miércoles, 21 de octubre de 2020

Joyce, las gafas de gato. 44 escritores de la literatura universal.

 


Joyce, las gafas de gato

 Delgado, esbelto, larguirucho, algo desgarbado, como si sus articulaciones, piernas, brazos y manos se movieran con complejos engranajes: ruedas dentadas, piñones y trinquetes. Mentón airoso, de estatua de mármol, bigote de cepillo, pajarita, sombrero, miope, tanto que llevaba unas gafas de cristales tan gruesos que sus ojos celestes quedaban agrandados —llenos de asombro, siempre—, como los de un lémur, un besugo.

Hijo de un padre alcohólico, gran parte de su infancia fue una lista incompleta, cotidiana, de alquileres y pagos aplazados y mudanzas urgentes. Un lío, constante, de llaves, direcciones, escaleras y códigos postales.

Quiso ser médico, pero acabó trabajando de profesor de inglés, en Trieste, donde tuvo de alumno a un joven italiano, Italo Svevo, con quien a menudo cruzaba confidencias: «My tailor is rich», le decía. A lo que el aventajado Svevo replicaba: «And your cigarrette is finished, I know».

Y se puso a escribir, igual que un artesano —el traficante de gerundios, le llamaban—, y a guardar las cuartillas en un cajón de la cómoda dentro de una carpeta que crecía como una riada. Durante siete años —Trieste, París y Zúrich—, se dedicó a Ulises, un libro en el que no pasa nada, así en general, y que es como una caminata campo a través, con abruptas subidas, recodos polvorientos y zonas pedregosas —muchas sin puntos, ni comas, ni indicaciones, nada—, tan difícil que había mecanógrafas que se negaban a transcribir el manuscrito, porque les daba el flato.

Tuvo, sí, una accidentada relación, que se hizo familiar, con el fuego. La primera edición de Dublineses, impresa y encuadernada, fue quemada por el editor. Años después, algunos de los capítulos de Ulises, publicados en una revista, fueron también pasto del fuego censor y vergonzante, y cuando se imprimió la segunda edición del libro, las autoridades enviaron una parte a la hoguera. Hubo un momento en que, resignado, dijo que esperaba que tal persistencia de fuego redentor le fuera, allí en el purgatorio, descontada.

Ulises se convirtió en una leyenda. Había gente que vendía el abrigo para procurarse un ejemplar, y estudiantes que se encerraban una semana, sin comer, con llave, para poder comprarlo.

Y una noche, en París, se topó con Proust. Los dos, en la calle, como dos fotografías. El uno con bastón y con gafas de gato —alguna vez llevó un cristal transparente y uno oscuro—. El otro, pálido y ojeroso, con unas flores de alhelí en el ojal. Cada uno pensando en sus cosas: sus palabras precisas, sus lentos, prodigiosos, adjetivos. Se saludaron. «¿Conoce usted a la duquesa de Tal?», preguntó uno, la mano en el mentón. «No, lo siento. ¿Y usted al barón de Cuál?», dijo el otro, indiferente el gesto. «No, no tengo el gusto». Se despidieron y cada uno se fue, sin más, por su lado.

Y no hay constancia de que se miraran, siquiera de reojo, al alejarse.

Ficha técnica

Nº de páginas:

236

Editorial:

SIRUELA

Idioma:

CASTELLANO

Encuadernación:

Tapa dura

ISBN:

9788416964406

Año de edición:

2017

Plaza de edición:

MADRID

 

 

  

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