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Frontispicio 18
Johann Wolfgang von Goethe
¡Sí! Por entero me entrego a ese designio, que esa es la última palabra
de la sabiduría; sólo merece libertad y vida quien diariamente sabe
conquistarlas. Transcurran aquí de ese modo sus activos años, cercados de
peligros, el niño, el hombre adulto y el anciano. Un gentío así querría yo ver
y hallarme en terreno libre con un libre pueblo. Decirle habría al momento:
¡Detente, eres tan bello! No es posible que la huella de mis días terrenales
vaya a perderse en los eones... En el presentimiento de tan alta dicha gozo
ya ahora del supremo momento. (Desplómase Fausto, y los Lémures lo
cogen y lo tienden en el suelo.)24.
No sólo el Fausto de Goethe muere aquí: también llega a su conclusión
toda la tradición literaria occidental desde Homero hasta Shakespeare
y Goethe, pasando por Dante. Después de la muerte de Fausto
empieza la procesión que siguió a la Ilustración y que tiene nombres
diversos —romanticismo, modernismo, posmodernismo- pero que se
trata en realidad de un solo fenómeno. Quizás hasta ahora, a comienzos
del nuevo milenio, podemos detectar señales de la decadencia de ese
fenómeno. Ya se cierne sobre nosotros una era de guerras religiosas que
posiblemente de lugar a una nueva Era Teocrática tal como lo profetizó
GiambattistaVico. Es muy incierto el futuro de la literatura secular occidental
en tiempos como estos.
Goethe es el último sabio de la antigua cultura secular occidental,
que podemos llamar humanismo, Ilustración o como quieran. Una de
las cualidades más refrescantes de Goethe es su irreverencia: la segunda
parte de Fausto es una obra maravillosamente escandalosa cuyo propósito
primordial es desplegar el genio de Goethe en toda su extensión y
complejidad.
Goethe creía en sus propios demonios que parecen haberlo dotado
de energías ocultas, incluyendo la apropiación paródica de todos sus
antecesores, desde Homero hasta Hamlet de Shakespeare. De acuerdo
con el Goethe posterior, la sabiduría es renunciación porque realizar
todos nuestros deseos es cortejar el caos.
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Y sin embargo las renunciaciones de Goethe son equívocas y es difícil
reconciliar los logros de su sabiduría con sus taimados excesos. El
entierro de Fausto es una parodia de la escena del cementerio de Hamlet,
como si Goethe quisiera robarle a Hamlet un poco de su carisma para
su muy poco dramático ego. Shakespeare, una persona evidentemente
descolorida, no habría soñado en competir con Hamlet, su creación más
brillante y enigmática. Goethe opaca con creces a su Fausto, a quien no
se le permite participar del genio ejemplar de su creador.
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