S. Petersburgo. Año 1839, día 16 de agosto.
Sí, querido hermano mío, siempre nos ocurre lo mismo: nos
prometemos, sin saber nosotros mismos si tendremos la fuerza
de cumplir lo prometido; menos mal que yo jamás prometo a la
ligera. Por ejemplo: ¿qué opinarías tú de mi silencio? Que soy
un perezoso..., que me olvido de ti, etcétera. ¡Pues no! Todo se
reduce a que no tenía un centavo; ahora lo tengo y estoy contento
de recibir a ese huésped que hacía tanto tiempo que no visitaba,
estoy indeciblemente contento.
¡Y he aquí por fin una carta para ti!
¡Vamos a hablar, a conversar!
¡Hermano querido! Derramé muchas lágrimas por la muerte
de papá,' pero ahora nuestra situación es todavía peor. No hablo
de mí, sino de nuestra familia. Te envío mi carta a Revel sin
saber yo mismo si te llegará... Supongo que no te encontrará
allá... Quiera Dios que estés en Moscú; entonces me sentiría más
tranquilo respecto a nuestra familia; pero dime, por favor, ¿hay
en el mundo alguien más desdichado que nuestros pobres hermanos
y hermanas? Me mata la idea de que sean educados por
gente extraña. Y por eso tu proyecto de ir a vivir a la aldea, una
vez obtenido el grado de oficial, me parece excelente. Allí te podrías
hacer cargo de su educación, querido hermano, y esa educación
sería una felicidad para ellos. Un orden armonioso del
alma al lado de los familiares más cercanos, el desarrollo de todas
las aspiraciones a partir de un principio cristiano, el orgullo
de las virtudes familiares, el terror al vicio y al deshonor, esos
son los resultados de una educación así. Los huesos de nuestros
padres dormirán entonces serenos en la tierra húmeda; pero,
querido amigo, tendrás que soportar muchas cosas. Deberás o
bien pelearte, o bien reconciliarte sólidamente con nuestros parientes.
Pelearte sería mortal; nuestras hermanas se perderían.
Pero si te reconcilias, deberás atenderlos. Ellos llamarán indolencia
a tu repulsa por el servicio. ¡Sin embargo, hermano querido,
sopórtalo! Que no te importen esas almas insignificantes
y mezquinas y sé el benefactor de nuestros hermanos. Sólo tú
los salvarás... Yo sé que tú has aprendido a soportar; cumple,
pues, tu propósito, es admirable. ¡Que Dios te dé fuerza para
hacerlo! Te anuncio de antemano que estaré de acuerdo contigo
en todo.2
¿Qué hacer ahora? Eres más sincero con Iván Nikoláievich
que conmigo; le has dicho que estás abrumado de trabajo y que
no tienes tiempo; sí, tu trabajo es endemoniado, pero ¿qué hacer?
Deshazte de él cuanto antes.
Qué te puedo contar de mí... Hace ya mucho tiempo que no
he hablado contigo con toda franqueza. No sé si ahora me encuentro
en disposición de hacerlo. No sé, pero cada vez con mayor
frecuencia miro lo que me rodea con absoluta indiferencia.
Pero por el contrario, es muy fuerte mi despertar. Mi único
objetivo es estar en libertad. Por ella lo sacrifico todo. Y sin embargo,
con frecuencia, con mucha frecuencia, pienso en qué me
deparará la libertad... ¿Qué voy a hacer yo en medio de una m ultitud
desconocida? Sabré romper con todo esto, pero he de reconocer
que se necesita una fe muy grande en el futuro, un profundo
conocimiento de uno mismo para vivir con mis esperanzas
actuales. ¿Y bien, qué? Es igual si se realizan o no. Yo haré
lo mío. Bendigo los momentos en los que me reconcilio con el
presente (y estos momentos han comenzado a visitarme con mayor
frecuencia ahora). En esos momentos reconozco con más claridad
mi situación, y tengo la seguridad de que estas esperanzas
sagradas se realizarán.
[...]* El espíritu no está sereno ahora; pero en esta lucha del
» El comienzo drl párrafo lia sido arrancado. Los fragmentos que faltan de
aquí en adelante, serán señalados como f . .). (Nula t/tlulilor m u. I
espíritu generalmente maduran los caracteres fuertes; la mirada
nebulosa se aclara y la fe en la vida encuentra una fuente más
pura y más elevada. Mi alma es inaccesible a los arranques tormentosos
de antaño. Todo en ella está tranquilo, como en el corazón
del hombre que guarda un profundo secreto; estudiar
«qué significan el hombre y la vida» es algo en lo que hago
grandes progresos; estudiar los caracteres es algo que puedo hacer
a través de los escritores junto a los cuales paso la mejor parte
de mi vida, con libertad y alegría; no diré nada más sobre mí
mismo. Tengo confianza en mí. El ser humano es un misterio
que hay que descrifrar, y si pasas la vida entera descifrándolo, no
digas al final que has perdido el tiempo; yo me dedico a este
misterio, ya que quiero ser un ser humano. Adiós. Tu amigo y
hermano.
F. Dostoievski.
[...] con las ideas más queridas cada minuto {...] en medio de
los sueños y de los pensamientos la vida pasa imperceptiblemente.
Una sola cosa más [...]: puedo amar y ser un amigo. Hace
poco [...]. Lo más sagrado y grande, limpio [...] este mundo.
Moisés y Shakespeare todo [...] sólo a medias.
¡El amor! ¡El amor! Dices que arrancas sus flores. Pienso que
no hay una renuncia de sí mismo más santa que la del poeta.
¿Cómo se puede compartir el éxtasis propio con el papel? El
alma siempre ocultará más de lo que puede expresar con palabras,
colores y sonidos. De allí la dificultad de ejecutar la idea de
la creación.
{...] Cuando el amor une dos corazones. De [...] hace tiempo
que no muestra sus lágrimas [...] sólo en el pecho. Puede llorar
él solo (...) es necesario tener orgullo y fe cristiana [...] algo sobre
M [...]
Si hasta dentro de una semana, a partir del día de hoy, no he
recibido respuesta, llegaré a la conclusión de que estás en Moscú
y te escribiré a nombre de los Kumanin. Escríbeme, hermano,
ampliamente, cómo has hecho tú y cómo han hecho los
demás con todo esto. Espero con ansia tu respuesta. Ahora, querido
mío, no habrá interrupción en nuestra correspondencia.
Pronto te enviaré la lista de los libros. Escribe. No tengo más
tiempo.
I M A Dostoievski murió el H de junio de 18 V>. Su» iontemporíneos
pensaban que lo habían asesinado sus propios siervos
2. Después de la muerte del padre de Dostoievski fueron los Kumunin
quienes se encargaron de los cinco hijos pequeftt» de lu familia Dostoievski.
aunque rehusaron tener la tutela oficial
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