DURANTE
UN ENSAYO, EN EL GOYA, DE MARIANA PINEDA[24]
Rafael
Moragas
Nos
hallamos en la platea del Goya, en plena tarde calurosa y a la hora en que va a
comenzar el ensayo general de «Mariana Pineda». Lo primero que me lleva al
teatro, es este sugestivo modo de anunciar una obra. Porque en los carteles
acabo de leer lo siguiente: «Romance en tres estampas». Y en el mismo cartel
—lo que no me causa extrañeza puesto que el autor de esta «Mariana Pineda» es
Federico García Lorca—, el nombre del pintor ampurdanés, Salvador Dalí.
Apruebe, pues, el lector, que estas razones motiven que en plena tarde de
achicharrante junio, yo me halle en el Goya entre la insigne Margarita Xirgu,
el poeta Lorca y este intenso pintor que desde que comenzó a dibujar, tanto
admiro como me interesa.
—¿Qué
te has propuesto con esta «Mariana Pineda»? —le pregunto al autor.
—¡Qué
sé yo! Demostrar que uno quiere mucho estas cosas viejas y que sin quererlas
fuertemente es del todo imposible realizarlas —me contesta Lorca. Y agrega—: No
he querido madrigalizar a la heroína. Lo que he perseguido, es conservar toda
su alma pura y de ejemplo. Fue mi deseo evocar las viejas estampas. Acaso toda
mi obra no sea más que un ejemplo de variaciones sobre el tema del romance
popular. Por ello en «Mariana Pineda» impera la voz del pueblo y, bajo la invocación
del viejo romance, entre versos discretos y desbordes románticos y exaltaciones
de gente que por una libertad pone en juego, la vida, pasando de la sordina al
fortísimo, que dijéramos, que es donde está la tragedia que tanto he sentido
como he querido.
—¿Estás
contento de los ensayos?
—No
puedes imaginarlo —nos dice—. Tú no sabes qué colaboradora ha sido para mí
Margarita. Aquellas obras que la mayoría de las empresas protestan y que a
muchas actrices escandalizan por la razón que rompen moldes, a Margarita Xirgu
le entusiasman. Ya la oirás vivir esta «Mariana Pineda» y te asombrarás dando
la imprecisa sensación de una vida anterior, heroica y amorosa. Ya ves tú si
lograr eso es difícil… Pues bien; esta Margarita, que sabe llegar a los
recuerdos indefinidos, en el final de la obra, cuando le indican que el
patíbulo va a ser su fin, expresa tan extraños sentires, que le hacen dudar a
uno de si aún existe «Mariana Pineda» en el mundo.
Nos
adentramos en el escenario. Junto a un piano, unas jóvenes actrices de la
compañía ajustan las notas del romance. Nuestro querido compañero Fernando
Fresno va tomando, lápiz en mano, sus apuntes. Los actores cubren sus cabezas
con descomunales cilindros. Las capas románticas embozan los cuellos. Oímos
unos rasgueos de guitarra y unos cantos castizos y, entre ellos, las graves
notas de un órgano. Guiadas por el segundo apunte, traspasan la escena unas
monjas, que cubren sus cabezas con deliciosas tocas. Una España de comienzos
del diecinueve plenamente evocada.
Salvador
Dalí, el joven ampurdanés, puso en los trajes los últimos detalles. Está
viviendo su propia meditación. Dalí no es de los incontenibles: es de los
concentradores de los de calidad. Los decorados que ahora construyó para
«Mariana Pineda» van a causar sensación entre los entendidos. Ya lo veréis.
Raramente he visto una nota de intimidad tan justa y delicada como este
interior de la heroína de la obra de García Lorca. Y el huerto conventual, que
es ante todo, pintura sincera, da la sensación de que Salvador Dalí pertenece a
la categoría de esos pintores privilegiados que ponen algo inconfundible en lo
que producen.
Anotaciones
de Federico García Lorca al artículo de Rafael Moragas en «Durante un ensayo,
en el Goya, de “Mariana Pineda”…», La
Noche, Barcelona, 23 de junio de 1927: «Este Moragas es delicioso, dice
todo lo contrario que le dije, como
en todas las interviús. / Pero es simpático».
—Para
quien conozca la obra de García Lorca —nos dice Dalí—, no le sorprenderá que yo
haya pintado así el sentido íntimo de «Mariana Pineda». Desde que conocí este
«romance en tres estampas», sentí un culto misterioso por lo que iba a pintar.
Simpatizo en extremo con estas suaves ideologías de García Lorca, tanto como
con su culta sentimentalidad.
Así
va hablando este «Salvador Dalí de voz aceitunada», como lo cantó Lorca en unos
admirables versos.
El
ensayo general se nos presenta. En el escenario oímos hablar de Torrijos y su
fusilamiento. La tragedia se avecina y la niña Mariana Pineda va a sucumbir
víctima de crimen espantoso. Margarita Xirgu va recitando cosas muy bellas que
surgen de su alma sutil, misteriosa y pronta a todo entusiasmo artístico.
[24] MORAGAS, Rafael, «Durante un ensayo, en el
Goya, de “Mariana Pineda”, cambiamos impresiones con el poeta García Lorca y el
pintor Salvador Dalí», La Noche,
Barcelona, 23 de junio de 1927, p. 3. No figura en Obras completas. Nuestro agradecimiento a Juan de Loxa y al Centro
de Estudios Lorquianos. Museo Casa Natal Federico García Lorca, Fuente
Vaqueros. <<
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