sábado, 19 de agosto de 2023

POPPER BRYAN MAGEE INTRODUCCIÓN


 


EL nombre de Karl Popper no le resulta, al menos por ahora, completamente familiar a la «ente culta, y este hecho requiere una explicación. Como dice Isaiah Berlin en su biografía de Karl Marx, La Sociedad Abierta y sus Enemigos de Popper contiene en efecto, «la crítica más escrupulosa y eficaz de las doctrinas filosóficas e históricas marxistas jamás llevadas a cabo por un filósofo viviente». Y si este juicio tiene alguna validez —en un mundo en que la tercera parte de la población vive bajo gobiernos que se auto- denominan marxistas— K. Popper es una figura de importancia mundial. Aparte de esto, es considerado por muchos como el mayor «filósofo de la ciencia» viviente. El premio Nobel de medicina Sir Peter Medawar, por ejemplo, dijo el 28 de julio de 1972, por el canal 3 de la BBC: «Creo que Popper es, sin lugar a dudas, el mayor filósofo de la ciencia de todos los tiempos.» Otros premios Nobel, como Jacques Monod o Sir John I .celes, han reconocido públicamente la influencia de Popper en su trabajo. Este último escribió, en su libro Enfrentándose a la realidad (1970): «...mi vida científica debe muchísimo a

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mi conversión, en 1945, si se me permite llamarla así, a las enseñanzas de Popper sobre el procedimiento de las investigaciones científicas... He tratado de seguir a Popper en la formulación e investigación de los problemas fundamentales de la neurobiología.» Por lo demás, Eccles aconseja a otros científicos «que lean y mediten sobre los escritos de Popper sobre filosofía de la ciencia, y que los adopten como base de operaciones de su actividad científica». Pero no sólo son de esta opinión los que se dedican a las ciencias experimentales. Sir Hermann Bondi, distinguido matemático y teórico de la astronomía, ha afirmado simplemente: «Nada hay más importante para la ciencia que su método, y nada hay más importante sobre su método que lo que Popper ha dicho.» Ningún filósofo viviente de la lengua inglesa ha tenido tan vasta influencia, que va desde algunos historiadores del arte hasta miembros de diferentes gobiernos. En Arte e Ilusión (descrito por Kenneth Clark como «uno de los más brillantes libros que he leído sobre crítica de arte»), Sir Emst Gombrich escribe: «Me sentiría orgulloso si la influencia de Popper se sintiera en cada página de este libro.» Por otra parte, ministros progresistas de los dos mayores partidos políticos británicos, como Anthony Crosland o Sir Edward Boyle, han sido influidos por Popper en sus opiniones sobre la actividad política.

Estos ejemplos ilustran, directamente, algunos aspectos que van más allá de la simple diversidad de aplicaciones de la obra de Popper. Muestran que, a diferencia de la gran mayoría de filósofos contemporáneos, Popper ha tenido,

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a través de su obra, un notable efecto «práctico» sobre la gente a la que ha influido: ha cambiado la manera en que ésta hacía su trabajo, y ha cambiado al mismo tiempo su vida, en éste y en otros aspectos. Puede decirse, en resumen, que la filosofía de Popper es una filosofía de la acción, que ha influido a mucha gente muy distinguida en sus respectivos campos. Podría, por tanto, parecer poco consistente nuestra afirmación de que no se ha prestado a Popper atención suficiente. Sin embargo, es su misma influencia la que hace sorprendente el hecho de que no sea mejor conocido, en tanto que otros pensadores de menor talla son más famosos. Ello se debe en parte a la casualidad, en parte a la deformación involuntaria de su obra y en parte a cierto aspecto de su método que facilita la incomprensión por parte de quienes no lo han leído.

Karl Popper nació en Viena en 1902. Su primera inclinación política, antes de los 20 años, fue el marxismo, hasta que se convirtió en un entusiasta socialdemócrata. Aparte de sus estudios de ciencia y filosofía, se interesó no sólo por la política de izquierdas y la labor social con niños bajo la dirección de Adler, sino también por la Sociedad de Conciertos Privados fundada por Schoenberg. Para él, como para tantos otros, Viena era en esta época un apasionante lugar para un joven. Finalizados sus días de estudiante, se ganó la vida como profesor de matemáticas y física en la enseñanza secundaria; pero sus auténticos intereses continuaron siendo la labor social, la política de izquierdas, la música y, por supuesto, la filosofía. Por lo que a ésta respecta,

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sus opiniones eran, y han seguido siendo desde entonces, diferentes a las dominantes en los ambientes y momentos filosóficos en que ha vivido. Allí y entonces, la tendencia predominante era la del positivismo lógico del círculo de Viena. Otto Neurath, miembro de este círculo, le calificó de «oposición oficial». Esto hizo de él una especie de marginado, hasta el punto de que no consiguió publicar sus primeros libros tal como los había escrito. Su obra inicial aún no ha sido publicada, y su Lógica de la Investigación Científica (publicada en 1934, aunque fechada en 1935), primera obra suya en ver la luz y cuya influencia ha sido extraordinaria, era una versión salvajemente abreviada de un libro mucho más amplio. En ella se contienen la mayor parte de los argumentos contra el positivismo lógico, generalmente aceptados desde entonces.

En la Viena de los años treinta, bajo la violencia superficial de la escena política, la oposición de la izquierda al fascismo estaba desmoronándose. Más tarde, en La Sociedad Abierta y sus Enemigos (vol. II, p. 164-165), Popper caracterizó el punto de vista marxista radical como sigue: «Dado que la revolución tenía que llegar forzosamente, el fascismo no podía ser sino uno de los pasos que llevaban a ella, tanto más cuanto que hacía ya tiempo que la revolución debía haber llegado. En Rusia, a pesar de su atraso económico, ya había tenido lugar. Tan sólo la retrasaban las vanas esperanzas que la democracia había creado en los países más avanzados. Así, la destrucción de la democracia por los fascistas, al provocar la desilusión definitiva de los

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trabajadores respecto a los métodos democráticos, sólo podía favorecer la revolución. Con esto, el ala radical del marxismo creía haber descubierto la verdadera “esencia” y el “papel histórico” del fascismo. El fascismo era, esencialmente, “el último estadio de la burguesía”. Consecuentemente, los comunistas no lucharon cuando los fascistas tomaron el poder. (Nadie esperaba que los socialdemócratas lucharan.) Los comunistas estaban convencidos de que la revolución proletaria llevaba ya retraso y de que el interludio fascista, necesario para su aceleración, no podía durar más de unos meses. Por tanto, no era necesaria ninguna acción comunista. Fueron inofensivos. Nunca existió un “peligro comunista” para la conquista del poder por los fascistas».

Enmarcados en la realidad histórica que este pasaje refleja, se desarrollaban angustiosos debates sobre la estrategia política y la moral en los que Popper estuvo involucrado, y que debían constituir la semilla de sus ulteriores escritos políticos. Llegó a prever, con exactitud deprimente, la anexión de Austria por la Alemania Nazi, que debía ser seguida por una guerra europea en la que su tierra nativa se alinearía en el bando injusto. Antes de que esto sucediera, decidió abandonar su país. (Esta decisión salvó su vida, pues aunque su infancia había sido protestante, y sus dos padres habían sido bautizados, Hitler le hubiera clasificado como judío.) Desde 1937 hasta 1945 enseñó filosofía en la Universidad de Nueva Zelanda. En la primera parte de este período aprendió griego por sí mismo para estudiar a los

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filósofos griegos, especialmente a Platón. Poco después escribía, en inglés, La Sociedad Abierta y sus Enemigos, «una obra —como dice Isaiah Berlín en el libro citado antes— de una originalidad y una fuerza extraordinarias». Popper lo consideró como su participación en la guerra. Tomó la decisión final de escribirlo el día que recibió la noticia que había temido tanto tiempo, la invasión de Austria por Hitler. Esto, y el hecho de que la resolución de la Segunda Guerra Mundial todavía fuera incierta en 1943, cuando puso el punto final al libro, aumentaron la pasión que impregna esta defensa de la libertad y este ataque al totalitarismo, cuyo desarrollo y atractivo, por otra parte, intenta explicar. Fue publicado en dos volúmenes, en 1945, y proporcionó a Pop- per su primera fama real en el mundo de habla inglesa.

En 1946 se trasladó a Inglaterra, donde ha vivido desde entonces. Allí, la ortodoxia filosófica predominante en el momento de su llegada, si puede decirse que había una, era el mismo positivismo lógico que había dejado tras él en Vie- na antes de la guerra, y que había sido introducido en Inglaterra por A. J. Ayer, en su Lenguaje, Verdad y Lógica, publicado en enero de 1936. En este momento la Logik der Forschung de Popper no había sido traducida todavía y era prácticamente desconocida. Y aún más: su contenido era, en la medida en que se sabía algo de él, generalmente mal comprendido. Hasta el otoño de 1959, un cuarto de siglo después de su publicación original, no apareció en inglés, con el título The Logic of Scientific Discovery. Esta traducción

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contenía un prefacio especial en el que Popper se desentendía de la filosofía lingüística (por entonces en boga). Pero Mind, la principal revista de esta corriente filosófica, comentó la obra parcialmente y sin tener en cuenta el prefacio. Ya maduro, Popper se encontraba de nuevo marginado, lo mismo que en su juventud, en Austria. Sin embargo, la solitaria reputación internacional que hacía tiempo había empezado a adquirir continuó extendiéndose, y fue públicamente reconocido en Inglaterra en 1965, al ser nombrado Sir. Pero ni Oxford ni Cambridge requirieron sus servicios. Con todo, pasó los últimos 23 años de su dedicación a la enseñanza universitaria en la London School of Economics, donde fue profesor de Lógica y Método Científico.

Durante esta época publicó sus dos siguientes libros, colecciones de artículos que en su mayor parte habían sido ya publicados. Cuando apareció La miseria del historicismo en 1957, Arthur Koestler escribió en el Sunday Times que se trataba «probablemente del único libro escrito este año que sobrevivirá nuestro siglo». (El conjunto de artículos que lo formaban había sido rechazado por Mind. Puede ser considerado como una prolongación de La Sociedad Abierta y sus Enemigos, al igual que Conjeturas y Refutaciones, publicada en 1963, puede ser considerada como una prolongación de La Lógica de la Investigación Científica. Desde su retiro, en 1969, ha publicado otra colección de ensayos titulada Conocimiento Objetivo: un Enfoque Evolucionista, aparecida en 1972. A estas obras seguirán seguramente otras, pues algunas aún no publicadas

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están completas en manuscrito; y al lado de los artículos, más de un centenar, aparecidos en revistas académicas, existe un número todavía mayor de artículos y conferencias escritas aún no publicados. A lo largo de toda su vida se ha mostrado siempre reacio a la impresión de su obra: siempre había tiempo y espacio para algunas correcciones y mejoras.

Al principio de su carrera, los positivistas lógicos creyeron que, esencialmente, se interesaba por los mismos problemas que ellos, e interpretaron su obra a la luz de esta suposición. Los filósofos de tendencia lingüística han hecho algo parecido. En consecuencia ambos han creído sinceramente que la obra de Popper no era tan diferente de la suya como él mismo pretende, , y encuentran su pretensión algo aburrida. Me ocuparé de lo esencial de estos malentendidos a su debido tiempo. Por el momento quiero sencillamente destacar un rasgo de la obra de Popper, ineludible si se entiende correctamente, que se ha interpuesto entre él y sus posibles lectores —incapaces, precisamente por su condición de «posibles», de entenderla propiamente. Popper cree, en un sentido que espero aclarar más tarde, que en el conocimiento sólo puede avanzar a través de la crítica. Esto le lleva a exponer sus ideas más importantes en el transcurso de su crítica de las ideas ajenas: en La Sociedad Abierta y sus Enemigos, por ejemplo, la mayoría de sus argumentos aparecen enmarcados en su crítica de Platón y Marx. Como consecuencia de esto, generaciones enteras de estudiantes han consultado el libro por estas críticas sin leer el libro como un todo.

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Éste ha llegado a ser considerado por muchos como una crítica de Platón y Marx, con el resultado de que mucha gente que ha oído hablar del übro, pero no lo ha leído, tiene una concepción equivocada del mismo. Algunos creen incluso que se trata de una obra de tendencias derechistas, por sus ataques a Marx. Las controversias académicas que ha suscitado no se han centrado sobre los argumentos propios de Popper, sino sobre la validez de sus opiniones sobre otros filósofos. Libros enteros han sido escritos sobre esto, como En Defensa de Platón, de Ronald B. Levin- son, y La Filosofía Abierta y la Sociedad Abierta, de Maurice Comforth. La discusión sobre si la traducción de tal o cual pasaje griego por Popper preserva fielmente el sentido de Platón ha ocupado páginas enteras en las revistas académicas, en tanto que la defensa de la democracia también contenida en el libro de Popper no ha recibido ni una pequeña parte de esta atención. Y sin embargo, aunque pudiera demostrarse que el tratamiento de Platón y Marx es desacertado, la argumentación en favor de la democracia no perdería nada de su fuerza. Cualquier crítica intelectualmente sería de La Sociedad Abierta y sus Enemigos debería ocuparse en primer lugar de la evaluación de sus argumentos, y no de su erudición —aunque, como veremos más tarde, la erudición sea respetable.

Hay todavía, relacionado con el primero, otro obstáculo entre Popper y sus posibles lectores: su tesis de que la filosofía es una actividad necesaria porque todos nosotros damos por sentadas muchas cosas, y muchos de estos supuestos tie-

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nett un carácter filosófico. Nos basamos en ellas en la vida privada, en la política, en nuestro trabajo y en todos los aspectos de nuestras vidas, pero aunque algunos de estos supuestos sean sin duda verdaderos, es probable que la mayoría sean falsos y algunos incluso dañinos. Por tanto, el examen crítico de nuestros presupuestos, que es una actividad filosófica, es importante tanto desde el punto de vista moral como desde el punto de vista intelectual. En esta concepción, la filosofía, es algo vivido e importante para todos nosotros, no una actividad académica o una especia- lización, y mucho menos algo que consista primordialmente en el estudio de los escritos de los filósofos profesionales. Lo que no impide, por supuesto, que la mayor parte de la obra de Popper consista en el examen crítico de teorías, y que en consecuencia haya en ella numerosas discusiones sobre diversos «ismos», y gran cantidad de alusiones a pensadores del pasado, especialmente en las primeras obras que escribió en inglés, cuando estaba todavía bajo la influencia de la tradición académica alemana.

Por otra parte, pocos filósofos se han esforzado tanto por ser claros. Su estilo es tan claro que oculta su propia profundidad, y algunos lectores han supuesto, erróneamente, que lo que se decía era más bien simple, quizá incluso evidente. De este modo se han privado a sí mismos del sentimiento de iluminación y del estímulo que debían haber conseguido con su lectura. Su misma prosa es esencialmente elegante: es magnánima y humana, con una combinación de tensión intelectual y emocional que recuerda a la de Marx. Tiene la

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misma energía e impulsividad, la misma elegancia y agudeza, la misma grandeza y autoconfian- za, pero un rigor lógico mucho más estricto. Una vez el lector se ha acostumbrado a su terminología, es excitante y tiene un gran atractivo. Pero, sobre todo —y este es un rasgo digno de destacar de la obra de Popper—, su riqueza argumenta! es extraordinaria.

La filosofía de Popper es sistemática, en la gran tradición de esta disciplina, pero sólo el más esforzado y capaz de los estudiosos podría haber leído todas las conferencias y publicaciones en que ha sido presentada, en diferentes lenguas, revistas, países y décadas. Mucho más difícil hubiera sido ver la conexión entre ellas, como partes de una misma estructura explicativa que abarca toda la experiencia humana. Para tomar un solo ejemplo, Popper es un indeterminista tanto en física como en política. Su afirmación de que es imposible predecir científicamente el curso de la historia fue razonada por primera vez en el «British Journal for the Philosophy of Science», en un artículo titulado Indeterminismo en la Física Cuántica y en la Física Clásica. El desarrollo de éste en una dirección se convirtió en parte de su defensa de la libertad política y de la crítica del marxismo; en otra dirección le llevó a trabajar en una teoría probabilística de la propensión que, aplicada a la física cuántica, ofrece una solución a ciertos problemas de la teoría de la materia, relacionados con el cisma histórico entre Einstein, de Broglie y Schrodinger, por una parte, y Heisenberg, Niels Bohr y Max Born, por otra. Es probable que muy pocos estudiantes con la

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preparación técnica necesaria hayan captado debidamente estas conexiones, y las hayan relacionado entre ellas.

En este libro he tratado de esbozar clara y atrevidamente el pensamiento de Popper, exhibiendo su unidad sistemática. Esto supone, por razones que pronto serán evidentes, comenzar con la teoría del conocimiento y la teoría de la ciencia. Pido a los lectores que han abierto este libro llevados de su interés por las teorías políticas y sociales que no omitan estas secciones, pues Pop- per ha aplicado ideas originariamente desarrolladas en las ciencias naturales, a las ciencias sociales, y un conocimiento de las primeras es indispensable para una comprensión profunda de las últimas. Lo que es más, intentaré mostrar que las dos son parte de una filosofía única que abarca los mundos humano y natural. También espero que quede claro por qué esta filosofía tiene la especial influencia que tiene, y por qué está siempre marginada respecto a otras filosofías contemporáneas —aunque en un libro tan breve como este no es posible entrar en controversias específicas. Tampoco es factible entrar en el detalle de los aspectos más técnicos de la física, la teoría de la probabilidad o la lógica. Por lo tanto, me ocuparé tan sólo de los argumentos generales, sin intentar un examen detallado de la evidencia de estos campos que los respalda.

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