Lustro cuatro
DOCTOR SAMUEL JOHNSON, JAMES
BOSWELL, JOHANN WOLFGANG VON
GOETHE, SIGMUND FREUD,
THOMAS MANN
En este segundo lustro de escritores sabios he querido experimentar
con la disolución de los límites y he permitido que los personajes se
mezclen entre sí, hasta tal punto que los frontispicios están juntos. Si
repitiera este procedimiento en el resto del libro estaría corriendo el
riesgo de un cierto caos, pero lo conservé deliberadamente en esta
sección porque cabalísticamente Hokmah es indivisible. Aunque el
doctor Johnson y Boswell eran cristianos moralistas (un poco
escandalosamente en el caso de Boswell) y Goethe, Freud y Mann,
laicos, se combinan entre sí con irresistible autoridad.
Freud habría protestado si yo afirmara que él confiaba en la
posibilidad de demostrar la utilidad de la literatura para la vida, como
lo hacen estos otros moralistas. Pero se podría decir que Freud se
representó equivocadamente a sí mismo como científico y como
sanador. Un ensayo como “El duelo y la melancolía” está más cerca
del doctor Johnson y de Goethe de lo que lo está incluso de Charles
Darwin. Thomas Mann, el novelista convertido en escritor sabio,
estaba mostrando con precisión a Freud cuando asoció al sabio judío
con Goethe, el más sabio de todos los hombres de letras.
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Frontispicio i6
Doctor Samuel Johnson
.. .dado que el genio, como quiera que sea, es como el fuego en el
pedernal, que sólo se puede producir en colisión con el tema apropiado, es
asunto de cada hombre averiguar si sus facultades no cooperarían felizmente
con sus deseos, y teniendo en cuenta que aquellos cuya eficiencia él admira
sólo llegaron a conocer su propia fuerza por el resultado, debe aplicarse al
mismo esfuerzo, con el mismo espíritu, y puede razonablemente esperar el
mismo éxito.
Samuel Johnson, que sigue siendo el más grande de todos los críticos
literarios, nos urge a que busquemos el tema apropiado, el único que logrará
que nuestro genio se encienda. En una carta a su biógrafo, Boswell,
en 1763, amplió este principio de ambición estética e individual:
Es posible que en todos los corazones conocidos anide el deseo de
distinción que hace que un hombre se vuelva primero hacia la esperanza
y después hacia el deseo de que la Naturaleza lo haya dotado con algo
peculiar. Esta vanidad lleva a un intelecto a alimentar aversiones y a otro
a llevar a cabo sus deseos hasta que el arte los eleva muy por encima de su
estado de poder original y dado que con el tiempo la afectación se compone
tornándose hábito, al final tiranizan a aquel que al comienzo los estimuló
para que surgieran.
El costo de este engrandecimiento es la tiranía de la vanidad o pathos
del escritor fracasado. El genio exige un equilibrio peligroso entre la
fuerte emulación de los más grandiosos antecesores, como la de Alexander
Pope por parte de Johnson, y el autoengaño de tantos contemporáneos
incluidos en Vidas de poetas de Johnson porque los libreros (no
Johnson) querían que estuvieran allí. Ahora son una triste letanía de
piezas de época: Roscommon, Pomfret, Stepney, Sprat, Sheffield, Fenton,
Yalden, Tickel y muchos más: son legión. Puede resultar divertido
hacer una antología de poetas contemporáneos con los Sprats y Yaldens
de cada uno, los candidatos a la iniquidad del olvido.
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