sábado, 23 de febrero de 2019

OVIDIO. LOS AMORES. ELEGÍAS.


La obra propiamente elegíaca de Ovidio está compuesta por Los Amores , escrita en su juventud. Se trata de una colección de poemas elegíacos recogida en tres libros, en la que el poeta canta a Corina, su amada tal vez imaginaria. En sus elegías, expresa sentimientos amorosos más bien convencionales, no se basa en su experiencia personal. Pero Ovidio es un poeta de talento extraordinario, su estilo es brillante y refinado, abundante en recursos retóricos, y por ello consigue evitar la monotonía de una inspiración más superficial que en otros poetas elegíacos.
Fuente:
Recopilador: Dr. Enrico Pugliatti.
***
LOS AMORES OVIDIO LOS AMORES 3 EPIGRAMA Nosotros, que éramos antes cinco libros de Ovidio Nasón, ahora somos tres. El autor de la obra así lo dispuso. Si no experimentas ningún placer con nuestra lectura, a lo menos aliviará tu fastidio la supresión de dos libros. OVIDIO 4 LIBRO PRIMERO
ELEGÍA I Yo me disponía a cantar en tono elevado las armas y las sangrientas batallas, materia conveniente a mis versos, el primero de la misma medida que el segundo; Cupido, según dicen, se echó a reír, y arrebató al último uno de los pies. Niño cruel, ¿quién te dió tal derecho sobre mis cantos? Los vates somos esclavos de las Musas, y no tuyos. ¿Qué diríamos si Venus tomase la armadura de la rubia Minerva, y ésta agitase las encendidas antorchas? ¿Quién vería sin extrañeza reinar a Ceres en los montuosos bosques, y que los campos se cultivasen bajo las leyes de la virgen de la aljaba? ¿Quién armará, de aguda lanza a Febo, insigne por su cabellera, mientras Marte pulse la lira de Aonia? ¡Oh LOS AMORES 5 niño!, ya es demasiado grande y poderoso tu imperio. ¿Por qué aspira tu ambición a nuevos dominios? ¿Acaso porque reinas en los ámbitos del mundo, y son tuyos el Tempe y el Helicón, pretendes que Apolo pierda también su lira? Así que en la nueva página estampé el primer verso grandilocuente, se me aproximó el Amor y debilitó todos mis bríos. No me ofrecen asuntos de poemas ligeros ni un mancebo, ni una hermosa doncella de largos cabellos. Apenas hube pronunciado estas quejas, Cupido, soltando de repente la aljaba, saca la flecha aguzada que ha de herirme, encorva brioso el arco con la rodilla, y exclama: «Ahí tienes, poeta, el asunto que debes cantar.» ¡Desgraciado de mí!, aquel muchacho estuvo certero al herir: me abraso, y el amor reina en mi pecho, antes vacío. Comience mi obra en versos de seis compases, seguidos de otros de cinco, ¡y adiós sangrientas guerras y metros en que sois cantadas! ¡Oh Musa!, ciñe tus áureas sienes con el mirto resplandeciente: sólo tienes que modular once pies en cada dos versos. OVIDIO 6
II ¿En qué consiste que la cama me parece tan dura, la cubierta se cae de mi lecho, y he pasado esta larguísima noche sin conciliar el sueño, y aun me duelen los cansados miembros, que se revolvían faltos de sosiego? Si el amor viniese a inquietarme, creo que lo reconocería. ¿Acaso viene, y su astucia me atormenta con secretas emboscadas? Así era en verdad; sus leves saetas se clavaron en mi corazón, y riguroso tiraniza el pecho que acaba de someter. ¿Cederemos, o con la resistencia encenderemos más la súbita llama? Cedamos; siempre es ligera la carga que se sabe soportar. Yo vi crecer el fuego encendido al removerse los tizones, y apagarse cuando nadie los agitaba. A los bueyes que se LOS AMORES 7 rebelan, oprimidos por la  dureza del yugo, se les castiga mucho más que a los que soportan el peso del arado. Dómase el potro rebelde con el freno de dientes de lobo, y el que corre brioso al combate tiene que sentir menos su dureza. El amor se encona más cruel y despótico contra quien le resiste que con quien se reduce a tolerar su servidumbre. ¡Ah!, lo reconozco, soy tu nueva presa, Cupido, y alargo las vencidas manos, prontas a obedecerte. No se trata de guerrear: te pido la paz y el perdón; poca alabanza te reportaría, vencer. con tus armas a un hombre desarmado. Corona tus cabellos de mirto, apareja las palomas de tu madre, y el mismo Marte te proporcionará el carro conveniente; tú, montado en él, y en medio de las aclamaciones que publiquen tus hazañas, regirás con destreza las aves que lo conducen; formarán tu séquito los jóvenes subyugados y las cautivas doncellas, y su pompa será para ti un magnífico triunfo. Yo mismo, que soy tu última presa, caminaré mostrando mi herida reciente, y, esclavo tuyo, arrastraré mi nueva cadena. Con las manos atadas a la espalda, seguirán tus vuelos la buena conciencia, el pudor y cuanto se atreve a luchar con tu poderío. Todos te temerán, el OVIDIO 8 pueblo extenderá hacia ti los brazos, gritará en alto clamoreo : «¡Vítor, triunfo!» Al lado, te acompañarán la molicie, la ilusión y la furia, cortejo que sigue asiduamente tus pasos. Con tales soldados dominas a los hombres y los dioses; si te privases de su auxilio, quedarías desnudo. Tu madre, orgullosa, aplaudirá al triunfador desde el alto Olimpo, y esparcirá sobre su rostro una lluvia de flores. Con las alas ornadas de piedras preciosas, lo mismo que la cabellera, volarás resplandeciente en el carro de áureas ruedas, y entonces, si te conocemos bien, abrasarás a no pocos en tu fuego, produciendo tu carrera innumerables heridas. Aunque lo intentes, no podrán reposar tus saetas; tu férvida llama abrasa hasta en el fondo del agua vecina. Así aparecía Baco, al someter las tierras que baña el Ganges: tú, conducido por las aves; él, por los tigres. Puesto que yo, tengo que formar parte de tu sacro triunfo, no vayas a perder los despojos de tu victoria sobre mí. Contempla las armas vencedoras de tu pariente César; protege a los vencidos con la misma mano que acaba de someterlos. LOS AMORES 9


 III Mis preces son justas: la linda joven que me fascinó, o me ame, o consiga que yo la ame siempre. - Ah!, pedí demasiado: con que consienta ser amada, habrá oído Citerea todos mis ruegos. Acoge benévola al que te ha de servir mientras aliente con vida, y escucha las protestas del que sabrá guardarte fidelidad inquebrantable. Si los nombres ilustres de mis antepasados no me recomiendan; si un simple caballero es el autor de mis días; si no labran mis tierras innumerables arados, y mi padre y mi madre vivieron con sobria economía, que me abonen Apolo, las nueve hermanas y el numen plantador de las viñas, el amor que me entrega a tu poder, mi constancia, que ninguna abatirá, y mis puras OVIDIO 10 costumbres, mi ingenua sencillez y el pudor que colorea mi rostro. No me placen mil jóvenes a la vez; no soy mudable en amar, y, puedes creerme, tú sola serás el norte de mi perenne inclinación. Así merezca vivir contigo los años que me hilen las Parcas, y morir antes que profieras una sola queja contra mí. Sé tú el tema dichoso de mis cantos, y éstos surgirán dignos del objeto que los inspira. A los cantos debe la celebridad Ío, aterrada por sus cuernos; Leda, seducida por el adúltero Jove, bajo la figura de un cisne, y Europa, que atravesó el mar sobre las espaldas de un toro engañoso, sujetando los cuernos retorcidos con sus virginales manos. Nosotros asimismo seremos celebrados por todo el orbe, y nuestros nombres irán siempre inseparablemente unidos.

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