Un fenómeno tan profundamente enraizado y extendido como el de las
peregrinaciones jacobeas, era natural que provocase la aparición de un manual, o guía
informativa. Este objetivo lo satisfizo una obra, surgida como tal en el siglo XII, y que
se ha conocido habitualmente como Codex calixtinus por atribuirse su composición al
Papa Calixto II. Su nombre encabeza efectivamente varios capítulos de la obra, y una
carta suya le sirve de prólogo-presentación. En la actualidad se reserva esta
denominación de Codex calixtinus, para el bello manuscrito de 225 folios, con
escritura del siglo XII, que se conserva en el Archivo catedralicio de Santiago de
Compostela. Se conoce la obra transmitida en el Codex calixtinus, como Liber Sancti
Iacobi. Se trata de un conjunto de materiales que fueron redactándose en diversas
épocas y en forma independiente, hasta que fueron sometidos a una redacción o
revisión final. Las diversas teorías sobre el autor, podemos resumirlas diciendo que
hay que pensar en varios autores, teniendo en cuenta que se trata de diversas unidades
o partes. Con todo, ha debido haber un compilador que organizó todos esos
materiales preexistentes en un conjunto. Ese autor pudo ser desde un monje
cluniacense, a un clérigo secular, o incluso un goliardo. Pero además hubo un último
revisor o editor, responsable de la forma que la colección tiene en la actualidad. Aquí
se apunta con una cierta verosimilitud, al francés Aymeric Picaud, bajo cuyo nombre,
asociado al del Papa Calixto II, viene circulando el Liber Sancti Iacobi.
www.lectulandia.com - Página 2
Millán Bravo Lozano
Guía del peregrino medieval.
«Codex Calixtinus»
ePub r1.0
Titivillus 26.09.2018
www.lectulandia.com - Página 3
Millán Bravo Lozano, 1989
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.0
www.lectulandia.com - Página 4
Parentibus piissimis, strenuissimis,
Millan atque Eliciae,
apud «viam francigenam» ipsís ortis,
filius ibíque in lucem editus,
D.
www.lectulandia.com - Página 5
Introducción
1. SANTIAGO Y ESPAÑA: Historia y leyenda.
Si hay alguna cuestión espinosa en la Historia de España, es la de la realidad
histórica de la antiquísima tradición que relaciona al Apóstol Santiago con España. El
no disponer de base documental para fijar los hechos, no representa una situación
especial: son numerosos los procesos y ciclos en que esto sucede. Pero por otro lado,
la tradición que los afirma y avala es tan poderosa y surge con tal pujanza en la Edad
Media, que sería imprudente negarle un imprescindible fundamento histórico.
El personaje histórico es el Apóstol Santiago, a quien el Evangelio denomina «el
Mayor», para distinguirle del otro del mismo nombre, denominado «el Menor»[1]. Era
hermano de San Juan Evangelista, y como él, hijo del pescador Zebedeo y de
Salomé[2].
En la tradición española sobre Santiago, hay tres elementos fundamentales:
1.º La estancia de Santiago en España, en viaje de evangelización y su vuelta a
Jerusalén donde fue martirizado el año 44 de nuestra era.
2.º La traslación de sus restos, por vía marítima, a España, donde sus discípulos
les dieron tierra en el «Finisterrae» de Galicia.
3.º El hallazgo de estos restos, en las proximidades de la ciudad episcopal de Iria
Flavia (actual Padrón), por el obispo de la ciudad, Teodomiro, a comienzos del
siglo IX.
Este último suceso, ya pertenece a la Historia y a partir de él la documentación
sobre Santiago es rica y abundante[3].
La Historia Compostelana[4] nos narra así el hallazgo del cuerpo de Santiago. En
un castro próximo a Iria Flavia, comenzaron a verse «luces ardientes durante la
noche», y se afirmaba que allí «se habían aparecido con frecuencia ángeles». De ello
se pasó aviso al Obispo de la ciudad, Teodomiro, el cual verificó personalmente la
veracidad de los hechos, y se los comunicó al Rey asturiano Alfonso II el Casto[5]. El
Rey reaccionó con entusiasmo y prestó desde el primer momento su ayuda
incondicional, para dar a conocer el extraordinario descubrimiento. Estos hechos
debieron tener lugar, entre los años 812-814[6].
A partir de ese momento, se construyen, con la ayuda real, las primeras
edificaciones al servicio del culto y con ello se echaban los cimientos de lo que había
de llegar a ser la gran ciudad del Apóstol, en el paraje donde habían aparecido las
«luces ardientes», que comenzó a conocerse como «campus stellae», es decir
«Compostela»[7].
No hay comentarios:
Publicar un comentario