Friedrich Nietzsche
Ensayos sobre los griegos
Nietzsche en Grecia
La música, la lucha, la política, el lugar de la
filosofía: Nietzsche comienza su derrotero con los pies en la Grecia antigua.
Es la génesis de su pensamiento, en Basilea, en la segunda mitad del
siglo XIX; la filosofía de Schopenhauer y especialmente la enorme
presencia de Wagner rondan cerca de su escritorio de profesor de filología.
Grecia no es un refugio académico sino la necesidad de abrir las branquias de
una época, su época, atravesada por una modernidad que se despliega con
impulso, que hace de la razón un modo único de desciframiento del mundo. Pero
Schopenhauer es el concepto de voluntad de vivir, que Wagner lo traduce a una
experiencia estética y en el que Nietzsche encuentra una correa de transmisión
para componer las bases de su primer pensamiento. Homero es antes de la Grecia
clásica de Pericles; antes que Sócrates, que Platón y entonces, previo a la
semilla de la filosofía occidental. Un rastreo para reconocer allí más la
tensión que la quietud, más el devenir de las fuerzas que el concepto.
Dionisos, o la música, o la lucha como forma del vigor político, son fuerzas
que emergen como condición de una vida más plena, la conjura del miedo o del
resentimiento moderno; más la intemperie que la domesticación del hombre en la
casa de los conceptos.
Nada de esto quiere decir el imperio del
irracionalismo, no. Lo que Nietzsche busca en el mundo antiguo es otra
genealogía de su presente, reconocer el momento en el que el sentido se invirtió,
en el que las fuerzas se ordenaron en torno a la idea, a lo imperecedero, a lo
inmóvil. Su primera obra, de la que forman parte estos escritos sobre los
griegos, adquieren dimensión cuando el mundo griego se ofrece en torno a dos
divinidades transpuestas en potencias: lo apolíneo y lo dionisíaco. Por ello la
lectura de El nacimiento de la tragedia,
su primer libro, es un prisma de comprensión necesario para leer estos ensayos.
Porque es hacia este texto hacia donde derraman sus aguas El estado griego, La lucha en Homero y Homero y la filología clásica. Si el mundo homérico y la tragedia
dan cuenta del destino como condición del existir, Sócrates y su voluntad de
verdad hacen de ese destino un problema de cálculo y, por lo tanto, de
administración racional.
¿Un problema antiguo? No. Lejos de eso, para
Nietzsche lo que está en juego es su propio presente: contra las filosofías de
la domesticación, opone la fuerza que crea y que se despliega en una forma
evanescente. Soportar el vendaval dionisíaco, un vendaval que es música y que
exige de la palabra su carácter musical más que su verdad. Sobre la música y la palabra es una extensión contemporánea a El nacimiento de la tragedia. Hay que
leerlos juntos porque ambos están inspirados en Richard Wagner y en su
necesidad de componer la unidad espiritual de una Alemania partida a través de
la música. Nietzsche quiere ser el redactor filosófico de la idea, quiere
escribir el programa wagneriano; en este sentido, estos textos son cartas
amorosas escritas en clave conceptual. Por ello su potencia afectiva será la
razón para la potencia teórica posterior que Nietzsche va a desplegar después
de Wagner, una vez que vea en este no a un Esquilo moderno sino a un Parsifal
que solo busca su redención moral.
Este libro reúne parte de lo que Nietzsche escribió
sobre los griegos. Son textos escritos entre 1868 y 1872. Por alguna razón que
podemos aventurar, pero que en realidad desconocemos, no es posible hacer
filosofía en Occidente sin pasar necesariamente por los griegos. Lo mismo
podríamos decir de Nietzsche: no es posible comprender la filosofía del
siglo XX sin atravesar la filosofía nietzscheana. Uno y otro se requieren,
se vuelven necesarios para nosotros.
GUSTAVO VARELA
EZEIZA, ABRIL DE 2013
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