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Frontispicio 23
Franz Kafka
Y quizás no se trate verdaderamente de amor cuando digo que para mí
tú eres la más amada; para mí el amor consiste en que tú eres el cuchillo que
yo retuerzo en mi interior
Franz Kafka se pelea con Rainer Maria Rilke la terrible distinción
de haber sido el más exasperante genio literario masculino que una mujer
dotada pudiera amar durante todo el siglo xx. Rilke probablemente
fue el poeta más egocéntrico de toda la historia europea en tanto que
Kafka, irremediablemente alienado de sí mismo tanto como de los demás,
evadió a sus amantes hasta su relación final con Dora Dymant,
cuando estaba muriendo de tuberculosis.
Como persona y como escritor, Kafka fue una secuencia de paradojas
gigantescas. Sus obras más largas -Elproceso y El castillo- no son
comparables con En busca del tiempo perdido de Proust y Ulises de Joyce,
y ni siquiera con La montaña mágica de Mann. Y sin embargo concebimos
el siglo xx como la era de Kafka y de Freud más que como la de
Proust y Joyce. Los fragmentos, los aforismos, las historias y las parábolas
de Kafka se disputan con los ensayos sobre la cultura de Freud el
lugar principal en la espiritualidad genuina de su época. Y mi afirmación
es en sí misma una paradoja, pues Freud se habría burlado de un papel
así y Kafka huyó de él. Pero no hubo nada de lo que Kafka no huyera.
En una famosa carta a Milena Jesenká (a quien los nazis habrían de
asesinar), Kafka denuncia con elocuencia la escritura de cartas:
Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas,
que lo esperan ávidamente. Los besos por escrito no llegan a su destino,
se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento
se multiplican, en efecto, enormemente. La humanidad lo percibe y lucha
por evitarlo; y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas
y lograr una comunicación natural, que es la paz de las almas, ha inventado
el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano, pero ya no sirven, son evidentemente
descubrimientos hechos en el momento del desastre, el bando
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opuesto es tanto más calmo y poderoso, después del correo inventó el telégrafo,
el teléfono, la telegrafía sin hilos. Los fantasmas no se morirán
de hambre, y nosotros en cambio pereceremos12.
No es posible anular estos fantasmas que separan a los amantes;
nuestro valor como individuos, cualquiera que este sea, nos convierte
en extraños ante los otros. El genio de Kafka era el genio del aislamiento.
Nos enseñó que no tenemos nada en común con nosotros mismos, y mucho
menos con los demás.
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