Esta
apasionada defensa de la libertad es un desafío a las idolatrías paganas de
ganancia y fuerza, con una increíble actualidad. Esta diatriba contra la
sociedad de las máquinas es un grito futurista, para señalar una sociedad en la
que es posible llevar una vida digna de seres humanos.
Georges Bernanos
Francia
contra los robots
PARA
GEORGES BERNANOS, CON RESPETO Y AGRADECIMIENTO
El
texto que aquí se presenta sorprenderá al lector por la visión y la exactitud
del autor en lo que respecta a la organización económica y social del mundo
venidero; Bernanos adivina con precisión algunas características singulares que
ocupan el espacio público de nuestro tiempo, y lo hace más de medio siglo
antes.
Anticiparse
en el tiempo ofrece un interés real sólo si el camino que lleva a esas
conclusiones propone una dinámica de pensamiento y un lenguaje que transportan
al lector mezclando profundidad y virtuosismo. Aquí esto se logra. Bernanos es
uno de los grandes maestros de la lengua francesa del siglo XX, y el torrente
de palabras que nos invita a compartir no deja ningún lugar a dudas.
Sabe
mantenernos en vilo, sacudirnos y hablarnos sin demagogia. Años atrás, en su
impactante El gran miedo de los
biempensantes, ya había explicado lo que debe ser un libro de ensayos:
«Escribo este libro para mí y para usted —para que me lea, sí: no para otro,
para usted, usted mismo. Prometí que lo conmovería, de amistad o de rabia, ¿qué
importa?—. Le entrego un libro vivo».
Podría
haber dicho lo mismo de éste. La obra y el destino de Bernanos se sitúan bajo
el signo de la lucha en pos de la verdad y del honor, sin tibieza ni
hipocresía. Esta búsqueda le costó cara, pero es la razón por la cual hoy en
día podemos leer sus libros con la certeza de que en ellos abarca los temas
esenciales de nuestros cuestionamientos.
Habitado
por una fe cristiana que nunca lo abandonará, desde niño sueña viajar con
amigos a Paraguay para relanzar la utopía de las reducciones jesuíticas donde
las razas y las culturas se reconciliaban; donde, él creía, esa fe había
sobrevivido mejor. Y luego, como toda su generación, conoce el horror de la
primera guerra mundial, escondido en las trincheras repugnantes, viendo la
muerte cara a cara y alrededor de él. Marcado por esa locura mortífera, se
embarca en la escritura y comienza a darse a conocer como autor, anclado
profundamente en una tradición monárquica y antisemita.
Es
entonces cercano a Maurras y a su movimiento la «Acción Francesa». Bernanos
trabaja como vendedor de seguros para satisfacer las necesidades de su numerosa
familia. Tiene que tomar los trenes durante las madrugadas brumosas; vivir de
forma miserable; ir de puerta en puerta; por las noches, en hoteles modestos,
escribir novelas que todavía no circulan.
El
éxito tarda en llegar, pero con Bajo el
sol de Satanás (1926) finalmente obtiene el reconocimiento que le permite
consagrarse de tiempo completo a la escritura. Casi tiene cuarenta años. En sus
inicios, gracias al impulso de la crítica de los medios de extrema derecha,
conoce el verdadero éxito ante el público. Además de novelas y relatos, también
entrega artículos y el panfleto El gran
miedo de los biempensantes, donde denuncia a la sociedad francesa que le
provoca náuseas por su cobardía, su hipocresía y su miedo a una guerra que
exige numerosas renuncias.
Rodeado
de los suyos, abandona su país natal y se va a vivir a Mallorca. Ahí, en esa
España que se desgarrará en una guerra civil criminal, el destino de Bernanos
dará un vuelco. Esa búsqueda de la verdad, que constituye su centro y su motor,
lo obligará a modificar sus posturas: al inicio de la guerra, por razones
ideológicas, es partidario de Franco; después evoluciona y cambia por completo
de opinión gracias a sus análisis de la situación.
Vive
en carne propia y en el alma ese conflicto, pero su clarividencia y honestidad
lo obligan a decir su verdad. En 1938 sorprende a su público con la aparición
de un libro excepcional por su rigor y su discernimiento; Los grandes cementerios bajo la luna. En él acomete contra los
golpistas, ataca el autoritarismo de los franquistas y denuncia los atropellos
provocados por el levantamiento antidemocrático.
Al
romper con sus amigos de extrema derecha, deja España, donde evidentemente está
amenazado, y decide abandonar de inmediato esa Europa que rápido se hundirá en
la guerra. Nuestro Bernanos vuelve a pensar en Paraguay, en ese lejano lugar
donde todo parece posible. Siempre impulsivo, incluso iracundo, se va con su
familia el 20 de julio de 1938. El escritor polémico deja detrás de sí una
Europa que vislumbra destinada al horror y a la destrucción. Lo impacta la
belleza de Río de Janeiro, adonde llega el 4 de agosto; después da una
conferencia en Buenos Aires y se dirige hacia Asunción, donde la realidad lo
vuelve a alcanzar.
Lo
que descubre no tiene nada que ver con sus sueños infantiles, y después de diez
días en los que se dedica a recorrer el lugar, muy a su pesar, regresa a
Brasil, que tanto le gustó. Todavía no sabe que ése será su país de residencia
durante largos años …
Siempre
preocupado por diferenciarse de sus pares, decide convertirse en criador de
vacas, pensando que con ese trabajo podrá vivir y hacerse rico. La escritura
será posible gracias a las ganancias de esa actividad y así el autor tendrá
tiempo para consagrar a su arte… Incluso en esos momentos, nuestro escritor
sueña. No logra nada con las doscientas cincuenta vacas en las que invirtió los
ahorros familiares; pronto debe disponerse a revender lo que queda.
Sacudido
por los acontecimientos, termina por instalarse en un lugar modesto, «la granja
de la Cruz de las Almas», nombre que parece provenir de una de sus novelas. En
Belo Horizonte se conmueve cuando ve a los brasileños llorar al enterarse de la
caída de París: las fuerzas nazis invadieron Francia y su estancia se
transforma en exilio. Desde su refugio escribe sin cesar artículos y ensayos
que muestran la urgencia de intervenir, de decir, de denunciar.
Por
cierto, si acaso termina una novela que comenzó hace mucho tiempo, renuncia a
ese género literario, pues se dedica por completo a la lucha contra las fuerzas
del mal, aquellas que pretenden asfixiar la Libertad. Bernanos siente que es su
deber hablar, defender una visión de lo que debería ser el mundo. Se alinea
entonces al lado de la Resistencia y del general De Gaulle, publica tanto en
periódicos de la Francia Libre como en la prensa brasileña. El tono es poderoso
y su palabra provocadora.
La
edición de sus textos escritos en Brasil se titula El camino de la Cruz de las Almas, y, a la fecha de su publicación,
en 1948, cuenta con cuatro volúmenes… Un trabajo monumental que Bernanos lleva
a cabo en condiciones económicas muy difíciles, al retomar su pasado como
periodista, ocupación de su juventud. Vocifera, ataca, ridiculiza e interroga.
Todos los días va a escribir a un café de la ciudad más próxima, Barbacena,
sentado en el bar colonial. Cuando el embajador de Francia, que representa al
régimen de Vichy, le envía una invitación oficial, Bernanos la devuelve sin
siquiera abrirla y escribe en el sobre: «No recibo cartas de traidores».
Muy
rápidamente, algunos temas se instalan y perdurarán; por ejemplo, se pronuncia
contra el mundo de las máquinas y el dinero, en particular en una carta abierta
al presidente Roosevelt. «El imperio del dinero es el imperio de los viejos»,
escribe Bernanos, para quien la juventud encarna el ideal.
Bernanos
está fascinado con Brasil y ahí encuentra razones para albergar esperanzas. Es
sensible a la belleza del lugar y también está muy impresionado por sus
habitantes. Se pueden describir dos razones evidentes que lo acercan a los
brasileños: por un lado, coincide con su forma de valorar a Francia y, por
otro, le preocupa mucho la juventud de esa población.
El
escritor francés tiene una visión singular y un tanto quimérica de su país
natal: ve en sus compatriotas a un pueblo revolucionario que supo autoafirmarse
cuando hubo que levantarse contra la injusticia y la privación de la Libertad.
Para Bernanos, el pueblo de 1789 es la más bella y la más evidente
manifestación de lo que pudo representar esa población. Es el momento en el que
se construye una parte imperecedera de Francia.
No
obstante, los brasileños están muy impregnados de esa Francia enamorada de la
libertad y de la justicia. El escritor exiliado y los intelectuales locales
están en perfecta armonía: su discurso conmueve a los lectores brasileños ya
que les habla de una Francia que se asemeja a la imagen que tienen de ella.
Todos están enamorados de una representación del país de la Revolución e
indignados por las infamias que se cometen contra ella en el transcurso de esa
época trágica. En ese sentido, Bernanos vive en armonía en Brasil, pues se
nutre de los mismos fantasmas que quienes lo rodean; todos viven con una idea
un tanto idílica de esa tierra lejana y de su historia.
Tan
pronto regresa a Francia después de la Liberación, escribe a uno de sus pares
que viajará al país que él tuvo que abandonar: «Va a entrar en contacto con un
pueblo que ama a una Francia que, precisamente, usted ama y comprende
perfectamente. Allá, la fidelidad a Francia es algo mucho más profundo que ‘la
hispanidad’ de la Argentina». Y justifica sus observaciones con un largo
análisis de la historia de las ideas en Brasil: «La asociación de la mística
revolucionaria y de la solemnidad comtista es toda la tradición intelectual y
moral de la élite brasileña. Esa gente realmente vivió Los miserables de Víctor Hugo». ¿De qué otra manera podría expresar
mejor la afinidad y la complementariedad de esas dos naciones?
Es
debido a esta visión común de Francia que la entereza de los hombres y mujeres
de su país de acogida lo conmueve. Con la idea de que ésta, en muchos aspectos,
evoca los sacrificios que, por mucho tiempo, un gran número de sus compatriotas
soportó. «Porque solamente sobrevivirán a la inmensa aniquilación que se
anuncia los pueblos a los que la soledad y la pobreza les enseñaron a ser
pacientes, y a los que el espíritu de la servidumbre todavía no ha envilecido
porque no han vivido como un rebaño»… Esa Francia que lucha contra el nazismo y
ese Brasil que busca salir de la miseria están en sintonía en su derrotero.
Con
esa intimidad reconocida, el otro aspecto del país que cautiva a Bernanos es su
juventud. De hecho, cuando debe regresar a Francia, ante todo se dirige a los
jóvenes con un «Adiós a la juventud brasileña» que es particularmente
conmovedor. En su obra, la infancia y la juventud tienen un papel primordial,
ya que son los momentos en los que el sueño todavía es posible. Incluso
escribirá que todo su trabajo no es más que un intento por encontrar los
énfasis de los momentos más emocionantes que hace mucho conoció, durante los
primeros años de su vida.
En
su bellísimo prólogo que abre Los grandes
cementerios bajo la luna, insiste en esa voz de la infancia que trata de
recuperar y en el papel que todavía puede tener: «Mi certeza profunda es que la
parte del mundo que todavía es susceptible de ser remendada tan sólo les
pertenece a los niños, a los héroes y a los mártires». Entonces, a veces con
algo de paternalismo, equipara su país de adopción con un universo infantil:
«Es un país niño, sus responsabilidades son las de la infancia, todas sus
faltas son reparables».
Desde
luego, en apariencia, hay un costado ofensivo en esa visión, en ese tono
condescendiente, pero cuando visitamos la obra de Bernanos, nos damos cuenta de
que esa curiosa forma de expresarse corresponde a un elogio sincero. En ese
texto no duda en dar a la juventud brasileña deberes fatigosos por cumplir:
«Jóvenes y jovencitas, es verdad, tienen derecho a las ilusiones. Les pedimos,
la libertad les pide, sacrificar ese derecho. Ustedes son la última oportunidad
de este mundo. El mundo debería poder contentarse con ver con claridad a través
de los ojos de los hombres de edad y de experiencia, pero precisamente son esos
hombres los que hoy se niegan a ver, ya que, tan pronto levantan los párpados,
ven las ruinas que, por avaricia, ellos mismos hicieran o que, por estupidez,
permitieron que se hicieran».
Ahí,
el autor muestra su confianza en esa juventud no sólo en lo que respecta al
futuro de su país natal, sino también en la vitalidad de un pensamiento llamado
a ofrecer alternativas al mundo venidero. Desde hace mucho tiempo, sus
reflexiones están marcadas por la contraposición que ve desarrollarse entre las
diferentes formas de imaginar nuestra relación con el mundo y sobre todo en
cómo organizar las sociedades que vendrán. Reunirá sus ideas y las presentará
en este texto Francia contra los robots.
A
lo largo de 1944, hace lecturas de fragmentos del libro y entrega el texto definitivo
al Comité de la Francia Libre de Brasil que organiza la edición y la venta por
suscripción. Se publicará en agosto de 1946, y el autor recibirá su ejemplar en
París, a donde regresa después de que el General de Gaulle lo invita
personalmente. Como siempre, no aceptará ningún puesto ni ningún honor. Cuando
le proponen integrar la Academia francesa, responde: «cuando ya no tenga más
que un par de nalgas para pensar, me iré a sentar en las bancas de la
Academia». Una vez más, asqueado de Francia, de la purga y de la situación
política, se vuelve a ir al extranjero, esta vez a Túnez. Pero la enfermedad lo
carcome y fallece en 1948, a la edad de sesenta años.
En
el texto que aquí se presenta, Bernanos expresa su visión del porvenir y sobre
todo hace énfasis en una contraposición original: al dar la espalda al mundo
capitalista y al comunista se cuestiona acerca de la capacidad de los hombres
de hacer pervivir la libertad en el mundo del mañana. Para él, el capitalismo
ayuda al surgimiento de monopolios multinacionales y el comunismo llega a la
misma situación, pero con un monopolio único: el Estado. Sin embargo, su lógica
es idéntica.
La
opresión que sufre la humanidad más que nada se sostiene de la invasión de
aquello que él llama «la Técnica», estado mental que apunta a hacer desaparecer
la sensibilidad y la libertad del ser humano para que en él tan sólo perdure su
capacidad de trabajo y de consumo. Ignoramos si Marcuse leyó a Bernanos, pero
él diría lo mismo años más tarde. «Un mundo ganado por la Técnica es un mundo
perdido para la Libertad»: así dice Bernanos, utilizando las impresiones que
Brasil le legó. En efecto, es sensible a las cualidades humanas de los
habitantes de su país de acogida, y muy naturalmente contrapone la mentalidad
llamada «latina» a la de los anglosajones, culpables, según él, de dejar que
triunfe una manera de ser que degrada al ser humano.
Lo
que él llama «Técnica» es el sistema que impone la Civilización de las
Máquinas. Dice que la técnica «trata de reformar al hombre, es decir, de formar
a un hombre capaz de contentarse con lo que ésta le puede dar, un trabajador
eficiente, bien alimentado, atiborrado de vitaminas, jovial y deportista, que
acepta sin discutir los ucases de la
técnica, en el espíritu de la propaganda oficial, con el fin de conservar todas
sus fuerzas físicas y mentales para la producción». Leemos esto con pavor, de
tal forma que estamos tentados a darle la razón, setenta y cuatro años después
de que emitió esas hipótesis …
Más
que nunca, debemos leer a Bernanos, compartir ese amor por la libertad y la
humanidad sensible. Y aprender con clarividencia a rehusarnos a desempeñar ese
papel, a no aceptar transformarnos en ese ser humano limitado y estrecho que el
mundo contemporáneo nos invita a ser, en el que incluso nos obliga a
convertirnos. Leámoslo con reconocimiento y sepamos pronunciar junto con Albert
Camus: «Ese escritor con clase merece el respeto y el agradecimiento de todos
los hombres libres».
PHILIPPE OLLÉ-LAPRUNE
Ciudad de México, noviembre
de 2018
FUENTE:
- Editorial : HarperCollins (6 Octubre 2020)
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 304 páginas
- ISBN-10 : 6075620397
- ISBN-13 : 978-6075620398
- Peso del Artículo : 1.2 pounds
- Dimensiones : 5.5 x 0.75 x 8 pulgadas
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