jueves, 22 de octubre de 2020

"Nota: Hoy he tenido un sueño, diría que bastante literario..." (Fragmento. Novela. EL LABERINTO DEL VERDUGO. Premio Editorial Costa Rica 2009. Premio Nacional de Literatura Aquileo J Echeverría 2010).



 "Nota: Hoy he tenido un sueño, diría que bastante literario y un poco nostálgico, no ironizo, es la verdad. ¿Cómo podría llamarle a un sueño que una se encuentra con Borges el escritor? Lo extraño es que yo no soy escritora, ni muy aficionada a la literatura del argentino pero ahí estaba él. Quizá por estar leyendo el Aleph de Borges, - digo que quizá- me quedó en mi mente algo residual en mi cerebro sobre su literatura a la hora de dormir. El sueño es el siguiente:

“De un momento a otro me encuentro en un aeropuerto, es extraño que yo sueñe con un aeropuerto por lo poco que he viajado fuera de Costa Rica y lo reacia que soy a viajar incluso dentro de nuestro país. No me gusta dormir en una cama que no es la mía, ni me gusta dormir en hoteles, mucho menos dormir en un cuarto con gente que no conozco muy bien, pero no nos desviemos de lo que deseo contar. Supongo que el sueño era bastante autónomo e independiente de yo su protagonista, o sea que al Sueño no le importó un carajo que yo no sea fanática a los viajes.
También tengo otra teoría, creo que el Sueño como Ente Independiente de mi persona se ubicó en un aeródromo por la manía de Borges de siempre querer estar viajando fuera de las fronteras de su país Argentina. Pienso que esto rima mejor con el desarrollo del Sueño. En el Sueño yo tenía la sensación que el aeropuerto no era un aeropuerto internacional, más bien un aeropuerto local porque no tenía mucha afluencia de personas y no era demasiado grande.
Borges estaba allí, yo lo miré y de golpe supe que era él. Aunque pensándolo mejor – al principio ignoraba quién era - estaba un poco desgarbado, nada que ver con sus trajes oscuros clásicos y con su bastón que solía fotografiarse; diría que era un Borges juvenil en sus atuendos: vestía un saco de corduroy color mostaza, combinando el saco con una camisa de cuadros y de fondo color café maduro. Los cuadros eran de rayas blancas, también tenía una corbata roja o color vino tinto, el pantalón era sport, no debo exagerar y decir que era un blue jean pero no era de casimir inglés, dejémoslo así, sport (el pantalón).
Otro punto a su favor era que se veía resplandeciente, juvenil, no era el típico Borges de los años 80, o sea un Borges valetudinario. Su rostro bronceado emanaba fuerza y alegría, sonriente le miraba, no tenía nada que ver con el Borges de las sombras y el Borges pesadote y sabiondo sobre filosofía y con esa cara de amargado, “!no!, este Borges era diferente, lo reciclaban para el nuevo milenio o algo por el estilo.
Me acerqué despacio, no quería desbaratar las imágenes que estaba observando, increíble lo que miraba en el sueño. Pensé que yo era una intrusa en aquel cosmos y el que soñaba no era yo sino Borges, que Borges me estaba soñando, que era Su Sueño, espero que me estén entendiendo. Sigo: en este punto miré el por qué de tanto aire juvenil y ¿qué creen ustedes la razón de tanto entusiasmo? No, no era porque había ganado el Nobel de Literatura, el pinche premio que siempre le negaron. Su alegría era porque el escritor estaba con una jovencita de compañera y lazarillo. Cambiaba a María Kodama por una verdadera teenager de amiga sentimental, no me pregunten de cómo llegué a esa conclusión. Lo intuí, lo sé, lo supe desde que vi la cara de Borges y la cara de complicidad de la muchacha. Me alegré por Borges. Hasta aquí todo funcionaba a las mil maravillas, era un sueño simpaticón. Me fui acercando a la pareja, Borges estaba sentado en el suelo con las maletas listas para emprender viaje, me seguí acercando y miré a la joven con mayor detalle, no cabía la menor duda, la joven se dejaba querer por el Maestro, por Borges, por el escritor, por el ciego. Me seguí acercando y sorpresa, Borges estaba triste, lo miré íngrimo, desposeído, vaciado de sí, de toditica el alma, así de sopetón, y sentí que le importaba una mierda la literatura y lo único que le importaba era la muchacha que ya no estaba con él. Ausente de lo que estaba a su alrededor, no se movía, seguía teniendo el aire juvenil, pero indudable con una pena muy honda porque la joven lo dejaba... Ahora sí, el sueño se me hacía un poco mío, sentía que operaba una acción de dependencia entre MI Sueño, el Sueño de Borges y el Ente-Sueño. Borges sufría, yo quise auxiliarlo, quise hablarle, decirle que no se preocupara, que a lo mejor ahoritica volvía la teenager, que así eran las jovencitas de caprichosas, y que yo estaba seguro que sí lo amaba, pero no hablé, el Ente - Sueño como un director de cine me lo impedía, me dictaba las pautas que yo debía de seguir en la charada. Estaba muy cerca de Borges, por segunda vez le quise hablar: imposible; le quise tocar: nunca lo pude hacer; especulé que tal vez me iba a mirar: no me miró; teoricé que haciendo sugestión por medio de la telepatía lo iba a hacer que me mirara pero no fue así. Borges se desmoronaba en la ausencia de la muchacha, yo no quería que eso sucediera, no es que me importara demasiado el escritor, el escritor me importaba un carajo, me importaba el hombre de carne y hueso que sufría por el amor, por la soledad... y la imagen seguía ahí y el Ente- Sueño, se apoderó de ambos, de Borges y de mi persona, y entonces delante de mí Borges comenzó a desaparecer poco a poco dentro del traje, comenzó a colapsar a derrumbarse en sí mismo, hasta que el traje quedó en ausencia de él, de Borges, y quedó allí tirado (el traje) hueco, en soledad...”
(Fragmento. Novela. EL LABERINTO DEL VERDUGO. Premio Editorial Costa Rica 2009. Premio Nacional de Literatura Aquileo J Echeverría 2010)

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