2.17 El tiempo de la vida humana es un punto, su
esencia fluye, su percepción es oscura, la composición del cuerpo en su conjunto es corruptible, el alma va y viene, la
fortuna es difícil de predecir, la fama no tiene juicio, (2) en una palabra, todo lo
del cuerpo es un río[203], lo del alma es sueño y un delirio. La vida es una guerra y un exilio, la fama póstuma es olvido.
(3) Entonces, ¿qué es lo que puede escoltarnos? Sólo una cosa, la filosofía. (4) Esto es vigilar que
el espíritu divino interior esté sin vejación, sin daño, más fuerte que los placeres y los sufrimientos, que no haga nada al azar
ni con mentira o fingimiento, que no tenga necesidad de que otro haga o deje de
hacer algo. Y además que acepte lo que ocurre y lo que se le ha asignado como algo que
viene de allí de donde él vino. Por encima de todo, aguardar la muerte con el pensamiento
favorable de que no es otra cosa sino disgregación de los elementos de los
que está compuesto cada ser vivo. (5) Si precisamente para los elementos en sí no hay nada
terrible en que cada uno se transforme sin interrupción en otro, ¿por qué uno ve con malos
ojos la transformación y disgregación de todos? En efecto, se produce según la naturaleza y nada es
malo si es según la naturaleza.
Título original: Ad se ipsum / τὰ εἰς ἑαυτόν
Marco Aurelio, 179 d. C.
Edición: Francisco Cortés Gabaudán y Manuel J. Rodríguez Gervás
Introducción: Manuel J. Rodríguez Gervás
Traducción y notas: Francisco Cortés Gabaudán
No hay comentarios:
Publicar un comentario