lunes, 14 de febrero de 2022

Carlos Morla Lynch En España con Federico García Lorca Páginas de un diario íntimo. 1928-1936. FRAGMENTO.

 


 

Carlos Morla Lynch

 

 En España con Federico García Lorca

 

Páginas de un diario íntimo. 1928-1936

 

 

 

 

 


 

 A la madre de Federico, doña Vicenta Lorca de García, con el respetuoso afecto del autor.

 

 

 


 PREFACIO

ALGUIEN me dijo un día:

—Tú que has fraternizado tanto con Federico García Lorca y vivido una larga etapa unido a él; tú que llevas —por costumbre— un apunte de tus impresiones diarias, ¿por que no escribes una semblanza suya? Un retrato intimo y sencillo, un film del Federico de todos los días. del cual tanto se habla sin un verdadero conocimiento de lo que fue su personalidad incomparable. Por cuanto si su obra asombrosa ha sido ampliamente difundida y ha cruzado las fronteras, poco se sabe de la legítima idiosincrasia del poeta, de su real temperamento, de su clima individual en aquellas horas en que se hallaba circunscrito a su aura genuina. Se desearía verle de cerca, sentirle «vivir» en esos trechos de su camino en que, desligado del publico —que de cierta manera, se apodera de los artistas—, se reintegraba al desempeño del papel de su personaje autentico.

Escuche en silencio la sugestión que se me hacía y pensé en lo sensible que era a veces revelar la verdadera entidad de los grandes hombres. La terrena personalidad del artista es casi siempre inferior a lo que su espíritu realiza. En su obra nos ofrece lo que posee de más selecto y elevado: la esencia de sus atributos morales. Pero luego pensé también que era precisamente en los momentos en que Federico se evadía del escenario en que actuaba cuando mayor brillo irradiaban sus extraordinarias facultades naturales.

Era difícil para él lograr esa «evasión», por cuanto todo su ser que se destaca por encima de los demás, levantado por la fuerza de sus capacidades y de su talento, se ve inevitablemente transformado en personaje dramático. No puede remediarlo, ni eludirlo, ni sustraerse a esa segunda personalidad que su condición de protagonista le impone.

Comencé, pues, a recorrer —sin mucha convicción en un principio— las paginas de mis diarios que incluyen los años 1928-1936, que viví en España, paginas que, una vez escritas, no había releído nunca, y me encontré en ellas, no sin asombro, con un caudal inmenso de anotaciones espontáneas concernientes a nuestro inolvidable amigo, apuntes que encierran un valor de autenticidad y de exactitud inapreciables.

Son «instantáneas», tomadas sin plan preconcebido, que lo han sorprendido en cualquier hora del día —aun solo, a veces, a través de la puerta entreabierta desde la habitación vecina—, viñetas que, reunidas, nos dan de él una estampa fiel, precisa y viva, cuando no asumen las proporciones de un film. Ocurrirá en ciertas ocasiones que no hable aún, que se encuentre ausente…; pero siempre estará «allí», si no en forma humana, en alma y en espíritu.

Este es el Federico que quiero evocar sencillamente, en toda su verdad gráfica, para todos los que, admirándole, no lo han conocido o lo conocieron mal: el «Federico» que entra y sale, que viene y se va, que irrumpe como una exhalación y luego se hace humo, que ríe, que canta, que recita poemas y se ilumina, que cuenta historietas, que coge la guitarra o se sienta al piano, que se exalta, se apasiona, se enfada y se conmueve, se aflige y se ensombrece. Por cuanto era un espíritu el suyo que sufría ascensos bruscos y declives repentinos, auroras de entusiasmo y depresiones crepusculares. «Dramones», como él los llamaba.

 Antes que nada, quiero dejar claramente establecido que escribo estas lineas en el presente estricto de aquella época, esto es, sin sospechar los eventos futuros. No hay que ver en ellas un relato de tendencia histórica. No tiene tampoco este libro ningún carácter biográfico, ningún sentido analítico; menos aun, la pretensión de un estudio psicológico del hombre y del autor. Se trata sencillamente de convivir con el amigo durante la tercera y ultima etapa de su preciosa existencia, como yo hice. Nada que signifique tampoco una disertación profundizada sobre sus creaciones o un razonamiento referente a las influencias a que pudieran haber obedecido. Ni elucubraciones respecto de «lo que quiso expresar en aquello» ni esfuerzos para lograr determinar lo que se propuso sugerir «en aquello otro». Nada más ajeno a mi temperamento que ese prurito de sacarle consecuencia a «todo» y de buscarle, a fuerza de escudriñar, orígenes y raíces a cada cosa. Nada más —repito— que la impresión directa recibida. Oírle hablar y decir lo que piensa en los momentos genuinamente suyos.

Si me refiero en estas paginas a su obra es porque formaba parte de su ser intimo y ademas, porque me hablaba de ella, lo que me permitió asistir a la génesis de algunas de sus concepciones en la época en que aún germinaban en calidad de esbozos en la mente del poeta.

No he conocido —propiamente dicho— a Federico ni en su niñez ni durante su primera juventud. Surge en mi ruta tan sólo en 1928, en plena madurez, «ya hecho», fija su senda que seguirá su curso en perpetuo ascenso; pero puedo vanagloriarme de haber caminado a su lado —a contar desde esa fecha— como en un circulo de luz por él proyectado hasta el momento en que ese fulgor se extinguiera súbitamente como una estrella que se abisma en las tinieblas de una noche insondable. Ese trayecto duró ocho años y ha quedado marcado en el centro del recorrido de mi vida como un reguero de resplandor perenne.

Durante la jornada, cogidos del brazo, he penetrado con él —retrocediendo—, por la fuerza de sus evocaciones admirables, a los paisajes de su infancia andaluza: a las callejas sin veredas de casas blancas y amarillas de Fuentevaqueros, el pueblo donde naciera el 5 de junio de 1898. He visto a los burritos de aquellos tiempos, que pacían sin alegría las hierbas quemadas por el sol de fuego; la pequeña iglesia que tenía el mismo color de las viviendas y de la tierra, y los geranios que florecían en macetas en las ventanas cuyas persianas se cerraban en el día y que luego quedaban abiertas la noche entera. Y, caminando unidos, me ha confiado, asimismo, el granadino encanto de su adolescencia y, por último, la emoción gloriosa del vuelo emprendido —con la mirada y la frente fijas en dirección al sol levante— a la conquista de Madrid primero y luego del mundo, dejando atrás las fronteras.

Yo creo haberlo conocido bien porque él sentía que yo lo comprendía, y yo, a mi vez, «sabia que lo sentía».

He resuelto, pues, por todos estos motivos, escribir el libro. Lo hago con la más honda sinceridad y la más sana de las intenciones; creo, sin embargo, que se impone una advertencia, y es la siguiente:

Federico, si bien constituye mi personaje central, no es «figura solitaria». Lo rodean, en numero crecido, otras figuras y otros personajes, de los que no me sería posible desentenderme. Ademas, mi héroe se mueve en diversos ambientes, que son vibrantes, a veces episódicos, a veces trascendentales y a menudo hasta históricos. Tampoco podría ignorarlos. Todos los hombres grandes tienen sus escenarios. Los que invocaré son inherentes a la época en que se sitúan los hechos que rememoro, y en ningún momento tomaré en consideración —como quedó dicho— eventos posteriores a la fecha en que desapareció nuestro inolvidable amigo. Suprimo en la serie de apuntes y de escenas espontáneas que forman este libro todo lo que no se refiere directa o indirectamente a Federico García Lorca o a los ambientes en que se mueve. Quedan, pues, excluidas de estas paginas las abundantes anotaciones que dedico en mi diario de esa época —1928-1936— a los principales sucesos del mundo y a los hombres que en ellos actuaron. No figuran en estos recuerdos —fuera de uno que otro comentario mencionado de paso— ni juicios, ni puntos de vista, ni consideraciones de carácter político.

Las personas que lean estas lineas —que pertenecen, repito, a un diario personal e íntimo— con espíritu sincero y honrado, sin pruritos de prejuicios ni de inquinas y malas voluntades, no hallarán en ellas sino la expresión veraz de una gran admiración, de una gran amistad y de un gran cariño. No es otro mi propósito ni otro mi pensamiento. Sólo quiero decir en estas paginas —que entrego confiado a un publico sincero, de espíritu edificante y exento de prevenciones— lo que en ellas expreso; sólo expreso en ellas lo que siento, y sólo pinto en ellas lo que he visto y vivido, sin repliegues ni velados designios.

Seria, pues, ocioso buscar en este libro la presencia de elementos que encierren dobles sentidos.

Puedo afirmar, desde luego, que Federico poseía un alma grande, generosa y noble, no exenta de altivez: arrogancia a un tiempo andaluza y gitana. Que era rigurosamente español, y que, dentro de su españolismo de profundas raíces, era, antes que nada, con devoción intensa, granadino. Que era del partido de los pobres y de los desamparados —como siempre decía—, porque se situaba del lado de las víctimas y de los caídos. Pero si vibraba ante el infortunio ajeno y si le afligía el dolor de los humildes y de los débiles, era porque llevaba en sí la emoción de la hermandad cristiana. La doctrina piadosa de Cristo pertenece a todas las ideologías y a todos los hombres buenos, sin distinción de razas ni de creencias. Federico era, sobre todo, «amor»; amaba la vida y sus bellezas, amaba a la Humanidad y amaba a sus hermanos inferiores: los animalitos. Una antigua aya suya aseguraba que cuando era muy pequeñito hablaba con las hormigas.

Puedo afirmar asimismo —e insisto en la aseveración con la más honda conciencia— que jamas le vi interesarse —ni de cerca ni de lejos— en la política violenta generadora de las luchas fratricidas. Si le he oído alguna vez protestar en contra de ciertos aspectos del clericalismo, también le he visto seguir a mi lado con embeleso las procesiones. Si puede haberse sentido alguna vez inflamado por el redoble de tambores y la llamada de los clarines —vinieran estos fragores de donde vinieran—, ha obedecido esa impetuosidad tan solo —únicamente y siempre— a una reacción de artista, a un entusiasmo de poeta fascinado por un escenario de colores subidos, por cuanto, en su fuero interno, siempre abominó de lo que significara combates y batallas, destrucción y ruina. Antes que las naves de guerra, ejercía sobre él su hechizo «ese barco de luces en que la Virgen con miriñaque avanza por el río de la calle hasta el mar».

Y, por ultimo, afirmo que era feliz, extraordinariamente feliz y colmado por las hadas. Sano, vigoroso, fornido, no había tenido que afrontar ni luchas, ni problemas, ni

sufrir las pruebas inherentes a la pobreza. La única sombra que empeñaba alguna vez su aureola de optimista era quizá el sentimiento trágico que solía inspirarle la vida. La obsesión de la muerte —no sólo de la gran muerte de resurrección, sino de la muerte material en la tierra, el cuerpo deshecho en manjar de gusanos—. Y su obra reflejaba estos sentires: ascendía a las esferas de las imaginaciones más excesivas para descender, en un vuelo en picado, a las bellezas de las realidades más precisas.

Pero, sobre todo, era poeta. Luego, músico y dibujante personalísimo. Alma sensible y afectiva, naturalmente fraternal. Corazón de buen amigo. Risa traviesa y alegría sencilla de chico. Frente amplia, prominente; rostro abierto, animado de manchas brunas. Vitalidad intensa; en ciertos días, volcánica, torrencial. Y siempre un gran niño andaluz, de imaginación desbordante y con radiaciones de genio; pero lleno también de ese encanto prodigioso —imposible de definir— que en su tierra llaman «cielo».

Su existencia fue la de un astro, y su fin… magníficamente triste. Pero si también se apagan los soles, las luminarias que destellaron siguen iluminando el espacio y no mueren.

Fuente:

  • Editorial ‏ : ‎ Editorial Renacimiento; 1er edición (18 Febrero 2008)
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa dura ‏ : ‎ 664 páginas
  • ISBN-10 ‏ : ‎ 8484723496
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 978-8484723493
  • Peso del Artículo ‏ : ‎ 3 pounds

domingo, 13 de febrero de 2022

LAS TRECE ÚLTIMAS HORAS EN LA VIDA DE GARCÍA LORCA. FRAGMENTO.

 

Federico García Lorca nace en Fuentevaqueros, Granada, en 1898. Treinta y ocho años después sería asesinado en algún punto entre las localidades de Víznar y Alfacar. Tras cuarenta años de silencio, en los años setenta y ochenta del siglo pasado, multitud de historiadores y estudiosos trataron de arrojar luz sobre su muerte. La investigación más reconocida sigue siendo la de lan Gibson, quien ha dedicado gran parte de su vida a la biografia, obra y muerte del poeta. Sin embargo, y yo creo que de manera injusta, los trabajos fallidos de la búsqueda de los restos de Lorca en el lugar donde Gibson había señalado parecen haber desacreditado su obra. La labor de lan Gibson es la que ha permitido tener una idea global de la vida y muerte de Lorca, y en sí su propia biografia es digna de ser narrada.

Su libro ve la luz en París en unos años complicados para España, mediados los setenta, en los que tras la muerte del dictador la izquierda reclama protagonismo y hace de García Lorca uno de sus mártires, símbolo del horror que supuso la Guerra Civil española. En este contexto Gibson presenta un Lorca perfectamente encajado a tales fines, salvando algunas cuestiones que entonces no gus taron y todavía provocan ampollas. Una de dichas cuestiones fue el apuntar (sólo apuntar) que una de las posibles causas del asesinato del poeta fuera su homosexualidad. Otra de ellas, incontestable hoy por hoy a pesar de las calumnias vertidas sobre él, es que Luis Rosales nada tuvo que ver en la muerte de su amigo.

El principal mérito de Jan Gibson, además de la propia investigación, no exenta de riesgos en los años sesenta y setenta, fue el de recopilar las averiguaciones de otros estudiosos desde los años cincuenta, como Gerald Brenan, quien en su libro La faz de España narra en el capítulo sexto las primeras pesquisas sobre el asesinato de Lorca; y Agustín Penón, rico norteamericano que, fascinado por la figura del poeta, llega a Granada en unos traumáticos años cincuenta y sesenta a intentar recopilar información a golpe de billete. Son muchos los testimonios y la documentación que Penón consigue, pero en aquellos años de incertidumbre es casi más lo inventado que lo real. Parte de estas invenciones quedarán también recogidas en el tramo final de la obra de Gibson, quien se fia en ocasiones, lo mismo que Penón, de una tradición oral desvirtuada y hambrienta. Y aun así, quiero dejar constancia de la gran valía de las investigaciones de Jan Gibson, quien será reconocido como el biógrafo oficial de Federico García Lorca por méritos propios y por haber dedicado al poeta más de cuarenta años de su vida.

Desde hace algún tiempo, los investigadores granadinos Miguel Caballero y Pilar Góngora han aportado nuevos datos sobre el entorno familiar de Lorca que complementan, corrigen y cubren muchas lagunas en la investigación. Fue providencial la aparición de su libro La verdad sobre el asesinato de García Lorca. Historia de una familia (Ibersaf, 2007), donde se relatan los conflictos que existieron entre las tres familias más poderosas de la vega granadina: los García Rodríguez (estirpe del padre de Federico), los Roldán y los Alba, que acabarían por convertirse, a su juicio, en la causa principal del asesinato de Lorca.

Así pasamos de la versión, heredada de la transición española y de la factoría de mártires de uno y otro bando forjada en los años setenta y ochenta, según la cual Federico García Lorca había muerto única y exclusivamente por causas políticas; hasta la visión más amplia y realista, basada en documentos escritos hasta ahora desconocidos, en la que Miguel Caballero apunta otra causa como la fundamental para entender aquel asesinato, y que no es otra que la participación directa de algunos familiares por motivo de los conflictos constantes y profundos mantenidos durante más de cincuenta años. Dentro de esta causa pueden enmarcarse los asuntos políticos esgrimidos con anterioridad, pues el padre de Federico y él mismo eran de ideas más sociales y progresistas que los Roldán, pertenecientes al partido opositor y piezas fundamentales en el golpe de Estado de 1936.Y también puede encuadrarse en esta trama familiar el tema de la homosexualidad de Lorca, nunca admitida por las mentes conservadoras de los Roldán y los Alba.

En el año 2006 tuve el placer de embarcarme con Miguel Caballero, Pilar Góngora y Jan Gibson, entre otros, en el documental Lorca. El mar deja de moverse, en el que por primera vez vieron la luz las nuevas investigaciones que comenzaban a despejar el terreno de algunas incógnitas que todavía quedaban por resolver. Después del documental, Miguel Caballero continuó su investigación y la llevó hasta sus últimas consecuencias. Con el rigor que siempre le ha caracterizado y su tesón para encontrar documentos desconocidos, fichas policiales, expedientes militares o la misma investigación de campo, ha logrado encajar las piezas de un puzzle cuyo esbozo había dejado trazado en un libro inacabado, publicado en 1983, el periodista Eduardo Molina Fajardo. Pero no adelantemos ahora acontecimientos. Vayamos por partes y regresemos al día en que Federico García Lorca decide, ante la inminencia del estallido de una guerra, regresar a su casa en Granada.

A mediados del mes de julio de 1936, en la España republicana, la tensión entre la izquierda y la derecha alcanza su máximo grado. El 12 de julio asesinan en Madrid al teniente Castillo, conocido por sus proclamas a favor de la República. En represalia, el día 13, un grupo de guardias de asalto asesina al líder derechista Calvo Sotelo. En aquellos días, Federico García Lorca estaba en Madrid, en su casa de la calle de Alcalá. La misma noche del 13 de julio, tomará un tren hacia Granada. Pero, como ya hemos dicho, el destino había comenzado a tejer el drama de su muerte muchos años atrás.

Y, como también sabemos ya, a principio del siglo xx son tres las grandes familias adineradas de la vega granadina: los García Rodríguez, los Roldán y los Alba. Estas tres familias, a la vez que mantienen una rivalidad económica y social, se casan entre ellos con el fin de agrandar sus pertenencias o de no perder tierras.Viven casi todos entre Fuentevaqueros yValderrubio.

En 1898 España pierde Cuba y no llega más azúcar a la Península. En la vega de Granada se dan entonces los mayores cultivos de remolacha azucarera y se montan grandes ingenios. En 1904 el padre de Federico logra entrar como accionista en una de las grandes azucareras, denominada Nueva Rosario, ubicada en el término municipal de Pinos Puente. Gracias a su privilegiada situación, don Federico tiene conocimiento de que en 1909 va a construirse otro ingenio azucarero llamado San Pascual y del que serán socios los Roldán Benavides. Entonces, don Federico compra todos los terrenos que hay alrededor de la nueva fábrica para evitar su expansión. Los Roldán, primos de los García Lorca, se enfadarán mucho cuando, en 1931, el padre de Federico paraliza mediante denuncia por contaminación del río la producción de San Pascual, logrando así que toda la remolacha de la zona fuera a parar a la fábrica de la que él era socio. Además de los pleitos de lindes o compraventa de tierras, éste sería uno de los motivos que más enconaría los ánimos entre ambas familias.

En 1909 la familia de Federico se traslada a vivir a Granada. En esa rivalidad que mantienen las dos familias por ser más una que otra, los Roldán se trasladan también a la capital.

En 1918 Alejandro Roldán Benavides se presenta a las elecciones para concejal del ayuntamiento de Granada por el distrito de San Ildefonso. Don Federico García Rodríguez ya era concejal de dicho Ayuntamiento. Esas elecciones fueron anuladas al demostrar la Comisión Provincial encargada de velar por la limpieza de las mismas que un grupo de gente armada había irrumpido en la sede electoral del barrio de San Ildefonso y, pistola en mano, había manipulado los votos favorables a Alejandro Roldán, padre de Horacio Roldán, el primo de Federico, quien resultaría con el tiempo muy cercano a los protagonistas del golpe de Estado de 1936 y que sería, a la postre, uno de los encargados de hacerlo desaparecer. En aquella Comisión Provincial estaba el padre de Federico, miembro del Partido Liberal, contrario al derechista Partido Agrario de los Roldán, que acabaría en tiempos de la República siendo parte de Acción Popular y, por lo tanto, de la CEDA. Uno de los tres únicos votos a favor de Alejandro Roldán fue emitido por el abogado Juan Luis Trescastro, también miembro de Acción Popular, y, desde entonces, persona muy cercana a los Roldán. Este abogado fue finalmente uno de los que aparecería en casa de Luis Rosales para detener a Lorca.

Otra de las coincidencias familiares y motivo de rivalidad son los estudios universitarios comenzados a la vez por Federico y Francisco García Lorca y por Horacio Roldán en la Facultad de Derecho de Granada. En 1922 se licenciarían Francisco y su primo Horacio Roldán. Un año más tarde, en 1923, lo haría Federico. Profesor de todos ellos fue Fernando de los Ríos, posteriormente ministro republicano, con cuya hija Laura terminó casándose Francisco García Lorca. Entre 1916 y 1919 el padre de Federico era concejal del Ayuntamiento y, ante las malas calificaciones obtenidas por su hijo, intervino a su favor para que le aprobaran la carrera.

Su hermano Francisco obtiene la calificación final de sobresaliente cum laude, mientras que a Horacio Roldán le dan un simple aprobado. Miguel Caballero y Pilar Góngora mandaron revisar los expedientes de ambos, llegando a la conclusión de que el sobresaliente de Francisco fue exagerado, mientras que el aprobado de Horacio estaba por debajo de la nota merecida. Las rivalidades universitarias serían otra causa que sirvió para aumentar las disputas familiares.

Pero uno de los momentos más delicados en las relaciones entre las familias surge a raíz de la escritura de La casa de Bernarda Alba. Federico escribió la obra como una especie de venganza literaria. Los Roldán y los Alba estaban muy enfadados por este motivo cuando estalla la guerra. A raíz de las relaciones endogámicas entre los García Rodríguez, los Alba y los Roldán, resulta que José Benavides, Pepe el Romano, personaje en la vida real y también de la obra de teatro, e igualmente miembro de Acción Popular, era tío de Horacio Roldán. Realmente Bernarda Alba no era la mujer autoritaria y reprimida que refleja Federico en su obra. Ni el marido, católico reconocido y hombre estricto, era el depravado que levantaba las faldas a las criadas.Tampoco Pepe el Romano, conservador y derechista, era el mujeriego del que estaban enamoradas todas las hermanas. Hoy sabemos que el propio Federico, cuando llegó a Granada en el verano de 1936, da a conocer la obra a su primo Alejandro Rodríguez Alba, cuñado de Horacio Roldán e hijo de Francisca Alba, nombre verdadero del famoso personaje. Tanto Francisco, hermano del poeta, como su madre, pidieron a Federico que cambiase los nombres de los personajes. Él se negó.

Éstos son solamente algunos apuntes de la investigación de Caballero y Góngora, que tanto en este libro como en el anterior se multiplican y son apabullantes y definitivos. Pero ya que el libro que tenemos entre las manos se centra sobre todo en los últimos momentos de Lorca, sigamos un poco hasta dejarle colocado y listo para recibir su suerte, como desgraciadamente la recibió.

Cuando Federico llega a Granada el día 14 de julio, ya estaba allí su amigo Luis Rosales para pasar las vacaciones de verano. A Luis y a Federico los había presentado seis años atrás, en 1930, el filósofo Joaquín Amigo.

El responsable principal de la rebelión militar en Granada y de la represión a que fue sometida la población fue el comandante José Valdés. En el edificio de la calle San Antón 81 fue donde se gestó el golpe de Estado del 18 de julio en Granada. Allí vivían, y eran vecinos, Horacio Roldán y José Valdés. Muy cerca, en la calle Recogidas, vivía Juan Luis Trescastro.

Otra pieza clave en el entramado era el capitán Antonio Fernández Sánchez, uno de los hombres de mayor confianza del gobernador civil José Valdés. Horacio Roldán estaba casado con su hermana.

Ramón Ruiz Alonso ha sido hasta ahora el principal acusado por la muerte de Lorca y la persona encargada de su detención. Y lo hizo. Pero en este libro vamos a descubrir que todo lo expuesto hasta ahora tiene matices, demasiados matices, que cambian la historia. Ruiz Alonso fue tipógrafo del diario Ideal de Granada. Accionistas importantes del periódico eran los Roldán. Además, Horacio y Ruiz Alonso coincidían también en Acción Popular.

Y hay más protagonistas, algunos de ellos, como Velasco Simarro,jamás nombrados hasta ahora. Son los grandes descubrimientos de Miguel Caballero. Sigamos un poco más.

El 20 de julio militares y falangistas salen a la calle y toman Granada sin excesiva resistencia. El 10 de julio de 1936, ocho días antes del comienzo de la guerra, había sido nombrado alcalde socialista de Granada Manuel Fernández Montesinos Lustau, cuñado de Federico. Duraría diez días en el cargo. El mismo 20 de julio, el alcalde Manuel Fernández Montesinos es detenido y encarcelado en la prisión de Granada. Pocos días después sería fusilado en la tapia del cementerio.

El 9 de agosto, tras un episodio en el que Lorca es vejado y golpeado en la Huerta de San Vicente, hecho más que conocido y bien relatado por Gibson, aunque con las salvedades descubiertas por Miguel Caballero que leeremos en estas páginas, la familia Lorca pide ayuda a los Rosales y Federico se refugia en su casa. Una vez que el poeta llega al número 1 de la calle Angulo se instala en el segundo piso, una zona independiente donde vivía Luisa Camacho, tía de los Rosales.

El día 16 de agosto se presentan dos personas encabezando un pelotón de más de cien guardias de asalto para detener a Federico García Lorca en casa de los Rosales. En ese momento sólo estaban las mujeres. Una de las tesis calumniadoras afirmaba que la detención había sido orquestada por el propio padre de los hermanos Rosales. La firmeza de la madre de Luis Rosales, que se niega a que se lleven a Federico hasta que llegue alguno de sus hijos, invitando de paso a Ruiz Alonso a una merienda, disipa cualquier duda al respecto. También ha sido acusado el mayor de los hermanos, Miguel Rosales, de haber entregado a Lorca. Fue el primero en llegar a la casa y, viendo como se las gastaban los guardias de asalto y que aquello podía acabar mal, confió en su amistad conValdés y con el gobernador militar, Espinosa, para conseguir la libertad de Federico en pocas horas. Pero Miguel, al igual que sus hermanos, salvo Miguel el Albino, quien se opuso desde el primer momento a que Lorca fuera a su casa, no contaba con queValdés llevaba varios días enfermo y justo ese día se había reincorporado y había ido al frente. Cuando por fin lograron verle era demasiado tarde. Les dijo: «Ya no está aquí», y era cierto. Quien había estado al mando aquellos días, sustituto deValdés,Velasco Simarro, íntimo amigo de Horacio Roldán, había movido sus fichas.

Adentrémonos un poco en el campo de las suposiciones. Para el comandante Valdés habría sido fácil librarse de Lorca. Al igual que hizo con su cuñado, Manuel Fernández Montesinos, fusilar a Lorca en la tapia del cementerio no habría sido más que un rápido y desinteresado juicio sumarísimo, apenas un trámite, y un nombre al día siguiente en la lista del periódico Ideal. Sin embargo, lo más probable es que Valdés, avisado por los Rosales sobre la fama de Lorca, tuviera dudas. Roldán,Trescastro y Simarro aprovecharon la ausencia de Valdés en el Gobierno Civil para hacer desaparecer a Lorca en Alfacar. Seguramente esto no sería para el comandante nada trágico ni un error, sino que le habrían quitado un problema de encima. Un problema del que quizá había previsto las consecuencias, pero nunca midió realmente.

A partir de aquí Miguel Caballero desmorona otros tantos mitos como la conversación imposible entre Valdés y Queipo de Llano, la frase a través de la radio de «a ése dale café, mucho café», no porque no hubiera sido probable, conociendo a los personajes, sino porque Valdés no tenía radio ni hablaba con Queipo de Llano, tal como veremos.

Cómo se desarrollaron los hechos hasta la detención de Lorca ha sido un episodio más que descrito, certeramente, por lan Gibson y algunos de sus predecesores. El problema estaba en el desenlace, incluso en el porqué de la muerte, las verdaderas causas. En las siguientes páginas, reveladoras y traumáticas para el mundo lorquiano, Caballero nos demuestra, mediante una documentación exhaustiva, cómo transcurrieron y a qué obedecen las últimas horas en la vida de Federico García Lorca. Nos desvela por primera vez los nombres e historia de sus ejecutores, tanto intelectuales como materiales, y además aporta la documentación gráfica oportuna para que además de sus vidas conozcamos su rostro.

De todas las de sus predecesores, a la investigación que más debe la de Miguel Caballero es a la de Eduardo Molina Fajardo, tal como ya habíamos señalado. Fue una investigación inconclusa por la muerte del periodista, director del diario Patria y hombre conservador, adepto al régimen franquista y, por lo tanto, amigo del capitán Nestares,jefe del cuartel deVíznar y uno de los últimos en saber de Lorca antes de su muerte. Ahora, con el tiempo como testigo, es fácil suponer que los protagonistas veían en Molina Fajardo a alguien cercano y en quien se podía confiar. En este sentido, algunas de las aseveraciones de las entrevistas que aparecen en su libro Los últimos días de García Lorca (Plaza yJanés, 1983) son las que más apuntalan y se aproximan a las conclusiones a las que ha llegado Miguel Caballero. Entre ellas, quien parece señalar con certeza y hasta con naturalidad el lugar donde ejecutaron y enterraron a García Lorca es el propio capitán Nestares. Con Miguel Caballero subí y fotografiamos aquel lugar señalado por Nestares en lo que fuera el campo de instrucción de las tropas, que es un paraje muy parecido al lugar que hasta ahora se daba por el más probable.

Seguir sacando conclusiones es tarea que les corresponde a ustedes después de leer las páginas que tienen por delante. Mi labor como introductor del libro termina aquí, sabiendo que este libro causará retorcimientos de estómago, clamores en su contra, envidias insanas y hasta censuras soterradas. Pero la labor de Miguel Caballero y Pilar Góngora es encomiable y muy de agradecer. Las mejores investigaciones son las que aparecen cuando parece que está todo dicho.Y precisamente por esa causa son también las más atacadas, porque vivimos de los mitos y hay mitos, como Lorca, dificiles de tocar, así sea para revestirlos de verdad.

La calumnia y los calumniadores, como aseveró en su día Félix Grande, siguen vivos y ejerciendo. Menos mal que Miguel Caballero lo sabe, yo lo sé, y por eso me atrevo a escribirlo y a afirmar que libros como éste son más que necesarios.

A mí siempre me ha gustado repetir que quizá la mayor paradoja de esta historia sea que Juan Luis Trescastro, quien se declarara autor material de la muerte de Lorca, esté enterrado en una tumba perteneciente a familiares del padre del poeta, de apellido García Rosales. Así de rocambolesco es este dramático episodio de la Guerra Civil española que no resta un ápice de contenido político a la muerte de Federico García Lorca sino que, además, lo hace realmente representativo, tal vez más que nunca, de la tragedia que fue nuestra guerra en uno y otro bando, donde se aprovecha cualquier causa, cualquier circunstancia, para deshacerse de vecinos, amigos o familiares incómodos o simplemente para saldar deudas. Sirva este relato para resaltar una vez más la capacidad humana para el horror.

EMILIO RUIZ BARRACHINA 

sábado, 12 de febrero de 2022

LA TEORÍA LITERARIA HOY. Amicola Jose Y De Diego Jose Luis


 

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PRÓLOGO

El proyecto que presentamos en forma de una colección concatenada de términos de la

teoría literaria pretende diferenciarse fundamentalmente de los textos ya existentes organizados

como diccionarios o enciclopedias, en tanto en este caso lo que está en la base de los

textos es su vinculación con la serie histórica. Los artículos aquí desarrollados tienen un

carácter que podríamos denominar “monográfi co”; esto es, no se limitan a una breve exposición

sobre el tema y están escritos por docentes investigadores convocados de acuerdo

con sus respectivas especialidades y desarrollos en la investigación. Si bien cada una de sus

entradas puede leerse de modo autónomo; por la otra, se manifi esta en este volumen la clara

intención de mostrar una unicidad conceptual (no perceptible a primera vista). Como se dijo

previamente, en la base de cada artículo se halla la idea de la historicidad de cada fenómeno

y su condición de integrar un hecho cronológicamente mensurable a partir de su posición con

respecto a los otros tópicos que han merecido una refl exión. Por el mismo motivo, en tanto el

recorte, hasta cierto punto arbitrario, de expresiones culturales del siglo XX implica necesariamente

que el panorama ofrecido no sea exhaustivo; esa carencia se explica por el deseo de

acentuar algunos fenómenos en detrimento de otros. Así, el hecho de que algunos períodos,

como por ejemplo, el romanticismo, no fi gure en una entrada determinada tiene que ver con

la creencia de los compiladores de que la doctrina romántica ha sentado sus bases en el pensamiento

de una manera tan radical que impregna toda la cultura occidental, a pesar de los

ataques de las vanguardias históricas, y, por tanto, no se halla verdaderamente circunscripta

a un lapso determinado. No será extraño, entonces, detectar la presencia indirecta del romanticismo

en las entradas dedicadas a “Realismos” o a “Camp”. En cuanto a los así llamados

“Estudios Culturales”, después de no pocas vacilaciones, decidimos no incluir un apartado

con ese título porque entendimos que su presencia se encontraba dispersa y efi cazmente articulada

en “Culturas populares”, “Canon”, “Gender”, entre otros. Por un motivo diferente,

no aparecerá una entrada dedicada al “estructuralismo” (especialmente de cuño francés). En

este último caso, las referencias podrán encontrarse en los artículos sobre “Estructuralismo

checo” y sobre “Postestructuralismo”, que dan por sentado que el estructuralismo con sede

en París tendió líneas en ambos sentidos, hacia atrás y hacia delante, pero que las cabeceras

de puente fueron, en defi nitiva, más importantes que el puente en sí. Mostrar representatividad

de los fenómenos descritos según lo que los compiladores consideramos los avances teóricos

fundamentales dentro del área en el período que se abre hacia 1900 ha sido, entonces,

más importante que el deseo de dar cuenta de todas las manifestaciones –empresa imposible

para individuos de comienzos del siglo XXI, cuando se vive plenamente la idea de la crisis

de la concepción de archivo que cundió hasta comienzos del siglo pasado.

Esta condición de registro atípico que nos proponemos no deja de implicar, por cierto, una

toma de posición con respecto a la tradición en cada una de las contribuciones del equipo decolaboradores. A manera de ejemplo, se podrá observar que hemos evitado la consabida descripción

de los “géneros literarios”. Esta ausencia tiene, como las otras, una justifi cación. Consideramos,

así, que la bibliografía acerca de los géneros literarios ha llegado a un camino sin

salida después de siglos de clasifi caciones, siempre incompletas, y que es justamente la fi gura

de Bajtin1 la que le imprime al problema un sesgo inusitado al tomar el tema desde lo que él

denominó –con verdadero éxito– los “géneros discursivos”, como aquellas grillas de la cultura

con la que los hablantes elaboran sus diferentes instancias de comunicación. En ese sentido,

los “géneros literarios” aparecerán como tipos especiales de “géneros discursivos”, y como tales

serán vistos como mutables dentro de condiciones sociohistóricas que vienen a consolidar

y completar los aspectos estéticos. Desde estas coordenadas, es posible advertir la intención

general que motiva la publicación de este libro: producir un texto “de referencia” que sea, a

la vez, un instrumento pedagógico para quienes se inician en el estudio de la literatura y de la

teoría literaria, y una suerte de “estado de la cuestión” con relación a una serie de conceptos o

entradas que consideramos particularmente relevantes y teóricamente signifi cativos.

En relación con lo dicho, es importante anotar que el sistema de referencias con fl echas

permitirá tener presente la organización general de los artículos que fueron pensados como un

conjunto de investigaciones redactadas en forma de red. De modo complementario al sistema

de interreferencialidad de los artículos funciona el aparato de las glosas. Las nociones de cierta

complejidad aparecerán, por cierto, en muchos casos explicadas dentro del mismo texto pero,

para agilizar la lectura, otras de esas nociones complejas se incluyen en el “Glosario” que se halla

al fi nal del libro. Se las identifi cará gracias a su escritura en cursivas y seguidas de asterisco.

En tanto el presente volumen tiene como función servir de libro de cabecera para los

estudios literarios en distintos niveles, hemos optado por introducir los textos de referencia

a partir de su año de publicación en la lengua original y citarlos de ese modo, independientemente

de la edición o traducción que se haya utilizado en la investigación respectiva. Los

datos completos del texto citado irán, sin embargo, en el apartado de cada artículo titulado

“Bibliografía citada”. Para complementar este sistema hemos creado una sección independiente

titulada “Para seguir leyendo”, donde aparecerán los textos que, sin haber sido citados

expresamente, pueden ofrecer una refl exión valiosa afín con el tema tratado.

Por último, la mayoría de los colaboradores del presente volumen son investigadores del

Centro de Teoría y Crítica Literaria y docentes de la Facultad de Humanidades de la Universidad

Nacional de La Plata. Pero hemos convocado también, para el desarrollo de algunos

conceptos, a colegas de otras universidades. A todos ellos, nuestro agradecimiento por haber

aceptado participar del proyecto y por el compromiso que pusieron de relieve en su trabajo.

José Amícola y José Luis de Diego, noviembre de 2007

1 En cuanto a la transliteración de los nombres rusos, hemos optado por una forma fonética coincidente con el

habla culta rioplatense, pero prescindiendo de los acentos gráfi cos (que comportaban otra serie de problemas

de adaptación).

viernes, 11 de febrero de 2022

" "Y comenzó casi un juego de duendes...". (Fragmento. LA MUERTE DE VIRGILIO. HERMANN BROCH).

 


Y comenzó casi un juego de duendes, es decir con los chicuelos y aun con las cabras, porque los unos y las otras caían entre las piernas de los portadores y no los evitaban, balando los cuadrúpedos, chillando los pequeños bípedos que surgían de todos los rincones de la sombra para volverse a ocultar en ella; comenzó con que querían arrebatar la antorcha al joven guía, por cierto sin resultado ante su salvaje resistencia; de todos modos esto no hubiera sido lo más desagradable, porque, aunque lentamente, sin embargo adelantaban —peldaño a peldaño subía la calle de la miseria—, no, no eran desagradables estas molestias, sino que lo eran las mujeres; ellas eran lo peor, ellas; estas mujeres saliendo por las ventanas, aplastadas sobre los antepechos, agitando hacia abajo sus desnudos brazos como serpientes con manos parecidas a lenguas; y eran también los insultos locamente gruñidos en que se convertía su charla, apenas veían aparecer el cortejo; y era al mismo tiempo la biliosa locura, grande como toda locura, elevada hasta la acusación, elevada hasta la verdad, siendo insulto. Y entonces aquí, donde casa tras casa emanaba un hedor bestial de heces a través de las abiertas fauces de las puertas, aquí en esa marchita alcantarilla habitada, por la que iba en andas sobrellevada la litera, de modo que podía mirar dentro de los pobres cuartos, que tenía que hacerlo, impresionado por las maldiciones que las mujeres le lanzaban salvajemente y sin sentido a la cara, impresionado por el lloriqueo de los niños de pecho, en camas de trapos y harapos, enfermizos, por todas partes herido por el humo de las teas de pino fijadas en las paredes agrietadas, herido por la olorosa suciedad de los hogares y sus sartenes de hierro grasientas y cubiertas de vieja roña, herido por el cuadro estremecedor de los ancianos momificados, casi desnudos, por doquier agazapados en los negros agujeros de las casas, aquí comenzó a invadirle la desesperación, y aquí, entre las guaridas de los piojos, aquí, ante esa extrema degeneración y esa putrefacción la más mísera, aquí ante ese encarcelamiento en lo más hondo de la tierra, ante ese lugar de nacimientos malignamente dolorosos y de reventar con una maligna muerte, la entrada y la salida de la existencia entretejidas en la más estrecha hermandad, oscura intuición la una y la otra, sin nombre la una y la otra en el espacio sombrío de un mal sin tiempo, aquí en esa nocturnidad y lujuria sin nombre, allí tuvo que cubrirse por primera vez el rostro; tuvo que hacerlo bajo la risa gozosa e insultante de las mujeres; tuvo que hacerlo para una deliberada ceguera, mientras era llevado, peldaño a peldaño, por la escalera de la calle de la miseria...

 —«¡Animal, animal de la litera!», «¡Se cree que es más que nosotros!», «¡Saco de dinero en el trono!», «¡Si no tuvieras dinero, ya te gustaría andar!», «¡Se hace llevar al trabajo!» — aullaban las mujeres...

 —absurdo era el granizo de palabras ultrajantes que crepitaba sobre él, absurdo, absurdo, absurdo, y sin embargo justificado, sin embargo admonición, sin embargo verdad, sin embargo locura elevada hasta la verdad, y cada injuria arrancaba un trozo de orgullo de su alma, tanto que ésta quedó desnuda, tan desnuda como los lactantes, tan desnuda como los ancianos en sus andrajos, desnuda de tiniebla, desnuda de olvido total, desnuda de pura culpa, inmersa en la desnudez invasora de lo indistinguible.

 —peldaño tras peldaño marchaba el cortejo por la calle de la miseria, deteniéndose en cada tramo de la escalera...

 —marea de la desnuda creación, que se extiende sobre la tierra que respira, que se extiende bajo el cielo vivo del alternar del día y de la noche, encerrada por las orillas inalterables de los millones de años, la desnuda corriente de rebaños de la vida rodando amplia, rezumando del humus del ser, infiltrándose siempre de nuevo en él, la intangible ligazón de todo lo creado...

 —«¡Cuando hayas reventado, apestarás como cualquier otro!», «¡Sepultureros, tiradle al suelo, dejadlo caer al cadáver!»...

 —montañas del tiempo, valles del tiempo, oh, miríadas de criaturas que fueron llevadas sobre ellos por los Eones, que serán llevadas de nuevo sobre ellos en la corriente crepuscular, en la infinita corriente de su conjunto, y ninguna de ellas que no hubiera pensado, que no pensara cernirse eternamente como alma eterna sin tiempo, cerniéndose libremente en la libertad sin tiempo, separada de la corriente, desligada del tumulto, incapaz de caer, ya no creatura, sino sólo flor transparente, llegando solitaria hasta las estrellas, arabesco vertical, desligada y separada, temblando el corazón como una flor transparente sobre tallo ya invisible...

 —llevado por las injurias de la calle de la miseria, peldaño a peldaño... 

jueves, 10 de febrero de 2022

EL COLOR QUE CAYÓ DEL ESPACIO. H. P. Lovecraft.

 


EL COLOR QUE CAYÓ DEL ESPACIO

Para H. P. Lovecraft esta era su mejor obra. Como todo lo que escribió, se trata de una novela corta. Es, con toda seguridad, el mejor exponente de su pensamiento. Sus referentes son Poe y Hawthorne. La acción tiene lugar en esa zona creada por Lovecraft y venerada por la cultura popular: Arkham, una ficticia área rural de Massachusetts.

Como maestro indiscutible de la literatura fantástica, Lovecraft quiso crear un nuevo arquetipo de monstruo y lo hizo: convirtió un color indefinido en objeto de un terror incomprensible.

 Además, sabe meternos en la piel de esa casta de puritanos subdesarrollados y hace que percibamos el hedor que rodea esos bosques que «jamás han sentido el hacha del hombre».


 

H. P. Lovecraft (Providence, Rhode Island, 1890-1937). Escritor estadounidense, su obra rebasa en realidad la confluencia de géneros como la literatura de terror y la ciencia ficción hasta cristalizar en una narrativa única que recrea una mitología terrorífica de seres de un inframundo paralelo. Los paisajes de la naturaleza de su región natal, Nueva Inglaterra, influyeron en su temperamento fantasioso y melancólico. Desde niño se formó en lecturas mitológicas, astronomía y ciencias. La mayor parte de sus obras fue publicada en la revista Weird Tales.


miércoles, 9 de febrero de 2022

Joseph Heller Trampa 22

 

             

            La acción se desarrolla durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial y se centra en una escuadrilla de bombarderos estadounidense. El coronel Cathcart, jefe de la escuadrilla, quiere ser ascendido a general. Y no encuentra mejor manera que enviar a sus hombres a realizar las misiones más peligrosas. Con una lógica siniestra, Yossarian, un piloto subordinado a Cathcart que intenta ser eximido del servicio alegando enfermedad mental, recibe por respuesta que sólo los locos aceptan misiones aéreas y que su disgusto demuestra que está sano y, por tanto, que es apto para volar. La evolución psicológica de Yossarian refleja la aguda crítica que hace Joseph Heller de un patriotismo mal entendido, que exige sacrificios inadmisibles.

            Trampa 22, que se convirtió en el libro de cabecera del movimiento pacifista de los años sesenta, constituye un modelo de humor negro y absurdo en la literatura estadounidense.

 


           

 

 

 

 


 

Joseph Heller

 

Trampa 22

 

 

 

 

 

 

 

 

            Título original: Catch-22

 

            Joseph Heller, 1961

 

            Traducción: Flora Casas

 

            Editor digital: eKionh

 

            ePub base r1.0

martes, 8 de febrero de 2022

GUÍA DEL PEREGRINO MEDIEVAL. CODEX CALIXTINUS. FRAGMENTO. LITERATURA DE RESCATE.


 

Un fenómeno tan profundamente enraizado y extendido como el de las

peregrinaciones jacobeas, era natural que provocase la aparición de un manual, o guía

informativa. Este objetivo lo satisfizo una obra, surgida como tal en el siglo XII, y que

se ha conocido habitualmente como Codex calixtinus por atribuirse su composición al

Papa Calixto II. Su nombre encabeza efectivamente varios capítulos de la obra, y una

carta suya le sirve de prólogo-presentación. En la actualidad se reserva esta

denominación de Codex calixtinus, para el bello manuscrito de 225 folios, con

escritura del siglo XII, que se conserva en el Archivo catedralicio de Santiago de

Compostela. Se conoce la obra transmitida en el Codex calixtinus, como Liber Sancti

Iacobi. Se trata de un conjunto de materiales que fueron redactándose en diversas

épocas y en forma independiente, hasta que fueron sometidos a una redacción o

revisión final. Las diversas teorías sobre el autor, podemos resumirlas diciendo que

hay que pensar en varios autores, teniendo en cuenta que se trata de diversas unidades

o partes. Con todo, ha debido haber un compilador que organizó todos esos

materiales preexistentes en un conjunto. Ese autor pudo ser desde un monje

cluniacense, a un clérigo secular, o incluso un goliardo. Pero además hubo un último

revisor o editor, responsable de la forma que la colección tiene en la actualidad. Aquí

se apunta con una cierta verosimilitud, al francés Aymeric Picaud, bajo cuyo nombre,

asociado al del Papa Calixto II, viene circulando el Liber Sancti Iacobi.

www.lectulandia.com - Página 2

Millán Bravo Lozano

Guía del peregrino medieval.

«Codex Calixtinus»

ePub r1.0

Titivillus 26.09.2018

www.lectulandia.com - Página 3

Millán Bravo Lozano, 1989

Editor digital: Titivillus

ePub base r2.0

www.lectulandia.com - Página 4

Parentibus piissimis, strenuissimis,

Millan atque Eliciae,

apud «viam francigenam» ipsís ortis,

filius ibíque in lucem editus,

D.

www.lectulandia.com - Página 5

Introducción

1. SANTIAGO Y ESPAÑA: Historia y leyenda.

Si hay alguna cuestión espinosa en la Historia de España, es la de la realidad

histórica de la antiquísima tradición que relaciona al Apóstol Santiago con España. El

no disponer de base documental para fijar los hechos, no representa una situación

especial: son numerosos los procesos y ciclos en que esto sucede. Pero por otro lado,

la tradición que los afirma y avala es tan poderosa y surge con tal pujanza en la Edad

Media, que sería imprudente negarle un imprescindible fundamento histórico.

El personaje histórico es el Apóstol Santiago, a quien el Evangelio denomina «el

Mayor», para distinguirle del otro del mismo nombre, denominado «el Menor»[1]. Era

hermano de San Juan Evangelista, y como él, hijo del pescador Zebedeo y de

Salomé[2].

En la tradición española sobre Santiago, hay tres elementos fundamentales:

1.º La estancia de Santiago en España, en viaje de evangelización y su vuelta a

Jerusalén donde fue martirizado el año 44 de nuestra era.

2.º La traslación de sus restos, por vía marítima, a España, donde sus discípulos

les dieron tierra en el «Finisterrae» de Galicia.

3.º El hallazgo de estos restos, en las proximidades de la ciudad episcopal de Iria

Flavia (actual Padrón), por el obispo de la ciudad, Teodomiro, a comienzos del

siglo IX.

Este último suceso, ya pertenece a la Historia y a partir de él la documentación

sobre Santiago es rica y abundante[3].

La Historia Compostelana[4] nos narra así el hallazgo del cuerpo de Santiago. En

un castro próximo a Iria Flavia, comenzaron a verse «luces ardientes durante la

noche», y se afirmaba que allí «se habían aparecido con frecuencia ángeles». De ello

se pasó aviso al Obispo de la ciudad, Teodomiro, el cual verificó personalmente la

veracidad de los hechos, y se los comunicó al Rey asturiano Alfonso II el Casto[5]. El

Rey reaccionó con entusiasmo y prestó desde el primer momento su ayuda

incondicional, para dar a conocer el extraordinario descubrimiento. Estos hechos

debieron tener lugar, entre los años 812-814[6].

A partir de ese momento, se construyen, con la ayuda real, las primeras

edificaciones al servicio del culto y con ello se echaban los cimientos de lo que había

de llegar a ser la gran ciudad del Apóstol, en el paraje donde habían aparecido las

«luces ardientes», que comenzó a conocerse como «campus stellae», es decir

«Compostela»[7].

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

   NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN   El idioma japonés de la corte Heian, si bien tiene una relación histórica con el japonés moderno, tenía una es...

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