Joyce,
las gafas de gato
Hijo de un padre alcohólico, gran parte de su infancia
fue una lista incompleta, cotidiana, de alquileres y pagos aplazados y mudanzas
urgentes. Un lío, constante, de llaves, direcciones, escaleras y códigos
postales.
Quiso ser médico, pero acabó trabajando de profesor de
inglés, en Trieste, donde tuvo de alumno a un joven italiano, Italo Svevo, con
quien a menudo cruzaba confidencias: «My tailor is rich», le decía. A lo que el
aventajado Svevo replicaba: «And your cigarrette is finished, I know».
Y se puso a escribir, igual que un artesano —el
traficante de gerundios, le llamaban—, y a guardar las cuartillas en un cajón
de la cómoda dentro de una carpeta que crecía como una riada. Durante siete
años —Trieste, París y Zúrich—, se dedicó a Ulises, un libro en el que no pasa
nada, así en general, y que es como una caminata campo a través, con abruptas
subidas, recodos polvorientos y zonas pedregosas —muchas sin puntos, ni comas,
ni indicaciones, nada—, tan difícil que había mecanógrafas que se negaban a
transcribir el manuscrito, porque les daba el flato.
Tuvo, sí, una accidentada relación, que se hizo
familiar, con el fuego. La primera edición de Dublineses, impresa y encuadernada,
fue quemada por el editor. Años después, algunos de los capítulos de Ulises, publicados en una revista,
fueron también pasto del fuego censor y vergonzante, y cuando se imprimió la
segunda edición del libro, las autoridades enviaron una parte a la hoguera.
Hubo un momento en que, resignado, dijo que esperaba que tal persistencia de
fuego redentor le fuera, allí en el purgatorio, descontada.
Ulises se convirtió en una leyenda. Había
gente que vendía el abrigo para procurarse un ejemplar, y estudiantes que se
encerraban una semana, sin comer, con llave, para poder comprarlo.
Y una noche, en París, se topó con Proust. Los dos, en
la calle, como dos fotografías. El uno con bastón y con gafas de gato —alguna
vez llevó un cristal transparente y uno oscuro—. El otro, pálido y ojeroso, con
unas flores de alhelí en el ojal. Cada uno pensando en sus cosas: sus palabras precisas,
sus lentos, prodigiosos, adjetivos. Se saludaron. «¿Conoce usted a la duquesa
de Tal?», preguntó uno, la mano en el mentón. «No, lo siento. ¿Y usted al barón
de Cuál?», dijo el otro, indiferente el gesto. «No, no tengo el gusto». Se
despidieron y cada uno se fue, sin más, por su lado.
Y no hay constancia de que se miraran, siquiera de
reojo, al alejarse.
Ficha
técnica
Nº de
páginas:
236
Editorial:
SIRUELA
Idioma:
CASTELLANO
Encuadernación:
Tapa dura
ISBN:
9788416964406
Año
de edición:
2017
Plaza
de edición:
MADRID
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