La astucia del gato de Cheshire
© 2001 by La
Nación (31 de Enero de 2001). En El Broli Argentino.
En: http://elbroli.8k.com/escritores/Andersonimbert/LaNacion.html
El humor y la irreverencia eran los
recursos preferidos por Enrique Anderson Imbert, el escritor argentino
recientemente fallecido, para quebrar la presunta seguridad de la vida diaria y
revelar lo que sucede del otro lado del espejo.
Enrique Anderson Imbert fue el autor de una
pionera Historia de la Literatura
Hispanoamericana que se convirtió en una obra básica de consulta. Fue un
brillante catedrático, practicó una erudición que no excluía la amenidad ni la
inteligencia, dejó escritos numerosos volúmenes de ensayo y de teoría y crítica
literarias. Sin embargo, prefiero recordarlo como el tejedor de una vasta obra
de ficción, y sobre todo, como el que inscribió indeleblemente en el aire
silencioso de la lectura, la sonrisa de El
Gato de Cheshire.
Así, El
Gato de Cheshire (1965), se llama uno de sus libros, en homenaje al felino
de Alice in Wonderland, que tenía la
inquietante costumbre de corporizarse y descorporizarse, pero hacía esto último
al revés: empezaba por la punta de la cola y dejaba flotando el fantasma de su
sonrisa. Los textos de esta obra –ni cuentos, ni poemas, ni ensayos, sino cruce
deslumbrante de géneros en una forma breve– son como esa sonrisa. Con lenguaje
de la filosofía idealista (Benedetto Croce) Anderson los considera aspiraciones
a la "intuición pura". Más allá de la terminología que se elija,
estas "sonrisas sin gato" logran sin duda, desde su gesto perturbador
y subversivo, el máximo impacto poético: "desautomatizar la
percepción", como dijo Shklovski, dislocar los esquemas rutinarios y
utilitarios que nos instalan en lo que llamamos, confiadamente, la realidad.
Quizá en ninguna otra obra de Anderson esta voluntad de ruptura y creativa
transgresión es tan intensa, deliberada y sistemática, y abarca un registro tan
amplio: desde la erosión de las fronteras genéricas hasta la contra escritura
de los mitos, las filosofías y las teologías que han articulado el Universo
imaginario y especulativo de nuestra cultura. Quizá por eso este libro de
irreverente originalidad puede ser entendido como summa o cifra de todos los otros, como lugar privilegiado desde el
cual leer la ficción andersoniana.
Una ficción traspasada por la quiebra del
pacto realista, por negociaciones con lo maravilloso y con lo fantástico que
desacomodan continuamente las presuntas seguridades de la vida ordinaria, y que
fluctúa, por lo tanto, entre la experiencia de la libertad y del horror. La
"realidad en sí" –para Anderson o para Kant– es incognoscible. Y las
formas de la sensibilidad, las categorías de la razón, no son sino ilusiones
que en cualquier momento pueden rasgarse o desvanecerse para dejarnos
indefensos ante el incomprensible Caos: la otra cara de un Orden que sólo
nosotros hemos construido. La quiebra recurrente de las supuestas leyes de la
Naturaleza sume a sus personajes en el terror y el vértigo, pero asimismo en la
alegría ante esa desaparición de los límites que permite a cada uno ser (como
los duendes irlandeses que pueblan tantas de estas ficciones) un árbitro o un
mago en el gran juego del mundo, en la fantasmagoría de los seres efímeros que –siguiendo
las estrategias de la metáfora– se levantan, se intercambian, se transforman y
se disipan sobre el Caos. Así, un olmo que sueña volar se ve recompensado por
el nacimiento de un ala, o un hombre puede abrir el agua como se abren las
páginas de un libro.
Juego arriesgado, audaz exploración de la
Nada que acecha más allá, la narrativa de Anderson corroe las certezas
establecidas, no sólo mediante las magias de la transformación, mediante el
escándalo y el prodigio, sino por la ironía y el humor. Un humor que puede ser
metafísico y macabro y que no instala otra vez sobre la Tierra firme al hombre
desplazado y sacudido. Lo mantiene en el aire, como un acróbata sobre el
abismo. Este humor agudo, irónico y paradójico, ataca particularmente la figura
de Dios. No con el afán de negar (de una manera fácilmente ingeniosa) la
trascendencia, sino con el fin de situarla más allá del alcance de lo racional,
y de someter a crítica los juicios y dogmas acerca de ella, los arquetipos o hipóstasis
de lo sagrado que las filosofías y teologías han propuesto, y la arrogancia
demasiado humana de pretender que el patético homo sapiens pueda ser el objeto privilegiado o exclusivo de la
atención divina.
Anderson, poeta en prosa y escritor de relatos
fantásticos, no ha desdeñado del todo los cuentos "realistas" en el
sentido más tradicional del término, o sea, aquellos que parecen describir la
relación cotidiana con el entorno social, sin que aparezcan ingredientes
sobrenaturales. Pero aún en ellos el narrador utiliza la ironía para
"desestabilizar" al lector, para advertirle sobre el artificio que
sustenta al relato. Con este fin, apela a observaciones sobre los mecanismos de
fabricación del cuento dentro del cuento mismo (Un navajazo en Madrid, en El
estafador se jubila), o imbrica la anécdota "real" en una
situación tópica y típica ya estructurada por un mito o un relato tradicional.
O bien, en los cuentos aparentemente más prosaicos, el desenlace es tan
insólito que descoloca al lector y rompe las expectativas verosímiles (Dos pájaros de un tiro en La sandía y otros cuentos, Sabor a pintura de labios en El grimorio, y tantos otros).
Este cuestionamiento del realismo y en
general, de todas las convenciones estéticas, obedece a una medular preocupación
por el estatuto de la ficción, que se traduce muchas veces en práctica
metaliteraria (literatura sobre la literatura) dentro del propio discurso
ficcional. Tal práctica se configura de diversas maneras: observaciones sobre
la problemática de la literatura, citas y alusiones eruditas, cuentos sobre el
acto mismo de escribir, reescritura de textos del pasado, duplicaciones
interiores del relato, cuentos circulares que narran su propio proceso de
composición, exhibiciones del procedimiento narrativo, parodias de género que
socavan hábilmente códigos como los de la novela policial, la novela gótica, el
cuento de fantasmas, el relato fantástico, el discurso estructuralista, la anti-novela.
Pero su mayor hallazgo es acaso la imagen de
un libro mágico que se escribe a sí mismo en el momento de su lectura; un libro
Infinito y circular donde cada lector lee también su propia historia. La
escritura prodigiosa que constituye el "grimorio" (esto es, el
"libro mágico" que da título al cuento y al volumen de relatos homónimo)
es un símbolo del propio ejercicio literario. La literatura es de algún modo
ese libro incesante que a nadie le será dado comprender por entero, ni
concluir, que no proporcionará a su lector-autor el buscado saber total, sino
más bien, como le ocurre al profesor Rabinovich, su incauto adquirente, la
extenuación en el deseo Infinito.
La sonrisa de El Gato de Cheshire seguirá recordándonos los límites de ese
conocimiento y a la vez, las aproximaciones radiantes de la poesía hacia
aquello que el texto no revela, hacia la intocada realidad que el lenguaje
decepciona y traiciona, que es misterio:
–Oye la canción del viento en las
casuarinas: parece la canción del mar.
–Sí. Esa canción la oigo. Pero quisiera oír
la otra, la que las casuarinas se cantan unas a otras y nosotros no podemos oír.
Quizá Enrique Anderson, poco amigo de Dios y
de los dioses, pero íntimo de los fantasmas y de los duendes, la esté
escuchando ahora del otro lado del espejo.
Claves
Formación: Enrique Anderson Imbert nació en Córdoba en 1910. Se recibió de
doctor en filosofía y letras en la UBA y pronto tuvo una cátedra en la
Universidad Nacional de Tucumán.
Juventud: brillante profesor de literatura y escritor, Anderson Imbert, a
los 24 años, ganó un premio municipal por su novela Vigilia.
Exilio: en 1945, el gobierno de Perón le quitó la cátedra que dictaba en
Tucumán. El escritor se exilió en los Estados Unidos y enseñó en las
universidades de Michigan y de Harvard.
Obras: entre sus ensayos se destacan: Historia
de la literatura hispanoamericana, ¿Qué
es la prosa?, La originalidad de
Rubén Darío, La crítica literaria y
sus métodos, Teoría y técnica del
cuento. Sus libros de ficción comprenden, entre otros: Vigilia, El grimorio, El mentir de las estrellas, En el telar del tiempo, El gato de Cheshire, Victoria, y El tamaño de las brujas.
Edición digital de El Broli Argentino
Revisión de urijenny (odoniano@yahoo.com.ar)
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