viernes, 28 de marzo de 2025

Epistolario entre Victoria Ocampo y José Ortega y Gasset

 


Palabras preliminares de la editora Marta Campomar 

 La publicación del epistolario entre Victoria Ocampo y José Ortega y Gasset cumple con un deseo de la propia Victoria y de los hijos de Ortega de dar a conocer públicamente una relación que tuvo como eje fundamental el redescubrimiento de la élite argentina, de los valores culturales y científicos provenientes de España y de su inserción en la cultura europea. Al apagarse la voz de Ortega en 1955, Victoria tomará la iniciativa de anticipar en la Revista Sur algunos fragmentos de la correspondencia con el filósofo español, cartas que también aparecerán más tarde en su Autobiografía y en otros artículos de su autoría. En 1965, desde las páginas de la Revista Sur, Victoria sostenía que los hijos de Ortega debían hacerse cargo de su publicación completa: “A ellos les dejo ese cuidado”. Habria que recordar también que ya desde 1956 Victoria llevaba varios años de amistad y asidua correspondencia con Soledad Ortega Spottorno, la “archivista” de la familia. 

 Desaparecida Victoria, Soledad quedaba con la responsabilidad de la publicación de las cartas, tarea que comenzó hace veinticinco años, en 1997, siendo María René (Mine) Cura directora de Sur. Soledad era en aquel entonces presidenta de la Fundación Ortega y Gasset de España y fundadora de otra sede en la Argentina.

En esta encrucijada me vi yo misma involucrada en dicho intercambio epistolar motivo por el cual Soledad transfiere el proyecto de la publicación del epistolario de Victoria con Ortega a la Fundación de la Argentina. Como han pasado muchos años y generaciones, para corroborar este mandato, cito una carta de Soledad del 22 de Octubre de 1997 a Mine Cura: “En cuanto al trabajo de publicación de las cartas de Ortega y Victoria Ocampo, como estamos tan lejos, he decidido confiarlo a nuestra querida Marta Campomar. Ella es, como sabes, miembro del patronato de la Fundación Ortega en Buenos Aires; tiene todo nuestro apoyo para cuantas gestiones hayan de hacerse en la Argentina y estoy segura de que su colaboración hará mucho más ágil el desarrollo de este proyecto. Además, Marta está en permanente contacto con nosotros y me mantendrá al corriente en todo vuestro trabajo”. Le sigue a esta carta otra dirigida a mi persona del 23 de octubre en que Soledad, con sentido pragmático, me entrega oficialmente la tarea de reunir estos epistolarios “puesto que ya tienes los datos y así será más fácil y más rápido hacer las cosas”. Debo admitir que no fue ni tan fácil ni tan rápido llegar a buen puerto con un proyecto que durante el transcurso de los años ha visto desparecer vidas y presupuestos para financiarlo.

Entre otras dificultades se han sucedido cambios institucionales, recambio de autoridades, cierre momentáneo de archivos, e incluso en su etapa final se ha retrasado por la pandemia del COVID-19. En el transcurso de los años y esfuerzos para reunir en un primer volumen la publicación de las cartas del filósofo con su Gioconda austral, se nos dio la oportunidad de reconstruir la amistad heredada entre Victoria y Soledad Ortega Spottorno, amistad que transcurre en otros tiempos históricos y que se extiende a nuevas generaciones de la familia Ortega. El epistolario de Victoria con los Ortega es una prolongación de la misma espontaneidad intimista que comenzó en 1916 en un coup de foudre entre Ortega y la señora de Estrada, amistad que se profundiza con el correr de los años y que abarca un arco muy amplio de acontecimientos históricos que se inician con la Primera Guerra Mundial, e incluyen la llamada belle époque, la crisis financiera y política de Europa en los años 30, la Segunda Guerra Mundial y las sucesivas guerras frías internacionales. En cuanto a España, se registra el colapso del liberalismo del XIX, la llegada y caída de dictaduras, el fracaso de la monarquía, proceso que derivó en una segunda república que a su vez desembocó en la guerra civil española. Le siguieron cuarenta años de franquismo y el desembarco de una transición democrática para los españoles en los años 70, años promisorios para Soledad, traumáticos para la vejez de Victoria Ocampo en el cierre de su vida acosada por populismos, violencia cívica y golpes militares. En medio de este convulsionado panorama, la Revista Sur logra sobrevivir a los avatares de la política nacional hasta la muerte de su fundadora en 1979.

Por su lado, los Ortega experimentan en 1963 el retorno de la proscripta Revista de Occidente. Luego vino la incorporación de la editorial Alianza y el diario El País para ampliar el negocio editorial familiar, expansión que con el tiempo económicamente entró en crisis para llegar a una solución final con la creación por parte de Soledad y de sectores de la sociedad española de una fundación que garantizara la permanencia del legado intelectual de Ortega a nivel nacional e internacional. En dos volúmenes hemos recogido este extenso y apasionante recorrido familiar para ponerlo al alcance de investigadores, lectores y amantes del género biográfico. Victoria era cultora devota del género epistolar. Convendría aclarar que este diálogo entre ella y los Ortega ocupa solo un espacio en el frondoso intercambio de cartas de Victoria con varias celebridades de su época. Asimismo, sus cartas con el filósofo español constituyen un fragmento del complejo epistolario de don José con profesionales y científicos del mundo intelectual hispano y europeo. Es interesante destacar que ambos epistolarios reúnen la inusual expresión de una tensa relación que transcurre entre el viejo mundo europeo en declive y una nación joven in status nascendi, y ante un público americano entusiasta, ávido de cultura, a quien Ortega incorporó a su razón vital y razón histórica en constante evolución.

 Con su continuidad y rupturas, la correspondencia de los Ortega con Victoria permite conocer en mayor profundidad los ánimos cambiantes e itinerarios vitales de sus corresponsales, como también el cruce de personalidades y vidas que intervienen en sus propuestas editoriales, revelando facetas humanas desconocidas en el quehacer literario, periodístico o académico de la época. Desde su inicio en 1916, el epistolario manifiesta el vínculo profundo que une al fundador de El Espectador y luego de Revista de Occidente con un auditorio culto, europeo o americano, siempre atento a nuevas tendencias del ambiente intelectual de entreguerras. En los años 30 Victoria, como fundadora de la Revista Sur, en diálogo consigo misma y con todo un continente sudamericano que pujaba literariamente por posicionarse con acento propio dentro de la cultura occidental, con su iniciativa editorial logró establecer un fluido puente intelectual entre Europa, el norte y el sur de América en tiempos de conflictos internacionales, en momentos precisamente en que desde su exilio Ortega perdía el sustento de sus propios proyectos editoriales. En el contexto de su exilio argentino, debemos aclarar que, desde un punto de vista de estricta precisión histórica, el epistolario de Ortega con Victoria concluye con la dramática y frustrante experiencia del filósofo en octubre de 1941. La última carta de Victoria de 1950 no fue correspondida ni se reanudó entre ellos el diálogo intimista que se inició en 1917. Luego de la carta de 1941, Ortega mantuvo un largo y autoimpuesto silencio con la sociedad porteña. Desde su partida de Argentina, en febrero de 1942, solo mantuvo correspondencia con aquellos que se ocuparon de sus asuntos editoriales. La crisis de los años 40 y 50 en Europa, los efectos de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, el franquismo en España y el período peronista en Argentina, hechos históricos cruciales para el lector o investigador contemporáneo, no existen en el vacío epistolar entre Ortega y Victoria cuando ella le envía su cariñoso mensaje de 1950.

El diálogo afectivo se reanuda por iniciativa de Soledad Ortega Spottorno en 1956, ya fallecido Ortega, como se podrá apreciar en el volumen II de la extensa correspondencia entre Victoria y la familia Ortega. Allí aparecen aspectos de algunos de los períodos mencionados, hasta la desaparición de Victoria Ocampo en enero de 1979. Ella no llegó a ver la anhelada restitución de la democracia en su país con el gobierno del doctor Raúl Alfonsín. No obstante, las cartas que recorrerá el lector en dos volúmenes contienen una riquísima vertiente emocional nutrida de afinidades, encuentros, disensos y transferencias personales que luego se irán incorporando a textos filosóficos de mayor envergadura por parte de Ortega y transformados en Testimonios, género subjetivo biográfico, por parte de Victoria. En este sentido más amplio, la correspondencia deja de ser un simple intercambio de correos para convertirse en un extenso horizonte cultural a disposición del lector y de interés para el hispanismo internacional. Como editora y vicepresidenta de la Fundación Ortega de la Argentina, quisiera agradecer la colaboración y el apoyo de la Fundación Ortega de España bajo la presidencia de Soledad Ortega, quien a lo largo de tantos viajes, exploración de archivos y entrevistas personales me ayudó a persistir en la compaginación de este primer volumen, de tanta relevancia afectiva para ella. Lamento que no esté entre nosotros para disfrutar de su publicación, habiendo sido ella inicialmente la compiladora de estas cartas de Victoria con su padre. Hago extensivo mi agradecimiento a las actuales autoridades de la Fundación Ortega y Gasset-Marañón de España, a los herederos y familiares del legado de Ortega, a los bibliotecarios, investigadores y equipo de Estudios Orteguianos de Madrid, a Revista de Occidente, a la Residencia de Estudiantes y a todos aquellos que por su activa colaboración con nuestro equipo de investigadores hicieron posible la realización de este proyecto.

En nuestro propio entorno porteño, contamos con el generoso y constructivo apoyo institucional del presidente de la Fundación Sur, Juan Javier Negri, y con la ayuda de los expertos de Villa Ocampo, todos ellos profundos conocedores de la obra y personalidad de Victoria en su contexto histórico-cultural. Agradecemos a la Academia Argentina de Letras por responder consultas técnicas, al Consejo de la Fundación Ortega y Gasset Argentina, y ante todo a la consistente gestión de nuestra directora ejecutiva Inés Viñuales. Nuestro agradecimiento a la Fundación Bunge y Born por su sólido apoyo institucional. Destaco especialmente la labor y el profesionalismo de mi propio equipo de colaboradoras: Alejandra López Goñi, por la transcripción de los textos, y Cecilia Verdi, nuestra eficiente traductora y autora de las notas que enriquecen y complementan el complejo contenido de las cartas. Entre todos hemos conseguido reorganizar el complicado intercambio de conocimientos, documentos e información desperdigados en esta voluminosa correspondencia, logrando reunir en un corpus coherente la desordenada trayectoria vital de los protagonistas.

Con empeño nos propusimos conservar estas cartas escritas en puño y letra de sus autores, previendo que en tiempos histórico-tecnocráticos pudiera desparecer su contenido y, sobre todo, en palabras de Ortega, “la raíz misma de nuestra persona”. A Ortega y Gasset le gustaba dialogar con su auditorio “en voz baja”, derramando pensamientos, sentimientos, humores, en un continuo volcar su alma sobre el alma ajena. Estas cartas con Victoria fluyen en esa maravillosa dimensión intimista, no siempre pacífica pero sí profundamente afectiva, en un tono “en que cada instrumento”, comentaba Ortega, “toca su tema personal confiando en que un dios oculto haya entre todos asegurado, preestablecido la armonía”. Confiamos en que el lector sabrá saborear la trama de tantas vidas, las pasiones, los matices y tiempos históricos que se entrecruzan en estas cartas que son a su vez un verdadero patrimonio cultural compartido entre España y Argentina.

 Agradecemos a la Editorial Biblos por haberse hecho cargo de esta primera edición, patrimonio que queda a disposición del gran público y de nuevas generaciones españolas e hispanoamericanas interesadas en las rutas creativas de nuestra literatura con sus variantes idiomáticas y emocionales de origen latino.

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