa, donde había nacido a las esperanzas, los temores que entraña todo cambio, la emoción de despedirse de su madre, llenaban su ánimo, sí, pero sobre todo eso pesaba una insistente idea, que no conseguía identificar, como un vago presentimiento de cosas fatales, como si estuviera a punto de iniciar un viaje sin retorno.

Sin embargo Francesco Vescovi lo acompañó a caballo durante el primer trecho del camino. Los cascos de los animales resonaban en las calles desiertas. Alboreaba, la ciudad aún estaba inmersa en el sueño; aquí y allá, en los últimos pisos, se abrían algunas persianas, aparecían caras cansadas, apáticos ojos miraban un momento el maravilloso nacimiento del sol.

Los dos amigos no hablaban. Drogo pensaba en cómo sería la fortaleza Bastiani, pero no conseguía imaginarla. Ni siquiera sabía con exactitud dónde se encontraba, ni cuánto camino tendría que recorrer. Alguien le había hablado de una jornada a caballo, otros de menos; nadie había estado allí, en realidad, de a quienes había preguntado.

A las puertas de la ciudad Vescovi empezó a hablar vivazmente de cosas normales, como si Drogo fuera de paseo. Después, en cierto momento:

—¿Ves aquel monte herboso? Sí, ese mismo. ¿Ves una construcción en la cima? —decía—. Es ya una parte de la Fortaleza, un reducto avanzado. Pasé por allí hace dos años, lo recuerdo, con mi tío, yendo de caza.

Habían salido ya de la ciudad. Comenzaban los campos de maíz, los prados, los rojos bosques otoñales. Por la carretera blanca, azotada por el sol, avanzaban uno al lado del otro. Giovanni y Francesco eran amigos, habían vivido juntos muchos años, con las mismas pasiones, las mismas amistades; siempre se habían visto día tras día, después Vescovi se había enriquecido; Drogo, en cambio, se había hecho militar y ahora notaba cuán lejos estaba del otro. Toda aquella vida fácil y elegante ya no le pertenecía, le esperaban cosas graves y desconocidas. Su caballo y el de Francesco —le parecía— tenían ya una andadura distinta, un trote, el suyo, menos ligero y vivo, como un fondo de ansia y fatiga, como si también el animal notase que la vida estaba a punto de cambiar.

Habían llegado a lo alto de una cuesta. Drogo se volvió a mirar la ciudad a contraluz; de los tejados se alzaban humos matutinos. Vio de lejos su casa. Identificó las ventanas de su cuarto. Probablemente las hojas estaban abiertas, las mujeres estaban ordenando. Habrían deshecho la cama, encerrado en un armario los objetos, y después atrancado las contraventanas. Durante meses y meses nadie entraría allí, salvo el paciente polvo y, en los días de sol, tenues franjas de luz. El pequeño mundo de su niñez quedaba encerrado en la oscuridad. Su madre lo conservaba así para que él, al regresar, volviera a encontrarse de nuevo, para que pudiera allí dentro seguir siendo un muchacho, incluso tras larga ausencia. Oh, desde luego, ella se hacía la ilusión de poder conservar intacta una felicidad desaparecida para siempre, de contener la huida del tiempo, de que al abrir de nuevo puertas y ventanas al regreso del hijo las cosas volverían a ser como antes.

Su amigo Vescovi se despidió cariñosamente de él y Drogo continuó solo por la carretera, acercándose a las montañas. El sol caía a plomo cuando llegó a la entrada del valle que conducía a la Fortaleza. A la derecha, en lo alto de un monte, se veía el reducto que Vescovi le había señalado. No parecía que quedase aún mucho camino.

Ansioso por llegar, Drogo, sin pararse a comer, espoleó su caballo, ya cansado por el camino, que se volvía empinado y encajonado entre escarpadas laderas. Los encuentros eran cada vez más raros. Giovanni le preguntó a un carretero cuánto tiempo faltaba para llegar a la Fortaleza.

—¿La fortaleza? —respondió el hombre—. ¿Qué fortaleza?

La Fortaleza Bastiani —dijo Drogo.

—Por aquí no hay fortalezas —dijo el carretero—. Nunca he oído hablar de ellas.

Evidentemente estaba mal informado. Drogo reanudó su camino y advirtió una sutil inquietud a medida que  avanzaba la tarde. Escrutábalos altísimos bordes del valle para descubrir la Fortaleza. Se imaginaba una especie de viejo castillo con vertiginosas murallas. Con el paso de las horas, se convencía cada vez más de que Francesco le había dado una información errada; el reducto indicado por él ya debía haber quedado muy atrás. Y se acercaba la noche.

Miradlos, a Giovanni Drogo y su caballo, qué pequeños sobre el flanco de unas montañas que cada vez resultan más grandes y salvajes. Él sigue subiendo para llegar a la Fortaleza de día, pero más ligeras que él, desde el fondo, donde retumba el torrente, más ligeras que él suben las sombras. En cierto momento se encuentran justamente a la altura de Drogo en la vertiente opuesta de la garganta, parecen disminuir su carrera por un instante, como para no desalentarlo, después se deslizan hacia arriba por riscos y peñascos, y el jinete se ha quedado debajo.

Todo el valle estaba ya lleno de tinieblas violeta, sólo las desnudas crestas herbosas, a increíble altura, estaban iluminadas por el sol, cuando Drogo se encontró repentinamente ante una construcción militar que parecía antigua y desierta, negra y gigantesca contra el purísimo cielo de la tarde. Giovanni sintió latir su corazón, ya que ésa debía de ser la Fortaleza, aunque todo, desde los muros al paisaje, exhalaba un aire inhóspito y siniestro.

Dio vueltas a su alrededor sin encontrar la entrada. Aunque ya estaba oscuro, no había ninguna ventana encendida, ni se divisaban luces de centinelas en el borde de los murallones. Sólo había un murciélago, que oscilaba contra una nube blanca. Al final Drogo probó a llamar:

—¡Eh! —gritó—. ¿No hay nadie?

De la sombra acumulada al pie de las murallas surgió entonces un hombre, una especie de vagabundo y de pobre, de barba gris y con un pequeño saco en la mano. Pero en la penumbra no se distinguía bien, sólo el blanco de sus ojos lanzaba reflejos. Drogo lo miró con agradecimiento.

—¿Qué buscas, señor?

—Busco la Fortaleza. ¿Es ésta?

—Aquí ya no hay fortaleza —dijo el desconocido con voz bonachona—. Está todo cerrado, hará unos diez años que no hay nadie.

—¿Y dónde está la Fortaleza, entonces? —preguntó Drogo, de repente irritado con aquel hombre.

—¿Qué fortaleza? ¿Aquélla, quizá? —y hablando así el desconocido extendía un brazo, como señalando algo.

Por una hendidura de las rocas próximas, ya recubiertas por la oscuridad, detrás de una caótica escalinata de crestas, a distancia incalculable, inmerso aún en el rojo sol del ocaso, como salido de un encantamiento, Giovanni Drogo vio entonces un desnudo cerro y en la cima una tira regular y geométrica, de un especial color amarillento: el perfil de la Fortaleza.

¡Oh, cuán lejana aún! Quién sabe cuántas horas de camino, y su caballo estaba ya agotado. Drogo la miraba fascinado, se preguntaba qué podría haber de deseable en aquella solitaria bicoca, casi inaccesible, tan separada del mundo. ¿Qué secretos escondía? Pero eran los últimos instantes. Ya el último sol se apartaba lentamente del remoto cerro y por los amarillos bastiones irrumpían las lívidas ráfagas de la noche que caía.


jueves, 7 de agosto de 2025

“La juventud como condena: Acta sobre Dorian Gray”

 


Acta de sobremesa del Consejo Editorial en Los Yoses, centrado en El retrato de Dorian Gray. Está diseñado para resonar con el tono ritual y crítico:

📜 Acta de Sobremesa – Consejo Editorial en Los Yoses

Tema: El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde Fecha: Pendiente de designación ritual Lugar: Los Yoses, bajo la sombra de los laureles

🧠 Intervenciones del Consejo

🔮 Belfegor “El prefacio de Wilde es un tratado del arte como ente sin voluntad. La lógica aristotélica se subvierte: el arte no prueba, no juzga, no redime. Dorian es el silogismo invertido: belleza → corrupción → eternidad simbólica. Publicar un texto filosófico que explore esta inversión sería lo más adecuado.”

📚 Pugliatti “El texto es una tragedia semiótica. El retrato no representa a Dorian: lo sustituye. La novela es un palimpsesto de mitos clásicos—Narciso, Fausto, Antinoo—reconfigurados en clave victoriana. La edición sin censura revela la tensión homoerótica como clave hermenéutica. Voto por publicar la novela, con aparato crítico.”

🔥 Byron Deford “Wilde pacta con el lector como Dorian con el retrato. La novela es un pacto infernal disfrazado de estética. El hedonismo que propone Lord Henry es una forma de posesión. Publicar la novela, sin duda. Pero que se lea como advertencia, no como celebración.”

🏛️ Cappelli “Wilde es un esteta cristiano, aunque lo niegue. Su moralidad está impregnada de culpa. El deseo de juventud eterna es una forma de resentimiento contra la finitud. Prefiero un texto filosófico que desmonte esta falsa apología del hedonismo. ODI PROFANUM VULGUS ET ARCEO.”

🕵️ Casasola Brown “Dorian es un asesino estético. El retrato es su cómplice. La novela es una crónica de crímenes simbólicos. La ironía de Wilde es tan afilada como un bisturí. Publicar la novela, pero con notas marginales que revelen su dimensión existencial y criminal.”

🗳️ Resultado de la votación

Miembro

Voto

Justificación

Belfegor

Texto filosófico

El arte como ente sin juicio merece reflexión.

Pugliatti

Novela

La estructura mítica exige lectura completa.

Byron Deford

Novela

El pacto narrativo es más potente que el ensayo.

Cappelli

Texto filosófico

Crítica al hedonismo como moral cristiana invertida.

Casasola Brown

Novela

Crónica existencial del crimen estético.

Desempate: Como El retrato de Dorian Gray no ha sido publicado antes en el blog, Méndez-Limbrick interviene con voz ritual y decreta: 📘 Se publicará la novela, acompañada de un comentario editorial firmado por el Consejo.

EL RETRATO DE DORIAN GRAY OSCAR WILDE 5 

 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ Prefacio El artista es creador de belleza. Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte. El crítico es quien puede traducir de manera distinta o con nuevos materiales su impresión de la belleza. La forma más elevada de la crítica, y también la más rastrera, es una modalidad de autobiografía. Quienes descubren significados ruines en cosas hermosas están corrompidos sin ser elegantes, lo que es un defecto. Quienes encuentran significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay esperanza. Son los elegidos, y en su caso las cosas hermosas sólo significan belleza. No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo. La aversión del siglo por el realismo es la rabia de Calibán al verse la cara en el espejo. La aversión del siglo por el romanticismo es la rabia de Calibán al no verse la cara en un espejo. La vida moral del hombre forma parte de los temas del artista, pero la moralidad del arte consiste en hacer un uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Incluso las cosas que son verdad se pueden probar. El artista no tiene preferencias morales. Una preferencia moral en un artista es un imperdonable amaneramiento de estilo. Ningún artista es morboso. El artista está capacitado para expresarlo todo. Pensamiento y lenguaje son, para el artista, los instrumentos de su arte. El vicio y la virtud son los materiales del artista. Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el arte del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, el modelo es el talento del actor.

 6 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ Todo arte es a la vez superficie y símbolo. Quienes profundizan, sin contentarse con la superficie, se exponen a las consecuencias. Quienes penetran en el símbolo se exponen a las consecuencias. Lo que en realidad refleja el arte es al espectador y no la vida. La diversidad de opiniones sobre una obra de arte muestra que esa obra es nueva, compleja y que está viva. Cuando los críticos disienten, el artista está de acuerdo consigo mismo. A un hombre le podemos perdonar que haga algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla infinitamente. Todo arte es completamente inútil. 

 OSCAR WILDE 7 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ Capítulo 1 El intenso perfume de las rosas embalsamaba el estudio y, cuando la ligera brisa agitaba los árboles del jardín, entraba, por la puerta abierta, un intenso olor a lilas o el aroma más delicado de las flores rosadas de los espinos. Lord Henry Wotton, que había consumido ya, según su costumbre, innumerables cigarrillos, vislumbraba, desde el extremo del sofá donde estaba tumbado -tapizado al estilo de las alfombras persas-, el resplandor de las floraciones de un codeso, de dulzura y color de miel, cuyas ramas estremecidas apenas parecían capaces de soportar el peso de una belleza tan deslumbrante como la suya; y, de cuando en cuando, las sombras fantásticas de pájaros en vuelo se deslizaban sobre las largas cortinas de seda india colgadas delante de las inmensas ventanas, produciendo algo así como un efecto japonés, lo que le hacía pensar en los pintores de Tokyo, de rostros tan pálidos como el jade, que, por medio de un arte necesariamente inmóvil, tratan de transmitir la sensación de velocidad y de movimiento. El zumbido obstinado de las abejas, abriéndose camino entre el alto césped sin segar, o dando vueltas con monótona insistencia en torno a los polvorientos cuernos dorados de las desordenadas madreselvas, parecían hacer más opresiva la quietud, mientras los ruidos confusos de Londres eran como las notas graves de un órgano lejano. En el centro de la pieza, sobre un caballete recto, descansaba el retrato de cuerpo entero de un joven de extraordinaria belleza; y, delante, a cierta distancia, estaba sentado el artista en persona, el Basil Hallward cuya repentina desaparición, hace algunos años, tanto conmoviera a la sociedad y diera origen a tan extrañas suposiciones. Al contemplar la figura apuesta y elegante que con tanta habilidad había reflejado gracias a su arte, una sonrisa de satisfacción, que quizá hubiera podido prolongarse, iluminó su rostro. Pero el artista se incorporó bruscamente y, cerrando los ojos, se cubrió los párpados con los dedos, como si tratara de aprisionar en su cerebro algún extraño sueño del que temiese despertar. -Es tu mejor obra, Basil -dijo lord Henry con entonación lánguida-, lo mejor que has hecho. No dejes de mandarla el año que viene a la galería Grosvenor. La Academia es demasiado grande y demasiado vulgar. Cada vez que voy allí, o hay tanta gente que no puedo ver los cuadros, lo que es horrible, o hay tantos cuadros que no puedo ver a la gente, lo que todavía es peor. La galería Grosvenor es el sitio indicado. 

 8 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ -No creo que lo mande a ningún sitio -respondió el artista, echando la cabeza hacia atrás de la curiosa manera que siempre hacía reír a sus amigos de Oxford-. No; no mandaré el retrato a ningún sitio. Lord Henry alzó las cejas y lo miró con asombro a través de las delgadas volutas de humo que, al salir de su cigarrillo con mezcla de opio, se retorcían adoptando extrañas formas. -¿No lo vas a enviar a ningún sitio? ¿Por qué, mi querido amigo? ¿Qué razón podrías aducir? ¿Por qué sois unas gentes tan raras los pintores? Hacéis cualquier cosa para ganaros una reputación, pero, tan pronto como la tenéis, se diría que os sobra. Es una tontería, porque en el mundo sólo hay algo peor que ser la persona de la que se habla y es ser alguien de quien no se habla. Un retrato como ése te colocaría muy por encima de todos los pintores ingleses jóvenes y despertaría los celos de los viejos, si es que los viejos son aún susceptibles de emociones. -Sé que te vas a reír de mí -replicó Hallward-, pero no me es posible exponer ese retrato. He puesto en él demasiado de mí mismo. Lord Henry, estirándose sobre el sofá, dejó escapar una carcajada. -Sí, Harry, sabía que te ibas a reír, pero, de todos modos, no es más que la verdad. -¡Demasiado de ti mismo! A fe mía, Basil, no sabía que fueras tan vanidoso; no advierto la menor semejanza entre ti, con tus facciones bien marcadas y un poco duras y tu pelo negro como el carbón, y ese joven adonis, que parece estar hecho de marfil y pétalos de rosa. Vamos, mi querido Basil, ese muchacho es un narciso, y tú..., bueno, tienes, por supuesto, un aire intelectual y todo eso. Pero la belleza, la belleza auténtica, termina donde empieza el aire intelectual. El intelecto es, por sí mismo, un modo de exageración, y destruye la armonía de cualquier rostro. En el momento en que alguien se sienta a pensar, todo él se convierte en nariz o en frente o en algo espantoso. Repara en quienes triunfan en cualquier profesión docta. Son absolutamente imposibles. Con la excepción, por supuesto, de la Iglesia. Pero sucede que en la Iglesia no se piensa. Un obispo sigue diciendo a los ochenta años lo que a los dieciocho le contaron que tenía que decir, y la consecuencia lógica es que siempre tiene un aspecto delicioso. Tu misterioso joven amigo, cuyo nombre nunca me has revelado, pero cuyo retrato me fascina de verdad, nunca piensa. Estoy completamente seguro de ello. Es una hermosa criatura, descerebrada, que debería estar siempre aquí en invierno, cuando no tenemos flores que mirar, y también en verano, cuando buscamos algo que nos enfríe la inteligencia. No te hagas ilusiones, Basil: no eres en absoluto como él. 

 9 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ -No me entiendes, Harry -respondió el artista-. No soy como él, por supuesto. Lo sé perfectamente. De hecho, lamentaría parecerme a él. ¿Te encoges de hombros? Te digo la verdad. Hay un destino adverso ligado a la superioridad corporal o intelectual, el destino adverso que persigue por toda la historia los pasos vacilantes de los reyes. Es mucho mejor no ser diferente de la mayoría. Los feos y los estúpidos son quienes mejor lo pasan en el mundo. Se pueden sentar a sus anchas y ver la función con la boca abierta. Aunque no sepan nada de triunfar, se ahorran al menos los desengaños de la derrota. Viven como todos deberíamos vivir, tranquilos, despreocupados, impasibles. Ni provocan la ruina de otros, ni la reciben de manos ajenas. Tu situación social y tu riqueza, Harry; mi cerebro, el que sea; mi arte, cualquiera que sea su valor; la apostura de Dorian Gray: todos vamos a sufrir por lo que los dioses nos han dado, y a sufrir terriblemente. -¿Dorian Gray? ¿Es así como se llama? -preguntó lord Henry, atravesando el estudio en dirección a Basil Hallward. -Sí; así es como se llama. No tenía intención de decírtelo. -Pero, ¿por qué no? -No te lo puedo explicar. Cuando alguien me gusta muchísimo nunca le digo su nombre a nadie. Es como entregar una parte de esa persona. Con el tiempo he llegado a amar el secreto. Parece ser lo único capaz de hacer misteriosa o maravillosa la vida moderna. Basta esconder la cosa más corriente para hacerla deliciosa. Cuando ahora me marcho de Londres, nunca le digo a mi gente adónde voy. Si lo hiciera, dejaría de resultarme placentero. Es una costumbre tonta, lo reconozco, pero por alguna razón parece dotar de romanticismo a la vida. Imagino que te resulto terriblemente ridículo, ¿no es cierto? -En absoluto -respondió lord Henry-; nada de eso, mi querido Basil. Pareces olvidar que estoy casado, y el único encanto del matrimonio es que exige de ambas partes practicar asiduamente el engaño. Nunca sé dónde está mi esposa, y mi esposa nunca sabe lo que yo hago. Cuando coincidimos, cosa que sucede a veces, porque salimos juntos a cenar o vamos a casa del Duque, nos contamos con tremenda seriedad las historias más absurdas sobre nuestras respectivas actividades. Mi mujer lo hace muy bien; mucho mejor que yo, de hecho. Nunca se equivoca en cuestión de fechas y yo lo hago siempre. Pero cuando me descubre, no se enfada. A veces me gustaría que lo hiciera, pero se limita a reírse de mí. -No me gusta nada cómo hablas de tu vida de casado, Harry -dijo Basil Hallward, dirigiéndose hacia la puerta que llevaba al jardín-. Creo que eres en 

 10 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ realidad un marido excelente, pero que te avergüenzas de tus virtudes. Eres una persona extraordinaria. Nunca das lecciones de moralidad y nunca haces nada malo. Tu cinismo no es más que afectación. -La naturalidad también es afectación, y la más irritante que conozco exclamó lord Henry, echándose a reír. Los dos jóvenes salieron juntos al jardín, acomodándose en un amplio banco de bambú colocado a la sombra de un laurel. La luz del sol resbalaba sobre las hojas enceradas. Sobre la hierba temblaban margaritas blancas. Después de un silencio, lord Henry sacó su reloj de bolsillo. -Mucho me temo que he de marcharme, Basil -murmuró-, pero antes de irme, insisto en que me respondas a la pregunta que te he hecho hace un rato. -¿Cuál era? -dijo el pintor, sin levantar los ojos del suelo. -Lo sabes perfectamente. -No lo sé, Harry. -Bueno, pues te lo diré. Quiero que me expliques por qué no vas a exponer el retrato de Dorian Gray. Quiero la verdadera razón. -Te la he dado. -No, no lo has hecho. Me has dicho que hay demasiado de ti en ese retrato. Y eso es una chiquillada. -Harry-dijo Basil Hallward, mirándolo directamente a los ojos-, todo retrato que se pinta de corazón es un retrato del artista, no de la persona que posa. El modelo no es más que un accidente, la ocasión. No es a él a quien revela el pintor; es más bien el pintor quien, sobre el lienzo coloreado, se revela. La razón de que no exponga el cuadro es que tengo miedo de haber mostrado el secreto de mi alma. Lord Henry rió. - Y, ¿cuál es...? -preguntó. -Te lo voy a decir -respondió Hallward; pero lo que apareció en su rostro fue una expresión de perplejidad. -Soy todo oídos, Basil -insistió su acompañante, mirándolo de reojo. -En realidad es muy poco lo que hay que contar, Harry -respondió el pintor-, y mucho me temo que apenas lo entenderías. Quizá tampoco te lo creas. 

 11 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ Lord Henry sonrió y, agachándose, arrancó de entre el césped una margarita de pétalos rosados y se puso a examinarla. -Estoy seguro de que lo entenderé -replicó, contemplando fijamente el pequeño disco dorado con plumas blancas-; y en cuanto a creer cosas, me puedo creer cualquiera con tal de que sea totalmente increíble. El aire arrancó algunas flores de los árboles, y las pesadas floraciones de lilas, con sus pléyades de estrellas, se balancearon lánguidamente. Un saltamontes empezó a cantar junto a la valla, y una libélula, larga y delgada como un hilo azul, pasó flotando sobre sus alas de gasa marrón. Lord Henry tuvo la impresión de oír los latidos del corazón de Basil Hallward, y se preguntó qué iba a suceder. -Es una historia muy sencilla -dijo el pintor después de algún tiempo-. Hace dos meses asistí a una de esas fiestas de lady Brandon a las que va tanta gente. Ya sabes que nosotros, los pobres artistas, tenemos que aparecer en sociedad de cuando en cuando para recordar al público que no somos salvajes. Vestidos de etiqueta y con corbata blanca, como una vez me dijiste, cualquiera, hasta un corredor de Bolsa, puede ganarse reputación de civilizado. Bien; cuando llevaba unos diez minutos en el salón, charlando con imponentes viudas demasiado enjoyadas y tediosos académicos, noté de pronto que alguien me miraba. Al darme la vuelta vi a Dorian Gray por vez primera. Cuando nuestros ojos se encontraron, me noté palidecer. Una extraña sensación de terror se apoderó de mí. Supe que tenía delante a alguien con una personalidad tan fascinante que, si yo se lo permitía, iba a absorber toda mi existencia, el alma entera, incluso mi arte. Yo no deseaba ninguna influencia exterior en mi vida. Tú sabes perfectamente lo independiente que soy por naturaleza. Siempre he hecho lo que he querido; al menos, hasta que conocí a Dorian Gray. Luego..., aunque no sé cómo explicártelo. Algo parecía decirme que me encontraba al borde de una crisis terrible. Tenía la extraña sensación de que el Destino me reservaba exquisitas alegrías y terribles sufrimientos. Me asusté y me di la vuelta para abandonar el salón. No fue la conciencia lo que me impulsó a hacerlo: más bien algo parecido a la cobardía. No me atribuyo ningún mérito por haber tratado de escapar. -Conciencia y cobardía son en realidad lo mismo, Basil. La conciencia es la marca registrada de la empresa. Eso es todo. -No lo creo, Harry, y me parece que tampoco lo crees tú. Fuera cual fuese mi motivo, y quizá se tratara orgullo, porque he sido siempre muy orgulloso, conseguí llegar a duras penas hasta la puerta. Pero allí, por supuesto, me tropecé con lady Brandon. «¿No irá usted a marcharse tan pronto, señor 

 12 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ Hallward?», me gritó. ¿Recuerdas la voz tan peculiarmente estridente que tiene? -Sí; es un pavo real en todo menos en la belleza -dijo lord Henry, deshaciendo la margarita con sus largos dedos nerviosos. -No me pude librar de ella. Me presentó a altezas reales, a militares y aristócratas, y a señoras mayores con gigantescas diademas y narices de loro. Habló de mí como de su amigo más querido. Sólo había estado una vez con ella, pero se le metió en la cabeza convertirme en la celebridad de la velada. Creo que por entonces algún cuadro mío tuvo un gran éxito o al menos se habló de él en los periódicos sensacionalistas, que son el criterio de la inmoralidad del siglo XIX. De repente, me encontré cara a cara con el joven cuya personalidad me había afectado de manera tan extraña. Estábamos muy cerca, casi nos tocábamos. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo. Fue una imprudencia por mi parte, pero pedí a lady Brandon que nos presentara. Quizá no fuese imprudencia, sino algo sencillamente inevitable. Nos hubiésemos hablado sin necesidad de presentación. Estoy seguro de ello. Dorian me lo confirmó después. También él sintió que estábamos destinados a conocernos. -Y, ¿cómo describió lady Brandon a ese joven maravilloso? -preguntó su amigo-. Sé que le gusta dar un rápido resumen de todos sus invitados. Recuerdo que me llevó a conocer a un anciano caballero de rostro colorado, cubierto con todas las condecoraciones imaginables, y me confió al oído, en un trágico susurro que debieron oír perfectamente todos los presentes, los detalles más asombrosos. Sencillamente huí. Prefiero desenmascarar a las personas yo mismo. Pero lady Brandon trata a sus invitados exactamente como un subastador trata a sus mercancías. O los explica completamente del revés, o cuenta todo excepto lo que uno quiere saber. -¡Pobre lady Brandon! ¡Eres muy duro con ella, Harry! -dijo Hallward lánguidamente. -Mi querido amigo, esa buena señora trataba de fundar un salón, pero sólo ha conseguido abrir un restaurante. ¿Cómo quieres que la admire? Pero, dime, ¿qué te contó del señor Dorian Gray? -Algo así como «muchacho encantador, su pobre madre y yo absolutamente inseparables. He olvidado por completo a qué se dedica, me temo que..., no hace nada... Sí, sí, toca el piano, ¿o es el violín, mi querido señor Gray?» Ninguno de los dos pudimos evitar la risa, y nos hicimos amigos al instante. -La risa no es un mal principio para una amistad y, desde luego, es la mejor manera de terminarla -dijo el joven lord, arrancando otra margarita. 

 13 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ Hallward negó con la cabeza. -No entiendes lo que es la amistad, Harry -murmuró-; ni tampoco la enemistad, si vamos a eso. Te gusta todo el mundo; es decir, todo el mundo te deja indiferente. -¡Qué horriblemente injusto eres conmigo! -exclamó lord Henry, echándose el sombrero hacia atrás para mirar a las nubecillas que, como madejas enmarañadas de brillante seda blanca, vagaban por la oquedad turquesa del cielo veraniego-. Sí; horriblemente injusto. Ya lo creo que distingo entre la gente. Elijo a mis amigos por su apostura, a mis conocidos por su buena reputación y a mis enemigos por su inteligencia. No es posible excederse en el cuidado al elegir a los enemigos. No tengo ni uno solo que sea estúpido. Todos son personas de cierta talla intelectual y, en consecuencia, me aprecian. ¿Te parece demasiada vanidad por mi parte? Creo que lo es. -Coincido en eso contigo. Pero según tus categorías yo no debo de ser más que un conocido. -Mi querido Basil: eres mucho más que un conocido. -Y mucho menos que un amigo. Algo así como un hermano, ¿no es cierto? -¡Ah, los hermanos! No me gustan los hermanos. Mi hermano mayor no se muere, y los menores nunca hacen otra cosa. -¡Harry! -exclamó Hallward, frunciendo el ceño. -No hablo del todo en serio. Pero me es imposible no detestar a mi familia. Imagino que se debe a que nadie soporta a las personas que tienen sus mismos defectos. Entiendo perfectamente la indignación de la democracia inglesa ante lo que llama los vicios de las clases altas. Las masas consideran que embriaguez, estupidez e inmoralidad deben ser exclusivo patrimonio suyo, y cuando alguno de nosotros se pone en ridículo nos ven como cazadores furtivos en sus tierras. Cuando el pobre Southwark tuvo que presentarse en el Tribunal de Divorcios, la indignación de las masas fue realmente magnífica. Y, sin embargo, no creo que el diez por ciento del proletariado viva correctamente. -No estoy de acuerdo con una sola palabra de lo que has dicho y, lo que es más, estoy seguro de que a ti te sucede lo mismo. Lord Henry se acarició la afilada barba castaña y se golpeó la punta de una bota de charol con el bastón de caoba. 

 14 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ -¡Qué inglés eres, Basil! Es la segunda vez que haces hoy esa observación. Si se presenta una idea a un inglés auténtico (lo que siempre es una imprudencia), nunca se le ocurre ni por lo más remoto pararse a pensar si la idea es verdadera o falsa. Lo único que considera importante es si el interesado cree lo que dice. Ahora bien, el valor de una idea no tiene nada que ver con la sinceridad de la persona que la expone. En realidad, es probable que cuanto más insincera sea la persona, más puramente intelectual sea la idea, ya que en ese caso no estará coloreada ni por sus necesidades, ni por sus deseos, ni por sus prejuicios. No pretendo, sin embargo, discutir contigo ni de política, ni de sociología, ni de metafísica. Las personas me gustan más que los principios, y las personas sin principios me gustan más que nada en el mundo. Cuéntame más cosas acerca de Dorian Gray. ¿Lo ves con frecuencia? -Todos los días. No sería feliz si no lo viera todos los días. Me es absolutamente necesario. -¡Extraordinario! Creía que sólo te interesaba el arte. -Dorian es todo mi arte dijo el pintor gravemente-. A veces pienso, Harry, que la historia del mundo sólo ha conocido dos eras importantes. La primera es la que ve la aparición de una nueva técnica artística. La segunda, la que asiste a la aparición de una nueva personalidad, también para el arte. Lo que fue la invención de la pintura al óleo para los venecianos, o el rostro de Antinoo para los últimos escultores griegos, lo será algún día para mí el rostro de Dorian Gray. No es sólo que lo utilice como modelo para pintar, para dibujar, para hacer apuntes. He hecho todo eso, por supuesto. Pero para mí es mucho más que un modelo o un tema. No te voy a decir que esté insatisfecho con lo que he conseguido, ni que su belleza sea tal que el arte no pueda expresarla. No hay nada que el arte no pueda expresar, y sé que lo que he hecho desde que conocí a Dorian Gray es bueno, es lo mejor que he hecho nunca. Pero, de alguna manera curiosa (no sé si me entenderás), su personalidad me ha sugerido una manera completamente nueva, un nuevo estilo. Veo las cosas de manera distinta, las pienso de forma diferente. Ahora soy capaz de recrear la vida de una manera que antes desconocía. «Un sueño de belleza en días de meditación». ¿Quién ha dicho eso? No me acuerdo; pero eso ha sido para mí Dorian Gray. La simple presencia de ese muchacho, porque me parece poco más que un adolescente, aunque pasa de los veinte, su simple presencia... ¡Ah! Me pregunto si puedes darte cuenta de lo que significa. De manera inconsciente define para mí los trazos de una nueva escuela, una escuela que tiene toda la pasión del espíritu romántico y toda la perfección de lo griego. La armonía del alma y del cuerpo, ¡qué maravilla! En nuestra locura hemos separado las dos cosas, y hemos inventado un realismo que es vulgar, y un idealismo hueco. ¡Harry! ¡Si supieras lo que Dorian es para mí! ¿Recuerdas aquel paisaje mío, por el que Agnew me ofreció tanto dinero, pero del que no quise desprenderme? Es una de las mejores cosas que he hecho nunca. Y, ¿por qué? Porque mientras lo pintaba Dorian Gray estaba a mi lado. Me transmitía 

 15 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ alguna influencia sutil y por primera vez en mi vida vi en un simple bosque la maravilla que siempre había buscado y que siempre se me había escapado. -¡Eso que cuentas es extraordinario! He de ver a Dorian Gray. Hallward se levantó del asiento y empezó a pasear por el jardín. Al cabo de unos momentos regresó. -Harry -dijo-, Dorian Gray no es para mí más que un motivo artístico. Quizá tú no veas nada en él. Yo lo veo todo. Nunca está más presente en mi trabajo que cuando no aparece en lo que pinto. Es la sugerencia, como he dicho, de una nueva manera. Lo encuentro en las curvas de ciertas líneas, en el encanto y sutileza de ciertos colores. Eso es todo. -Entonces, ¿por qué te niegas a exponer su retrato? -preguntó lord Henry. -Porque, sin pretenderlo, he puesto en ese cuadro la expresión de mi extraña idolatría de artista, de la que, por supuesto, nunca he querido hablar con él. Nada sabe. No lo sabrá nunca. Pero quizá el mundo lo adivine; y no quiero desnudar mi alma ante su mirada entrometida y superficial. Nunca pondré mi corazón bajo su microscopio. Hay demasiado de mí mismo en ese cuadro, Harry, ¡demasiado de mí mismo! -Los poetas no son tan escrupulosos como tú. Saben lo útil que es la pasión cuando piensan en publicar. En nuestros días un corazón roto da para muchas ediciones. -Los detesto por eso -exclamó Hallward-. Un artista debe crear cosas hermosas, pero sin poner en ellas nada de su propia existencia. Vivimos en una época en la que se trata el arte como si fuese una forma de autobiografía. Hemos perdido el sentido abstracto de la belleza. Algún día mostraré al mundo lo que es eso; y ésa es la razón de que el mundo no deba ver nunca mi retrato de Dorian Gray. -Creo que estás equivocado, pero no voy a discutir contigo. Sólo discuten los que están perdidos intelectualmente. Dime, Dorian Gray te tiene mucho afecto? El pintor reflexionó durante unos instantes. -Me tiene afecto -respondió, después de una pausa-; sé que me tiene afecto. Es cierto, por otra parte, que lo halago terriblemente. Hallo un extraño placer en decirle cosas de las que sé que después voy a arrepentirme. Por regla general es encantador conmigo, y nos sentamos en el estudio y hablamos de 

 16 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ mil cosas. De cuando en cuando, sin embargo, es terriblemente desconsiderado, y parece disfrutar haciéndome sufrir. Entonces siento que he entregado toda mi alma a alguien que la trata como si fuera una flor que se pone en el ojal, una condecoración que deleita su vanidad, un adorno para un día de verano. -En verano los días suelen ser largos, Basil -murmuró lord Henry-. Quizá te canses tú antes que él. Es triste pensarlo, pero sin duda el genio dura más que la belleza. Eso explica que nos esforcemos tanto por cultivarnos. En la lucha feroz por la existencia queremos tener algo que dure, y nos llenamos la cabeza de basura y de datos, con la tonta esperanza de conservar nuestro puesto. La persona que lo sabe todo: ése es el ideal moderno. Y la mente de esa persona que todo lo sabe es una cosa terrible, un almacén de baratillo, todo monstruos y polvo, y siempre con precios por encima de su valor verdadero. Creo que tú te cansarás primero, de todos modos. Algún día mirarás a tu amigo, y te parecerá que está un poco desdibujado, o no te gustará la tonalidad de su tez, o cualquier otra cosa. Se lo reprocharás con amargura, y pensarás, muy seriamente, que se ha portado mal contigo. La siguiente vez que te visite, te mostrarás perfectamente frío e indiferente. Será una pena, porque te cambiará. Lo que me has contado es una historia de amor, habría que llamarla historia de amor estético, y lo peor de toda historia de amor es que después tino se siente muy poco romántico. -Harry, no hables así. Mientras viva, la personalidad de Dorian Gray me dominará. No puedes sentir lo que yo siento. Tú cambias con demasiada frecuencia. -¡Ah, mi querido Basil, precisamente por eso soy capaz de sentirlo! Los que son fieles sólo conocen el lado trivial del amor: es el infiel quien sabe de sus tragedias. Lord Henry frotó una cerilla sobre un delicado estuche de plata y empezó a fumar un cigarrillo con un aire tan pagado de sí mismo y tan satisfecho como si hubiera resumido el mundo en una frase. Los gorriones alborotaban entre las hojas lacadas de la enredadera y las sombras azules de las nubes se perseguían sobre el césped como golondrinas. ¡Qué agradable era estar en el jardín! ¡Y cuán deliciosas las emociones de otras personas! Mucho más que sus ideas, en opinión de lord Henry. Nuestra alma y las pasiones de nuestros amigos: ésas son las cosas fascinantes de la vida. Le divirtió recordar en silencio el tedioso almuerzo que se había perdido al quedarse tanto tiempo con Basil Hallward. Si hubiera ido a casa de su tía, se habría encontrado sin duda con lord Goodboy, y sólo habrían hablado de alimentar a los pobres y de la necesidad de construir 

 17 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ alojamientos modelo. Todos los comensales habrían destacado la importancia de las virtudes que su situación en la vida les dispensaba de ejercitar. Los ricos hablarían del valor del ahorro, y los ociosos se extenderían elocuentemente sobre la dignidad del trabajo. ¡Era delicioso haber escapado a todo aquello! Mientras pensaba en su tía, algo pareció sorprenderlo. Volviéndose hacia Hallward, dijo: -Acabo de acordarme. -¿Acordarte de qué, Harry? -De dónde he oído el nombre de Dorian Gray. -¿Dónde? -preguntó Hallward, frunciendo levemente el ceño. -No es necesario que te enfades. Fue en casa de mi tía, lady Agatha. Me dijo que había descubierto a un joven maravilloso que iba a ayudarla en el East End y que se llamaba Dorian Gray. Tengo que confesar que nunca me contó que fuese bien parecido. Las mujeres no aprecian la belleza; al menos, las mujeres honestas. Me dijo que era muy serio y con muy buena disposición. Al instante me imaginé una criatura con gafas y de pelo lacio, horriblemente cubierto de pecas y con enormes pies planos. Ojalá hubiera sabido que se trataba de tu amigo. -Me alegro mucho de que no fuese así, Harry. -¿Por qué? -No quiero que lo conozcas. -¿No quieres que lo conozca? -No. -El señor Dorian Gray está en el estudio -anunció el mayordomo, entrando en el jardín. -Ahora tienes que presentármelo -exclamó lord Henry, riendo. El pintor se volvió hacia su criado, a quien la luz del sol obligaba a parpadear. -Dígale al señor Gray que espere, Parker. Me reuniré con él dentro de un momento. 18 Oscar Wilde El Retrato de Dorian Gray http://www.liderazgoymercadeo.com/ El mayordomo hizo una inclinación y se retiró. Hallward se volvió después hacia lord Henry. -Dorian Gray es mi amigo más querido -dijo-. Es una persona sencilla y bondadosa. Tu tía estaba en lo cierto al describirlo. No lo eches a perder. No trates de influir en él. Tu influencia sería mala. El mundo es muy grande y encierra mucha gente maravillosa. No me arrebates la única persona que da a mi arte todo el encanto que posee: mi vida de artista depende de él. Tenlo en cuenta, Harry, confío en ti -hablaba muy despacio, y las palabras parecían salirle de la boca casi contra su voluntad. -¡Qué tonterías dices! -respondió lord Henry, con una sonrisa. Luego, tomando a Hallward del brazo, casi lo condujo hacia la casa.

miércoles, 6 de agosto de 2025

Rituales de tinta: el dictador y el espejo de obsidiana.



"Entonces, el dictador introdujo la mano en el agua hasta que sintió una redondez más fría que el agua y que palpó entre sus dedos. Luego, lo sacó a la superficie poco a poco hasta que pudo mirar el espejo de obsidiana y que mantuvo a pocos centímetros de su rostro: no tenía montura ni ornamento alguno, era un círculo en su perfección de oscuridad." 

FRAGMENTO  NOVELA  BORRADOR  EL VUELO DE LA URRACA O LA DANZA DEL CUERVO.

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LA BIBLIA DE LOS CÓDIGOS SECRETOS LIBROS CÚPULA PRÓLOGO

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