viernes, 7 de agosto de 2020

Gerardo Diego Segunda antología de sus versos . PRÓLOGO.



Gerardo Diego
 Segunda antología de sus versos 
(1941-1967)
 Col. AUSTRAL; Espasa-Calpe
Madrid, 1967
3ª Edición, 1977

PRÓLOGO


El presente libro, como de su título puede deducirse, es la continuación del que sin más diferencia que el adjetivo primero apareció en su día como número 219 de esta misma simpática, popular y ya tan caudalosa Colección Austral. Y digo no en su año sino en su día, porque lo primero que tengo que explicar es por qué se repite la fecha 1941 como límite de cierre de aquel libro y de arranque de éste. Fue 1941, año por otra parte de graves dificultades para mí como para tantos seres humanos, uno de los más fecundos en la historia de mi poesía, refugio y consuelo para uno mismo y para mis próximos y deseables lejanos —prójimos todos— por lo que supone de afirmación, a veces desesperada, de fe en medio de la lucha por el pan y por la paz. Y como si la entrega del original de mi Antología en el mes de febrero hubiese estimulado mi inquietud productora, mientras que en las pocas semanas transcurridas del nuevo año no escribí sino estrictamente las cuatro poesías indicadas en la Tabla cronológica, luego, mientras esperaba turno, corregía pruebas o distribuía y firmaba ejemplares, multipliqué mis apuestas a la perduración —que eso son siempre los ensayos ilusionados de poesía— con abundancia quizá viciosa y que puede calcularse a tenor de la nueva Tabla al final de este libro.
Son, pues, veintisiete años largos —escribo este prólogo en junio— los que abarca esta Segunda Antología, período aún mayor que el de la otra y en conjunto de producción más activa. Por eso esta selección tiene que ser en justicia más extensa. Y sin embargo los libros representados no lo están en conjunto tan suficientemente porque he tenido que someterme a las normas de extensión máxima que muy lógicas razones editoriales marcan. Esta vez calculo que lo aquí incluido no excederá de la quinta parte de lo impreso en mis libros, con algunas muestras de los aún no aparecidos. Por lo cual acaricio la idea —sobre todo por lo que entraña de sentirme joven y dispuesto a seguir hasta que Dios quiera— de preparar dentro de algunos años una tercera antología, en la cual vuelva a espigar de los libros de esta segunda no pocos poemas que no son ni peores ni mejores pero sí tan míos como los que el lector puede encontrar aquí. Ha sido casi el azar el que ha dispuesto sacrificar a unos y salvar a otros, ya que no había cabida para todos.
Y sin embargo mi poesía —lo reconozco— es desigual, más desigual de calidad o de logro y hasta de intención o ambición que lo es la de otros poetas, mis rigurosos contemporáneos y queridos amigos. Tratar de disculpar esta excesiva benevolencia para con mis hijos del espíritu me llevaría muy lejos, y me he propuesto que estas páginas sean las menos posibles.
También me considero dispensado de volver a insistir sobre cuanto dije en mi Primera Antología acerca de la diversidad de estímulos, de propósitos y de técnicas de mi obra poética. Allí quedó claramente expresado lo que pienso y siento y es, al menos para mí, cabal justificación. No obstante, y aunque aquellos párrafos se han citado muchas veces, no deja de ser frecuente aún en libros y artículos críticos sobre mí acusarme de algo así como veleidad, frivolidad o juego y hasta de «piruetas creacionistas», y esta definición circense adscribirla, como travesura, a mi juventud principiante, antes de sentar la cabeza. El lector de este volumen podrá comprobar que he seguido siendo fiel a tales libertades y apariencias de anarquía mental —la procesión constructiva y la coherencia poética va por dentro— hasta el mismo año pasado, en que entregué a la imprenta para las ediciones del Instituto de Cultura Hispánica una nueva serie de poemas creacionistas o poscreacionistas para añadir a mi Biografía incompleta y seguir así incompletándola. Por otra parte, la mayor parte de los poemas de la primera edición los compuse después de 1941.
Y es que para expresar ciertas honduras misteriosas o para crear objetivamente cuadros o sinfonías de palabras de emoción generalmente patética o trágica, a mí me es preciso servirme de la libertad imaginativa y del rigor asociativo, exactamente lo mismo que le sucede a cualquier músico o a los pintores que pretenden lograr obras autónomas frente a las apariencias de la realidad.
Y esto es todo cuanto tenía que decir. Mi fe en la
Poesía sigue siendo fundamental en mi vida. Fe quiere decir que la Poesía existe y que el hombre no podría vivir sin ella. Nada más humano, nada más generoso como ofrenda, de un hombre a los demás hombres, y tanto más generoso si no se lo hace agradecer subrayándoselo en su contexto mismo.-
Y gracias a todos. A cuantos han seguido mi modesta obra con fidelidad de amigos suyos y míos. A cuantos me han ayudado con el ejemplo de su trabajo poético —contemporáneos, clásicos—, contagiándome de fiebre creadora y de ilusión en la posibilidad y la eficacia de la palabra poética. A los que han escrito sobre mis versos con elogios que me abruman. Y hasta a aquellos que me han imitado, a veces hasta el plagio, yo creo que inocente. Y más que a todos ellos, a los que espontáneamente han venido c mí por carta o en persona y me han confesado el consuelo o el descubrimiento de sí mismos que mi poesía les procuró. Por esas solas queridísimas relaciones de alma a alma, bien vale la pena de haber trabajado tantos miles de horas. No hay penas de amor perdidas, todas las penas de amor son ganadas.
1967

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