sábado, 19 de febrero de 2022

DURANTE UN ENSAYO, EN EL GOYA, DE MARIANA PINEDA[24] Rafael Moragas. PALABRA DE LORCA.

 


 DURANTE UN ENSAYO, EN EL GOYA, DE MARIANA PINEDA[24]

Rafael Moragas

Nos hallamos en la platea del Goya, en plena tarde calurosa y a la hora en que va a comenzar el ensayo general de «Mariana Pineda». Lo primero que me lleva al teatro, es este sugestivo modo de anunciar una obra. Porque en los carteles acabo de leer lo siguiente: «Romance en tres estampas». Y en el mismo cartel —lo que no me causa extrañeza puesto que el autor de esta «Mariana Pineda» es Federico García Lorca—, el nombre del pintor ampurdanés, Salvador Dalí. Apruebe, pues, el lector, que estas razones motiven que en plena tarde de achicharrante junio, yo me halle en el Goya entre la insigne Margarita Xirgu, el poeta Lorca y este intenso pintor que desde que comenzó a dibujar, tanto admiro como me interesa.

—¿Qué te has propuesto con esta «Mariana Pineda»? —le pregunto al autor.

—¡Qué sé yo! Demostrar que uno quiere mucho estas cosas viejas y que sin quererlas fuertemente es del todo imposible realizarlas —me contesta Lorca. Y agrega—: No he querido madrigalizar a la heroína. Lo que he perseguido, es conservar toda su alma pura y de ejemplo. Fue mi deseo evocar las viejas estampas. Acaso toda mi obra no sea más que un ejemplo de variaciones sobre el tema del romance popular. Por ello en «Mariana Pineda» impera la voz del pueblo y, bajo la invocación del viejo romance, entre versos discretos y desbordes románticos y exaltaciones de gente que por una libertad pone en juego, la vida, pasando de la sordina al fortísimo, que dijéramos, que es donde está la tragedia que tanto he sentido como he querido.

—¿Estás contento de los ensayos?

—No puedes imaginarlo —nos dice—. Tú no sabes qué colaboradora ha sido para mí Margarita. Aquellas obras que la mayoría de las empresas protestan y que a muchas actrices escandalizan por la razón que rompen moldes, a Margarita Xirgu le entusiasman. Ya la oirás vivir esta «Mariana Pineda» y te asombrarás dando la imprecisa sensación de una vida anterior, heroica y amorosa. Ya ves tú si lograr eso es difícil… Pues bien; esta Margarita, que sabe llegar a los recuerdos indefinidos, en el final de la obra, cuando le indican que el patíbulo va a ser su fin, expresa tan extraños sentires, que le hacen dudar a uno de si aún existe «Mariana Pineda» en el mundo.

Nos adentramos en el escenario. Junto a un piano, unas jóvenes actrices de la compañía ajustan las notas del romance. Nuestro querido compañero Fernando Fresno va tomando, lápiz en mano, sus apuntes. Los actores cubren sus cabezas con descomunales cilindros. Las capas románticas embozan los cuellos. Oímos unos rasgueos de guitarra y unos cantos castizos y, entre ellos, las graves notas de un órgano. Guiadas por el segundo apunte, traspasan la escena unas monjas, que cubren sus cabezas con deliciosas tocas. Una España de comienzos del diecinueve plenamente evocada.

Salvador Dalí, el joven ampurdanés, puso en los trajes los últimos detalles. Está viviendo su propia meditación. Dalí no es de los incontenibles: es de los concentradores de los de calidad. Los decorados que ahora construyó para «Mariana Pineda» van a causar sensación entre los entendidos. Ya lo veréis. Raramente he visto una nota de intimidad tan justa y delicada como este interior de la heroína de la obra de García Lorca. Y el huerto conventual, que es ante todo, pintura sincera, da la sensación de que Salvador Dalí pertenece a la categoría de esos pintores privilegiados que ponen algo inconfundible en lo que producen.

 

Anotaciones de Federico García Lorca al artículo de Rafael Moragas en «Durante un ensayo, en el Goya, de “Mariana Pineda”…», La Noche, Barcelona, 23 de junio de 1927: «Este Moragas es delicioso,  dice todo lo contrario que le dije,  como en todas las interviús. / Pero es simpático».

—Para quien conozca la obra de García Lorca —nos dice Dalí—, no le sorprenderá que yo haya pintado así el sentido íntimo de «Mariana Pineda». Desde que conocí este «romance en tres estampas», sentí un culto misterioso por lo que iba a pintar. Simpatizo en extremo con estas suaves ideologías de García Lorca, tanto como con su culta sentimentalidad.

Así va hablando este «Salvador Dalí de voz aceitunada», como lo cantó Lorca en unos admirables versos.

El ensayo general se nos presenta. En el escenario oímos hablar de Torrijos y su fusilamiento. La tragedia se avecina y la niña Mariana Pineda va a sucumbir víctima de crimen espantoso. Margarita Xirgu va recitando cosas muy bellas que surgen de su alma sutil, misteriosa y pronta a todo entusiasmo artístico.


[24] MORAGAS, Rafael, «Durante un ensayo, en el Goya, de “Mariana Pineda”, cambiamos impresiones con el poeta García Lorca y el pintor Salvador Dalí», La Noche, Barcelona, 23 de junio de 1927, p. 3. No figura en Obras completas. Nuestro agradecimiento a Juan de Loxa y al Centro de Estudios Lorquianos. Museo Casa Natal Federico García Lorca, Fuente Vaqueros. <<

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