James Boswell
Durante toda esta conversación me comporté con una viril compostura
y una cortés dignidad que no podían sino infundir temor y respeto; ella
estaba pálida como la ceniza y temblaba y vacilaba. Por tres veces insistió
en que me quedara un poco más, ya que, probablemente, era la última vez
que estaría con ella. No se le ocurría nada que decir. Y yo me quedé en
silencio. Cuando me iba, ella dijo:
-Espero, señor, que me dará permiso para interesarme por su salud.
—Señora -repuse yo, con socarronería—, me parece que no será necesario
durante algunas semanas.
Ella repitió su petición. Pero como no quería que siguiese incordiándome
más, la corté diciéndole que quizá pasaría un tiempo en el campo, y me
marché. Es casi imposible que pueda ser inocente del delito de detestable
engaño. Y, sin embargo, sus rotundas aseveraciones me sorprendieron de
verdad. Con toda probabilidad, se trata de una puta falsaria de las peores.
Así concluyó mi intriga con la bella Louisa, de la que tanto me ufanaba
y de la que esperaba, al menos, un invierno de copulación sin riesgos.
Verdaderamente, es muy duro. No puedo decir, como harían los jovencitos
que se la han cogido en una casa de mala nota, que la próxima vez tendré
más cuidado. Pues lo cierto es que tuve cuidado. Sin embargo, puesto que
estoy por completo atrapado, saquémosle el mayor partido. No me la he
cogido por imprudencia. Sencillamente, son los riesgos de la guerra?3.
Así se despide James Boswell de la bella Louisa, “ de la que esperaba,
al menos, un invierno de copulación sin riesgos” . Se felicita por su
compostura y su cortesía y disfruta de su despliegue de dignidad. No
conocemos la versión de Louisa de su despedida, pero no me cabe la
menor duda de que sintió “ temor y respeto” ante la actitud de Boswell.
Pero su genio se anticipa a nuestras dudas, así que un párrafo más adelante
habla de “una puta falsaria de las peores” con la misma dramática
conciencia de sí mismo que exhibió con el doctor Johnson, conVoltaire,
con Rousseau.
Boswell es un maestro de la ironía retrospectiva: en vez de murmurar
“ ojalá hubiera dicho eso” , procede a expresar sus pensamientos
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posteriores como si hubiesen sido espontáneos mientras admite sutilmente
ante el lector que todo es una reconstrucción, incluyendo la personalidad
y el carácter de James Boswell.
La Vida de Johnson es un milagro concienzudo que logra el sutil
equilibrio entre el formidable Johnson y las agudas provocaciones puestas
en escena de su biógrafo. Pero incluso el oportunismo de Boswell
tiene sus limitaciones: Boswell no es Shakespeare y el doctor Johnson
no es sir Juan Falstaff, triunfo de la imaginación dramática. Pero Boswell
respeta y ama de comienzo a fin la realidad de su asunto, aunque sin duda
le adjudica al gran crítico muchos toques shakespearianos.
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