viernes, 31 de enero de 2025

CARLOS GARCIA GUAL Las primeras novelas Desde las griegas y latinas hasta la Edad MediA FRAMENTO.

 



PRÓLOGO 

 Al presentar ahora reunidos en un volumen estos dos estudios publicados originalmente en la editorial Istmo, Los orígenes de la novela (1972) y Prime ras novelas europeas (1974), quisiera sugerir a sus lectores un ejercicio de lite ratura comparada sobre un tema histórico de un extraordinario atractivo, el de los orígenes de la novela, ese proteico género literario que es, sin nin guna duda, el más moderno y prolífico de la tradición europea. En dos mo mentos históricos, alejados entre sí casi diez siglos, se ha producido, en épocas y sociedades muy distintas y distantes, el surgir y resurgir de una li teratura de ficción caracterizada por su libertad narrativa y su sentimenta lismo. Este fenómeno del doble nacimiento de la novela occidental invita a una reflexión que resulta más fácil al reunir y contrastar estas dos intro ducciones a los dos contextos y épocas. La invención de la novela no es, resulta obvio decirlo, una ocurrencia ca sual, sino el producto de un proceso cultural, y la aparición de esos relatos que llamamos novelas se sitúa de manera significativa al cabo de una desarrolla da tradición literaria. En las páginas siguientes intentamos caracterizar las dos épocas aurórales del género y explicar por qué y cómo en un determina do contexto surgieron unas y otras novelas. Desde un comienzo conviene destacar que las circunstancias en que surgió la novela en Grecia y Roma son muy diferentes de las que favorecen su reaparición al final de la Alta Edad Media europea. Y, sin embargo, cabe destacar también curiosas afinidades. Como es bien sabido, resulta muy difícil definir qué es una novela, pero es muy fácil advertir que se trata de un género de relatos que se distancia, por su estilo y sus temas, de la antigua épica y de otras formas literarias. Ese tipo de larga ficción no se apoya en normas clásicas, sino que respira desde sus inicios una cierta novedad en la libre relación con sus lectores. En sus 9 10 Prólogo comienzos aparece la novela como una literatura algo frívola y marginal frente a los géneros anteriores, más formales, serios y prestigiosos, pero pronto se revela como una invención literaria de inmenso atractivo que descubre a su público nuevos horizontes. Junto a una fresca y notable liber tad formal, lo novelesco trata insistentemente dos grandes temas ligados al género desde sus comienzos y al parecer imprescindibles en sus tramas: el amor y la aventura individual. Se dirige a los individuos y se ocupa de pa siones privadas y aventuras individuales. Ya en el que consideramos el primer ensayo moderno y docto sobre la historia de la novela desde sus orígenes griegos, el Traité sur I’origine des ro mans (1670) de Pierre Daniel Huet, se comienza por definir las novelas como «Historias fingidas de aventuras amorosas, escritas en prosa con arte, para el placer y la instrucción de los lectores». El sabio obispo Huet, pionero en tratar de un género olvidado por las poéticas clásicas, insiste desde el co mienzo en que «el amor debe ser el tema principal de la novela». Tan ro tunda sentencia vale para las novelas antiguas, y no menos para las medie vales. (Ya sabemos que tiene un valor mucho más limitado respecto de las novelas de la modernidad, aunque aún ahora vale para aquellas más popu lares.) En ambos casos, en las peripecias y aventuras de los jóvenes protago nistas de los relatos románticos el amor es el hilo con el que se enhebra la trama patética de sus avatares, más o menos complicada. El primer nove lista griego define su obra como el relato de una «experiencia amorosa», un páthos erotikpn. Las novelas contribuyen a crear una nueva imagen del amor y las rela ciones amorosas, y marcan una singular sensibilidad frente a esa pasión, que se nos presenta estilizada con pautas novelescas. Todo esto es bien co nocido, pero resulta muy interesante advertir cómo el surgir y el resurgir de la novela son fenómenos con notoria similitud en sus esquemas básicos, y, a la vez, con claras diferencias, pues nos remiten a dos escenarios históri cos muy alejados. La pasión erótica se presenta estilizada sobre un patrón sentimental común en unas y otras novelas. Descubre un nuevo heroísmo, más burgués, al buscar como protagonistas a jóvenes ansiosos de amor y no de guerra. No obstante, entre el eros del helenismo tardío y el amour cortés de los siglos xii y xm hay claras distancias. La idílica Lesbos está muy lejos del artúrico Camelot. Aun así, hay afinidades muy notables en esos casos Prólogo de amor y aventura que se presentan ejemplares y conmovedores, casi siem pre con un feliz final para la fiel pareja. El roman courtois está más cerca de la épica que las novelas griegas y la tinas. Y en esa aurora medieval de la novela surgen figuras de un prestigio so perfil mítico, como Tristán, Lanzarote y Perceval, héroes inolvidables que reaparecen en versiones varias. Su personalidad no tiene paralelo entre los jóvenes amantes de las novelas antiguas. Sin lugar a dudas, las hazañas de esos héroes caballerescos son más gloriosas que las peripecias viajeras de los antiguos y virtuosos amantes perseguidos por el azar hasta el final de la boda feliz. Si en el alba del folletín de las novelas griegas tenemos una fór mula narrativa destinada a un éxito popular de larga duración, en las no velas medievales hay más tensión dramática. Los romans corteses darán un nuevo impulso a las aventuras de sus protagonistas y, a veces, también una resonancia trágica, como en el mito de Tristán e Isolda, o en los relatos de la búsqueda desaforada del Grial. En fin, de todo eso, intentando explicar el significado de los textos a partir de sus autores y sus respectivos contextos históricos, tratan las páginas siguientes. Seguramente esta perspectiva sobre las novelas podría prolon garse si ampliáramos el enfoque y tratáramos de sus reflejos posteriores. Las novelas griegas encuentran decididos ecos e imitaciones en las novelas bizan tinas (de los siglos xn, xm y xiv), mientras que las novelas corteses se con tinúan con muy prolífica descendencia en nuestros enrevesados libros de caballerías (de notable auge editorial en el siglo xvi). Lo que aquí apunta mos es un panorama que queda abierto. Al reeditar estas páginas he querido dejarlas tal como fueron escritas hace ya más de treinta años. No pretenden ser un manual académico, sino un ensayo que invita a la reflexión. Y también a la lectura o relectura de textos de muy singular atractivo. Cuando redacté estos capítulos el lector español no disponía de traducciones de la mayoría. De ahí que entonces ofreciera mis breves resúmenes de los mismos. Ahora, en cambio, conta mos con buenas traducciones de todos ellos (tanto de las novelas griegas y latinas como de los textos novelescos medievales. De los últimos, por ejem plo, hay excelentes versiones publicadas por la editorial Siruela en una se rie admirable, y también por Alianza Editorial. Entre los estudios sobre novelas del Medievo es justo destacar como ejemplo los trabajos de algu 12 Prólogo nos medievalistas, como Carlos Alvar, que ha publicado no sólo notables traducciones, sino varios libros de consulta muy bien documentados sobre el universo artúrico.) Aun así, creo que estos escuetos resúmenes aclaran los comentarios y pueden ser de utilidad al lector que quiere hacerse una idea clara y rápida de la variedad de lances y personajes que van y vienen en ese repertorio, de sus motivos y horizontes, y no ha emprendido todavía lecturas más amplias. Por otra parte, el interés por la narrativa fantástica — a menudo de te mas y decorados medievales— ha tenido cierto renacer en estos últimos tiempos. No está mal, aprovechando ese gusto por ese tipo de ficciones, re cordar algunos de sus prototipos literarios. C.G.G. Diciembre de 2007 NOTA BIBLIOGRÁFICA Sería muy arduo actualizar cumplidamente las referencias bibliográficas sobre las novelas medievales, porque son muchísimos los estudios que debería mencionar. Vuelvo a dejar constancia de los libros que me fueron útiles y sugerentes cuando escribí estos ensayos, inspirado por lecturas inolvidables de grandes medievalistas, como R.R. Bezzola, R.S. Loomis, J. Frappier, E. Köhler, etc. Sé muy bien que son estudios que tienen ya bastantes años a cuestas, pero casi todos me siguen pareciendo de muy gran interés. Y tan sólo aña diré aquí algunas notas concretas, que pueden ser oportunas. Ahora ya está bien traduci do a nuestra lengua el espléndido libro de E. Köhler, La aventura caballeresca. Ideal y rea lidad en la narrativa cortés, Barcelona, Sirmio, 1996. Y también están traducidos, como he señalado, todos los textos novelescos desde la Historia de los reyes de Bretaña (traducido por Luis Alberto de Cuenca en 1984) y todos los romans de Chrétien de Troyes, también el ex tenso Lanzarote del Lago (que trasladó Carlos Alvar, en siete tomos, 1987-1988), las Conti nuaciones del Perceval (en excelente versión de Isabel de Riquer) y La muerte de Arturo de T. Malory (en la clara traducción de Francisco Torres Oliver). Entre los más atractivos estudios españoles de estos años quiero destacar el ameno libro de J.E. Ruiz-Doménec, La novela y el espíritu de la caballería, Madrid, 1993; el diccionario de mitología artúrica ti tulado El rey Arturo y su mundo, de C. Alvar, Madrid, Alianza, 1991; y el docto ensayo de Isabel Lozano-Renieblas, Novelas de aventuras medievales, Kassel, Reichenberger, 2003. Sobre los ecos del universo novelesco artúrico en la literatura moderna el libro más su- gerente me parece el de Mark Girouard, The Return to Camelot. Chivalry and the English Prólogo !3 Gentleman, Yale University Press, 1981, pero hay desde luego otros muchos. También los hay sobre la influencia de los libros de caballerías de abolengo medieval en la novela de Cervantes, que significa a la vez una parodia y una superación de todo ese entramado novelesco y de sus tópicos e ideales. Valga como ejemplo el ya añejo de E. Williamson, El Quijote y los libros de caballerías, Madrid, Alfaguara, 1991, o el más reciente de J. Gutié rrez Ceballos, El Quijote cervantino y los libros de caballerías, Alcalá, CEC, 2007. Pero no es mi intención ofrecer un panorama actualizado y crítico de la enorme producción sobre es tos temas. Cito estos títulos porque su lectura me ha sido muy útil y me gusta recomendar los. Sin duda hay otros que merecerían ser citados.

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