“TRES POETAS FILÓSOFOS” DE GEORGE SANTAYANA
LAS PRIMERAS menciones, las alusiones primeras y también las primeras traducciones al
español de fragmentos en prosa de la obra de George Santayana aparecieron en las revistas
literarias México Moderno, de la ciudad de México, e Índice de la ciudad de Madrid, en el
año de 1922. En Índice, Pedro Henríquez Ureña formulaba, significativamente, esta certera e
irónica pregunta: “¿Por qué España, que con tanto empeño aspira a tener filósofos, no se entera
de quién es Santayana?” En México Moderno, al mismo tiempo que la traducción de un
fragmento intitulado “Aversión al platonismo”, apareció una breve nota biográfica de George
Santayana, nacido en Madrid en 1863, pensador y poeta que escribe en inglés. La glosa de
Eugenio D’Ors en que se pregunta el porqué de la resistencia española a informarse sobre
Santayana, y el ensayo de Antonio Marichalar, intitulado “El español inglés George
Santayana”, aparecieron respectivamente en U-turn it, en 1923, y en la Revista de Occidente
en 1924.
Más de veinte años después, la obra de George Santayana empieza a ser entregada en
traducciones al gran público. Ricardo Baeza ha hecho una de las suyas traduciendo El último
puritano, novela autobiográfica y filosófica. Ahora, después de la publicación de una serie de
ensayos, aparece, también en Buenos Aires, firmada por José Ferrater Mora, la traducción de
Three Philosophical Poets, tríada de conferencias que Santayana dio en la Universidad de
Columbia en 1910, y que repitió el mismo año en la Universidad de Wisconsin, basadas, a su
vez, en un curso desarrollado en Harvard. Con estos últimos datos quiero señalar, al
improbable pero no imposible lector de este comentario, que se trata de una obra seria y
concentrada, de una decantación de las ideas de un poeta filósofo sobre la obra que es también
un denso ensayo sobre la crítica literaria, sobre la historia de la filosofía, y más
orgullosamente, “sobre la filosofía misma”.
Lo primero que borra un posible prejuicio del lector ante una obra como ésta es la falta
deliberada, voluntaria, de todo aparato erudito. Santayana se burla con alegría y delicia de los
que discuten eternamente el fundamento y el significado exacto de —por ejemplo— las
confesiones de Dante. Confía, en cambio, en la penetración del lector, en el tacto literario o en
la imaginación afín al poeta. “Si no es así, Dante no desea abrirle su corazón: sus enigmáticos
ademanes son justamente su coraza protectora contra los espíritus incapaces de
comprenderle.”
Nada más rico en iluminaciones y sorpresas de poeta, en reflexiones de crítico y enlaces
ideológicos de filósofo que esta peregrinación que el lector puede hacer, de la mano de
Santayana, por los mundos particulares de Lucrecio, poeta de la naturaleza; Dante, poeta de la
salvación, y Goethe, poeta de la vida. Anotemos que, sin que pretenda, como es necia y
reiterada costumbre, dar un valor crítico a una preferencia, la de Santayana se inclina del lado
de la obra de Dante. En el autor de la Comedia halla el tipo supremo del poeta y al “maestro
de la distinción”.
Todo un ejemplo de lo que es la ciencia de la ponderación de valores estéticos y
filosóficos es la “Conclusión” de la obra de Santayana. Tras de estudiar a los tres poetas
filósofos establece una comparación entre ellos; una comparación que, naturalmente, excluye
el peligro de llevarnos a creer que uno de ellos es mejor que los restantes. “Cada uno —dice
Santayana— es el mejor a su manera, y ninguno es el mejor de un modo absoluto.”
La obra de Santayana desemboca en una interrogación acerca de cuál será el poeta filósofo
dueño de una nueva visión y fundador de una religión basadas en la libertad y el valor
morales. Sería un poeta que vendría a restituir la destrozada visión del mundo. Santayana
espera la aparición de este poeta, no sin expresar —irónicamente— que este supremo poeta,
tan inexistente como necesario, se halla todavía en el limbo.
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