martes, 11 de junio de 2019

Sostener la palabra: la poesía costarricense actual.

Sostener la palabra: la poesía costarricense actual

I

La poesía viene de un lugar que nadie domina y nadie puede conquistar.
Leonard Cohen
Hablar de poesía siempre es problemático, es quizás el menos definible de todos los géneros literarios. Esta cualidad, que para algunos es un defecto, para otros constituye su más preciada virtud. ¿Qué características deben tener las palabras reunidas en versos para que en conjunto formen un poema? Ninguna, ni siquiera la rima o una estructura específica en versos y estrofas son condiciones necesarias para que la palabra escrita adquiera la misteriosa y mágica cualidad de ser poesía. Podemos ir más allá, pues tampoco es absolutamente necesario que estén escritas.
En un remoto pueblo de las montañas de Asturias, en el norte de España, conocí hace bastantes años a un poeta campesino. Era ganadero y labrador, naturista y vegetariano por convicción en un medio y un tiempo, los años ochenta del pasado siglo, cuando manejar esos conceptos era algo ajeno a aquel mundo donde prevalecía la dieta del embutido y la falta de conciencia sobre salud física y ecológica. El nombre de este poeta es Hilario Marrón. En nuestros diferentes encuentros, caminatas y charlas al calor del fuego y la amistad, Hilario me recitó un sinnúmero de poemas que nunca habían sido escritos en soporte alguno. Habían surgido de su mente en momentos de inspiración —casi siempre provocada por el asombro ante la sublime belleza de la naturaleza— y permanecían vivos en ella. Incluso habían evolucionado con el tiempo y había hecho correcciones de estilo, en ese mismo soporte neuronal, a aquellas églogas emanadas de la plenitud que sentía en su existencia campestre y bucólica. Con lo expresado anteriormente se pretende corroborar la tesis formulada en un principio: la poesía es la materia literaria más ambigua, no posee reglas ni cánones que sean imprescindibles. Por eso, este ensayo se abre con la cita de un poeta que afirmó que la poesía procede de una zona libre que nadie domina ni puede conquistar.
Aunque el que suscribe no es muy partidario de agrupar a los poetas por nacionalidades –porque la poesía nace en un territorio ignoto y universal donde banderas, fronteras e himnos patrios no tienen cabida–, esta introducción viene al caso para hablar de poesía contemporánea escrita en Costa Rica, con base en la selección publicada en el libro Sostener la palabra. Antología de poesía costarricense contemporánea (San José: Editorial Arboleda, 2ª edición, 2018), compilada por el también poeta y novelista tico Adriano Corrales Arias. Se trata de un volumen que tiene el preciado valor de abrirnos la puerta a la obra de más de medio centenar de poetas, todos ellos con poemarios personales publicados, que de otro modo no podríamos acceder dados los consabidos problemas de difusión que sufre la poesía. Un valor en alza cuando se trata de autores que publican en un círculo editorial con escasa repercusión más allá del ámbito centroamericano.

II

A pesar de su dimensión y variedad, la poesía costarricense es una de las líricas territoriales menos divulgadas en el continente americano aunque, paradójicamente, ha suscitado numerosas antologías, muchas de ellas realizadas por los propios poetas ticos, quizás en un intento de hacer bueno el refrán de que la unión hace la fuerza y así, en bloque combinado de diferentes autores, poder alcanzar la difusión y repercusión que se merecen.
Como precisa Adriano Corrales en su introducción a este libro, la poesía que se escribe desde hace años en Costa Rica —podemos retrotraernos a mediados del siglo pasado—, creada por autores que han nacido o se han afincado en ese territorio, ha tenido un desarrollo particular e interesante. Para cualquier neófito, o incluso alguien versado en poesía costarricense, es condición previa ineludible leer con detenimiento el esclarecedor texto introductorio de Adriano Corrales para ubicarse y poner en contexto lo que va a encontrar en este volumen cuajado de buenos poetas e interesantes composiciones.
Quienes conocemos, aunque sea parcialmente, la realidad poética centroamericana, y la costarricense en particular, somos conscientes de la riqueza y calidad de la poesía que se hace en esa parte del planeta. Los herederos de Darío hicieron buenas sus enseñanzas y a lo largo del sinuoso y bello territorio que une las dos partes del continente americano, ser poeta es algo casi innato, que se lleva con sano orgullo, dignidad creativa e inquietud existencial. Las raíces de la poesía en Costa Rica fueron alimentadas por autores que hicieron florecer y madurar su obra en diferentes épocas. Entre otros muchos, podemos nombrar a Lisímaco Chavarría (1878-1913), un poeta de singular lirismo modernista; Roberto Brenes (1874-1947), activo educador, poeta y ensayista; Eunice Odio (1919), poeta nacionalizada mexicana y fallecida en nuestro país en 1974, que dejó una particular poesía del éxtasis que navega entre el amor y la naturaleza, especialmente en sus obras Los elementos terrestres (1947) y Tránsito de fuego (1957): “Ven/ te probaré con alegría./ Tú soñarás conmigo esta noche/ y anudarán aromas caídos nuestras bocas./ Te poblaré de alondras y semanas/ eternamente oscuras y desnudas.” (“Posesión en el ensueño”); otro ejemplo de su calidad poética son estos versos del poema “Este es el bosque”, escrito en México en 1966: “¿A dónde vamos compañero, sin nada al sol?/ Vamos a la sagrada forma/ que no duerme jamás;/ al atareado aroma solitario, a la sangre/ que sólo sale al viento por un golpe,/ desgastando lo que toca en su tránsito.”
Otros precursores de la poesía contemporánea en Costa Rica, responsables de su importancia y trascendencia, son: Alfredo Sancho Colombari (1924-1992), poeta, novelista y dramaturgo fundador del Instituto Nacional de Artes Dramáticas de Costa Rica (inad), un autor hoy prácticamente olvidado que también vivió y falleció en México (Cantera bruta, 1965); el prolífico Alfredo Cardona Peña (1917-1995), escritor muy relacionado con México a donde llegó en 1938, docente de literatura española en la Escuela de Verano de la UNAM, e integrante de la llamada Generación Tierra Nueva –vinculada a la revista del mismo nombre, al lado de poetas como Alí Chumacero y González Durán—, que publicó la mayor parte de su obra en nuestro país (El mundo que tú eres, 1944, Los jardines amantes, 1952, Sonetos enamorados, 1958, Confín de llamas, 1969): “Es preciso no saber demasiado,/ adivinar las cosas, repartir nuestros ojos/ en millones de mundos que nos miran.”; Isaac Felipe Azofeifa (1909-1997) poeta, educador y político que entre Trunca unidad (1958) y Órbita (1996), dejó una decena de libros que transitan desde el modernismo a las vanguardias poéticas.

III

Entre los que han tenido más influencia en generaciones posteriores está Jorge Debravo (1938-1967), un poeta muy leído y estudiado (Milagro abierto, 1959; Poemas terrenales, 1964; Nosotros los hombres, 1966) que trasciende la tendencia modernista, estilo que copó el horizonte poético costarricense durante la primera mitad del pasado siglo, y abre el llamado “período de vanguardia literaria”. A Debravo le siguen otros poetas más recientes: Laureano Albán, Rodrigo Quirós, Mayra Jiménez, Julieta Dobles y Ronald Bonilla, quienes son el eslabón de la cadena que enlaza con las nuevas generaciones.
De esta variada herencia surgió una amplia nómina de autores que forman la heterogénea escala de voces de la realidad poética actual en Costa Rica. Una poesía experimental y contestataria, contracultural y apasionada, que se encuentra dispersa en un espectro editorial que abarca numerosos libros, revistas y antologías. Sobre la poesía costarricense contemporánea, el escritor Jorge Boccanera apunta en su libro Voces tatuadas. Crónica de la poesía costarricense 1970-2004, que durante ese período la poesía hecha en Costa Rica, además del lenguaje menos rígido y la búsqueda de otras posibilidades estéticas, también había cambiado “el lugar del poeta, situado ahora en el polo opuesto del intérprete del universo, más cerca del antihéroe que echa mano a lo lúdico y se torna sarcástico y coloquial en el desmenuzamiento de la zozobra cotidiana. Se escribe una poesía proclive a la mixtura de estilos y mundos culturales diferentes. Surgen nuevos caminos expresivos que fusionan lenguajes: poesía visual, juegos tipográficos, collage, técnicas de montaje, textos de historieta y letras de canciones.”
En definitiva, la experiencia de sumergirse en la lectura del volumen Sostener la palabra es un acto de lo más recomendable para cualquiera que viva y disfrute la poesía. Supone un baño revitalizante de arte poético donde, entre los más de sesenta autores seleccionados, nos encontramos con la madurez lírica de los poetas nacidos alrededor de 1950: Anabelle Aguilar Brealey, Juan Antillón, Alfonso Chase, Helio Gallardo, Mayra Jiménez, Guillermo Sáenz Patterson, Osvaldo Sauma y Joaquín Soto; la frescura de los nacidos a partir de 1960, entre otros: Melvin Aguilar, Nidia María González, Mainor González Calvo, Ana Istarú, Silvia Piranesi, Adriano de San Martín Corrales, Joaquín Soto y Carlos Villalobos; así como a los nacidos fuera de Costa Rica, residentes o naturalizados, como Carlos Calero, Helio Gallardo, David Maradiaga, Américo Ochoa y Camila Schumacher, que corroboran la tesis de que la poesía vive y crea por encima de fronteras y nacionalidades.
Por último, sólo resta precisar que Sostener la palabra es una antología que renueva la certeza, a veces olvidada, de que en todos los lugares del planeta subsiste una valiosa, y muchas veces desconocida, caterva de escritores que hallan en la poesía la forma de expresar su visión del mundo y comunicar sus experiencias. Este volumen facilita la entrada al espacio lírico de un país de interesante tradición poética, tan cercano como desconocido para los innumerables amantes de la poesía que vivimos en México.

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