[L1]Nos encontramos ahora, y en los dos siguientes cantos, en el segundo recinto del círculo séptimo, donde se castiga a los violentos contra Dios en un arenal ardiente sobre el que cae una incesante lluvia de fuego: blasfemos, que yacen boca arriba; homosexuales, caminando sin tregua; y usureros, sentados.
[L2]Lo cuenta Lucano en Farsalia X, 382 y ss.
[L3]Dante unifica aquí dos hechos que cuenta la apócrifa Epístola de Alejandro a Aristóteles: una nieve copiosísima, que los soldados debían pisar para fundirla; y una lluvia de fuego.
[L4]Se trata de Capaneo, uno de los siete reyes que lucharon contra Tebas en ayuda de Eteocles. Blasfemando contra Júpiter y el resto de los dioses nos lo presenta Estacio en Tebaida, X, 738 y ss.; 897 y ss.
[L5]52‑57 Los Gigantes habían intentado expugnar la morada de los dioses, dándose una gran batalla entre unos y otros hasta ser precipitados, por los rayos que Vulcano fabricaba para Júpiter, al valle de Flegra, en Tesalia. Volveremos a ello en Infierno, XXXI.
[L6]Se trata nuevamente del Flagetonte.
[L7]Fuente termal cercana a Viterbo, donde según la costumbre se bañaban las prostitutas.
[L8]Las puertas del Infiemo.
[L9]Alude a Satumo, bajo cuyo reinado tuvo lugar la paradisiaca Edad de Oro.
[L10]Rea o Cibeles, mujer de Saturno, escondió de éste a su hijo Júpiter, para que no lo devorase como había hecho con el resto de sus hermanos, en la isla de Creta. Allí ordenó que cuando el niño llorase, los habitantes prorrumpieran en gritos, para que Saturno no se diera cuenta de la presencia de quien posteriormente habría de derrotarle.
[L11]Es muy posible el recuerdo de la visión de Nabucodonosor en Daniel, III. En este pasaje, como en aquél, la estatua del Viejo debe representar la historia de la humanidad: la estatua vuelve la espalda a Damiata, en el Oriente, de donde vino la civilización; y mira a Roma, que es la meta espiritual del hombre. El pie de barro es el poder espiritual y el otro el temporal. El oro señala una época de inocencia primigenia; la plata y el cobre no señalan ninguna época concreta, sino dos sucesivas etapas de corrupción. Existen, como el lector podrá suponerse, muchas otras interpretaciones.
[L12]Las culpas del hombre tras la pérdida de la pureza originaria dan forma a los ríos infemales, de los que ya conocemos tres: Aqueronte, Estigia y Flegetonte.
[L13]Es, como veremos, el río del noveno círculo.
[L14]Dante no ha caído en la cuenta de que el Flegetonte fuera el río de sangre que ha contemplado en los cantos precedentes: el Leteo nos lo encontraremos en la cima del Purgatorio (Purgatorio, XXVIII).
CANTO XIV
Y
como el gran amor del lugar patrio
me
conmovió, reuní la rota fronda,
y
se la devolví a quien ya callaba. 3
Al
límite llegamos que divide
el
segundo recinto del tercero,
y
vi de la justicia horrible modo. 6[L1]
Por
bien manifestar las nuevas cosas,
he
de decir que a un páramo llegamos,
que
de su seno cualquier planta ahuyenta. 9
La
dolorosa selva es su guirnalda,
como
para ésta lo es el triste foso;
justo
al borde los pasos detuvimos. 12
Era
el sitio una arena espesa y seca,
hecha
de igual manera que esa otra
que
oprimiera Catón con su pisada. 15[L2]
¡Oh
venganza divina, cuánto debes
ser
temida de todo aquel que lea
cuanto
a mis ojos fuera manifiesto! 18
De
almas desnudas vi muchos rebaños,
todas
llorando llenas de miseria,
y
en diversas posturas colocadas: 21
unas
gentes yacían boca arriba;
encogidas
algunas se sentaban,
y
otras andaban incesantemente. 24
Eran
las más las que iban dando vueltas,
menos
las que yacían en tormento,
pero
más se quejaban de sus males. 27
Por
todo el arenal, muy lentamente,
llueven
copos de fuego dilatados,
como
nieve en los Alpes si no hay viento. 30
Como
Alejandro en la caliente zona 31[L3]
de
la India vio llamas que caían
hasta
la tierra sobre sus ejércitos; 33
por
lo cual ordenó pisar el suelo
a
sus soldados, puesto que ese fuego
se
apagaba mejor si estaba aislado, 36
así
bajaba aquel ardor eterno;
y
encendía la arena, tal la yesca
bajo
eslabón, y el tormento doblaba. 39
Nunca
reposo hallaba el movimiento
de
las míseras manos, repeliendo
aquí
o allá de sí las nuevas llamas. 42
Yo
comencé: «Maestro, tú que vences
todas
las cosas, salvo a los demonios
que
al entrar por la puerta nos salieron, 45
¿Quién
es el grande que no se preocupa 46[L4]
del
fuego y yace despectivo y fiero,
cual
si la lluvia no le madurase?» 48
Y
él mismo, que se había dado cuenta
que
preguntaba por él a mi guía,
gritó:
« Como fui vivo, tal soy muerto. 51
Aunque
Jove cansara a su artesano 52[L5]
de
quien, fiero, tomó el fulgor agudo
con
que me golpeó el último día, 54
o
a los demás cansase uno tras otro,
de
Mongibelo en esa negra fragua,
clamando:
“Buen Vulcano, ayuda, ayuda” 57
tal
como él hizo en la lucha de Flegra,
y
me asaeteara con sus fuerzas,
no
podría vengarse alegremente.» 60
Mi
guía entonces contestó con fuerza
tanta,
que nunca le hube así escuchado:
«Oh Capaneo, mientras no se calme 63
tu
soberbia, serás más afligido:
ningún
martirio, aparte de tu rabia,
a
tu furor dolor será adecuado.» 66
Después
se volvió a mí con mejor tono,
«Éste
fue de los siete que asediaron
a
Tebas; tuvo a Dios, y me parece 69
que
aún le tenga, desdén, y no le implora;
mas
como yo le dije, sus despechos
son
en su pecho galardón bastante. 72
Sígueme
ahora y cuida que tus pies
no
pisen esta arena tan ardiente,
mas
camina pegado siempre al bosque.» 75
En
silencio llegamos donde corre
fuera
ya de la selva un arroyuelo, 77[L6]
cuyo
rojo color aún me horripila: 78
como
del Bulicán sale el arroyo 79[L7]
que
reparten después las pecadoras, t
al
corrta a través de aquella arena. 81
El
fondo de éste y ambas dos paredes
eran
de piedra, igual que las orillas;
y
por ello pensé que ése era el paso. 84
«Entre
todo lo que yo te he enseñado,
desde
que atravesamos esa puerta
cuyos
umbrales a nadie se niegan, 87[L8]
ninguna
cosa has visto más notable
como
el presente río que las llamas
apaga
antes que lleguen a tocarle.» 90
Esto
dijo mi guía, por lo cual
yo
le rogué que acrecentase el pasto,
del
que acrecido me había el deseo. 93
«Hay
en medio del mar un devastado
país
‑me dijo‑ que se llama Creta;
bajo
su rey fue el mundo virtuoso. 96[L9]
Hubo
allí una montaña que alegraban
aguas
y frondas, se llamaba Ida:
cual
cosa vieja se halla ahora desierta. 99
La
excelsa Rea la escogió por cuna 100[L10]
para
su hijo y, por mejor guardarlo,
cuando
lloraba, mandaba dar gritos. 102
Se
alza un gran viejo dentro de aquel monte, 103[L11]
que
hacia Damiata vuelve las espaldas
y
al igual que a un espejo a Roma mira. 105
Está
hecha su cabeza de oro fino,
y
plata pura son brazos y pecho,
se
hace luego de cobre hasta las ingles; 108
y
del hierro mejor de aquí hasta abajo,
salvo
el pie diestro que es barro cocido:
y
más en éste que en el otro apoya. 111
Sus
partes, salvo el oro, se hallan rotas
por
una raja que gotea lágrimas, 113[L12]
que
horadan, al juntarse, aquella gruta; 114
su
curso en este valle se derrama:
forma
Aqueronte, Estigia y Flagetonte;
corre
después por esta estrecha espita 117
al
fondo donde más no se desciende:
forma
Cocito; y cuál sea ese pantano 119[L13]
ya
lo verás; y no te lo describo.» 120
Yo
contesté: «Si el presente riachuelo
tiene
así en nuestro mundo su principio,
¿como
puede encontrarse en este margen?» 123
Respondió:
«Sabes que es redondo el sitio,
y
aunque hayas caminado un largo trecho
hacia
la izquierda descendiendo al fondo, 126
aún
la vuelta completa no hemos dado;
por
lo que si aparecen cosas nuevas,
no
debes contemplarlas con asombro.» 129
Y
yo insistí «Maestro, ¿dónde se hallan
Flegetonte
y Leteo?; a uno no nombras, 131[L14]
y
el otro dices que lo hace esta lluvia.» 132
«Me
agradan ciertamente tus preguntas
‑dijo‑,
mas el bullir del agua roja
debía
resolverte la primera. 135
Fuera
de aquí podrás ver el Leteo,
allí
donde a lavarse van las almas,
cuando
la culpa purgada se borra.» 138
Dijo
después: «Ya es tiempo de apartarse
del
bosque; ven caminando detrás:
dan
paso las orillas, pues no queman, 141
y
sobre ellas se extingue cualquier fuego.»
[L1]Nos encontramos ahora, y en los dos siguientes cantos, en el segundo recinto
del círculo séptimo, donde se castiga a los violentos contra Dios en un arenal
ardiente sobre el que cae una incesante lluvia de fuego: blasfemos, que yacen
boca arriba; homosexuales, caminando sin tregua; y usureros, sentados.
[L2]Lo cuenta Lucano en Farsalia
X, 382 y ss.
[L3]Dante unifica aquí dos hechos que cuenta la apócrifa Epístola de
Alejandro a Aristóteles: una nieve copiosísima, que los soldados debían pisar
para fundirla; y una lluvia de fuego.
[L4]Se trata de Capaneo, uno de los siete reyes que lucharon contra Tebas
en ayuda de Eteocles. Blasfemando contra Júpiter y el resto de los dioses nos
lo presenta Estacio en Tebaida, X,
738 y ss.; 897 y ss.
[L5]52‑57 Los Gigantes habían intentado expugnar la morada de los dioses,
dándose una gran batalla entre unos y otros hasta ser precipitados, por los
rayos que Vulcano fabricaba para Júpiter, al valle de Flegra, en Tesalia. Volveremos
a ello en Infierno, XXXI.
[L6]Se trata nuevamente del Flagetonte.
[L7]Fuente termal cercana a Viterbo, donde según la costumbre se bañaban
las prostitutas.
[L8]Las puertas del Infiemo.
[L9]Alude a Satumo, bajo cuyo reinado tuvo lugar la paradisiaca Edad de
Oro.
[L10]Rea o Cibeles, mujer de Saturno, escondió de éste a su hijo Júpiter,
para que no lo devorase como había hecho con el resto de sus hermanos, en la
isla de Creta. Allí ordenó que cuando el niño llorase, los habitantes
prorrumpieran en gritos, para que Saturno no se diera cuenta de la presencia de
quien posteriormente habría de derrotarle.
[L11]Es muy posible el recuerdo de la visión de Nabucodonosor en Daniel, III. En este pasaje, como en
aquél, la estatua del Viejo debe representar la historia de la humanidad: la
estatua vuelve la espalda a Damiata, en el Oriente, de donde vino la
civilización; y mira a Roma, que es la meta espiritual del hombre. El pie de
barro es el poder espiritual y el otro el temporal. El oro señala una época de
inocencia primigenia; la plata y el cobre no señalan ninguna época concreta,
sino dos sucesivas etapas de corrupción. Existen, como el lector podrá
suponerse, muchas otras interpretaciones.
[L12]Las culpas del hombre tras la pérdida de la pureza originaria dan forma
a los ríos infemales, de los que ya conocemos tres: Aqueronte, Estigia y Flegetonte.
[L13]Es, como veremos, el río del noveno círculo.
[L14]Dante no ha caído en la cuenta de que el Flegetonte fuera el río de sangre
que ha contemplado en los cantos precedentes: el Leteo nos lo encontraremos en
la cima del Purgatorio (Purgatorio,
XXVIII).
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