sábado, 25 de junio de 2022

Lustro cuatro DOCTOR SAMUEL JOHNSON, JAMES BOSWELL, JOHANN WOLFGANG VON GOETHE, SIGMUND FREUD, THOMAS MANN



 Lustro cuatro

DOCTOR SAMUEL JOHNSON, JAMES

BOSWELL, JOHANN WOLFGANG VON

GOETHE, SIGMUND FREUD,

THOMAS MANN

En este segundo lustro de escritores sabios he querido experimentar

con la disolución de los límites y he permitido que los personajes se

mezclen entre sí, hasta tal punto que los frontispicios están juntos. Si

repitiera este procedimiento en el resto del libro estaría corriendo el

riesgo de un cierto caos, pero lo conservé deliberadamente en esta

sección porque cabalísticamente Hokmah es indivisible. Aunque el

doctor Johnson y Boswell eran cristianos moralistas (un poco

escandalosamente en el caso de Boswell) y Goethe, Freud y Mann,

laicos, se combinan entre sí con irresistible autoridad.

Freud habría protestado si yo afirmara que él confiaba en la

posibilidad de demostrar la utilidad de la literatura para la vida, como

lo hacen estos otros moralistas. Pero se podría decir que Freud se

representó equivocadamente a sí mismo como científico y como

sanador. Un ensayo como “El duelo y la melancolía” está más cerca

del doctor Johnson y de Goethe de lo que lo está incluso de Charles

Darwin. Thomas Mann, el novelista convertido en escritor sabio,

estaba mostrando con precisión a Freud cuando asoció al sabio judío

con Goethe, el más sabio de todos los hombres de letras.

[217]

Frontispicio i6

Doctor Samuel Johnson

.. .dado que el genio, como quiera que sea, es como el fuego en el

pedernal, que sólo se puede producir en colisión con el tema apropiado, es

asunto de cada hombre averiguar si sus facultades no cooperarían felizmente

con sus deseos, y teniendo en cuenta que aquellos cuya eficiencia él admira

sólo llegaron a conocer su propia fuerza por el resultado, debe aplicarse al

mismo esfuerzo, con el mismo espíritu, y puede razonablemente esperar el

mismo éxito.

Samuel Johnson, que sigue siendo el más grande de todos los críticos

literarios, nos urge a que busquemos el tema apropiado, el único que logrará

que nuestro genio se encienda. En una carta a su biógrafo, Boswell,

en 1763, amplió este principio de ambición estética e individual:

Es posible que en todos los corazones conocidos anide el deseo de

distinción que hace que un hombre se vuelva primero hacia la esperanza

y después hacia el deseo de que la Naturaleza lo haya dotado con algo

peculiar. Esta vanidad lleva a un intelecto a alimentar aversiones y a otro

a llevar a cabo sus deseos hasta que el arte los eleva muy por encima de su

estado de poder original y dado que con el tiempo la afectación se compone

tornándose hábito, al final tiranizan a aquel que al comienzo los estimuló

para que surgieran.

El costo de este engrandecimiento es la tiranía de la vanidad o pathos

del escritor fracasado. El genio exige un equilibrio peligroso entre la

fuerte emulación de los más grandiosos antecesores, como la de Alexander

Pope por parte de Johnson, y el autoengaño de tantos contemporáneos

incluidos en Vidas de poetas de Johnson porque los libreros (no

Johnson) querían que estuvieran allí. Ahora son una triste letanía de

piezas de época: Roscommon, Pomfret, Stepney, Sprat, Sheffield, Fenton,

Yalden, Tickel y muchos más: son legión. Puede resultar divertido

hacer una antología de poetas contemporáneos con los Sprats y Yaldens

de cada uno, los candidatos a la iniquidad del olvido.

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