domingo, 28 de julio de 2024

Prólogo a Borges poeta Lucas Adur

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Prólogo a Borges poeta

Lucas Adur

La poesía, como lo saben todos los que

tienen que saberlo, es secretamente el

corazón mismo del campo cultural

Alejandro Crotto

Este volumen reúne reelaboraciones de los trabajos presentados

en las Jornadas “Borges poeta”, realizadas en agosto

de 2021 en el Centro Cultural Kirchner, organizadas por

el Centro, la Fundación Internacional Jorge Luis Borges

y el FILOCyT “Escrituras de dios. Borges y las religiones”

(Facultad de Filosofía y Letras, UBA).

Los escritos aquí reunidos buscan continuar la relectura

de la obra del autor, iniciada en 2019 con las Jornadas

“Borges 120”, donde, con el lema “Todo hombre culto es

un teólogo y para serlo no es indispensable la fe” (Borges,

1974: 688), nos propusimos discutir las operaciones de

Borges sobre el discurso religioso. Los trabajos de aquellas

jornadas fueron reunidos en un volumen recientemente

publicado: Borges 120 (2021). La indagación de la obra borgeana

continuó en 2020 con las Jornadas “Relecturas del

último Borges”, donde discutimos dos de los libros más

notables de la última etapa de la producción del escritor:

El hacedor (1960) y El informe de Brodie (1970).

En esta ocasión, el eje que organiza los estudios aquí reunidos

es la poesía. Se trata de una de las facetas quizás menos

10 Lucas Adur

exploradas de la obra del gran escritor, cuya reputación

se cimienta sobre todo en los relatos de Ficciones (1944) y

El Aleph (1949). Decir que algo está “poco explorado” hablando

de Borges es, claro, siempre muy relativo. Pero, aun

así, la poesía tiende a ser menos conocida y, me atrevería a

decir, menos valorada que su prosa. Sin embargo, es como

poeta que Borges irrumpe en el panorama de la literatura

argentina y es como poeta que cierra su obra con Los conjurados

en 1985. La poesía fue, a la vez, una constante a lo largo

de su obra, y uno de los lugares donde es posible constatar

mayores desplazamientos y transformaciones.

Entre sus primeros poemas, escritos en Europa –marcadamente

influidos por el expresionismo primero y por el

ultraísmo después–; su obra “criollista” y fervorosa de los

años veinte, con una inflexión particular del vanguardismo;

y los poemas de madurez, donde vuelve a las formas

clásicas y muchas veces a temas metafísicos, es más fácil

encontrar rupturas que continuidades. El propio Borges

pareció consciente de esto y se ocupó de rearmar y reescribir

sus primeros poemarios, introduciendo modificaciones

radicales o excluyendo poemas enteros, donde ya no podía

reconocerse. Su concepción de la rima, de la metáfora, de

la inspiración, de la técnica, del lenguaje, de la idea misma

de la poesía se fue transformando a lo largo de los años.

En este libro indagamos distintos momentos de este itinerario

creador, alternando los abordajes panorámicos de algunas

etapas u obras, con el análisis minucioso de poemas

que consideramos especialmente significativos (y bellos).

El propio escritor situó más de una vez la poesía como

el corazón de su obra. Se definía a sí mismo y a los escritores

que admiraba con ese título: poeta. Como dijimos, su

ingreso a la literatura fue por el camino de la poesía y

su testamento literario, Los conjurados, también tiene esa forma.

Es cierto que hubo casi dos décadas en las que publicó

Prólogo a Borges poeta 11

muy pocos poemas –lo que no quiere decir que no los siguiera

escribiendo–. Pero, luego de su retorno a la poesía

–que podemos vincular con su ceguera–, esta se convierte

en el centro de su producción: la mayoría de los libros que

publica a partir de los años sesenta son poemarios. En los

versos, además, como han señalado varios críticos, se construye

una imagen de autor que no coincide exactamente

con la que emerge de sus relatos clásicos, ni con la imagen

pública: la ironía constante y el escepticismo parecen dejar

lugar, al menos en muchas ocasiones, a formas más directas

de la emoción, lo sentimental, incluso de la pregunta por lo

trascendente –como se explora en algunos de los trabajos

de este libro–.

Como repite Borges más de una vez en esos prólogos de

sus últimos libros, que son breves y bellísimos fragmentos

de una poética, la poesía está en el origen de toda literatura.

Dice en el de La rosa profunda:

La literatura parte del verso y puede tardar siglos en

discernir la posibilidad de la prosa. La palabra habría

sido en el principio un símbolo mágico, que la usura

del tiempo desgastaría. La misión del poeta sería

restituir a la palabra, siquiera de un modo parcial, su

primitiva y ahora oculta virtud. Dos deberes tendría

todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos

físicamente, como la cercanía del mar.

La crítica literaria, tal como la concebimos, debe estar al

servicio de los lectores y lectoras. Tender puentes hacia la

obra, trazar recorridos, inventar modos de entrada. Ojalá

este libro contribuya a que la poesía de Borges siga resonando

en nuestro presente, ojalá ayude a que quien lee sea tocado

por un verso y se sienta convocado a redescubrir esta

obra vasta y profunda, como quien se adentra en el mar.

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