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Frontispicio 20
Thomas Mann
Goethe sabía que, fuerte o débil, también sonaría este“ ouf”el día de su
muerte. Se sentía como ejemplo de aquella grandeza que tanto glorifica
como oprime. La corporeizó en la figura más apacible y pacífica que podía
adoptar: en la de un gran poeta. Pero incluso en ella no fue cómoda a sus
contemporáneos, y suscitó, al lado de amor y asombro, confusión y
desprecio26.
En su reflexión sobre “La carrera de Goethe como hombre de letras”
, en 1932, un año antes de que Hitler asumiera el poder, Mann aún
era libre de considerar a su antecesor como un fenómeno estético. En
1938, Mann en el exilio dictó una conferencia sobre el Fausto de Goethe
en la Universidad de Princeton y concluyó en un tono muy diferente:
Aun cuando una “palabra pura” nos parezca ineficaz hoy en día, una
palabra de buena voluntad sea brutalmente desatendida por el acontecer
mundial que va sucediéndose sin ni fijarse en ella; nosotros queremos
creer, movidos por nuestra fe antidiabólica, que en el fondo la Humanidad
tiene un oído muy fino y que las palabras que han nacido del esfuerzo
propio le puedan ser gratas y que no sucumbirán en su corazón27.
¿Qué tan relevante es el humanismo ilustrado de Goethe y de Mann
para nosotros, dos generaciones después? En la estela de los sucesos del
11 de septiembre del 2001 hubo balidos que clamaban que “ cese la ironía”
, pero desaparecieron rápidamente. Todo es ironía en esa novísima
era de guerras religiosas y terror domesticado. En 1938 Mann quería
resaltar la utilidad de la literatura para la vida y esa utilidad trasciende el
duelo. La grandeza de Goethe tenía mucho que ver con la escala de sus
especulaciones y con su énfasis en la salvación secular que nuestro propio
impulso intelectual podría inducir. Mann, que lo sucedió, pasó de
la ambivalencia hacia el genio de su precursor y una ironía defensiva en
relación con Goethe a una certeza combativa de la labor del humanismo
en la preservación del valor y en el mantenimiento de una fe antidiabó[
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lica. Suelo urgir a mis estudiantes y a los lectores que vienen a las presentaciones
públicas de mis libros a que regresen a La montaña mágica en
estos momentos de conflicto. El propio genio de Mann consiste en enseñar
a aplicar “un oído muy fino” sin el cual seríamos más fácilmente
seducidos por la brutalidad.
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